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24 GOBERNADORES Y UN PRESIDENTE

Tiempo de lectura: 6 minutos

La esperanza cambió de vereda y los más de 15 puntos de diferencia lo expresan. La amplia victoria de la fórmula Fernández – Fernández en las PASOS reconfiguró el escenario político, instalando con fuerza el discurso de la transición. Después una semana cargada de sobresaltos, quedaron en evidencia algunas cuestiones centrales para entender la derrota del oficialismo y la debacle de la tan ansiada revolución de la alegría. 

La primera clave se encuentra en la disociación de las agendas. La coalición Cambiemos mantuvo el chip electoralista prácticamente durante los tres años y medio de gestión, utilizando la profundización de la grieta como caballo de batalla, legitimándose en el conflicto. Ese “estiramiento” de la agenda electoral por parte del gobierno, obturó en gran medida la posibilidad de asimilar las demandas sociales, y se convirtió en una ventana de oportunidad que Alberto Fernández aprovechó para llevar al centro de la escena las falencias de la política económica, y articular su agenda electoral con la agenda social. Pero, al mismo tiempo, hizo visible a un complejo entramado de actores políticos y territoriales que canalizando sus roces internos, encontraron un punto de acumulación política: la construcción de un proyecto económico -centrado en la producción- y un nuevo horizonte para el peronismo -el acceso al poder-. Ante ello, el miedo como estrategia volvió a ser inutilizado. Primera moraleja: no siempre alcanza con producir temor.

He aquí otra de las cuestiones estructurantes del triunfo de les Fernández: el federalismo.

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Ahora bien, la economía tampoco explica por si misma ni la derrota ni la victoria. Sin dudas, la necesidad interpeló potenciales electores pero también interpeló movilización, de un modo distinto a lo que muchos esperaban. La heterogeneidad de la coalición peronista aportó capacidad de despliegue territorial, pero sobre todo inserción en distintos segmentos sociales que ampliaron hábilmente las bases de los sujetos históricos de la militancia peronista -los movimientos sociales y los partidos-, tiñendo con las voces del ciudadano común la campaña. Segunda moraleja: siempre es la política. 

En esta revalorización de la política, se priorizó lo político por sobre lo técnico. La intuición y cruzar el charco hacia el interior del país, fueron fundamentales. He aquí otra de las cuestiones estructurantes del triunfo de les Fernández: el federalismo.

En los 90s, Menem administró esas zonas de conflicto con los pactos fiscales y la transferencia de competencias a los gobernadores. Durante el kirchnerismo, el Gobierno Nacional abrió la cancha a los intendentes disputando poder a los gobernadores, en especial en la distribución de la infraestructura.

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Podríamos decir que el federalismo en Argentina en cierto punto es como la utopía para Galeano, está en el horizonte. Ha sido un argumento retomado por los diferentes candidatos; sin embargo, los distingue claramente su utilización en el armado político electoral. Para el peronismo puntualmente el federalismo es un elemento conflictivo, en tensión con sus formas históricas de construcción centralizada. En las últimas décadas, la relación entre los liderazgos nacionales y provinciales del peronismo ha ido mutando: las áreas de tensión siempre oscilaron entre la composición de los armados legislativos y la distribución de los recursos públicos. En los 90s, Menem administró esas zonas de conflicto con los pactos fiscales y la transferencia de competencias a los gobernadores. Durante el kirchnerismo, el Gobierno Nacional abrió la cancha a los intendentes disputando poder a los gobernadores, en especial en la distribución de la infraestructura.  

En este contexto, la estrategia del Frente de Todos muestra rasgos distintivos en las formas de canalizar esas tensiones, que se evidencia en el avance de la (re)construcción de coaliciones federales, dando lugar a la diversidad de fuerzas, muchas de ellas de anclaje provincial y local. Principalmente, en el haber “dejado jugar” a los gobernadores, respetando sus armados territoriales. Es esta institucionalidad la que explica en gran medida la homogeneidad del resultado en las provincias. 

Las elecciones provinciales ya habían mostrado en la “construcción de abajo hacia arriba” que el camino era la unidad, anticipándose de algún modo al armado nacional. Santa Fe es uno de los casos paradigmáticos donde el PJ tuvo la capacidad orgánica de contener a las diversas expresiones, promover la competencia interna y centrar el debate público en las problemáticas provinciales.

la estrategia del Frente de Todos muestra rasgos distintivos en las formas de canalizar esas tensiones, que se evidencia en el avance de la (re)construcción de coaliciones federales. Principalmente, en el haber “dejado jugar” a los gobernadores, respetando sus armados territoriales

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La figura de Omar Perotti no sólo logró suturar tensiones dentro del espacio sino también, tuvo la habilidad de “provincializar” los temas de campaña, corriéndose de la discusión nacional y manteniendo las mismas propuestas tanto en la interna como en la elección general. En este proceso, los acuerdos con el sector kirchnerista fueron fundamentales no solo porque ampliaron su base urbana sino también porque ayudaron a interpelar a sectores que durante los 12 años del gobierno Socialista -FPCyS- no habían encontrado un espacio de contención en el peronismo. Todo esto, apoyado en un armado territorial que mostró elementos propios. Al igual que en otras provincias, en Santa Fe desde 2015 se fue reconfigurando el entramado de actores dentro del peronismo, cobrando fuerza los senadores y los intendentes y presidentes comunales, que dieron cuerpo a lo territorial pero con una particularidad: apelaron a la identidad santafesina. Este espacio fue el que en 2017 promovió la candidatura a diputada nacional de la ex jueza Alejandra Rodenas -actual vicegobernadora electa-, y sirvió de apoyo a la expansión del perotismo. “Santa Fe volvió a ser peronista” a través de un amplio acuerdo que se mantuvo -e incluso amplió- para la elección nacional. Tercera moraleja: la construcción de la unidad en la diversidad.

El armado electoral nacional hizo suya esta consigna. En ese plano, dos actores centrales del Frente de Todos entendieron la dinámica de la construcción federal: Cristina Fernández al dar el puntapié inicial con la elección del candidato del consenso, paralizando la tercera vía y colocándose luego como facilitadora de acuerdos locales y, Sergio Massa, pivot en la ampliación de la penetración territorial de la fórmula en distritos adversos de la Provincia de Buenos Aires.

Las elecciones desdobladas hicieron el resto, cimentaron una base política y vertebraron alianzas, que se plasmaron simbólicamente en el compromiso federal que Alberto Fernández rubricó con 19 provincias representadas por gobernadores, otros recientemente electos y algunos precandidatos –ahora candidatos ampliamente validados-. La foto del Monumento a la Bandera terminó de graficarlo. 

Santa Fe es uno de los casos paradigmáticos donde el PJ tuvo la capacidad orgánica de contener a las diversas expresiones, promover la competencia interna y centrar el debate público en las problemáticas provinciales.

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La estrategia de Juntos por el Cambio fue diferente, incluso a la que habían articulado en 2015. Se replegó en sus núcleos más duros, con una campaña desde Capital Federal sin un significativo despliegue local. En la PBA, a la inversa de las construcciones provinciales del peronismo, Vidal fue arrastrada a la estrategia de nacionalizar la elección, tabicando sus posibilidades de crecimiento. Las bases territoriales de la UCR que fueron claves en la anterior campaña, se encontraron ahora diluidas ante la decisión de ampliar y mostrar consensos a partir de la incorporación de Pichetto.  A su modo, la UCR mutó para soportar la marginación: se centró en la conservación de sus escaños legislativos y en la gestión de ciertos municipios. Pero el histórico partido no fue parte vital del andamiaje en los armados provinciales más allá del discurso, la derrota en Mendoza lo evidencia. Parece claro que Macri solo necesitó a los gobernadores para legitimar su programa de ajustes, pero nunca pudo ensamblarlos a su construcción territorial. ¿Lo intentó? Es discutible.

los acuerdos con el sector kirchnerista fueron fundamentales no solo porque ampliaron su base urbana sino también porque ayudaron a interpelar a sectores que durante los 12 años del gobierno Socialista -FPCyS- no habían encontrado un espacio de contención en el peronismo.

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Los resultados de las PASOS encuentran explicación en los ritmos de lo político y la política. Será desafío del próximo gobierno, si se ratifica la elección tal como todo sugiere, la de traducir estas coaliciones federales electorales en coaliciones de gobierno y gestión. Comenzando por discutir la coparticipación, uno de los principales recursos de las Provincias y un gran depósito de poder del Gobierno Nacional. Discusión postergada que se vuelve sumamente necesaria en una Argentina que en palabras de Alberto va a ser gobernada por “24 gobernadores y un Presidente”. 

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Comentarios

  1. Renata Tomezzoli

    el 26/08/2019

    excelente análisis

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