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29 de abril 2016

Mariano Schuster

Jefe de redacción de lavanguardiadigital.com.ar

ANATOMÍA DE UN PERDEDOR

Tiempo de lectura: 3 minutos

El futuro es negro. Vienen tiempos difíciles. El fútbol puede desaparecer.  El hombre habla con seriedad. Desde hace mucho, mucho, mucho tiempo. Sus predicciones apocalípticas, sus críticas despiadadas y su pesimismo congénito son tan antiguos que nadie se atrevería a discutírselos.

Por lo general, dice las cosas en serio. Exhibe papeles y denuncia corruptelas. Afirma que Blatter destruyó al fútbol. Dice que el que venga, lo destruirá más. Si es italiano, será un Berlusconi. Peor todavía.

El Apocalipsis es, para él, el estado permanente del mundo. Cree que el destino de la humanidad es socialismo o barbarie. Pero hace tanto tiempo que vivimos en  la barbarie que lo del socialismo podría quedar para la civilización que reemplace a la humana.

A veces, entre tanta amargura, alberga un discreto optimismo: Excepto que haya algún tipo de revolución la situación no cambiará. Como su compatriota Antonio Gramsci, lleva una premisa grabada en el alma: Pesimismo de la inteligencia. Optimismo de la voluntad.

Está claro: este señor no es un especialista en ganar. Su biografía, de hecho, podría titularse Maestro de la derrota.

Renzo Ulivieri, presidente de la Asociación de Entrenadores de Italia, es un izquierdista que nunca ganó un título

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Tiene 75 años y se dedica al fútbol desde hace cincuenta y dos. Entrenó más de quince equipos y cuenta con records únicos. Nunca ganó un título y el 70% de sus resultados fueron derrota o empate. A veces, su trayectoria profesional pareció albergar una luz de esperanza. Después de dirigir el San Miniato – el equipo de su ciudad – y una lista interminable de equipos menores, llegó el momento esperado. Se puso al frente del poderoso Parma. Era lógico: duró menos de un año. ¿Su mayor logro deportivo? Un ascenso de tercera a primera con el Bologna.

Con su estandarte de solidaridad, probó suerte en el fútbol amateur. No tuvo suerte. Dirigiendo al Equipo Nacional de los Sacerdotes de Italia perdió contra el Equipo de los Presos de la Cárcel de Rebbibia. Y, al mando de la  Selección Nacional de Religiosos Católicos fue derrotado por el Vaticano Football Club en la final de la Catholicus Cup. Ulivieri 1

Tiene adeptos en todos los puntos del país. Una tribu de perdedores honestos y sensibles, seres extraños que reivindican revolución y pureza. Él es la imagen perfecta de la honestidad política y la derrota épica.

En 2006, tras ver a Paolo di Canio  festejar un gol de la Lazio con el saludo fascista, declaró: Ese es el saludo del campo de concentración y de la barbarie. Mi saludo es el puño en alto y cerrado. El saludo de los trabajadores y de la dignidad. Además, se animó a criticar en público a Berlusconi, deslizando las corrupciones del Milan, y a tachar de discriminador al ex técnico de la azurra, Marcelo Lippi, cuando éste aconsejó a los futbolistas homosexuales ocultar su condición.

Cuando el Partido Comunista Italiano – en el que militó veinticinco años- se disolvió en 1991, hizo lo que le pareció lógico: se afilió en su sucesor – el Partido Democrático de la Izquierda (PDS)-. No duró mucho. Y es que el PDS tenía un problema: ganaba las elecciones. Eligió, entonces, otra opción más consecuente con su vida de derrotas: el Partido Izquierda, Ecología y Libertad del gay, católico y comunista Nichi Vendola. En 2013 incursionó como candidato a senador. Sucedió lo esperado: perdió las elecciones.

Este tipo, que organizaba sus esquemas tácticos en su despacho al lado de una estatuilla de Lenin, y que a los ocho años fue encerrado junto a su familia en el Duomo de San Miniato durante el bombardeo nazi, se llama Renzo Ulivieri y es hoy el presidente de la Asociación Nacional de Entrenadores de Italia.

En 2011, mientras los jugadores de la serie A paraban el fútbol para protestar por medidas impositivas que atacaban sus bolsillos, creyó que había una causa más importante que afectaba a los técnicos más pobres e hizo lo que le pareció correcto. Fue a una ferretería, compro una cadena, y se ató en la puerta de la Federación Italiana de Fútbol en señal de protesta.

Está en su naturaleza. Es un perdedor radical y un comunista sincero. Los cínicos y los pragmáticos, siempre a la orden del día, pueden burlarse de él. Representa otros tiempos, otros valores, otras ideas. Esos que, algunos, extrañamos tanto.

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