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15 de septiembre 2020

Fernando Casullo

BREVES LÍNEAS SOBRE HERMÉTICA Y SU HISTORIA INCOMPLETA (PARTE 3)

Tiempo de lectura: 16 minutos

El primer ciclo de Basile en la selección bien merecería una serie en HBO. Mixtura perfecta entre The Last Dance y el Área 18. El popular zaguero de Racing comenzó su trabajo en 1990 con la presión de sacarse de encima un antecedente exitoso como el de Bilardo y de iniciar una lenta transición hacia una etapa posmaradoniana. El Diego no la estaba llevando bien luego del State Italiana y en 1991 había metido un tour de force con doping y foto ponzoñosa en el departamento de Caballito incluidos, que anunciaba un final precoz en el viaje del ídolo. Pero, por suerte, estaban el Coco y su vozarrón para proyectarnos en el hiperespacio del Primer Mundo de Bush, la guerra del Golfo y USA 94.

El nuevo seleccionado arrancó angelado y metió un invicto portentoso de más de treinta partidos -amén que algunos estaban flojos de papeles, y jugar contra “Resto del Mundo” parecía una empresa más para Karadagian que para Batistuta-. De aquella forma, el éxito de los Leos Rodriguez y los Daríos Francos generó la sensación de que el fútbol argentino podría realizar de forma apacible su renovación generacional y dejar atrás las glorias del 86 (igual nos anotamos la mancha de no clasificar en Barcelona 92 con ese equipo en el que Latorre le cantaba los goles a Zulemita). Pero, como decimos en la jerga nacional, pasaron cosas, y el 5 de septiembre de 1993 nos encontramos goleados por Colombia, y para entrar al máximo evento de la FIFA debíamos sortear un vergonzoso repechaje con Australia. Así, tuvimos que volver a pedirle Fútbol a Santa Maradona y nos tocó hacer la previa para ver un partido en el otro lado del mundo mirando toda la madrugada hablar sobre Oceanía a Alejandro Romay. En fin, una clasificación al Mundial con poca épica y mucho Mcallister.

Sin embargo, en el Mundial que comenzó al año siguiente igual tuvimos un puñado de días de éxtasis, los que van desde el 21 de junio, debut con Grecia y esa borgiana pared entre Redondo y Maradona, hasta el 25 de ese mes, la Noche de las Piernas Cortadas. Luego del partido con Nigeria, un país entero le dio la mano a una mitológica enfermera rubia y se dirigió manso a la pérdida de la inocencia. Con aquel antidoping positivo, para la generación X, murió el acceso a cierto tipo de felicidad nacionalista irresponsable. La República Perdida debió haber terminado allí su narración autoflagelante, con la efedrina.

Ahora bien, si nos ajustamos al bienio final de la Comuna de Basile, 1993 y 1994, veremos que corresponde exacto al ocaso de la banda de Heavy Metal más importante de la historia nacional: Hermética. Iorio, Romano, Strunz y O’Connor, quienes, de hecho, se mostraron bastante laboriosos en los mismos meses en que el arco narrativo de la AFA iba de Monty Python a Scarface. The Rise and Fall of the Roman Empire pero en el Oeste de un Conurbano que se empezaba a teñir de pizza, birra y faso. 

Trazos gruesos con un realismo de paleta saturada para dibujar a los pibes en la esquina, a la Federal, a los hospitales de un sistema público en coma, al consumismo y el humo de las fábricas. Aguafuertes, aguardientes

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En los años de referencia, Hermética grabó su primer álbum en vivo (En Vivo 1993 Argentina), editó su último disco de estudio (Víctimas del Vaciamiento), participó de la mítica experiencia de Radio Olmos y del Monster of Rock. Este evento en particular le permitió acceder a un escenario de consagrados como era el Monumental y compartir fecha con Slayer o Black Sabbath. El ciclo cerró con la banda llegando a liderarsu propio Obras, lo más parecido a entrar al Valhalla rockero en nuestro país (y que devino en la grabación de otras dos placas en concierto).

Pero no todo fueron luces y maná caído del cielo infernal: a principios del 94 atravesaron la muy dura tragedia de la muerte de José Luis Damian, un joven electrocutado en Morón 90, una disco donde estaban llevando adelante un show. Para los exégetas, aquella noche germinó el final: la forma en que se encaró el tránsito legal por la muerte de aquel joven es señalada como la raíz de la discordia (solo basta dar una pasada por los foros de youtube temáticos y ver cómo al respecto siguen poco amables los combates por la historia). Ya señalamos en el capítulo II que nos tenía sin cuidado investigar de manera forense el kraken de conflictos que fue la H y aquí seguiremos bajo la misma premisa. Verbigracia, es verdad que luego del traumático evento, el clima entre ellos se hizo irrespirable, las acusaciones se cruzaron y el grupo de amigos del concierto de metal duro un sentimiento cada vez más se parecían a una banda consagrada con quilombos de vodevil. Según el líder y bajista, en una entrevista que dio a Página 12 apenas separados, los últimos siete conciertos de la banda “dieron muestra de que no daba para más”. A falta de una Yoko Ono que condensara el malestar, en el tramo final de la agrupación, Iorio decidió raparse los rulos. Gesto claro de diferenciación y manifestación de un ruido interno que lo alejaba de sus compañeros, pero también un poco de su pasado en V8, antisistémico por el wing izquierdo. No creemos en las metamorfosis, pero que las hay, las hay o, al menos, las hubo entonces.

El cierre de nuestra trilogía de discos de estudio será entonces con la placa Víctimas del Vaciamiento. Grabada entre agosto y septiembre de 1993 (justo cuando Goycochea se comía todos los amagues, Sanfilippo dixit) y lanzada al mercado en marzo del 94. Víctimas fue un trabajo editado de por Trípoli, como los otros dos, que mostró un evidente avance hacia el profesionalismo y sus más de 300 horas de grabación dieron pie a una escucha fidelizada y potente. El sonido desarrollado en Víctimas fue tal vez el mejor que pudo tener Ricardo Iorio en su braudeliana carrera, el más parecido a cómo debía sonar la gran banda argentina de metal. Un tiempo, o dos, más lento que Ácido Argentino, pero más amplio en su repertorio de influencias, bases rítmicas y melodías. De Pantera a Larralde, pasando por la casa de Ricky Espinoza a tomar una sangría.

El sonido limpio de la guitarra del Tano Romano aparecía en la composición del CD como la red, la urdimbre que unificaba al resto de las interpretaciones. Dicho concepto quedaba asentado con el último tema del disco, el instrumental Tano Solo, un punzante y fresco cierre. El volumen musical del disco, gracias a todo este cuidadoso trabajo compositivo, se distanciaba de la línea dura y desprolija del Motorhead de Ace of Spades, tan de la primera producción de la H, y mostraba una cosa más cuidada y poderosa, con reminiscencias del Metállica de All Justice for All (sin esa burda subordinación del bajo de Newsted, claro está).

El sonido desarrollado en Víctimas fue tal vez el mejor que pudo tener Ricardo Iorio en su braudeliana carrera, el más parecido a cómo debía sonar la gran banda argentina de metal

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Sobre el arte de tapa, destacaba una carátula en blanco y negro, bien propia de cualquier fanzine de esos que en contra del neoliberalismo se imprimían. Trazos gruesos con un realismo de paleta saturada para dibujar a los pibes en la esquina, a la Federal, a los hospitales de un sistema público en coma, al consumismo y el humo de las fábricas. Aguafuertes, aguardientes. Con la misma operatoria de saturación de sentido del collage del anterior trabajo de la banda, pero con distintas formas. Allí donde Ácido sobrevolaba, Víctimas venía a enterrarse, a embarrarse, a empastarse. El preciosismo de una Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band cedía terreno al costumbrismo icónico y portentoso de cualquier tapa de la Fierro.

Víctimas del Vaciamiento era, de movida, un disco tenso y crispado que interpelaba al ethos del final de la historia de Fukuyama. No apelaba a la esperanza ni a la rebelión de los nadies en clave de Casa Babylon o Dale Aborigen, contemporáneos, posmodernos, alegres, sino más bien realizaba una carnal radiografía del infierno encendido tras la Caída del Muro. La prosa de Víctimas era situada, directa y en contraste obvio con su antecesor, un Ácido Argentino poético y atemporal. Sus versos no parecían salidos de la Selva Lacandona, con el bello y enigmático subcomandante Marcos fumando pipa y pensando en Rosa de Luxemburgo, sino más bien de la conversación con un gasista cambiando un chicote con el jogging peligrosamente abajo en la zona lumbar. “Conoce la moraleja/ El que no coge se deja/ El que no coge se deja/ La puta que lo parió”, decían en Moraleja, tema en el que luego de un recorrido por las culturas precolombinas nacionales, se permitía un giro de la picaresca (registro que sería uno de los más utilizados por el Iorio de pelo corto, ese contestador veloz y procaz nacido para ser sticker de whatsapp) El Ricardo personaje que vendía ajo barato y le hacía sánguche de queso a sus brigadas, había decidido hacerse presente en la pluma y la palabra.

De aquel ademán furioso que empujaba a la sutileza y acercaba a la explicitud, también se puede desprender el concepto franquicia de Víctimas. La idea ordenadora en cuyo despliegue se vislumbraba el sentido final del disco. Así como en Hermética aparecía la ciudad y en Ácido Argentino estaba el viaje, en Víctimas del Vaciamiento tomaba el papel principal el cuerpo, el soma. La piel, el respirar, el sexo, hasta lo escatológico, aparecían de este modo como la página en blanco donde Iorio desarrollaría una poética chillona y enojada. El cuerpo gastado del albañil, el cuerpo dócil de los estudiantes, el cuerpo ajado de los jubilados. Cuerpos disciplinados, encerrados, lacerados, hambreados. Agitar y Castigar.

“Desnudar el sin razón/ Que modeló nuestras vidas/ Parece ser causa perdida”. Así comenzaba Otro día para ser, segundo tema y uno de los puntos altos de la placa, y el que más seguía una agenda temática que Hermética siempre tuvo consigo (el medio ambiente, el consumismo, la definición de una nueva subjetividad de finales del siglo). “Culpable o inocente, malviviente o juez/ O quien con sólo su firma decreta la ley/ Pro nucleares informistas modelan la situación/Más tecnología, por más energía/Fugas radiactivas de progreso”. De paso se metía ese binomio de malviviente o juez, cuya denuncia de lo lábil de sus límites fue siempre tan cara a la sensibilidad popular de la gauchesca o el tango. “Vender, compra / Comer, cagar/ Morir, nacer/ Sufrir, gozar/ Odiar, amar/Ser o no ser”. Vemos así en el estribillo una lista, un Tlön, Uqbar, Orbis Tertius fisiológico como expresión de la condición humana del fin de siglo.

Allí donde Ácido sobrevolaba, Víctimas venía a enterrarse, a embarrarse, a empastarse. El preciosismo de una Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band cedía terreno al costumbrismo icónico y portentoso de cualquier tapa de la Fierro

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En Hospitalarias realidades aparecía el cuerpo pero atravesado por el poder y situado en una de las instituciones de secuestro por excelencia. Se armaba así una serie de letras de un foucaultianismo cimarrón pero inocultable. En la fila tempranera/ De hospital/ El pueblo soporta la espera/ Buscando sanar/ El desgano evidente/ Del profesional/ Motiva el trato prepotente/ De todo auxiliar/ Medicina, tu verdad déjame ver/ Déjame ver tu verdad”. En momentos donde la biopolítica y el somatopoder eran conceptos consumidos con pasión de recién llegado en la academia argentina, Iorio se despachaba con su versión popular de la microfísica del poder: “Toda joven que asista/ Brinda ocasión/ De ordenarle se desvista/ Pa’la observación/ Experimentan sus drogas/ Buscando error/ Total el pobre no es noticia/ Vivo, enfermo o muerto”.

La barrial genealogía del poder tenía otra página en Del Colimba, “Estoy forzado a la militar instrucción/ Y cantando trato de aguantar/ En un cuartel en un cuartel/ Fue por sorteo y no por propia voluntad/ que me han rapado y separado de mis pares/ Ser vigilante pareciera ser mejor/ Yo cantando, trato de aguantar”. Conocidos son los párrafos de esa obra del punk pop denominada Vigilar y Castigar, en donde Michel Foucault descubre en los entrenamientos militares y en su gobierno de las energías, la consolidación de las disciplinas a lo largo del siglo XVIII. Esas prácticas capilares presentes desde hace siglos,se expresaban en la letra con el gesto, sobre el cuerpo, del rapar. Esto, verbigracia, a sabiendas que toda la letra recopilaba el mentado caso Carrasco, el asesinato de un colimba en Zapala que se llevó puesto al Servicio Militar.   

Mientras duerme la ciudad, era el último de los temas que tenía como insumo a los cuerpos dóciles. “La ciudad dormida/ y él anda aun/ buscando un amigo que no se abra de piernas/ Las patrullas, sé, no lo dejarán/ porque para eso allí están”. Las piernas abiertas como la síntesis de la deshonestidad, de la orfandad en una ciudad repleta de acechantes patrullas. En dicha línea, el tema Traición cruzaba con otra metáfora somática el trauma del mal amigo: “Me jugué por un amigo que al final/ Me abrió una herida/ Y estoy dejando un rastro al desangrar/ Decidido a no callar (…) Me cagaron por amistad / Pero aún sigo / Saber perder es bueno para empezar / A hacerse vivo”. La traición del amigo, la peor que podía sufrir el metalero tipo en los noventa. El metalero tipo en los 90, hombre. Hombre de una sola mujer, la novia de toda su vida (casados luego de la propuesta hecha en un meeting con sus compañeros motoqueros hinchas de Pappo). Paisaje patriarcal que signó parte de las representaciones sobre la turba, la que en general fue bastante más diversa de lo que se supone (ya de hecho señalamos en la anterior columna que a esta altura el público que seguía a la H, podían ser tanto fan de Flema como de Pearl Jam o Sepultura).

Amigos, amigas, amigues, lo cierto es que en Víctimas se puso toda la carne en el asador respecto de la amistad. Era un amigo, finalmente, el que te cagaba y abría una herida o el que no se abría de piernas. La moral definida en la decisión individual de un compañero de ruta. Amigo como cófrade, como miembro de una masonería de tetra brick abierto. Habitante del barrio, fraternidad arrabalera como cura a la fiebre amarilla menemista. “Cervezas en la esquina del barrio varón/ Rutina sin malicia que guarda razón/ Quien olvidó las horas de su juventud/ Murmurando se queja ante esta actitud/ Allí esperan mis amigos en reunión/ Mucho me alegra sentirme parte de vos”. Estos eran versos de De la esquina, reminiscencia tanguera de los muchachos de antes que no usaban gomina, pero que ahora no se juntaban en Café la Humedad, sino en la esquina de un barrio de Laferrere. Con letras como De la esquina se generaba en el oyente la sensación de estar de escabio con los integrantes de Hermética, de ser un igual, un par con los miembros de una banda que la habían pegado, pero no se olvidaban de sus orígenes. Como Troilo con todo lo de “dicen que me fui de mi barrio… pero cuándo si siempre estoy llegando”.

Se armaba así una serie de letras de un foucaultianismo cimarrón pero inocultable. En la fila tempranera/ De hospital/ El pueblo soporta la espera/ Buscando sanar/ El desgano evidente/ Del profesional/ Motiva el trato prepotente/ De todo auxiliar/ Medicina, tu verdad déjame ver/ Déjame ver tu verdad”

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La sentida (y muy coloquial) letra de la canción Ayer deseo, hoy realidad mostraba ese costado autobiográfico de forma, finalmente, conmovedora. “Se me cumple/ Hoy el sueño pendejo de ayer/ Y fue por rebelde/ Que al metal pesado me aguante/ Salir de gira/ Para llevarte en vivo el concierto/ Exalta mi vida/ Cumple con lo que fue mi deseo/  Cuando ya lejos de la ciudad central/ Los horizontes me ven/ Rutas saldar, para llegar/ Y mostrar que soy quien quise ser/ Triste siempre/ Esperaba yo esta suerte/ Y no ser al pedo/ Pues de ayer vengo cinchando por verdad”. Con estas líneas, el Pichuco metalero se permitía trazar el mapa de su viaje más preciado, y contar, como si hiciera falta, que la tristeza siempre lo había acompañado a la vera de los caminos recorridos.  

Cerrando estas crónicas de la amistad metalera, vemos el énfasis puesto en los temas en el hecho de formar parte de un colectivo cuya identidad iba más allá de escuchar un género en particular. Pertenecer, por caso, a un grupo que prefería ver pasar las horas en la calle tomando Palermo a un pe que quedarse en su casa y ver tele (ese monstruo tinellesco al que sin embargo la H se entregó en un par de ocasiones). Miembros de una logia sencilla y campechana, pero férrea e implacable con su otredad. Iorio nunca se llevó del todo bien con el mero concepto del Otro, lo agarraba a Todorov y le escupía la molleja.El gesto de desencuentro con el distinto no sólo no fue un equívoco, sino que fue muchas veces buscado. El líder de Hermética entre los ochenta y los noventa se constituyó en el Perito Moreno metalero, ese al que le dieron la llave del boliche y le indicaron que no dejara pasar al que no fuera del palo. Y la definición del diferente en el heavy nacional era, vaya novedad, el cheto. Desde siempre la turba prefería ser negra o grasa, pero concheta, no.Cheto no tanto como adscripción de clase, sino como personaje entregado a un consumo dictado por la lógica mercantil de un rock nacional que crecía.

La figura del cheto era denunciada en Buscando Razón, la contra canción deAyer deseo hoy realidad que narraba las vicisitudes de un músico glam, figura prototípica de lo que el thrash argentino consideraba falso metal. (Cuenta la leyenda que el personaje real al que seadversaba en esta letra era cierto guitarrista roedor albino con participación más que fugaz en la banda original del metal argentino, que luego haría de tocar en las bailantas y desabrocharse tres botones de la camisa una religión).

“Mi rechazo hacia tus baladas de amor/ Me llegó desde pendejo/ Cuando V8 era mala palabra/ Se intentaba con vos lavar los cerebros/ Fuiste azote del jazz-rock/ Reggae, pop, new-wave, moderno/ Hoy cantás tus amoríos/ Con fanfarrias de rockero/ Yo que nunca compartí­ tu pose Stone/ Voy a deschavarte el juego/ Sos veleta de la moda y no me asombra/ Que mañana amanezcas metalero”.

Para el final de la reseña, Olvídalo y volverá por más, el tema franquicia de Víctimas. La canción cuya composición y lírica la destinaban a perdurar como hit. Consideramos clave a Olvídalo y volverá por más por un lado, por meterse de lleno con el clima de disconformidad con la política y los políticos tan de los noventa (tropo del que el iorismo de derecha luego haría uno de sus puntos centrales), pero también porque mostraba en su clímax a la inspiración de la guitarra del Tano. Un par de riffs pegadizos (especialmente el primero, ese al que a todes siempre nos hizo silbar) y un solo de los más representativos del metal nacional. Sobre la letra, primero un inicio apabullante con eso de “Politiqueando un doctor de la ley/ ganó lugar con solo prometer/ Carnes asadas convidó al pueblo/ Quien dio su voto creyendo/ Que poseía sensibilidad social/ que cumpliría sin aflojar/ Con sus discursos pre-electorales/ con los que tejió su fraude”. El letrista devenido en un José Hernández, que arrancaba así su gauchesca cuasi octosilábica del menemismo promedio. “En un avión/ se llevó el dineral/ a dónde nadie sabe/ seguro de/ que pronto lo olvidarás/ y podrá postularse/ otra vez/ como siempre”. Sin embargo, porque en el universo de Ricardo siempre había lugar para que la poética se tomará un cohete que subiera a la estratósfera y fuera a Japón, el tema terminaba con una frase de especial y bella abstracción, “La muerte es ocultar la verdad/ el vacío es dejarse mentir”.En fin, amigue, cerremos diciendo que así como en Ácido Argentino se diseñó una estética, en Víctimas del Vaciamiento, se dio el lugar para una ética.   

Acaso haya que pensar que eso es lo que les pasó a nuestros próceres, se pusieron pelotudos, tomaron de más. No es tan grave, finalmente, pero es de necios no aceptarlo

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Como suele suceder en casos como los de Hermética, una banda que ya tenía la fatiga autoinmune de un crecimiento tan meteórico, los demonios que se exorcizaban en su música y lírica, estaban más cerca que nunca en su cotidianeidad. El cierra de aquel 1994 resultó, de mínima, complejo en la sociabilidad entre ellos: cartas documentos cruzadas para obligarse a tocar, viajes por separado usando medios diferentes de locomoción, la invención de una hepatitis B para faltar a un fecha, desavenencias económicas varias. Los últimos meses de la H fueron la versión con tachas y camperas de cuero de un cuadro del Bosco. Los cuatro “amigos” que cantaban loas a una esquina bucólica donde tomar birra y charlar del mundo, vivieron algo más parecidaa una Guerra de los Roses conurbanera. El 18 de diciembre del 94, en Mar del Plata, tocaba en vivo Hermética por última vez.

Es más que probable que aquella presentación final la hicieron sin saber del todo que era la despedida, como Maradona tirando una rabona dos minutos antes de terminar de jugar con Nigeria. Los días siguientes fueron muy duros, dejando un segundo Obras en veremos y una explosión de versiones cruzadas. El carnaval de la turba metalera, la que empezaba a sentirse cómoda en las pantallas de MTV, de pronto se vio cercenado y nunca volvió a ser igual. Si bien de la más dolorosa diáspora en la historia del rock argentino surgieron otras bandas y, en especial, el clásico Malón-Almafuerte; lo cierto es que el mundo metalero atravesó las dos décadas siguientes de forma bastante más dolorosa y raquítica de lo aceptable.

Deberemos trabajar mucho los interesados en comprender este campo cultural para lograr que la crónica de Hermética, de la H, de nuestra H, no devenga siempre en contar de diferentes formas, más o menos estilizadas, lo que no fue. “I love to hate you” decían los Erasure al referirse a un amor en el que los juegos mentales y los pequeñas rencillas se hacen cotidianas. Bueno, para el caso, el principio aplica exactamente al revés: we hate to hate them.

Amamos amar a la H, la extrañamos y esperamos encontrarla en cada recodo de la esquina. Fantaseamos con que de volver llenaría unos, dos, tres River, y no podemos dejar de discutir hasta el hartazgo el porqué de la separación. Desde hace años que sobre la H el bien y el mal definen por penal en un partido que se juega en el campo, ese en el medio de la nada donde Ricardo se viste de Don Segundo Sombra. Tal vez, solo tal vez, ya sea mejor aceptar que nos cortaron las piernas en aquel 1994 de la Reforma Constitucional. Y luego de aceptar ese trauma, y realizar el duelo al que le vivimos esquivando el bulto, podremos resignificar de verdad el paso de aquella banda por la historia. De la capacidad de los fans, los inicuos y los meros curiosos de poder gambetear el Día de la Marmota metalero en que se ha vuelto la reflexión sobre Hermética podrán surgir nuevas conclusiones refrescantes y necesarias. En principio, al menos, se podrá tomar cabal conciencia de algo tan grande como que Claudio, el Pato, Ricardo, el Tano, Tony, Spataro, acompañaron a toda una generación en el paso a su adultez en unos años de mierda para hacerse grandes. Madurar en los noventa para muchos era ir derechito a que Cavallo, Gorbachov y Clinton te cagaran a palos y bueno, para muchos era más fácil teniendo a mano un Gil Trabajador.

Con seguridad es en aquel ritual de iniciación a un mundo que de verdad se ponía bravo que deberíamos encontrar el porqué de tanta fascinación con la cultura de los ochenta tardíos y los tempranos noventa. Lo cierto es que vemos que alguien se pone un walkman en la tele y ya arrancamos a mover la pata y a emocionarnos (y si es en el marco de Cobra Kai, listo, diabéticos de nostalgia). Los heraldos negros de Netflix saben de ese artefacto y nos viven llenando la pantalla de asaltos, jeans nevados, pasame más tinto se vino la pachanga, y nosotros excitados como nuestros viejos cuando hablaban de Lito Nebbia, Illia, El Club del Clan y la Proscripción del Peronismo.

Los X, que tenemos tallada la palabra Convertibilidad en el DNI, poseemos una zona de confort repleta de nostalgia, y una comunión con la música que elegíamos que hoy es irrepetible. En la época previa a las redes sociales y el on demand, había algo del goce del procedimiento en nuestros consumos culturales. Llegar a escuchar una banda implicaba pasar horas en la radio o atisbar de forma sigilosa las vidrieras de una disquería. Se realizaba todo un esfuerzo para armar el itinerario musical que nos ensimismaba y apegaba de manera siamesa al artista que elegíamos. Hoy aquellos recorridos fueron reemplazados por la líbido del catálogo, que más bien parece darnos identidad al son del algoritmo. Me arma el mix youtube, luego existo.

En las escenas de la vida antes de Spotify, en particular el público metalero debía agudizar su conocimiento del campo (revistas especializadas, programas en la FM, el único programa de MTV que pasaba metal y que iba a la madrugada del sábado), no como un ejercicio de esoterismo, sino de mínimo acceso a un ideario musical. Saber era ser. Y ser metalero significaba gastar miles de horas investigando. De esta manera, en el metal argentino la identidad se lubricó muchas veces con nostalgia hasta el punto de volverse reaccionario. Más tangueros que los tangueros.

Si, vieja, los metaleros crecieron, crecimos, en torno a la figura mitológica de tomar cerveza en la esquina, de la reunión. Pero también en ese acto de tomar cerveza, sobre todo si es demasiada, uno de la ronda se puede poner medio denso o decir un par de boludeces, ¿no? Acaso haya que pensar que eso es lo que les pasó a nuestros próceres, se pusieron pelotudos, tomaron de más. No es tan grave, finalmente, pero es de necios no aceptarlo. Nada nos va a quitar jamás ser del país en donde la púa de Osvaldito inventó el thrash, la prosa de Ricardo lo sacó del ridículo satanismo tory y los agudos de Claudio y los machaques del Tano y el Pato lo situaron en otro nivel. Ninguna entrevista bizarra con el Beto Casella desangelará toda esta historia.

¿Por qué nos gustan los Playmobil? No toda la pléyade de matrices y distintas usanzas que tuvo la marca, sino los Playmobil a los que más o menos accedimos todos los medium class argentina pos dictadura: el Fuerte, la Nave Espacial y el Barco Pirata. El Barco Pirata, una locura, el gesto clasista más portentoso que podía darse un niño de entonces. Quien lo conseguía se ganaba la escalera al cielo del barrio, y todos se lo iban a admirar (para después arrancar a la casa donde había una Atari, y terminar en la que tenía la videocasetera). ¿Qué cosas se activan para que esos bichos nos despierten todas y cada una de las cosas más hermosas de nuestra infancia? Eso, precisamente, que son una sinécdoque perfecta de las cosas más hermosas de nuestra infancia. Agarramos un Playmobil y tiene aroma a Vascolet, sabor a galletita Champagne, sonido de lluvia con todos los chicos jugando en la calle. Esa cosa obsesiva de poder hablar horas del fichín favorito, de las tazas de Tupper que mezclaban el matecocido de la mañana con la sopa Knorr Quick de la noche, del cuchillo de Rambo. Condensar todo lo bueno de una época, casi permitiendo dejar de lado las rugosidades, las asperezas. Eso será la H para nosotros, nuestros Playmobil del metal.

(Aquí capítulo I y capítulo II)

Foto: Andrés Violante

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Comentarios

  1. Marcelo

    el 15/09/2020

    Todes? Déjate de joder

  2. Sebastián

    el 15/09/2020

    alto porroo se fumo el que escribió la nota jajaa mis felicitaciones

  3. Daniel salinas

    el 16/09/2020

    Excelente tu manera de contar una epoca

  4. carlos matias torres

    el 16/09/2020

    que nota de MIERDA ! V8.. HERMETICA… ALMAFUERTE … IORIO… son los pilares de un genero, pero la verdad el q escribió esto da mucho q decear…. la hace tan larga q no da ganas de leer… REDONDEA PIBE

  5. Pamela farias

    el 16/09/2020

    Simplemente hermoso….?? aguante la H loco lo mejor del heavy nacional✌

  6. Jaime

    el 16/09/2020

    Maravillosa crónica y pintura de la época. Excelente, profunda y sutil. Condensa todo el.amor y el dolor de aquellos años. Felicitaciones, bella pluma

  7. Medina Oscar

    el 16/09/2020

    Increíble, x momento me sentí joven, recordar que así amos de todo x los amigos que no llegaban a juntar para la entrada y de repente estábamos ahí adentro esperando disfrutar de Hermética!! Hunicos momentos gracias..

  8. Ivan

    el 16/09/2020

    Pusiste amigues en un encabezado a hermética? Nada que ver vieja..

  9. Andres Violante

    el 16/09/2020

    Hola ! me podrás pasar los datos para facturar las fotos de Hermética de mi autoría .
    Son dos fotos usadas sin permiso y sin nombrar al autor.

  10. Juan Manuel Spinella

    el 17/09/2020

    Felicitaciones excelente nota!!!

  11. Omar

    el 17/09/2020

    Que tendra que ver basile y la seleccion con hermetica!!!

  12. Alfredo

    el 19/09/2020

    Todes?
    no podes

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