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18 de diciembre 2015

A. Oliva

Politóloga (UBA). Periodista (UTDT). Escribo sobre política internacional. Pasé por @teleSURtv. Columnista en Mundo para @eldestapeweb. Reportando desde Madrid.

CAMINO A LA MONCLOA

Tiempo de lectura: 4 minutos

Termina una campaña electoral vertiginosa. La sociedad española, despabilada a baldazos de agua fría por esa especie de Woodstock político que implicó el 15M, ha conseguido este año -y por primera vez en casi 40 de democracia- convertir la aburrida alternancia electoral entre el PP y el PSOE en una riña entre cuatro gallos.

Esta campaña hizo que los debates televisivos entre los candidatos superen en audiencia hasta un Madrid-Barcelona o que un minuto de cierre al aire pueda sumar un punto más en las encuestas para unos y convertirse en cicuta para otros. Las tablas de las consultoras proyectan también la locura del momento, con líneas azules, naranjas, rojas y moradas que se cruzan indiferentes, alcanzan techos y se arrastran.

La publicidad también marcó el signo de época de una campaña joven, que llegó de la mano de los partidos nuevos pero influyó en los tradicionales y los empujó incluso a disputarse hasta el ‘voto hipster’ como muestra el spot de Podemos con Darth Vader como protagonista, el oscuro personaje de Star Wars  convertido en un “cartero del cambio” o en el otro extremo, la imagen siempre soporífera de Mariano Rajoy junto a un muchacho de barba colorada, pelo rapado a los costados y un #SinPrejuicios @PPopular debajo.

Lo cierto es que las elecciones generales del 20D llegan para cerrar un año saturado de campaña. Esta es la cuarta instancia electoral que se abre si contamos las decisiones autonómicas de Andalucía del 22 marzo pasado, las alcaldías de otras doce regiones dos días después y a fines de septiembre las catalanas, que se vivieron con la intensidad de unas generales y la excepcionalidad de una convocatoria que parecía estar definiendo, en ese momento, su propio destino en relación a España.

Los dirigentes políticos llegan agotados pero se esfuerzan por no evidenciar su cansancio, mientras los electores asistirán a las urnas sobrestimulados. Se espera una participación altísima, en torno al 80%, casi tan alta como las elecciones de 1982 que posibilitaron la llegada del PSOE e instalaron al actual jefe de la oposición venezolana, Felipe González, como el tercer presidente desde la restauración de la democracia.

El nivel de indecisos sigue siendo alto. En la última encuesta del CIS, publicada el 3 de diciembre pasado, sobre un total de 17.400 entrevistas presenciales, ante la pregunta de si tiene o no su voto decidido el 41.6% dijo que ‘no’.

Según las encuestas, el PP se despegaría con 25,3%, el PSOE quedaría con un 21% y Podemos subiría a 19%

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Por otro lado, si comparamos la encuesta de Metroscopia publicada por El País el último domingo de noviembre, donde el escenario se disputaba de a céntimos en un ajustadísimo 22% para el PP, también para el PSOE y lo mismo para Ciudadanos, dejando díscolo a Podemos con 17 puntos, los números presentados el lunes pasado, por ese mismo medio, muestran importantes movimientos donde la remontada para el partido morado parece haber sido algo más que un hashtag de campaña. Según estas encuestas, el PP se despegaría de las otras fuerzas creciendo un punto y medio llegando a los 25,3%, el PSOE perdería lo que gana el PP y quedaría segundo con un 21%, mientras que Podemos subiría dos puntos en dos semanas con un 19%, desbancando del tercer lugar a la nueva derecha de Ciudadanos que, según esta encuesta, ha perdido cuatro puntos y medio cayendo al cuarto lugar con el 18,2% en intención de votos entre los encuestados.

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Estos números tan ajustados permitirían burlar al actual sistema electoral diseñado como guardarraíl para moderar las rebeldías al interior del sistema político que históricamente benefició a los dos más votados. La novedad de esta elección está en que la segunda y tercera fuerza que consigan más votos podrán acceder a un número nada despreciable de bancas en el Congreso de los Diputados, a diferencia de las elecciones de 2011 en las que el PP obtuvo un 44.6% de los votos frente al 29% del PSOE, consiguiendo 27 puestos más de los que habría alcanzado con un sistema más proporcional de reparto.

Lo interesante es que las nuevas fuerzas españolas fueron las que convocaron un mayor número de militantes

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El domingo pasado, los cuatro partidos tuvieron sus principales actos de una campaña que termina hoy. Lo interesante es que las nuevas fuerzas políticas fueron las que convocaron un mayor número de militantes (o simpatizantes en algunos casos), tanto Podemos en el estadio deportivo del barrio de San Fermín como Ciudadanos en Vistalegre, concentraron a unas 10.000 personas. El PSOE  reunió en Valencia a unos 8.000 seguidores, mientras el PP, en una especie de foto de época en donde el voto conservador parece asistir a las urnas tapándose la cara, no logró cubrir los 4.000 lugares de la plaza de toros en Las Rozas.

El escenario peleado, incierto y volátil hace de las elecciones generales del domingo un espectáculo político interesante. De respetarse las proyecciones, el 20D será un punto y seguido en esta final de cuartos, donde el próximo gobierno se verá obligado a nacer con el fórceps de las alianzas parlamentarias, algo a lo que no están acostumbrados y que por estos días se proyectan complicadas.

RAJOY

 

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