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15 de septiembre 2019

Bruno Reichert

CANTOR DE ESTADO

Tiempo de lectura: 5 minutos

Algunos dicen que las mejores chacareras salen de Salta, otros que son oriundas de la costa del Paraná. Nadie dudaría del legado musical de Santiago del Estero. Si se hace une encuesta sobre qué saben los comunes mortales sobre la identidad musical del sur, los resultados seguramente serían paupérrimos.

La Patagonia Sur es una tierra joven y en los últimos años evolucionó, gracias a su economía de enclave, en un territorio de tránsito. Un lugar donde cada uno trae sus costumbres. Para muestra un botón: Palo Blanco es una pequeña localidad de unos 1500 habitantes cerca de Fiambalá, Catamarca. El Centro Paloblanqueño de Caleta Olivia, Santa Cruz, nuclea más socios que habitantes tiene la localidad que le dio origen.

Es lógico que quienes hayan querido darle una identidad musical propia hayan sido migrantes que vieron a Santa Cruz como un lugar donde todo era futuro, incluso su historia.

vio lo que faltaba para que los santacruceños se sientan un poco más… eso, santacruceños

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Hugo Giménez Agüero había nacido en Balcarce y le dijo a mucha gente que había terminado en Santa Cruz después de andar esquilando merinos en Chubut. La realidad era bastante más sencilla, como a tanta otra gente de distintos puntos del país, lo habían mandado a hacer el servicio militar a Río Gallegos. Fue allá por mediado de los `60.

Alto, teatral y de voz profunda, Agüero era de esos tipos que parecen rumear un pensamiento para regalar antes de cada oración. Usó esas dotes para ser locutor en la radio de la provincia y hacerse un lugar en la comunidad. Y así vio lo que faltaba para que los santacruceños se sientan un poco más…  eso, santacruceños.

Y tuvo ayuda. Mario Etcheverría Baleta cuenta que se conocieron mientras Hugo hacía la colimba. Agüero tocaba la guitarra y Baleta bailaba folklore. Juntos emprendieron estudios poco profesionales pero con bastante tesón sobre la cultura tehuelche, cuando aún ese pueblo tenía hablantes en su idioma original. Uno de los estudiosos terminaría escribiendo canciones, el otro libros.

Giménez Agüero iba a contar más tarde su encuentro con un músico de quien es casi imposible encontrar registros hoy, un tal Oscar Giménez. Este hombre misterioso había registrado las primeras grabaciones del kaani, en reservas indígenas cercanas al Lago Viedma.

Hugo nos dijo que los tehuelches no se van a ir a ningún lado mientras los recordemos distintos a como los recordaban nuestros prejuiciosos abuelos

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Música de un pueblo sin guitarras y con instrumentos principalmente de viento y percusión. Creer en las traducciones de Hugo en la guitarra requería un acto de fe. Pero no había nadie más para contradecirlo. ¿Por qué molestar al único hombre que se toma la molestia?

Patagonia, Patagonia, ayer te hirieron las balas, hoy te hieren los olvidos, recita José Larralde. Pamplinas. Larralde y Osvaldo Bayer nos vinieron a decir que estamos bañados de sangre de indio y que los blancos ocupamos el espacio que alguna vez fue de un pueblo originario. Y sí, lo sabemos, es así. Pero Hugo nos dijo que los tehuelches no se van a ir a ningún lado mientras los recordemos distintos a como los recordaban nuestros prejuiciosos abuelos. Menos vagos y borrachos y más épicos, pacíficos y nobles. Agüero vino a ofrecer un espacio de reconciliación en el que no tenemos que sentir vergüenza de quién somos.

Cuando llega a los boliches

por un trago de ginebra.

Suele cantar un Kaani,

con fábulas y leyendas.

Y los ojos se le escapan

hacia el costao del camino,

porque ha nacido Tehuelche

y antes que nada Argentino.

Así escribió la letra de Cacique Yatel, tal vez su tema más conocido. Un indio que por sobre todas las cosas se sentía argentino. Blanco no, pero argentinisimo. Si bien Yatel efectivamente existió, la canción puede ser vista como una reinterpretación de una historia más conocida: la de Casimiro Biguá, el cacique tehuelche que en el siglo XIX fue nombrado coronel del Ejército Argentino por el presidente Mitre. Agüero va más allá en la canción:

Cuantos recuerdos tiene Don Yatel,

de la isla Pavón y del Cardiel.

Cuando llegaba el barco de Don Luis,

trayéndole banderas para él.

Don Luis es Luis Piedrabuena, comandante del ejército que medió para que Biguá fuese parte de las tropas argentinas y quien le regalaba banderas argentinas a Yatel. Agüero hermana al hombre de la espada y al caudillo indio. Tanto le gustó esta comunión que luego escribiría Casimiro Biguá como si relatara una secuela amistad de Piedrabuena, el blanco bueno.

Agüero juntó personajes históricos y los enlazó a la toponimia provincial. Y lo hizo teniendo en cuenta que el malinchismo que Bayer seguramente les achacaría a Yatel y a Biguá no podía ser parte de su cancionero. En la letra de Ahonikenk al Estado Nación que pagaba un patacón por oreja de indio le toca un lugar mucho más crítico.

Pero para qué pelearnos entre los vivos si tenemos tanto en común frente a los otros. Giménez escribió para el recitado de “Tierra no tengas tristeza”: Qué lejana Patagonia, que cerca estabas ayer, regalándome tus coplas y una canción al nacer. Santa Cruz, tierra querida, territorio de mi ser, provincia donde la savia vuelve en petróleo después. Santa Cruz este es mi brazo pa’ saberte defender una copla, una guitarra para hacerte conocer.

Porque nuestro cantor sabía que nacidos y criados (nycs) y venidos y quedados se veían igual. Orgullosos relegados en el país del viento, un territorio que es argentino pero no Argentina del todo.

En mayo de 2003 Néstor Kirchner sorprendió al país ganando las elecciones presidenciales. El inesperado hijo pródigo de Santa Cruz se despidió de Río Gallegos diciendo en su discurso “se terminaron 100 años de Soledad”. La cita tenía más de Giménez Agüero que de García Márquez.

El mito del Santa Cruz exiliado tiene elementos reales y otros bastante poco realista. Durante décadas se gozó de regímenes previsionales especiales, conectividad gracias a vuelos de LADE que aterrizaban en cada paraje marcado en el mapa y estándares de vida que las provincias del norte solo podrían soñar. Pero todo el país mira a Buenos Aires como faro y al hombre austral le toca verlo de más lejos. Y lo hace mientras piensa que en esa tierra yerma todo está para ser hecho. Con la ayuda de un sustrato rico en petróleo y oro, claro.

Agüero hermana al hombre de la espada y al caudillo indio

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Hugo Giménez Agüero no fue un creador de identidades porque nadie puede serlo en la práctica, pero fue  excepcional pintor que forjó características sin miedo a las licencias creativas. Un  hombre que llegó y entendió que estaba frente a una sociedad que no diferenciaba lo urbano de lo rural. Un lugar que le ofrecía la posibilidad de que el dueño del campo y el peón escucharan la misma letra. Ambos esperaban el “Mensaje al poblador rural”que emitía Radio Provincia con las mismas ansias.

Muchos años después, cuando consagrados hombres del rock nacional se declaraban admiradores de Cacique Yatel yAhonikenk, a Hugo le tocó cantar en Plaza de Mayo. Fue un 25 de mayo de 2006, cinco años antes de morir. Y también agradeció. Pero no quiso pasar sus últimos años como músico oficial de un partido político.

Sencillamente no lo necesitaba. Como el francés que quiso ser rey de la Patagonia, fue un hombre que frente a una historia ligada a la sangre, prefirió ofrecer paz. Un verdadero artista de Estado (provincial).

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