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DARWIN EN CUARENTENA

Tiempo de lectura: 6 minutos

Las historias del Instagram de una colega periodista especializada en la escena gastronómica son corta venas como una playlist interminable de trap: El Rubí, una pizzería de Lanús, legendaria tanto como lo puede ser un local de noventa y seis años, y bien de barrio, cerró sus puertas para siempre. También puso un candado definitivo el restaurante Hong Kong Style del Barrio Chino, que era un proyecto familiar que tenía bien ganada su fama. Al igual que un barcito de Almagro, al que un conocido le dedicó un pésame virtual y le agradeció por darle cobijo tantas noches. Son cierres silenciosos y sin épica. Son sueños destrozados. Como los de los miles de “independientes” o monotributistas que nadaban en los márgenes de la desmesurada economía informal y no pudieron mantener más la braseada. O los más de abajo en serio, que, como cuentan al micrófono en la Villa Azul, desde que se cortaron las changas, y por más ayuda estatal, ya no llegan de ninguna manera a su pobre fin de mes. O la médica oftalmóloga de un pueblo del Interior que soportó una cuarentena tan estricta, que se quedó casi sin pacientes, ergo, con menos transacciones de las prepagas. O la fotógrafa independiente que no pudo, por ocho semanas, poner un pie en la calle y aunque hubiera podido, ya no la llaman de las redacciones de las revistas para realizar producciones, y eso le provocó una severa crisis de ansiedad. Son todas historias reales. De un confinamiento que, aunque ahora suele despertar más simpatías del lado progresista de la sociedad ¿No tendría también una cara brutalmente darwinista y de derecha? Para evitar un darwinismo biológico: que se enfermen los mayores y los grupos de riesgo ¿No se eligió en parte un darwinismo social y económico?

No me refiero a la cuarentena original. La sanitaria. La de preparar el sistema de salud. La de evitar un desmadre sorpresivo. La de “paremos por diez días la Argentina” y la de “no es un número caprichoso, es el tiempo de incubación del virus”. Sino al confinamiento actual, que se renueva cada quince días, que es como una energía bien intencionada pero presa en un símbolo de Moebius, y que se defiende como una ideología. 

Y es algo que quienes la decretaron o la promueven, seguramente no desearon: un juego darwinista dónde sólo parecería que van a sobrevivir los más aptos. Los que “tienen resto”, las empresas digitales que ahora duplican sus ganancias porque les llegó su “zeitgeist”, los que ganan – tranquilos  – sueldos del Estado, los emprendedores creativos y con personalidades resilientes, los herederos como un amigo que pasa toda su cuarentena en un campo, rodeado de verde y horizontes reconfortantes. No digo que no lo merezcan. Pero sí que forman parte del grupo de “los más aptos”. Son los que van a poder correr todo este maratón sin desfallecer a los pocos kilómetros. 

Y es algo que quienes la decretaron o la promueven, seguramente no desearon: un juego darwinista dónde sólo parecería que van a sobrevivir los más aptos. Los que “tienen resto”

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De hecho, en el ecosistema emprendedor, que conozco bastante, el latiguillo de las últimas semanas es que si ahora no innovás, si no pegás el salto tecnológico, si no lográs jugar el partido con la habilidad de un diez dotado, las arenas movedizas del pantano del confinamiento te van a tragar. No vas a ser apto. Esta es la prueba. Supervivencia. Prueba. Presión. ¿A ver de qué sos capaz? O como lo definió la nota principal de la sección Negocios de La Nación, firmada por los sagaces Andrés Hatum y Nicolás José Isola: “El futuro no es para todos…el que vivía al día está exhausto, el que tiene resto, sobrevive. Darwinismo social llevado a su máximo apogeo”. 

En off, hay grandes grupos económicos locales que se regocijan de que de esta van a salir más fortalecidos, porque van a poder comprar a precio de remate a todos los caídos. Porque el confinamiento prolongado cristaliza las desigualdades. Y hace jugar a todos, pero con reglas más desiguales que nunca y con recursos dispares. Como también se están haciendo una fiesta las plataformas de reparto (no así los repartidores). Pero no la madre de un amigo, que es martillera, clase media de manual, y que se angustia cuando lee en un portal que abril fue el peor año en escrituras de la historia. Tal vez ya haya quedado del lado de los que van a fracasar. Porque el darwinismo del confinamiento exige: o tener dinero, o tener enormes habilidades digitales, o una psicología anti frágil en términos de Nassim Taleb. De hecho, Taleb acuñó la idea de Extremistán: en nuestro tiempo, suele haber ganadores extremos que se llevan todo, a los que el sistema los premia con desproporción, y muchos perdedores que la pasan mal. Y una epidemia global – es increíble pero Taleb menciona, literal, el caso de la posibilidad de una epidemia en su último libro “Jugarse la Piel”, de mediados de 2019 – es un evento de Extremistán. 

Siempre me gustó la definición de derecha e izquierda del politólogo italiano Norberto Bobbio. Porque es aplicable a un montón de situaciones, y es eterna. De izquierda es aquel que cree que las desigualdades son artificiales, creadas por el sistema. El eco de Rousseau. De derecha es aquel que piensa que las desigualdades son naturales. Que el lugar que pretende ocupar un individuo en la sociedad es, en definitiva, responsabilidad de él mismo y cómo se las ingenie para lograrlo. Y está bien que así sea. El eco de Nietzche. Es un clivaje maravillosamente versátil. Por ejemplo, en dos temas de debate frecuente entre los argentinos. Los planes sociales: si pensás que son para mantener vagos, razonás como alguien de derecha porque – según el criterio de Bobbio –, en el fondo creés que los beneficiarios son pobres porque no se esforzaron lo suficiente para dejar de serlo. La inseguridad: si rechazás las perspectivas muy punitivistas, sos más bien de izquierda porque ves – en el fondo – al delincuente como alguien, que no eligió del todo (fue el sistema, las condiciones materiales y emocionales con las que se crió) los que lo llevaron a apuntar con un arma. 

hay grandes grupos económicos locales que se regocijan de que de esta van a salir más fortalecidos, porque van a poder comprar a precio de remate a todos los caídos. Porque el confinamiento prolongado cristaliza las desigualdades. Y hace jugar a todos, pero con reglas más desiguales que nunca y con recursos dispares

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Tiene algo interesante además este criterio porque es versátil, pero asimismo es flexible: una misma persona puede oscilar entre visiones más a babor, y más a estribor, de acuerdo a la temática. El confinamiento ilimitado, o simbólicamente “los 21 días sin contagios de Axel Kicillof”  (sumado a un discurso del miedo que destroza los anticuerpos psíquicos de gran parte de los seres humanos que construyen una economía)  – hecha esta digresión –, podría ser bastante más de derecha de lo que se supone, porque somete a un cuerpo social entero, en este caso, 13 millones de habitantes del AMBA, a una dinámica de la desigualdad natural desembocada, y sin fecha cierta de alivio. ¿No sabés manejar como un centennial el Instagram de tu ferretería? Tirá la toalla. ¿Trabajás para un empleador cuya escuelita de baile quedó fuera de las actividades “esenciales”, y los seis meses que se proyectan de “ciento-ochentena” van a ser, en términos corpos, “demasiado challengeantes” para que sobreviva? Tirá la toalla. ¿Sos un chofer de Cabify, que te viniste desde Maracaibo y ahora estás llevando un tercio de lo que llevabas antes del confinamiento “porque la gente tiene miedo y ya no hay turistas extranjeros”? Tirá la toalla. Insisto: todas historias verídicas. Y sin el cheque de 1200 dólares firmado por Donald Trump. Los – siempre bastante pintorescos – libertarios locales que se asumen de derecha -o al menos son anti socialistas con rabia y anti Estado con sus ojos claros enardecidos y sus ideas económicas de la era victoriana escupidas en el prime time de la tele- quieren por su parte salir ya. Descreen de los datos y las recomendaciones de la OMS. “Dejen a la gente trabajar”, es su consigna que también con un poco más de sutileza esgrimen líderes políticos de más talla como Patricia Bullrich. Ahora bien: el confinamiento a “lo que de”, en el núcleo urbano más importante del Cono Sur ¿No sería una especie de darwinismo libertario aún más extremo? Porque a la pizzería centenaria de Lanús también la hicieron competir. Descarnadamente. Con cierta crueldad darwinista. Como en el Coliseo romano cuando para pelear contra un león a veces al prisionero le daban una espada de madera (y se reían desde las gradas los patricios y la plebe de lo poco apto que iba a resultar el triste combatiente). 

¿Qué hacer entonces? No pienso meterme en elucubraciones epidemiológicas. Por lo pronto, las autoridades deberían salir un poco de la zona de confort del todos adentro, todo take away a lo sumo, hasta el día del estudiante. Pero más aún, alguna gente debería de dejar de correr por izquierda a interlocutores que osen criticar la intensidad, el timing, y el sentido filosófico del aislamiento. Porque en la ecuación, en esta tal vez quedaron (sin darse cuenta) del oscuro lado meritocrático (ay, esa palabra) y conservador de la luna. Porque en este bello país al sur, muchas veces los conservadores no tienen más pálida idea de que lo son. Pero de eso voy a escribir en otra nota. 

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Comentarios

  1. Horacio Nespeca

    el 15/06/2020

    Excelente articulo. Felicitaciones a su autor . Da gusto leer cosas asi.

  2. Eugenia

    el 16/06/2020

    Muy buena nota!!!!

  3. Jp

    el 16/06/2020

    Gran nota. Con el adn de las veladas!

  4. Sofi A

    el 18/06/2020

    Espectacular nota Gat!

  5. Destructor de sueños comunistas y anticapitalistas

    el 18/06/2020

    Terrible bruto e ignorante. El Darwinismo social no existe, los seres humanos utilizan la división del trabajo, donde ambas partes se benefician (empleador y empleado). Dice que se acentúa el Darwinismo social por la cuarentena y solo sobreviven los más aptos, tiene comunismo reprimido. En vez de pedir que den libertad a la gente para cuidarse por si misma y tener el derecho a trabajar, se pone a reflexionar el Darwinismo social.
    Critica las grandes plataformas digitales -seguro mira Netflix mientras se pide un Glovo- porque crea “desigualdad”, siendo esas empresas las más aptas para satisfacer las demandas de sus clientes (inclusive en pandemia) y generar miles de puestos de trabajo (que no lo pierden inclusive en pandemia).
    Llora por los repartidores, siendo éstos los que nunca perdieron el trabajo, incluso aumentaron ganancias.
    Una pena que piense que el empresario pyme sea lo suficientemente estupido para no tomar los recaudos en reabrir su negocio y poder seguir pagando las facturas (y las de sus empleados).

  6. Diego

    el 18/06/2020

    De lo mejor que lei acá y en todos lados!

  7. Lanena

    el 18/06/2020

    Notón!

  8. Diego

    el 19/06/2020

    Esta nota la tendrían que republicar todos los días hasta que el gobierno entienda y pare la moto

  9. Matias Esteban

    el 23/06/2020

    Muy bueno, te felicito.

  10. Cachito de Laferrere

    el 03/07/2020

    Una bocanada de aire fresco entre tanta inmundicia. Muy buen articulo de opinion. Bien despierto y atento a niveles de analisis que son sistematicamente dejado de lados por los medios.

  11. Francisco

    el 09/07/2020

    Tremendo texto. Empecé el año leyendo “Jugarse la piel”. Lo contradictorio de Taleb, es que si el mismo menciona las grandes posibilidades de una pandemia (y los efectos que podría tener) la misma dejaría de ser un cisne negro, y no sería más que un hecho posible para el cual no supimos prepararnos. Otro que se aventura a pensar como se viviría una pandemia en estos tiempos es Harari (Breve historia del mañana). Recomiendo.

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