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05 de marzo 2021

Agustina Pozzo

EL NUDO APRIETA MAL: EL FALSO IMPASSE DE LA COMUNICACIÓN DEL GOBIERNO

Tiempo de lectura: 8 minutos

“El gobierno comunica mal”, sostienen algunos, y así logran llenar los huecos vacíos que dejaron las necesidades electorales pre-pandemia insatisfechas. Desde Weber hasta Wolton, el estudio de la comunicación política cobró mucha fuerza en la década de los ’90 cuando explotó una especie de política pop: candidatos carismáticos, debates presidenciales y campañas electorales en la pantalla grande veinticuatro siete. Algo que generó cercanía a la política y masividad ciudadana en su consumo pero que de ninguna manera logró suplantar una buena gestión de gobierno: en comunicación política, la materia prima de lo que se dice es lo que se hace.

Una plaza, una visita domiciliaria, un centro comunitario o un mitin. La comunicación política ayuda pero no alcanza. No es algo nuevo, aunque Durán Barba se encargó de actualizar gran parte de la teoría sobre cómo comunicar lo que se hace -aunque imposible disfrazar lo que no- cuando se gobierna. ¿Hay una mala ejecución de la palabra o la palabra no cumple con las expectativas electorales del 2019?  

El gobierno de Alberto Fernández cumplió su primer año de gestión el cual transcurrió diez de los doce meses bajo la amenaza latente del colapso sanitario y la muerte masiva. En un momento en donde se necesitó construir mayorías -y no para ganar una elección sino para evitar la mayor cantidad de muertos- el mensaje político demostró que su esencia es incapaz de arrastrar hasta su aljibe a la totalidad del conjunto social. Parece no poder ser con todos: ni en la práctica ni en el discurso.

No es posible pensar a la comunicación política aislada de las previas tensiones sociales, económicas y laborales que habitaban nuestro país hasta el 2019, a las que se sumó administrar una pandemia. Detectar un mal aspecto del gobierno y aislarlo no devendría en la panacea. El mensaje político es más una orquesta que un telégrafo y parte de un todo: de un gobierno heterogéneo y de coalición; de una sociedad que sigue recibiendo golpes en su víscera más sensible (el bolsillo); de una pandemia que lleva más de un año y que modificó todas nuestras conductas diarias.

En un momento en donde se necesitó construir mayorías el mensaje político demostró que su esencia es incapaz de arrastrar hasta su aljibe a la totalidad del conjunto social

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En un principio, la imposibilidad de ocupar de manera presencial el espacio público acuarteló a la comunicación del gobierno, caracterizadas las gestiones peronistas desde el 17 de octubre del 45 por su mella en el territorio. El punto máxime de esta premisa se desbordó a los ochos meses de dictada la cuarentena, el 17 de octubre del 2020, cuando copar las calles el Día de la Lealtad Peronista significó volver a tener la sortija en la mano. Volver a salir en todos los medios: el electorado sigue bancando.

¿Pero cuáles son los parámetros que tenemos como ciudadanos para discernir una malade una buena comunicación de gobierno? Para propios como para ajenos, la poca “peronización” del discurso oficialista suele ser parte de quienes critican su tibieza. Los hitos que aliviaron el impasse de la comunicación del gobierno fueron hechos: se evitó el colapso sanitario y llegó la vacuna. Rápidamente, la tensión desde lo mediático se corrió hacia la derecha: que la vacuna esté o no esté aprobada para mayores de 60; que la segunda dosis de la Sputnik sea o no sea para quienes ya recibieron la primera; que se habiliten o no se habiliten más actividades. Todo esto en juego con algunas lagunas informativas -propias de este año pandémico, si las habrá- que dejaron entrever en declaraciones algunos funcionarios. O simplemente como reflexión periodística de quienes comunican.

Nadie sabía qué era lo que había que hacer. Como pocas veces en la historia, los países del mundo accedieron en igual condiciones a la incertidumbre: los dueños del Fondo y los deudores del Fondo. El periodista y politólogo José Natanson considera que “el gobierno tuvo un buen momento político y comunicacional que fue el inicio de la pandemia, con una reacción rápida, responsable y articulada. Podía ser A o B y Alberto dijo: bueno, es A, y le fue bien con eso. Pero como todo gobierno exitoso se aferró demasiado tiempo a eso que le había rédito y se estiró demasiado.”

La etapa inicial de la pandemia estuvo acompañada por una breve primavera mediática: tirando todos para el mismo lado. Al virus lo enfrentamos entre todos, viralicemos la responsabilidad, decía al unísono la tapa de los principales diarios del país el 19 de marzo del 2020. “Fue un consenso breve que se fue rompiendo y la política recuperó su forma original: polarizada y tensionada. Y el gobierno y la comunicación del gobierno reaccionó tarde a eso”, asegura Natanson, y agrega que “todavía le está costando al gobierno encontrar un nuevo sentido. Y ese nuevo sentido, que tiene que estar acompañado de una cuota de creatividad, tiene un solo camino posible, que es el de la recuperación económica pospandemia”.

los medios siguieron con su guerra de trincheras sin ofrecer nada nuevo

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Por otra parte, desde marzo hasta noviembre, con el ASPO, los medios tuvieron la oportunidad única de reinventarse y saldar la cuenta pendiente que tienen hace dos décadas con una sociedad que se ve reflejada en ellos desde la lejanía y sin aprecio. Con una sociedad fragmentada pero en búsqueda de certezas, de nuevos patrones de valoración colectiva y sobre todo de buenas historias. De empuje. De eso que te permite seguir yendo a trabajar todos los días, incluso con la seguridad de poder contagiarte y la probabilidad de poder morirte. Una oportunidad que fue desperdiciada: los medios siguieron con su guerra de trincheras sin ofrecer nada nuevo.

“La estructura mediática se puso muy talibán. En junio pedían la apertura pero en septiembre pedían la vacuna. Sobre todo porque muchos periodistas se contagiaron y cambiaron de discurso”, dice María Martinelli Massa, quien integra el equipo de prensa de la Secretaría de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete.

La responsabilidad mediática ante la pandemia fue prácticamente nula, por no decir inexistente: tomaron dióxido de cloro en vivo en horario prime time, una semana antes de que los padres de un chico de 5 años de la localidad neuquina de Plottier le proveyeran lo mismo y terminara muerto. Es imposible analizar la comunicación política del gobierno durante la pandemia sin mencionar que gran parte de los y las periodistas de nuestros medios no estuvieron a la altura de las circunstancias. Y aunque periodistas y políticos se crían en el mismo suelo y bajo el mismo techo, la legitimidad social perdona más a unos que a otros.

“El trabajo territorial permaneció invisibilizado. Y no tiene que ver con una cuestión ideológica: tiene que ver con una carencia de interés periodístico y editorial”, sostiene Martinelli Massa, quien sentencia que “el país ya estaba en terapia intensiva” antes de la llegada del coronavirus. En el periodo 2015-2019, la Salud sufrió un recorte presupuestario cercano al 21%, además del knockout que significó minimizar su labor a Secretaría, algo que sólo había pasado con gobiernos antidemocráticos.

El partido parece estar terminado, pero los cinco minutos de adhesión dan chance a todo: el gobierno evitó que explotara la situación, algo que sin embargo todavía parece poder pasar en cualquier momento. “Nadie contó que la cuarentena se decretó un 20 de marzo y que el 24 se resolvió el IFE y el primero de abril salió el ATP. Desde el primer momento se tomaron medidas para contener la pandemia”, remarca la funcionaria que destaca con medalla de oro la función comunicacional incansable de Carla Vizzotti, seguida por la del Gabinete Económico. “No somos verticalistas para comunicar. Y creo que es una ganancia, porque brinda una cuota de humanidad: el gobierno no está parado en un púlpito mirando desde arriba a la sociedad. Es una ganancia que va más allá de los editoriales”.

Nadie contó que la cuarentena se decretó un 20 de marzo y que el 24 se resolvió el IFE y el primero de abril salió el ATP

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Los parámetros ciudadanos, incluso militantes, que se crean para señalar una mala comunicación política emanan de las expectativas: nadie mira con buena cara el plato de pescado cuando esperaba cenar milanesas. No podemos pensar al mensaje político sin pensar en la opinión pública: eso que re-construimos con lo que leemos y comentamos todos los días. Desde Twitter hasta charlas con amigos. El electorado que votó y defendió la fórmula Alberto-CFK lo hizo desde las banderas de la recuperación del empleo y el salario y la inclusión de los nuevos excluidos durante el macrismo. Algo que todavía no sucedió con la llegada de la pandemia. Algo que se posterga y posterga con los números que muestra el INDEC mes tras mes. Se comunica lo que se hace. Y lo que se hace no alcanza para llegar a eso que se prometió.

Mejor que decir, es hacer. Y es por eso que la comunicación del gobierno no puede contar maravillas de un presente en donde escasean los horizontes de la recuperación. La pandemia danza en su propio tango como una eterna coma que combina letras y números sin dejar párrafo aparte: en América Latina se vive la peor recesión económica de los últimos 120 años. La imagen de Alberto con Axel y Rodriguez Larreta, uno a cada lado, mostrando Power Points durante los primeros meses del 2020, se diluyó. Tan sólo bastó que el gobierno nacional hablara de coparticipación para que el matrimonio del mensaje político se divorciara. La comunicación política es el ingrediente de un plato principal: ¿cuánto tiempo más podría haber durado el acercamiento discursivo entre dos fuerzas políticas que sólo se necesitan para repelerse?

Echarle la culpa del presente a la comunicación política del gobierno no solo es injusto sino que conduce al debate público a un no lugar. Es la decisión menos política de todas las que se puedan tomar frente una realidad desesperante, en términos económicos y sanitarios, y angustiante, en términos personales y colectivos. Es caer en la cómoda: es no ir más allá.

Juan Courel es ex secretario bonaerense de Comunicación Pública, consultor y analista político. Tuvo un destacado rol en el armado político del gobierno durante la campaña del Frente de Todos. “La narrativa del gobierno, el conjunto de voces que hablan en nombre del gobierno, no son una sinfonía armónica. Y no está planeado que así sea”, define.

“Ningún gobierno encuentra su narrativa el primer año. Y es medio difícil encontrarlo en medio del caos que significó para el mundo este contexto. A medida que se consolide -si es que se consolida- el Frente de Todos, que tiene solamente una elección de existencia, es posible que la comunicación de su gobierno sea más clara y genere mejores ejemplos”.

La comunicación política es el ingrediente de un plato principal: ¿cuánto tiempo más podría haber durado el acercamiento discursivo entre dos fuerzas políticas que sólo se necesitan para repelerse?

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Courel sostiene que “uno de los compromisos electorales, que era encender la economía, se postergó. Pero hay otros aspectos que siguen vivos: reestablecer prioridades. La negociación de la deuda, se sostuvo. La legalización del aborto, se sostuvo”. La pandemia pateó el tablero y puso en jaque al hilo conductor que une el Frente de Todos: pan y trabajo.

Para el consultor, cuando hablamos de comunicación política hablamos del “discurso presidencial, las relaciones con los medios, lo que pasa en las redes sociales y la comunicación publicitaria. Si vemos cómo el conjunto de estos aspectos de la comunicación funcionaron hay que evaluar si favoreció o no favoreció la generación de consensos”.

El discurso anticientífico y apocalíptico que relacionaba al 5G y a Bill Gates con la pandemia ya no se escucha. Argumentos que fueron sujetados y alimentados por gran parte de la oposición política. El consenso de la vacunación es un hecho: en la última semana de febrero, en Argentina ya se vacunaron 780.455 personas, según fuentes oficiales.

“La oposición utilizó argumentos probadamente falaces. Y que alentaban circunstancias peligrosas para la convivencia democrática. Pero redituables: en este mundo de hoy la polarización es redituable electoralmente en casi todos lados”, apuntala Courel.

Pensar en la pandemia es no pensar en las elecciones. Es mirar el aquí y el ahora. Es comprobar, una vez más, que debajo de cada piedra que sostiene este mundo hay una mancha húmeda de privilegios. Casi incorregible. El gobierno tiene la difícil tarea de batallar y salir invicto de dos pandemias simultáneas: los resabios del macrismo y el castigo del coronavirus. El nudo aprieta mal: nunca es lo que se dice, siempre es lo que se hace.

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Comentarios

  1. Analia Labbé

    el 06/03/2021

    Excelente tu nota Agus, felicitaciones

  2. Mirta

    el 07/03/2021

    Qué bueno parar la pelota y visitar todos los acontecimientos que recordamos como hechos no como una continuidad. Aprecio el análisis y la disconformidad reflejada. Como militante es un aporte para ser mejores corrigiendo errores y siendo honestos con los objetivos. Gracias Agustina Pozzo.

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