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06 de agosto 2019

Ana Natalucci

EL PERONISMO OBRERO, EL PERONISMO EN PRIMERA PERSONA

Tiempo de lectura: 8 minutos

El título del libro “El peronismo obrero. Consideraciones a partir del devenir político y sindical de los trabajadores de los frigoríficos”, escrito por Gustavo Contreras, parece a priori una redundancia. Así empieza el libro, reconociendo esta aparente redundancia. ¿Qué sería el peronismo sino obrero? ¿Para qué aclarar su base social? Sin embargo, en esta primera impresión reside tal vez uno de los temas más discutidos de la historia del peronismo: ¿el movimiento era una solo, era lo mismo el peronismo del conurbano bonaerense que el de las provincias del norte? Incluso el peronismo bonaerense, ¿era el mismo? ¿Cuál era el lugar del movimiento obrero y los sindicatos en el primer peronismo? ¿Había un solo sindicalismo? Estas preguntas se desprenden del planteo de Contreras, pero podrían ser pensadas en otras etapas del peronismo y sin dudas tienen una actualidad significativa en los últimos años. Entonces esta aparente redundancia inicial se transforma en un eje central del debate. 

El libro es parte de la colección “Colección La Argentina peronista: política, sindicalismo, cultura” en un doble intento por revisitar algunos temas que en la academia parecían ya acordados pero que ameritan su revisión para sortear el encierro de los claustros académicos y ofrecer un material sistemático, de excelencia para la divulgación histórica. La divulgación de la historia como de la ciencia social no sólo es importante por esa frase famosa de cuestionada autoría de que “los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”, sino fundamentalmente porque algunos procesos históricos son recordados desde ideas ilusorias de armonía, omitiendo las disputas que los convirtieron en lo que son y por lo que trascendieron. Vale decir que la divulgación histórica ofrecida por este libro no va en detrimento de la rigurosidad de los hechos, los actores y los procesos que tuvieron lugar. Como expresa su autor la ventaja del investigador es que cuenta con la posibilidad de apreciar el panorama completo.

Es un libro de profunda actualidad para pensar los problemas del presente, los modos de organización en el mundo del trabajo, la relación entre los sindicatos y los gobiernos nacional-populares, la tecnología y sus consecuencias para los procesos de trabajo y las siempre debatidas autonomía y heteronomía del movimiento obrero. Relaciones intra-sindicales, relaciones con el Estado y con el movimiento político. No voy a seguir la cronología que el autor plantea para el colectivo de trabajadores de la industria de la carne, sino más bien concentrarme en esos ejes de debate, que considero de suma actualidad. 

¿Qué sería el peronismo sino obrero? ¿Para que aclarar su base social? Sin embargo, en esta primera impresión reside tal vez uno de los temas más discutidos de la historia del peronismo

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El primer eje está concentrado en la conversión de los sindicatos de oficios a la rama única de actividad. Este tema que parece saldado para el sindicalismo enrolado en la Ley de Asociaciones Profesionales constituye un debate para otros colectivos de trabajadores, de reciente conformación, como los trabajadores de la economía popular. Y el autor, como buen historiador, nos recuerda que las tradiciones no se borran, que el pasado no se supera simplemente, sino que las marcas y huellas de las experiencias actúan sobre el presente. Y en ellas encontramos una fuente de explicación de las decisiones que los actores toman frente a las coyunturas y como para lograr acuerdos no es necesario borrarlas. Y esto cuenta para las proyecciones a futuro. La posibilidad de conformar los sindicatos por rama de actividad superando la forma de oficio fue fundamental para la conquista de derechos por la concepción de que todos los trabajadores aportaban a la producción, más allá de su calificación, de su puesto de trabajo. Sin dudas, esto implicó una amalgama interna al colectivo y una potencia importante para la lucha sindical. El autor reconstruye en el capítulo 2 los conflictos laborales y cómo esos trabajadores construyeron sus demandas y solidaridades internas en sus fábricas y con otras fábricas que les permitieron mejorar sustancialmente sus condiciones de trabajo y de vida. Con sus palabras, Contreras reconstruye la superación de “la jurisdicción del oficio y la [emergencia de] la imagen de los trabajadores de la industria” (p. 37). Una vez construida la solidaridad en cada rama, la solidaridad con otros gremios fue cuestión de tiempo. Esta reconstrucción es realizada en el capítulo 3, cuyo título “La construcción de un sindicato para toda la industria” sintetiza las relaciones entre tecnologías y procesos de trabajo. Y una vez acordada esta modalidad, el autor aborda en los capítulos 5 y 6 las tensiones por la sanción de un estatuto o la firma de convenios colectivos. Es que la historia no para nunca. 

El segundo eje está relacionado con la tecnología, la industria de la carne y las crisis económicas, sobre todo la de fines de los 40. Al respecto, desde fines del siglo XIX, el autor reconstruye la dinámica de la industria y sus mutuas correlaciones con la conformación del colectivo sindical. Esto es fundamental y no tan tratado en muchos estudios, en tanto suelen abordar la dinámica de colectivos de trabajadores totalmente desaprendidos de las condiciones materiales en que operan, embuidos de un subjetivismo extremo. Contrariamente, Gustavo Contreras mantiene una preocupación permanente por esas transformaciones, desde la creación de los frigoríficos centrales, el arribo de capitales extranjeros -la disputa entre capitales británicos y estadounidenses-, los intentos de tecnificación de las fábricas para desalentar la acción sindical unificada en la industria hasta el debate por la intervención estatal o su nacionalización. Un señalamiento sobre la acción empresaria, de suma actualidad, es cómo la tecnología y la calificación de los obreros era usada para desalentar acciones gremiales con capacidad de paralizar toda la industria. Fragmentar los procesos de trabajo, era también fragmentar la acción gremial. Sin embargo, lo que puede observarse es que, si bien la tecnología tiene como capacidad reconfigurar los puestos y modalidades de trabajo y hasta puede volver obsoletos algunos puestos, crea otros puestos, crea otras condiciones. La tecnología entonces y la conversión de los procesos de trabajo también es objeto de una disputa.

El peronismo modificó radicalmente el tratamiento de las relaciones capital-trabajo y ubicó a la clase trabajadora en un lugar de disputa no sólo de cuestiones sectoriales sino de participación en el proyecto político-ideológico.

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El siguiente eje remite a la relación entre los sindicatos y los gobiernos nacional-populares, cuya una de sus características es el policlasismo, antes que el clasismo. El autor es claro en este punto: todos eran peronistas, peronistas en términos de identidad política. Ahora esto no implica suponer una homogeneización extrema respecto de las formas de hacer política, la opción de las formas organizativas y la relación con otras fracciones del peronismo. Los trabajadores de la carne tuvieron un rol protagónico en las jornadas de octubre de 1945, luego en la fundación del Partido Laborista -cristalizado en la figura de Cipriano Reyes-, una reticencia a integrarse a la CGT y una adhesión al peronismo, aunque encabezaran arduos conflictos durante la crisis económica de fines de los 40. Y aunque todo esto pueda parecer contradictorio, el autor sostiene que “el peronismo no se erigió sobre una `tabla rasa´, sino que se articuló sobre un mundo obrero con reivindicaciones, organizaciones, identidades y convicciones preexistentes” (p. 12). Y por lo tanto la construcción del peronismo de ese largo ciclo de diez años se hizo bajo estas condiciones. Sindicalistas, cegetistas y obreristas, diferentes nombres, diferentes modos de entender la participación sindical y la política. Más verticalistas, más basistas, con organización nacional centralizada, con organización federal, con prescindencia política-partidaria o con participación obrera en el gobierno. Sobre esas disyuntivas los actores fueron creando el peronismo. 

El ultimo eje se concentra en la autonomía y heteronomía del movimiento obrero. Lo interesante del libro es que no termina en 1945, ni en la disolución del Partido Laborista en 1946 y la conformación del Partido Peronista en ese mismo año, sino que toma la década del 50. Esta estrategia es fundamental para debatir la autonomía y heteronomía no sólo en la constitución del peronismo sino también en su ejercicio del máximo poder político. Los estudios clásicos llegan hasta el 45-46, como si el peronismo hubiera supuesto la sumisión total de la clase, como si hubiera estado exento de conflictos internos entre facciones por la orientación política del gobierno. Como si la historia del movimiento obrero se agotara en la “vieja guardia sindical”, como si los procesos políticos no crearan sus propias generaciones, que entran en disputa con otras. La reconstrucción que realiza Contreras sobre el Partido Laborista, la creación del Partido Peronista Único de la Revolución Nacional (PURN) -luego Partido Peronista-, de la Federación de Sindicatos Autónomos de la Industria de la Carne es de imprescindible lectura para aquellos interesados en las relaciones entre sindicatos, centrales obreras -específicamente la CGT- y los gobiernos de su mismo signo. Esa discusión entre autonomía y heteronomía tuvo lugar al interior del sindicato entre aquellos que consideraban que un dirigente gremial no podía ocupar también un cargo político y los que aprobaban y alentaban esta opción. Los que debatían la conveniencia de subsumirse en la estructura de la CGT, y los que adherían a su independencia. Un punto específico merece el tratamiento del conflicto sindical durante el primer ciclo peronista, según Pont y Doyon los trabajadores en el peronismo solo tenían demandas de tipo económica, que hoy llamaríamos sectoriales, por la pérdida de su autonomía política. Sin embargo, Contreras menciona la necesidad de incluir en el análisis las posiciones sindicales frente a “cuestiones económicas, organizativas, políticas e ideológicas” (p. 94) en contextos ofensivos, pero también defensivos. En coincidencia con este planteo, agregaría que el análisis de la acción sindical, específicamente de la conflictividad, por la complejidad que reviste no puede limitarse a los acuerdos ideológicos con el gobierno de turno, sino que intervienen cuestiones también de representación de ese colectivo. Frente a una crisis económica, los sindicatos pueden protestar por medidas sectoriales o económicas, eso es lo que se discute, sin que se generalice necesariamente a cuestiones ideológicas de fondo. Y esto no quiere decir que no protesten. Podría sintetizar esta idea en que cada coyuntura tiene la protesta que se merece.

Más verticalistas, más basistas, con organización nacional centralizada, con organización federal, con prescindencia política-partidaria o con participación obrera en el gobierno. Sobre esas disyuntivas los actores fueron creando el peronismo.

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Ahora bien, estas diferencias en las formas de hacer política no ponían en cuestión ni la identidad peronista ni el liderazgo de Perón ni la doctrina peronista. Más bien implicaban discusiones sobre la participación de los sindicatos en la arena política, una disputa en torno a si el peronismo “era el final del camino luego de muchos años de lucha” (p. 128) o si el peronismo para “solucionar los problemas de los trabajadores [debía] avanzar hacia la economía social, la colectivización de bienes bajo administración estatal con directa participación obrera” (p. 128). Esta era la disputa ideológica entre las diferentes facciones obreras. De esto se ocupa el autor en los últimos capítulos del libro. En estos se retoma el eje central del libro: el peronismo obrero, el peronismo que escrito en primera persona implicaba que el movimiento obrero participara “en la solución de los problemas importantes del país, ya sea como sindicalistas o como militantes partidarios” (p. 92). El peronismo modificó radicalmente el tratamiento de las relaciones capital-trabajo y ubicó a la clase trabajadora en un lugar de disputa no sólo de cuestiones sectoriales sino de participación en el proyecto político-ideológico. El sindicalismo fue el sujeto político que surgió de ese ciclo, no sólo por su intervención en aquella disputa, sino por su concepción de integralidad del trabajador: en su puesto de trabajo y en la organización de su vida cotidiana, incluyendo obra social, vacaciones, vivienda y supermercados obreros. Y fundamentalmente porque ese peronismo fue creado por los trabajadores, no fue una operación “desde arriba”, fue una construcción propia a partir de identidades sedimentadas. 

Esta reseña es una síntesis sobre el libro, hay muchos elementos y dimensiones para seguir pensando. Es un libro sumamente recomendable, por su solidez argumentativa, es ágil y entretenido. Es un libro para estudiar y también para leer y debatir con otros, para informarse y formarse. Se los recomiendo fervientemente, yo voy a seguir con otros títulos de la Colección que prometen.

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