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EL QUE SE PARECÍA ERA BELMONDO!

Tiempo de lectura: 6 minutos

1.

Después de Discepolín debe haber sido el mejor exponente del estereotipo del porteño de aquellos años, en el que las cosas eran diferentes. Algunas de sus películas, ya no podrían pasarse sin que les caiga encima el sayo de fomentar la violencia de género y bienvenido que así sea. Pero como todo, las cosas deben analizarse en su contexto, en su era.

Hoy ya no se fuma en los cafés, así que nuestro personaje no tendría lugar de recalada, si se me permite el eufemismo marítimo. El “Flaco” Norberto Aroldi, de él hablamos, había nacido en agosto de 1931, porteño de cuna y de ley, escribió tanto, que aportó con sus guiones a veinte películas desde 1964 hasta 1981, incluidas aquellas que se hicieron después de su muerte en marzo de 1978, cuando apenas tenía 47 años.

En sus jóvenes 16 años escribió su primer tema, un vals llamado “Mi eterna cuna” al que Tito Ferrari le puso música. Julio Sosa con la orquesta de Francini-Pontier le grabó el tango “Pa’que sepan como soy”:

No me gusta ser ortiba, ni nací pa’ lengua larga,
y aunque me apure la yuta sé callar en la ocasión,
no le doy bola a los grasas que me miran y se amargan,
conservando la distancia sé engrupir con distinción.
En la timba soy ligero, yo nací pa’l escolaso,
no se afane la muñeca cuando sobra calidad,
yo conozco muchos vivos que cayeron en el lazo,
el que liga y se embalurda se deschava sin pensar.

Este flaco discepoliano, al que Belmondo, aquel gran actor francés, se le pareció mucho, incursionó por primera vez en el cine con el film “Pobres habrá siempre”, dirigida por Carlo Borcosque, en 1954.

Si bien fue el más porteño de los porteños, una beca lo llevó hasta Italia, donde, dicen, se codeó con el mismísimo Federico Fellini. También supo vivir en México y Mar del Plata. Sin embargo, como dijo Pichuco “cuándo, pero cuándo, si siempre estoy llegando”, su ciudad fue la Reina del Plata.

Cuando escribió la historia entre Rosa y Julián, en la que narra los sucesos de la pareja ante la llegada de un hijo en contraste con la personalidad de un Julián trasnochador y andariego, que vive esa noticia como una pérdida de su vida libertaria, aún conviviendo con Rosa, en definitiva un desgarrador conflicto sentimental, no debe haber imaginado que se iba a convertir en su producción más destacada. Nos referimos a “El Andador” de 1966. Estrenada en Mar del Plata en teatro con Tita Merello y Ernesto Bianco como protagonistas, tuvo tanto éxito que al año siguiente Enrique Carreras la llevó al cine con Tita, pero con el protagónico de Jorge Salcedo. Un año más tarde llegaría el tiempo de la televisión, pero esta vez con el propio Aroldi como Julián.

Una vieja publicación rescata algunas anécdotas de la ceremonia de los Martín Fierro de 1973. En las comidillas se decía que El Flaco se comió todo, a lo que él manifestó: “no es que tengo una cara bonita para encandilar mozos, lo que pasó fue que le di dos lucas a un gallego y ni me dejó respirar”

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Florencia Aroldi, su hija, fruto del matrimonio con María Ibarreta, también dramaturga, realizó en el 2016 una adaptación del libro original y volvió al teatro con la dirección de Andrés Bazzalo y los protagónicos de Muriel Santa Ana y Agustín Rittano en el emblemático Teatro De La Ribera. La propia Florencia declaró para la revista Cabal que El andador tiene algo del grotesco: “Porque al personaje de Julián -razona- se le termina cayendo la máscara. Pasa de ser el hombre canchero, y que se hace el duro, a pedirle por favor a su mujer que lo acepte de nuevo. ¿Qué le hubieran dicho sus amigos del café si lo hubieran visto?

2.

Norberto Aroldi obtuvo a lo largo de su carrera cinco Martin Fierro. El primero fue en 1960. El galardón le llegó por una de las mejores realizaciones de la televisión argentina de esos años como fue “Historias de Jóvenes”, emitida por Canal 7 y luego por el 13 en sucesivas, pero interrumpidos años, por el título  “Cualquiera de nosotros”. Ganó consecutivamente como “autor de tv” en el 66 y 67. Una vieja publicación rescata algunas anécdotas de la ceremonia de los Martín Fierro de 1973. En las comidillas se decía que El Flaco se comió todo, a lo que él manifestó: “no es que tengo una cara bonita para encandilar mozos, lo que pasó fue que le di dos lucas a un gallego y ni me dejó respirar”. Tampoco escatimó la crítica. En la terna de humor estaban Fidel Pintos, Jorge Porcel y Alberto Olmedo. Lo ganó Porcel, y el Flaco dijo: “el gordo estuvo flojo, le tendría que haber dedicado la estatuita, aunque sea simbólicamente a Fidel y ni lo mencionó”. Cuando se iba disparó un “Hoy yo no gane nada, pero ya tengo cinco Martín Fierro”.

Salir caminando hasta la avenida, parar el primer colectivo que llegara y “sacar boleto” hasta el final de su recorrido. En esos viajes el abuelo me iba enseñando cada barrio por el que pasábamos, así como las principales avenidas y calles

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Otros grandes éxitos fueron “Los muchachos de antes no usaban arsénico y Amor libre”, ambas de 1968; “Amelio Reyes, un hombre”, con el protagónico de Hugo del Carril y “Alma y vida” de David Kohon, ambas de 1970. “El Gran Circo” en el ’74 y… “Los Chantas” en 1975, una producción increíble: Tincho Zavala, Ángel Magaña, Darío Vittori, el flaco Héctor Pellegrini, Cacho Espíndola, Olinda Bozan, Juana Hidalgo, Alicia Bruzzo y una impresionante María Concepción César con una escena de desnudo total, increíblemente no censurada para esa época.

De sus tangos, “Bien debute”, “A los muchachos de mi barrio”, “Muchachos a mi no me cambian” y “Pa`que sepan como soy” son de su mejor factura. De sus épocas en Mar del Plata es importante mencionar sus participaciones en La Cachila, ese mítico e histórico reducto de “La Felíz” en Tejedor y Avenida Constitución, en esos años de esplendor de la avenida que concentró la movida nocturna en esa localidad de la costa a fines de los sesenta y los inicios de los setenta.

3.

Otro recuerdo que me dejó el abuelo Américo fue “salir a pasear a cualquier lado”. La cosa era así. Salir caminando hasta la avenida, parar el primer colectivo que llegara y “sacar boleto” hasta el final de su recorrido. En esos viajes el abuelo me iba enseñando cada barrio por el que pasábamos, así como las principales avenidas y calles. Podía pasar que recorriéramos algo del conurbano, como cuando tomamos el colectivo 182 y fuimos hasta Marcos Paz, o tomar el viejo ómnibus Leyland inglés de la línea 2 hasta la Aduana. Una vez tomamos la línea 26 en Caballito, que finalizaba recorrido en Retiro. A diferencia de lo normal, decidió bajar en Corrientes y Callao. Así empezamos a desandar la avenida hacia el bajo. Recorrer de pibito la avenida fue deslumbrante. Cines, teatros, librerías, cafés, todo estaba ahí, en esas pocas cuadras desde Callao hasta Cerrito. El abuelo iba relatándome que era cada uno de esos lugares y pequeñas historias de cada uno. Así pasaron el cine Los Ángeles, los teatros Astral, Premier, San Martín, las pizzerías Guerrin, Banchero, un montón de librerías, algunas de viejo, y cafés. En ellos voy a detenerme. Cuando pasamos por delante del Café La Paz en la esquina de Montevideo y Corrientes, Américo me relata que “es el café más intelectual, los jóvenes militantes invaden sus mesas y no tienen problemas en compartirlo con los muchachos de la vieja guardia como los tangueros”. En esas mesas se mezclaban tipos como Ricardo Piglia, Rodolfo Walsh, Héctor Negro, Julio Nudler y el propio Flaco Aroldi. “Eso sí, -me aclara el abuelo- cuando llega por la noche el Flaco, las discusiones filosóficas se encienden, y el humo reinante del los puchos engalana La Paz.” Lo que yo recuerdo, es que estaba lleno de hippies, era 1974. Tenía 10 años.

Américo no conoció el cine, quiero decir, nunca fue a una sala. Por eso, de películas opinaba sobre las que veía en televisión. Sin embargo podía engancharse con una novela cuando la temática abordaba temas en los que podía llegar a sentir una afinidad, una identidad. Eso fue lo que le paso justamente con “Cacho de la esquina”, una telenovela escrita por el Flaco Aroldi que tuvo gran audiencia en 1973 por Canal 13. El mismo Aroldi era el protagonista, un canillita muy atorrante de quien se enamora perdidamente una joven aristócrata, interpretada por Gabriela Gilli.

Al decir de Bruno Passarelli, Aroldi fue multifacético, imprevisible, abarcador inextinguible como poeta, escritor, guionista y sobre todo bohemio incorregible.  “Sobrevivió a una terrible operación en 1977 pero cuando se decidió a morigerar su vida ya era demasiado tarde. “Estoy tan flaco que ni hago sombra”, decía. Por mi parte, en esa primera visita a la calle Corrientes, de la mano del abuelo, terminó como debía: chocolate con churros en La Giralda.

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Comentarios

  1. Volturo Ernesto E. (a) Cacho

    el 29/04/2021

    Tenés la habilidad de hacerme revivir historias olvidadas y que sin un motivo aparente las haya dejado de lado, lo que me apena. Lo bueno es que tu. Relato me atrapa y.hasta me permiten enriquecerme, lo que le hace bien a mí Alma¡!!!

  2. Osvaldo Tangir

    el 30/04/2021

    Excelente pintura del Flaco Aroldi, el último porteño

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