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29 de agosto 2019

Martín Plot

EL VACÍO Y EL PODER

Tiempo de lectura: 6 minutos

En una conferencia pronunciada en mayo del año 2000, el teórico de la democracia Claude Lefort concluía su charla sobre “El poder” con la siguiente afirmación: “Las aventuras totalitarias nos han enseñado el atractivo que ejercía la dominación de la burocracia, ejercida de arriba abajo, en un régimen que pretendía borrar todo signo de conflicto y operar una especie de bucle de lo social. En el presente es la expansión del mercado, que se supone autorregulado, a escala planetaria, la que lanza un desafío al poder democrático”.

En una entrevista radial dada el miércoles 28 de agosto a un par de periodistas, el diputado y ex gobernador de la Provincia de Buenos Aires Felipe Solá respondía preguntas que retornaban, una y otra vez, al mismo punto: ¿por qué Alberto Fernández y sus asesores económicos habían sido tan duros con el FMI y el gobierno en su comunicado del día anterior? ¿Por qué habían sugerido que el financiamiento obtenido en 2018 por el gobierno de Macri había servido, contrariando las propias regulaciones del organismo, para financiar la fuga de capitales, sabiendo que esa denuncia podía llevar al organismo a no hacer el nuevo desembolso planeado para septiembre de 2019? Las respuestas de Solá también retornaban, una y otra vez, al mismo punto: luego de la reunión de mayo con el FMI, el equipo de AF ya había indicado que ese era el destino de gran parte de los fondos otorgados por el organismo al gobierno de Macri. Tres meses después, el organismo no parecía haber acusado recibo, por lo que AF y sus asesores económicos, anticipando la posibilidad de tener que encontrarse nuevamente con esos mismos miembros, de ese mismo organismo, renegociando con argumentos legítimos un nuevo cronograma de pagos, querían y debían dejar planteada su posición, explícitamente y ante la opinión pública.

Disconforme con las respuestas del exgobernador, uno de los periodistas afirmó: “Felipe, vos sos un hombre de Estado”. A lo que Solá respondió: “Y vos un perdiodista”.

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La serie de retornos a ese punto, tanto de los periodistas como de Solá, concluyó con una clarificación mutua sumamente reveladora. Disconforme con las respuestas del exgobernador, uno de los periodistas afirmó: “Felipe, vos sos un hombre de Estado”. A lo que Solá respondió: “Y vos un periodista”. ¿Qué quisieron decir ambos con esas aseveraciones, para cada uno de ellos aparentemente autoevidentes en sus implicancias? Aventuremos un par de respuestas: para el periodista, recordar a Solá su carácter de “hombre de estado” suponía invocar una noción de responsabilidad que, bajo las circunstancias de fragilidad financiera en las que se encontraba la Argentina, llevaba implícita la idea de que el candidato opositor a la presidencia, sus asesores económicos y el mismo Felipe Solá debían evitar expresar públicamente los aspectos más controvertidos de su crítica al estatus quo económico-financiero. Para el ex gobernador, recordar al periodista su carácter de tal suponía invocar una noción de debate público en la que el periodista no debía convertirse en censor, en alguien que tratase de sugerir, una y otra vez, que es ilegítimo para un candidato a la presidencia, sus asesores económicos y políticos aliados articular explícitamente en el espacio público su idea de que el financiamiento que el FMI había otorgado, no a un Estado sino a un gobierno particular en busca de permanecer a cargo de ese Estado, había sido parte del problema y no de la solución de los problemas argentinos.

Para el filósofo de la democracia mencionado, ningún fenómeno político puede ser interrogado sin, de una u otra manera, apelar a la fórmula del contraste. Las principales características de la sociedad democrática, para Lefort, se revelan con más claridad cuando ésta es contrastada tanto con el régimen que la precedió en el occidente pre-moderno, las monarquías teológico-políticas, como con aquel que emergió, en el siglo XX, como su principal amenaza: el totalitarismo. Tanto en las monarquías como en los totalitarismos, el poder, a diferencia de lo que ocurre en la experiencia democrática, está encarnado en un individuo o un grupo social que reclaman para sí, con algún o mucho éxito, que el poder les es consubstancial. El poder, en las monarquías y los totalitarismos, es un lugar ocupado, de modo permanente, por el monarca o por el Partido. En contraste con ambos regímenes, en las democracias, dice Lefort, el poder es un lugar vacío y, paradójicamente, la unidad de la sociedad viene a ser algo así como el anverso del reverso que es la división interna, división que se revela e institucionaliza como legítima y como sustituto de la encarnación del poder propia de las monarquías o los totalitarismos.

El poder, en las monarquías y los totalitarismos, es un lugar ocupado, de modo permanente, por el monarca o por el Partido. En contraste con ambos regímenes, en las democracias, dice Lefort, el poder es un lugar vacío

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Una de las acusaciones que se le hicieron durante los días posteriores a la reunión de AF con el Fondo el 27 de agosto de 2019, fue la de que algún asesor de éste había dejado trascender, off the record, que las autoridades del FMI estaban preocupadas por el eventual “vacío de poder” que amenazaba a la argentina dada la incertidumbre generada por las particularidades del año electoral en curso. Nadie duda, a pesar del comunicado del Fondo desmintiéndolo, que algo de este tipo debe haberse mencionado en la reunión en cuestión. Este episodio, me parece, es también sumamente revelador. Creo que aquí hay más que un juego de palabras: lo que preocupa a los miembros del Fondo, lo que, más aún, los tiene desconcertados -a las autoridades de ese organismo tanto como a los principales actores de ese mercado, que se supone autorregulado, del que hablaba Lefort- no es que haya un vacío de poder sino que en la Argentina el poder sea, como debe ser en una democracia, un lugar vacío. Lo que desconcierta a las autoridades del Fondo y a los principales actores financieros es la revelación -como resultado de la apertura de la sociedad argentina al abismo de las elecciones democráticas- de que el poder no es consubstancial con el gobierno de Cambiemos, que este gobierno al que hicieron todo lo posible por sostener en el poder muy probablemente deba abandonarlo en diciembre de este año.

Así como desconcierta a los principales actores del mercado financiero global que en Argentina el poder sea un lugar vacío, lo que desconcierta al gobierno es que, a pesar de estar “haciendo lo que hay que hacer”, a la mayoría de los argentinos les parece, aparentemente, que hay que hacer algo distinto

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El modelo de Lefort, cuando es tomado al pie de la letra, puede parecer algo rígido. ¿Qué estoy queriendo decir, que el gobierno de Macri es un gobierno totalitario? Qué salame sería si fuese eso lo que estoy diciendo… En algún otro lado ya he desarrollado, más extensamente, el fundamento de mi rearticulación del vocabulario lefortiano. En breve, lo que sostengo, es lo siguiente: incluso en democracia, incluso cuando una sociedad es tan profundamente democrática en este sentido crucial (que el poder no le es consubstancial a nadie) como lo es la sociedad argentina desde diciembre de 1983 (eso es lo que “nunca más” quiere decir), incluso bajo estas circunstancias, el horizonte de la incorporación del poder en un actor, individual o colectivo, sigue vigente. Y sigue vigente no solo como una amenaza posible en un futuro que acecha sino como una realidad existente en el marco de una pluralidad que lo excede.

El gobierno de Macri, desde un primer momento, consideró que llegaba al poder para “hacer lo que hay que hacer”. Esta convicción se vio reforzada con la victoria en las elecciones legislativas de 2017: llegamos para quedarnos, esto nos va a llevar veinte años, quizás treinta, pero vamos a cumplir finalmente el sueño de una reorganización nacional que ponga fin a “setenta años de populismo”. Así como desconcierta a los principales actores del mercado financiero global que en Argentina el poder sea un lugar vacío, lo que desconcierta al gobierno de Macri es que, a pesar de estar “haciendo lo que hay que hacer”, a la mayoría de los argentinos les parece, aparentemente, que hay que hacer algo distinto. Es este desconcierto lo que está detrás de las acusaciones más recurrentes a la oposición actual. Pero “la oposición”, decía otro filósofo francés, en política, es (junto con la libertad) condición necesaria para la verdad (aunque ésta nunca sea final). El gobierno de Cambiemos postula la posesión de una verdad, la de poseer el saber de lo que hay que hacer. Su horizonte es epistémico, como lo es el de los principales actores financieros globales, que ven a la incertidumbre de la conflictividad democrática como el principal escoyo a superar en pos de constituir una sociedad, tan local como global, organizada según los parámetros de un mercado autorregulado. Pero, para disgusto de algunos y deleite del que escribe, la incertidumbre de la democracia se manifiesta en la existencia de una oposición, de esa mirada que revela ante los demás aquello que los circunstanciales detentadores del poder no pueden ver.

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Comentarios

  1. Marta Giana

    el 30/08/2019

    Interesantes puntuaciones. El poder como lugar vacío, pero una vez que se llena en democracia es temporario y/o tensionado por la oposición.

  2. Federico

    el 03/09/2019

    Muy buena..fe de derratas…sw duce escollo no escoyo..

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