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07 de julio 2016

Lucas Carrasco

ESCUELA DE ROBINHOODES

Tiempo de lectura: 6 minutos

No está claro que realmente haya existido Robin Hood.

Escuela de Robinsones es una novela de Verne que parodia la primera novela inglesa, escrita por Defoe y llamada Robinson Crusoe.

Una novela escandinava muestra el recorrido de los principales dirigentes de un partido racista, fascista y estereotipadamente horrible. Demasiado estereotipados, lo cual le quita un poco de brillo. Recorren el país arriba de un remolque durmiendo juntos, cocinando y atendiendo sus propios teléfonos, además de mandando sus comunicados de prensa y vistiendo como integrantes de la clase obrera que son. Algunos integran el Parlamento, otros simplemente se hacen tiempo en sus trabajos ordinarios y obligaciones familiares.  Militan.

Si el guionista no fuera escandinavo, si fuera latinoamericano, los hubiera retratado socialmente principezcos, a lo familia Caniggia, a tono con sus ideas. A tono con el estereotipo latinoamericano de sus ideas. Ideas de extrema derecha.

Y es que en sociedades desiguales como las latinoamericanas (las más desiguales del universo)  el financiamiento de la política es cuestión de ricos para ricos.  Si uno no quiere hacer una política para ricos o exclusivamente para ricos, no necesita riqueza, necesita política.

¿Un delincuente puede, eventualmente, favorecer políticas distributivas al llegar a un cargo definitorio? Sí, hay algunos ejemplos en la historia. Son excepciones, eso sí.  Pero si alguien quiere confiar en la suerte, bueno, mucha suerte.

en sociedades desiguales como las latinoamericanas (las más desiguales del universo) el financiamiento de la política es cuestión de ricos para ricos

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Para ponerlo en términos concretos pero sin que nadie se enoje, a tono con la hipocresía nacional: ¿puede el honesto empresario Mauricio Macri o la exitosa abogada Cristina Fernández, tomar alguna decisión que oriente el Estado y la economía hacia una mayor equidad social? Por supuesto que sí, lo han hecho. El detalle es que también podrían haberlo hecho sin que fueran honestos empresarios hoteleros, ingenieros exitosos y bueno, todo eso que sólo ellos creen de ellos.

¿Que hace falta dinero para llegar a la Presidencia? Sí, claro. ¿Que ese dinero solo se puede obtener de la corrupción? No, no es cierto. Excepto que se quiera reproducir el esquema de corrupción que los llevó al poder, que también es la base de una sociedad con este grado de pobreza estructural. Pero eso sí: no se quiere reproducir el esquema de corrupción que los llevó al poder por mero amor al poder y menos por amor – lejaaaano- a los pobres, sino más bien por mero amor a la guita. Lo demás, es cuento. Vienen y van las coartadas ideológicas, como se puede observar en el recorrido político y doctrinario de cualquier corrupto. ¿Por qué cambian tanto de ideas, aliados, definiciones tajantes, votaciones, enemigos? Porque las ideas no les importan, o les importan menos que el poder y la guita.

El financiamiento de la política es la excusa que ponen los corruptos cuando son descubiertos. Durante el menemismo lo explicaban los mismos que luego de robarle a Bunge & Born con Montoneros, abandonaron la política. Robarles a los pobres una cuota -para usar el lenguaje mafi-habilidoso de los “movimientos sociales”, sindicatos y “espacios políticos”- que de manera voluntaria no querrían ni podrían pagar, es para, dicen, el financiamiento de la política. ¿Y?

Ah, pasa que, agregan, de esta manera al financiar la política, luego recibirán una contraprestación (casualmente con dinero ajeno, del cual una parte va a la apropiación privada de quien supuestamente “otorgó” ese “beneficio”: la plusvalía ideológica; esa a Marx se le pasó). Esa contraprestación será laboral o semilaboral. O sea, encima, el esfuerzo también lo hace el otro.

robin

Seguro que luego el apropiador privado de los fondos ajenos producidos por el trabajo ajeno, dará memorables discursos hablando del trabajo como un derecho constitucional. Lo dirá a los gritos en un estadio, alquilado con el  dinero que les robó a los que luego deben concurrir a escucharlos. Los salames, que abundan, justificarán este robo diciendo que el señor que grita que el trabajo es un derecho constitucional está beneficiando a todos. ¿Sí? ¿Cómo?

Ahí meterán estrambóticas teorías semióticas, comunicacionales y esotéricas metidas por la ventana de la teoría política que, por supuesto, nadie toma en serio. Menos todavía el señor que grita: en el fondo, lo que quiere es ser legislador, poner a su hijo como Fiscal, extorsionar funcionarios y tener secretarias, ordenanzas, choferes y hasta gente que le atienda el teléfono porque el señor que grita siempre “está reunido”, en pos, obviamente, de conseguir incrementar su poder.

teorías semióticas, comunicacionales y esotéricas metidas por la ventana de la teoría política

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¿En qué parte de la cadena delictiva es que se beneficia a las personas honestas y a los más débiles? ¿Hace falta, realmente, el delito para ese beneficio supuestamente resultante?

Gobiernos distintos como el de De La Rúa, donde la corrupción fue para democratizar la flexibilización laboral, que hasta entonces solo era moneda corriente en los trabajadores en negro. O el gobierno de Cristina Kirchner, que democratizó el Más Allá con sus bolsos en conventos.  Ambos demuestran que la corrupción sirve para enriquecer a los corruptos y los corrompidos. Lo demás es chamuyo.  Aunque ambos gobiernos, especialmente y por mucho más el de Cristina, tuvieron logros. Incluso, logros altamente valorados. ¿Exime, ésto, de los delitos cometidos? ¿Por qué habría de hacerlo? Nunca falta un bufón que le agrega coartadas justificatorias.

En la industria del progresismo se alega que el saqueo al erario público  es, en el fondo, una intrincada lucha contra el imperialismo yanqui, o sino algo de los zócalos de TN (esa teoría nunca la entendí bien, debe ser hegeliana) o, de acuerdo al último grito de la moda, para democratizar algo, cualquier cosa. Todo, de ser posible. Y con cadenas de hoteles en la Patagonia. ¡A la mierda!

Ésta última teoría, ridiculizada por mérito propio, es sin embargo la más lógica: ¿acaso Estados Unidos no invade países para que luego llegue la democracia y por lo tanto, lleguen las cadenas de hoteles y los casinos de Las Vegas? Para pensar, eh.

Desde la derecha, se explica como un costo marginal para hacer avanzar la Historia (volvemos al Hegel que nadie entiende…). Poner un diputado trucho para privatizar una empresa que luego sea monopólica y estafe constantemente a los usuarios y al Estado, es para beneficio de la sociedad. Oh, yes. Buscar un pusilánime de los tantos que habitan la función pública, contratarle un par de putas, filmarlo tomando merca y después darle a elegir entre un yate o la cárcel, es un modo de competir en el cartelizado mercado de la obra pública. Pero la competencia hace avanzar las sociedades. Claro.

¿Hace falta mucho dinero para hacer política? Depende. Si se quiere hacer una política fundada en la injusticia social, la inequidad distributiva, un sistema penal que persiga a los pobres y  la miseria planificada para los viejos (incluso, con un índice de movilidad, cosa que la miseria sea realmente planificada): entonces, sí, es necesario el dinero, mucho dinero. Hay que comprar jueces, policías, periodistas, freaks de talk show, sindicalistas, empresarios, testaferros, banqueros. Y hay que hacerlo bien, con sutileza y estrategia. Por ejemplo, vendiendo dólares a futuro que resulten un desfalco completo al patrimonio nacional, pero que sea tan grande el desfalco que nadie resista la tentación de aprovecharse. Eso garantiza la impunidad. ¡Y democratiza a los sectores populares! Haciéndolos mierda a todos por igual.

Hay que comprar jueces, policías, periodistas, freaks de talk show, sindicalistas, empresarios, testaferros, banqueros

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Y un consejo: diga que está haciendo todo lo contrario, servirá de coartada ideológica.

Por lo general, cuando uno dice lo que hace y hace lo que dice, aún con corpus de ideas fundadas en la naturalización de la más extrema desigualdad, la racial, como los escandinavos de ultraderecha, no es necesario el dinero. Sí es necesario el tiempo. Por eso, acá entre nosotros, los legisladores cobran un sueldo, los delegados gremiales tienen ciertas prerrogativas y las corrientes progresistas del derecho justifican los cortes de rutas de desocupados. Por eso los militantes reales son tan valiosos, porque dedican lo más delicado y precioso de la existencia humana: el tiempo. Lo hacen luego de trabajar, estudiar, y tratar de ser felices.

Una agenda que democratice la política debe ser una agenda que contenga, en primer lugar, la regulación del tiempo. El insumo estratégico para la política.

No está claro entre los historiadores la posible existencia de Robin Hood. Es probable que hayan existido muchos Robinhoodes y de ahí se haya hecho una amalgama sintética llevada de acá para allá por el folclore medieval.  Lo que está claro para todos los historiadores es que el “método Robin Hood” no sirvió para modificar la desigualdad social de la época.

Godfrey, el personaje de Julio Verne, abandona los cruceros de lujo, los grandes hoteles, las cenas frondosas y las chicas de buena familia, para irse a vivir “entregado a sus solos recursos, obligado a hacer frente a las necesidades de la vida en condiciones en que un hombre incluso mucho más práctico se hubiese encontrado bien embarazado”.  Exactamente al revés que nuestros más notorios funcionarios corruptos.

 

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