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14 de octubre 2018

Dino Buzzi

ESPACIOS DE EVASIÓN

Tiempo de lectura: 6 minutos

La Zona

En Stalker, la película que Andrei Tarkovsky estrenó en 1978, la trama gira alrededor de un territorio conocido como ¨la Zona¨, un área restringida donde aparentemente muchas de las reglas básicas de la realidad no aplican, y en la que se encuentra una habitación misteriosa en la que se  puede hacer realidad el deseo más íntimo de cualquier persona. Este territorio maravilloso, el cual solo se puede explorar con la ayuda de un Stalker, suerte de baqueano geográfico-espiritual del lugar, funciona en la película como medio para indagar las creencias, las obsesiones, y las emociones que componen el complejo sistema de filtros a través del cual las personas se relacionan con su exterior.

En Buenos Aires, en el corazón de esa Zona de tensiones identitarias e indefiniciones que alguien alguna vez bautizó ¨Barrio Norte¨, en la que coexisten los mil tonos de gris de la clase media, existe desde principios de los ´90 un dispositivo capaz de cumplir varios deseos a cambio, claro, del precio justo.

El Alto Palermo Shopping abrió sus puertas en 1991 sobre los terrenos antes ocupados por la fábrica de cerveza Palermo. Reversión urbana y porteña del shopping mall estadounidense, el proyecto recibió en su momento buenas críticas por su capacidad de interpretar su contexto inmediato con distintas operaciones sobre el espacio público, entre las que se destacan la plaza seca de acceso del lado de Avenida Santa Fe y la apertura de la calle Arenales entre Coronel Díaz y Bulnes. En términos de escala urbana el edificio tensiona y afloja donde corresponde. En términos  de circulación, recibe, direcciona, y retiene flujos de personas donde le conviene. Un aparato perfecto y letal, que logra atraer a las personas hacia sus interiores con mucha más maña que fuerza. Si a principios del siglo XX Le Corbusier construyó la totalidad de una teoría sobre la vivienda sobre el concepto de ¨la máquina de vivir¨, los grandes edificios de arquitectura comercial que empiezan a producirse a partir de la segunda mitad de siglo bien podrían ser las ¨máquinas de vender¨.

en el corazón de esa Zona de tensiones identitarias e indefiniciones que alguien alguna vez bautizó ¨Barrio Norte¨, en la que coexisten los mil tonos de gris de la clase media, existe desde principios de los ´90 un dispositivo capaz de cumplir varios deseos a cambio, claro, del precio justo.

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Construido y operado desde sus inicios por IRSA, generador de  más de 150 espacios para locales, el Alto Palermo se convirtió rápidamente en un sitio referencial para toda la ciudad y para el barrio en particular gracias a las experiencias comerciales y de entretenimiento que ofrecía a una población siempre al borde de un síndrome agudo de demanda retenida: el ¨Patio de Comidas¨, el Musimundo con auriculares libres para escuchar los últimos lanzamientos, por el que esporádicamente aparecía Charly a comprar discos, el local de fichines y sus tarjetas recargables de débito virtual, los Cines del último piso, siempre atiborrados de niños y pre-adolescentes, entre otras.

 Plan de Evasión

El Alto Palermo fue proyectado por el estudio Juan Carlos López y Asociados, que a fines de la década de 1980  ya contaba con una vasta experiencia en arquitectura comercial. López, un also starring en los relatos de historia de arquitectura argentina, ex militante del PC, fue autor también de la regeneración de las Galerías Pacífico, varias de las reformas de los docks de Puerto Madero y co-autor de la transformación de los silos de la calle Dorrego en lofts para el público ABC1. Falleció en 1996, y no vivió para ver el largo impacto de sus obras, las cuales se relacionan con uno de los procesos más importantes que se generaron durante las últimas décadas de Buenos Aires: la transformación (o el reemplazo, inclusive) de viejas infraestructuras industriales para que dichos lugares sean aptos para las nuevas modas de producción y consumo: docks que se vuelven oficinas y restaurantes, silos que devienen en lofts de lujo, galerías de medio pelo que se transforman en shoppings de alto target.

En Historia de la Arquitectura del Siglo XX, la Construcción de la Modernidad, Francisco Liernur explica que ¨la unión de la creciente inseguridad urbana con la incapacidad de la administración para reorganizar de manera atractiva las zonas comerciales existentes, más el proceso de concentración de capital que caracteriza también a los circuitos de comercialización, generó un programa que había sido frecuente en los Estados Unidos y otros países Latinoamericanos pero que hasta esos años nunca se había instalado en la Argentina: los paseos de compras¨.

A pesar del aumento en las compras por internet, de los cambios en los hábitos de consumo, y de los vaivenes de la economía argentina, el Alto Palermo sigue de pie. Una de las claves de su vigencia es la claridad con la que el edificio planteó desde un principio su matriz de características permanentes y transitorias

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De la contingencia impredecible a los recorridos predeterminados, de la dispersión a la concentración; la llegada de los shoppings cambió para siempre la manera de vivir en Buenos Aires. Paseo, intercambio comercial, y la posibilidad de encontrarse a ese cada vez más temido otro urbano se metieron puertas adentro. El shopping como Plan de Evasión perfecto; plan que incluía además no hacerse cargo de otras curiosidades cotidianas tales como el hecho de que un dólar valiese lo mismo que un peso, y construido sobre los deseos que constituyen la base del consumo moderno: no quedarse afuera, estar actualizado, sentirse poderoso y autor pleno de las decisiones aunque sea por un rato.

Mudar de Piel y Seguir Adelante

A pesar del aumento en las compras por internet, de los cambios en los hábitos de consumo, y de los vaivenes de la economía argentina, el Alto Palermo sigue de pie. Una de las claves de su vigencia es la claridad con la que el edificio planteó desde un principio su matriz de características permanentes y transitorias: por un lado están las ya nombradas virtudes de su planteo urbano, que se verifica día a día en todos los atajos que la gente toma para cortar camino por adentro del edificio para llegar de Coronel Díaz a Santa fe o viceversa. Pero es interesante observar que a lo largo del tiempo, el cuerpo del Alto Palermo ha ido mudando de piel para adaptarse a las modas estéticas de sus respectivas épocas. De la paleta posmodernista inicial pasó en el 2008 a una versión de matices aeroportuarios, casi anónima, que seguramente dará lugar a una próxima transformación en los próximos años (anunciada, por otra parte, en el lote que adquirió sobre Santa Fe para. según se dice, mudar su clásico ¨patio de comidas¨ a un verdadero patio ).

Los shoppings son intérpretes de sus tiempos y sus lugares. Son edificios que generan su programa a priori, pero terminan definiendo su identidad  a posteriori, sobre la base de los deseos, proyecciones y estímulos de las personas que las visitan. En su interior hoy podemos encontrar reproducciones plásticas y algo inocentes de cafecitos parisinos, de parrillas, y de pizzerias tradicionales. Su exterior se parece más o menos a todos los shoppings del mundo, no hay pistas claras sobre ninguno de sus datos de origen.

Otros contemporáneos  no tuvieron esa capacidad de adaptarse a sus tiempos. Como sucede cíclicamente con la música pop, a los estallidos de productos similares le sucede un período de desaparición paulatina de los más inconsistentes de esos artefactos creados en serie. El Spinetto Shopping se fue desgranando a medida que su paquete accionario iba cambiando de manos. El Soleil Factory, quizás el más fiel al molde maestro de shoping mall, reconvertido en un outlet para sobrevivir, ya muy lejos de su prestigio original. Casi es posible escuchar a De Niro contándonos esta historia con el coro de la Pasión según San Mateo de fondo: ¨los viejos shoppings se acabaron, ya no hay lugar para esos modelos, ahora es adaptarse o morir¨

Los shoppings son intérpretes de sus tiempos y sus lugares. Son edificios que generan su programa a priori, pero terminan definiendo su identidad a posteriori, sobre la base de los deseos, proyecciones y estímulos de las personas que las visitan.

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Es probable que en las próximas décadas la Zona se siga transformando.  Morar y consumir, las dos actividades que hoy en día rigen la vida de la mayor parte de las personas que viven en las grandes metrópolis, continuarán influyendo sobre las maneras de pensar y hacer ciudad.
No lleva mucho esfuerzo imaginar que en medio de todos esos cambios, a salvo del time-lapsa que a la larga se lleva todo puesto, el Alto Palermo siga en pie, retocándose el maquillaje, acomodándose aquí y allá en función de los cambios que se producen a su alrededor, siempre abierto para los peregrinos que llegan a su interior a cumplir sus deseos de consumo más íntimos.

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