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04 de marzo 2016

Mariano Schuster

Jefe de redacción de lavanguardiadigital.com.ar

ESTA NO ES UNA VIRGEN

Tiempo de lectura: 6 minutos

Cada vez que, durante los tradicionales cónclaves, el humo sale por las ventanas del Vaticano, los católicos se preguntan si hay un incendio en la sala de estar o si, finalmente, un nuevo Papa se asomará a agitar conciencias a ritmo de fumata blanca. Se trata de una celebración digna de ver: un espectáculo de suspenso al que el mundo cristiano y no cristiano asiste con estupefacción y perplejidad. Los fieles se congregan y esperan. Agitan banderas y gritan nombres de aquellos cardenales a los que admiran. Buscan, en definitiva, al representante de Dios en la tierra. Seguramente, ese no fue Joseph Ratzinger, cuyo papado puede ser definido con solo tres palabras: autoritario, dogmático y violento.

Joseph Ratzinger fue y es un hombre inteligente. Algunos de sus libros, como Entre Razón y Religión en el que dialoga con las posiciones de Jürgen Habermas, su Introducción al Cristianismo o su Escatología, son verdaderas muestras de su capacidad de reflexión. Se puede no coincidir en nada con sus opiniones, pero no es posible negar que sus argumentos suelen ser sólidos y perspicaces. La inteligencia, evidentemente,  no supera lo retrógrado ni elimina el carácter de la maldad.

Como primera estudiante de Teología, Uta Ranke-Heinemann sólo fue respaldada por un compañero: Joseph Ratzinger

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Hubo un tiempo, sin embargo, en el que Ratzinger, además de un hombre inteligente, pareció ser también un ser una persona de buena fe. Fue a principios de los cincuenta, cuando era apenas un ambicioso alumno de Teología en la Universidad de Munich. Allí, entre los claustros confesionales, despertó algo de su alma. Aceptó la amistad de una chica hermosa y exageradamente polémica que los acompañaba en las clases. Mientras que el resto la despreciaba por ser mujer e intentar doctorarse en Teología, Joseph Ratzinger sabía que Uta Ranke-Heinemann, la revelación de aquel curso universitario, estaba destinada a dar que hablar.

Uta Ranke Heineman 11

Ranke-Heinemann tenía apenas veintiséis años y una vida peculiar. Su padre, Gustav Heinemann – un acérrimo protestante que había combatido el nazismo imprimiendo folletos antihitlerianos y que cobraría fama mundial tras ser electo Presidente de Alemania – la había educado en un profundo sentimiento de cooperación y en el rezhazo al fascismo. En 1944, cuando su casa fue destruida por los bombardeos aliados, tuvo que dejarla al cuidado de Rudolf Bultmann, el afamado teólogo protestante que había rehusado cambiar sus métodos de enseñanza para favorecer las teorías de los nazis. Aquella experiencia, a los diecisiete años, marcó a la joven para siempre. Por un lado profundizó sus sentimientos democráticos; por otro, ahondó en sus creencias religiosas. Sin embargo, su confianza en Jesús aumentó al mismo ritmo que decreció su fe protestante . A fines de los cuarenta  se convirtió al catolicismo y en 1954 logró ser la primera mujer en doctorarse en Teología Católica. Veintiséis años más tarde alcanzó un nuevo récord: fue también la primera en acceder a una cátedra de catolicismo en la prestigiosísima Universidad de Essen.

Ranke-Heinemann consideraba al catolicismo como una religión entregada al prójimo. Por eso, mientras que el resto de los clérigos y teólogos se encerraban en sus despachos o en sus Iglesias, Uta decidió delirar el ambiente. Con una buena dosis de bizarría, en 1972 viajó a Vietnam para apoyar el fin de la guerra y se declaró hermana de los rebeldes de la izquierda.  Al año siguiente hizo lo mismo en la India y en 1979 se dirigió a Camboya, donde el régimen de Pol Pot y la guerra contra los vietnamitas habían dejado un tendal de pobreza y muerte.

En los años ochenta alcanzó, definitivamente, la cumbre de su militancia política. Animada por la rebeldía juvenil que se vivía en toda Alemania, se sumó al poderoso movimiento pacifista y antinuclear, integrando Die Friedensliste (La Lista de la Paz), una curiosa organización de extrema izquierda que reunía a socialistas, comunistas y verdes.  El mundo necesita paz y los imperios norteamericano y soviético solo auguran pobreza, destrucción y muerte – vociferaba la teóloga.

Si había carrera de armamentos, rescataba a Jesús como pacifista. Si la Unión Soviética invadía otro país, declaraba que los comunistas del Este se alejaban de los preceptos revolucionarios. Si Estados Unidos atacaba a América Latina, se hermanaba con los curas del Tercer Mundo. Así era Uta Ranke-Heinemann.

En 1987, además de negar el pecado original y la santísima trinidad, Uta negó la virginidad de María

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Sin embargo, lo que ocurrió en 1987, la definió para siempre. La mítica Editorial Hoffmann und Campe la convocó a formar parte de una colección de libros teológicos y ella aceptó gustosa. Se sentó en su pequeño escritorio y comenzó a escribir apresuradamente. La conclusión no fue un libro sino un arsenal de más de 300 páginas que tituló, de manera provocadora, Eunucos por el reino de los cielos. Iglesia Católica y sexualidad. Era su despedida del 24F01D5D00000578-0-image-a-58_1421920084905catolicismo ortodoxo. Además de negar el pecado original, de asegurar que la santísima trinidad era poco menos que una fantasía bizarra y de afirmar que la Biblia no era la palabra de Dios sino la interpretación humana, cometía la herejía más grande: sostenía, sin contemplaciones, que María había tenido sexo con José. En síntesis: negaba la virginidad de la Virgen María.

La publicación del libro fue el principio del escándalo. El Vaticano la acusó de “idólatra de la carne”, “defensora de la concupisencia” y la sindicó como “portadora de ideas impías”. Finalmente, tras un breve proceso, la excomulgó de la Iglesia. La Universidad de Essen tampoco tardó mucho: apuró el papeleo burocrático y tomó una definición: retirarle su cátedra.

Sin embargo, Ranke-Heinemann respondió con un nuevo latigazo. Afirmó que la mujer y su vagina tenían derecho a la felicidad y sostuvo, sin tapujos, que Jesús era feminista. Cristo se enfrentó a una sociedad que mataba a las mujeres a piedrazos, que permitía que los hombres echaran a patadas a sus esposas de la casa, y que consideraba la poligamia como un privilegio masculino por indicación divina. Lamento que la Iglesia no esté por la misma labor.

Su vida se transformó en un cúmulo de  titulares de periódico. En 1990, durante una conferencia en España acusó al Vaticano de ser una sociedad desexualizada de homosexuales y afirmó que con su manía de la virginidad de María, el Papa ha llevado a cabo un programa de infantilización de amplitud mundial. Es como si nos exigiera que siguiéramos creyendo en la cigüeña. En aquel cónclave profano que llevaba el el rimbombante título Las Revoluciones de la intimidad, Uta aprovechó el contexto. Mientras el Muro de Berlín se caía y Gorbachov apuraba sus reformas en la URSS, utilizó la fraseología del líder soviético para atacar al Vaticano:  El pueblo que compone la Iglesia quiere ¨glásnost¨ y ¨perestroika¨ – gritaba desaforada con una cruz en el pecho.

El Vaticano la acusó de 'idólatra de la carne'; Uta, de ser una sociedad desexualizada de homosexuales

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Nunca más logró ser aceptada dentro del catolicismo, religión que, sin embargo, no abandonó. Finalmente, en 1999 se presentó como candidata a la presidencia alemana por el Partido del Socialismo Democrático (PSD) que reunía a los viejos comunistas de la Alemania Oriental con izquierdistas revolucionarios del Oeste. Era importante. Quería manifestarme contra la invasión a Yugoslavia. – dijo. El sentimiento cristiano es oponerse a la guerra.

Raztinger y Heinemann fueron y son personas muy distintas. Amigos durante la Universidad, dejaron de verse durante muchos años. Sin embargo, el día que lo eligieron Papa, Uta Ranke-Heinemann declaró estar feliz. Joseph es mi amigo, aunque mis ideas sean opuestas a las suyas. Creo que, si mantiene el viejo espíritu, podrá hacer algunos cambios en la Iglesia.

Uta Ranke Heineman 1

Un año más tarde, ya estaba decepcionada. Las posiciones de Ratzinger -que ya había ganado fama por haberle realizado un juicio eclesiástico al teólogo de la liberación brasileño Leonardo Boff  – le resultaban insoportables. No podía asumir el endurecimiento de la Iglesia contra los homosexuales, la lucha contra los preservativos y el aborto. Menos aún, la defensa de pederastas.

De los innumerables pecados cometidos a lo largo de su historia, de ningún otro deberían de arrepentirse tanto las Iglesias como del pecado cometido contra la mujer – dijo en su día. Además, recordó que, durante el tiempo de estudios, Ratzinger tenía un aire cardenalicio, inteligentísimo, pero sin la más mínima carga erótica.

Cuando Benedicto XVI visitó Alemania, Uta escribió el ensayo 'El Papa y los agujeros en los preservativos'

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Finalmente, cuando Benedicto XVI visitó Alemania,  escribió un ensayo de bienvenida titulado “El Papa y los agujeros en los preservativos” y se despachó para siempre:

Yo acuso al Papa Juan Pablo II y a Benedicto XVI de décadas de crimen por haber abandonado a la humanidad ante la tragedia del SIDA. Los acuso de ser culpables de condenar a muchas personas por su insistencia idiota de que los preservativos tienen agujeros y dan lugar a la condena eterna. Exijo que el Vaticano pague la atención médica de las mujeres de África y de todo el mundo. Los escándalos de pedofilia le han costado a la iglesia una gran cantidad de dinero.  No veo por lo que la infección por el VIH y el asesinato de mujeres no deben también tener consecuencias financieras para los autores. – afirmó en aquel texto. Meses más tarde inició, junto a otras teólogas, la campaña Papa Benedicto, Ordene Mujeres Ya  y declaró a su viejo amigo culpable de un apartheid sexual.

Del hombre que la había defendido en la Universidad de Munich solo quedaba la inteligencia. Uta,  la teóloga que había negado la virginidad de María, era una verdadera cristiana. Siempre prefirió quedarse con la bondad.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Comentarios

  1. Constanza

    el 24/06/2019

    Excelente Artículo. Muchas Gracias por ayudarme a ampliar la mirada. Saludos

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