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19 de septiembre 2020

Tartu

GIMNASIO SÍ, CONSERVATORIO NO

Tiempo de lectura: 5 minutos

El suceso es angustiante. Para quienes lo padecen y para quienes lo atestiguan. Actores yendo a retirar bolsones de comida a las organizaciones que los representan, ora SAGAI, ora Asociación Argentina de Actores. 90% de desocupación en el corpus de la actuación nacional. Tierra yerma, la crisis provocada por el coronavirus ha dejado al descubierto que para la formación económica social argentina, sus actores son descartables. “Eso está mal”, diría la intelligentsia porteña.

El súbito empobrecimiento de los intérpretes locales es la última y cruel parada en el loop que devuelve al oficio de actor a lo que fue en los tiempos medios: un hobby. Y, podríamos decir, nadie está dispuesto a pagar por el hobby de otro. En este paisaje lunar que se viene, los únicos que van a pagar por el oficio de actor serán los nuevos mecenas: marcas que descargan impuestos vía sponshorships, empresas estatales porque actúa la hija de uno de los del directorio y millonarios star-stricken que quieren hacerse selfies con famosos. La gente les ha dado, finalmente, la espalda.

En este paisaje lunar que se viene, los únicos que van a pagar por el oficio de actor serán los nuevos mecenas: marcas que descargan impuestos vía sponshorships

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El actor argentino, por momentos, parece ser el único en el mundo que cuando recibe el guión en lugar de estudiarlo dice: “Qué bueno! Voy a tirar 100 de pecho!” y carga la barra con 10 discos de 10 kilos. El único en el mundo que en su currículum en lugar de escribir Conservatorio Nacional, escribe Megatlon de Alto Palermo. El único en el mundo que tiene mejores abdominales que ideas para mejorar el texto. Es odioso generalizar, lo sé. Presos de un relato donde Alfredo Alcón era el Monte Everest de los actores, siguen declamando para decir sus líneas, que jamás van más allá de las 500 palabras de uso ordinario. Y si quieren diferenciarse, usan un tono espontáneo, donde el vocabulario ya se achica a las 200 palabras que usan en su día a día.

“La verdad, es que el mundo no se mata para comprar productos argentinos”. Y no, Adrián. El cuentito costumbrista local, ese remix ad infinitum del Buscavidas de Luis Brandoni, solo tiene sentido en el mercado argentino

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Por supuesto, que hay actores que la rompen en obras de teatro con plateas pequeñas, pero no logran hacer el traspaso a la tele y a lo que significa la figura social del actor. La tele y el teatro comercial no se nutren del talento off. Lo ignoran. Ahí es donde cabe preguntarse: ¿por qué será que los king makers tampoco ven estrellas en el semillero? Los actores les echan la culpa a los productores, que tienen que traer de la tele a Joaquín Furriel para que haga Hamlet en el teatro San Martín. Los productores sostienen la apuesta y dicen: “La gente quiere ver a los de la tele”. Y, quizás, ranciamente tengan razón.

Esta anécdota que sigue está contada en primera persona por un boletero del teatro Metropolitan (y un banco que descarga impuestos): -Un viernes a media mañana vienen dos señoras a comprar entradas. “Buenos días”, les digo. “Deme dos entradas para la obra de Lanata”, dijo una. “¿Qué Lanata? Acá no hay ningún Lanata”, respondí. “¿Cómo que no? Lanata. La obra de Lanata. La tenés atrás tuyo en el afiche”, señaló con el dedo a mis espaldas. Me di vuelta. Era el afiche de La Piña, la obra de teatro de Cabito. “No, señora, ese es Cabito, no es Lanata”, dije. “¿Y quién es Cabito?”, me preguntó. “Uno que por ahí lo haya visto en 678”, agregué. “¿678? Bueno, dame dos igual”, cerró la señora.

Gonzalo Valenzuela me dijo una vez algo muy interesante: “El actor argentino es muy cómodo. Siempre espera que lo vengan a contratar. Un actor que quiere actuar tiene que producirse”. Claro, pero si se produce y arma una cooperativa de teatro como las hay miles en nuestro país, está situando el oficio de actor en el lugar de hobby, que es de donde el homo histrionis siempre quiso escapar. Y finalmente, no pudo. Las ficciones para público masivo tampoco ayudan a los actores, digamos todo.

Pol-ka desde Gasoleros viene repitiendo la misma fórmula donde la gente toma soda de sifón en patios con parras en la tira diaria y donde actrices que tienen pelo para publicidades mundiales de Pantene tienen conflictos de Palermo Angst para la tira semanal. Otra factoría como Underground sólo se inspira afanosamente en series o películas de afuera desde que tradujo Battle Royale en japonés al Sangre fría de Mariano Martinez en Telefe. Adrián Suar, agobiado por el flujo de caja necesario para mantener su fábrica de horas de aire de ficción, acaba de capitular: “La verdad, es que el mundo no se mata para comprar productos argentinos”. Y no, Adrián. El cuentito costumbrista local, ese remix ad infinitum del Buscavidas de Luis Brandoni, solo tiene sentido en el mercado argentino. Ojo que también fracasa lo que va por fuera de ese relato tan vernáculo, en tanto copia traducida de alguna storytelling de afuera. ¿Por qué los ejecutivos de las cadenas internacionales irían a comprar la versión low cost made in Lanús de algo cuando pueden comprar el original? De todos modos, es cautivante ver en acción a los gerentes argentinos de medios en la ferias de televisión como Natpe Miami tratando de vender formatos mientras encanutan en el bolsillo del saco piezas de sushi del supermercado Publix. A los compradores globales no les interesa la fábula argentum como tampoco les interesa la realización flybondi de nuestros productos, donde el primer capítulo de Argentina, tierra de amor y venganza arranca como Titanic y en el capítulo del viernes ya están tomando mate en un interior que les sobró de El sodero de mi vida.

“¿Cómo que no? Lanata. La obra de Lanata. La tenés atrás tuyo en el afiche”, señaló con el dedo a mis espaldas. Me di vuelta. Era el afiche de La Piña, la obra de teatro de Cabito

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Y está el sempiterno tema de la actuación, of course. La primera serie argentina que distribuyó Netflix fue Edha, una pretenciosa parábola sobre el mundo de la moda cuya protagonista fue elegida en base un algoritmo que sentenció que Juana Viale era la indicada para protagonizar el esquicio. Edha estuvo tan mal, que la única manera de verla era poniendo el doblaje en ingles y subtítulos español y, así y todo, la historia no deslizaba ni entre tantos rollos de seda. Es que para quienes firman los cheques, el actor argentino ensamblado en conjunto coral no traspasa la pantalla. Lo ves y no pasa nada. Hoy por hoy estamos viviendo tiempos extraordinarios y no se está contando nada. No hay un “Rolando Rivas, taxista”, que hablaba de la guerrilla en 1973. No hay un “Sin marido”, donde la protagonista Patricia Palmer muere de cáncer antes de los últimos capítulos. No hay un Teatro Abierto. No hay una voluntad de ser la época.

Y al igual que en la política, donde si uno no ocupa el espacio, lo ocupa otro, la ficción argentina por culpa de la comodidad de los actores, la pereza de los guionistas y la codicia de los productores ha cedido lugar en la grilla de la programación no ya a latas de Turquía y Brasil sino a la sociedad del espectáculo. La tele de la tarde, que era la tele de las novelas argentinas, es un continuum de debates sobre actores que no actúan, actores que creen que tatuarse es como leer libros: es un consumo cultural ágrafo. No leen nada pero muestran sus tatuajes de signos como obras de arte que han sido comprehendidas. El desierto crece, como decía Friedrich Nietzsche. Obviamente que debe haber talento más allá del radar de los productores de tevé y de teatro comercial, pero pareciera haber un muro que invisibiliza al intérprete lleno de emoción y, en consecuencia, le impida llegar a la masividad que le permita ser valorado en términos de mercado. Algo sucede también con los actores off que no pueden separar el rosario del muro y cantarse a sí mismos: “Y si estás en la azotea, salta”.

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Comentarios

  1. Mingo Vitale

    el 19/09/2020

    Que real y que panorama no

  2. Jorge

    el 20/09/2020

    Muy Buena nota, aunque creo que Furrier es egresado del Conservatorio Nacional de Arte Dramático
    Saludos

  3. Santiago Gutiérrez

    el 20/09/2020

    Lo mejor que leí éste fin de semana…

  4. Federico

    el 21/09/2020

    Estás hablando del país donde la máxima estrella actual es la hija de un productor que le armó la carrera 8 años antes que tuviera algún atisbo de talento. Antes de que se cerrara pude ir a ver El Loco y La Camisa. Creo que en total había unas 50 personas… ese es el espectro en el que se mueve la actuación hoy.

  5. Marisa

    el 24/09/2020

    Tan buenos los dos primeros párrafos para derrapar en una cantidad de pavadas insostenibles. El final, “la ficción argentina por culpa de la comodidad de los actores, la pereza de los guionistas y la codicia de los productores ha cedido lugar en la grilla de la programación” es el colmo de la ignorancia sobre cómo funciona la industria a nivel planetario, y por qué el talento argentino (de actores, guionistas, directores y productores) tiene que emigrar para trabajar. Le recomiendo al autor de la nota estudiar un poco la historia de intentos y desarticulaciones de nuestra industria audiovisual.

  6. Pepe

    el 28/09/2020

    Furriel es muy buen actor Hay que ver la del carnicero

  7. Santiago Álvarez

    el 15/11/2020

    Buena nota pero horrible la mención megatlon/ SPORT club como sinónimo de expresión popular. Porque no club de barrio? Cómo siempre se habla de deporte sin conocer nada.

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