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19 de junio 2020

Mariano Schuster

GRINGO CASTRO: “ROMPER PREJUICIOS ES PARTE DE LA SALVACIÓN QUE NOS PROPONE CRISTO”

Tiempo de lectura: 21 minutos

El Gringo Castro habla con lenguaje llano y sencillo. No titubea: habla y duda, como si pensara en el andar de su propia palabra. Sus amigos y amigas me dicen que “no es mucho de la tecnología y esto de la cuarentena, bueno, lo complica un poco: él está más para el cara a cara”. Pero no se nota. Aunque diga que le apena reunirse por ZOOM, esa herramienta imprescindible que ya detestamos todos, las cosas salen fácil.

Le propongo hablar de un tema recurrente en los barrios populares, en los que la organización que lidera, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) tiene anclaje y “poder territorial”. El de la fe y la experiencia religiosa. Y, particularmente, el del cristianismo: una religiosidad amplia que abarca al catolicismo y, también, a las Iglesias Evangélicas, diversas y distintas entre sí, que recorren la geografía de la cultura popular.

El “Gringo” lidera la UTEP, una organización creada en 2019 tras un proceso de confluencia de distintas organizaciones populares y sindicales. Su vida es un conjunto de avatares y luchas que lo llevaron, un día, a decir a viva voz que era creyente y que creer era parte de su lucha. Algo que, incluso cuando no lo mencione -aunque lo menciona y mucho- se percibe en su palabras.

Gringo, desde hace un año liderás la UTEP, una organización social que representa a los trabajadores de la llamada “economía popular”. Vos sos una persona que viene de la militancia popular desde hace muchos años y, en el último tiempo, cuando se te escucha se percibe que combinás un mensaje que nace de ese mundo: el de la lucha social, la propia vida cotidiana y la religiosidad. Contame un poquito cómo se fue desarrollando eso.

Mirá, es como decís. Es la propia vida. Y la mia fue teniendo características que me llevaron para ese lado. Yo nací en el sur de la Provincia de Buenos Aires pero después, de pibe, me fui a vivir a Merlo con mis viejos. Yo era metalúrgico y, después de la crisis de la hiperinflación durante el gobierno de Alfonsín, me hice vendedor ambulante. En ese momento entré en relación con el peronismo, porque yo siempre me había formado en eso: escuchando hablar sobre peronismo. Para mí, esa siempre era la mirada, la opción. Pero fue en ese momento, mientras laburaba como vendedor ambulante, cuando decidí que gran parte de mi vida tenía que transcurrir al lado de los más pobres, entre los cuales yo también estaba incluido, porque había perdido la idea de tener mi propia Pyme. Antes yo fabricaba muebles de oficina con mi viejo, era muy laburador y trabajaba muchas horas con la idea de tener mi propia empresa. Ese sueño se cayó.

En un momento, cuando tenía más o menos veintitrés años, empecé a entablar relaciones en los barrios. Primero en un hogar de chicos (muchos de los cuales hoy militan y laburan conmigo) en Paso del Rey, donde había un cura piola. Después, encaré un proceso en otro barrio, y así sucesivamente. Me fui moviendo de barrio en barrio, se dio naturalmente. Siempre por la zona de Moreno. Hasta que conocí a Mariel (actual intendenta de Moreno con quien estoy casado), y empezamos a construir centros culturales. Esa relación me salvó la vida en términos de romper prejuicios, de avanzar en la construcción comunitaria y cristiana. De a poco, fui teniendo nuevas miradas, nuevas ideas, nuevas experiencias. Porque si bien yo creía en Dios y pensaba mucho en términos de cristianismo, estaba muy enojado con la Iglesia. No solo a la católica que es a la que yo pertenezco, estaba enojado en general con las iglesias. Hoy miro para atrás y la verdad que no sé muy bien de dónde venía ese enojo. Tengo la impresión de que los proyectos de globalización neoliberal buscan que vos te desvincules de la cuestión de los rituales, de las experiencias de religiosidad, de la vinculación con Dios. Los grandes poderes necesitan amar la plata, no amar a Dios.

Obviamente, esto te lo digo ahora que me parece que lo tengo claro. Pero en ese momento yo no lo veía así. Tuve que hacer todo un proceso en el territorio. Porque en los barrios, como militante, uno quiere resolver los problemas que hay y para resolver un problema tenés que construir el mayor nivel de unidad posible. ¿Y en el barrio qué tenés? Tenés la iglesia católica, tenés pastoras y pastores evangélicos, tenés clubes de fútbol, tenés centros comunitarios. Todo eso, y sobre todo en las crisis, te obliga a fortalecer la vinculación con lo religioso.

Tengo la impresión de que los proyectos de globalización neoliberal buscan que vos te desvincules de la cuestión de los rituales, de las experiencias de religiosidad

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¿Tu familia era religiosa, Gringo? ¿Vos creciste en un hogar en el que la presencia de lo religioso ya era fuerte?

Mi viejo era más bien agnóstico. Había sufrido mucho de pibe, su papá murió cuando tenía cinco años. Era un tipo con un gran corazón, pero nunca me llevó a una iglesia. Sí fui bautizado y tomé la comunión. Recuerdo que en la colimba hice la confirmación.

Pero pasan cosas raras en la vida. Yo soy de un pueblo -bah, yo digo pueblo por el trato, por esa comunidad más chica, pero es una ciudad de 8.000 habitantes- que se llama San Cayetano. Mirá vos lo que es la vida. Aunque la que nació ahí es mi vieja, mi viejo -que nació y se crió en Mataderos- nació el día de San Cayetano, el 7 de agosto. Así que, aunque fuera agnóstico, había una marca ahí (risas).

A mi vieja la ubicaría mucho más en la religiosidad popular. Ella de chica aprendió el catolicismo, porque tenía una abuela muy creyente. Mi vieja es una mujer que reza todos los días. Es una mujer jubilada y vive en Canadá donde la cuestión de la religiosidad no se vive como acá. Y yo siempre pienso que ella, a su manera, llevó ahí algo de lo nuestro. Hace poco pude viajar y verla -hacía siete años que no la veía- y ella es de las personas que reza, pero no así en general, sino que va rezando y pidiendo “uno por uno”. Le lleva un rato eh. Imaginate que este proceso mío que se fue dando de a poco, la emociona mucho. El hecho de que yo haya llegado a abrazar a Cristo ella lo vive con mucha felicidad.

Cuando decís “abrazar a Cristo” me parece que decís eso literalmente, en el sentido de que te aferraste a él como lo que es para los cristianos: un Dios vivo. Pero cuando relatás tu experiencia comunitaria es como si estuvieses diciendo: Cristo vive por acá, en toda esta gente que está construyendo comunidad. Algo que me hace acordar, y te pido perdón por la referencia, a lo que decía un teólogo católico, Arturo Paoli, de que a Dios capaz lo podés encontrar en la Iglesia, pero seguro te lo vas a encontrar en el rostro de tu hermano, de ese hermano del barrio, del pueblo.

Claro. Para mi pasó por ahí. Pasó por ver a Dios en un montón de cosas, a veces chiquitas eh, en la relación con la gente, con los compañeros y compañeras, con las personas del barrio. Fijate que yo, que no era un tipo de misa, ni de culto, ni muy religioso, tenía una idea antes y una después de entrar a laburar comunitariamente. Con mis viejos, en los 70, vivimos en Merlo, donde mi viejo fue armando la fábrica de muebles que te contaba y pudimos tener unas condiciones de vida humildes pero muy dignas. Nosotros éramos seis: familia numerosa. La verdad es que incluso logramos zafar bastante bien -con dificultades pero bien- el Rodrigazo y la dictadura, que fueron un desastre para nuestro país. No teníamos auto ni lujos, pero teníamos laburo y vivienda digna. Y mirá vos como son las cosas que yo cada tanto, cuando estaba medio deprimido o me sentía mal, me iba en tren hasta Liniers al Santuario de San Cayetano. Pero cuando la crisis del 89, la hiperinflación y todo el desastre económico, me llevaron a laburar de vendedor ambulante, empecé a encontrarme con otras personas que la pasaban mucho peor que lo que la estaba pasando yo. Mi movimiento hacia los barrios me hizo ver eso, y ahí vi eso que decís: un pueblo cristiano. No lo vamos a idealizar, no, obviamente, tenemos de todo, hay muchos problemas y yo soy de los que no quieren idealizar, pero a mí me parecía que muchas cosas de la construcción tenían que ver con Dios acompañando a la gente. Y no te hablo solo de la militancia eh, te hablo de las relaciones cotidianas. De las formas en las que muchas veces la gente tiene maneras de compartir que, por ahí, desde afuera, no se ven claras pero que tienen mucho que ver con ese sentido del cristianismo.

Gringo, vos tenés formación en el peronismo. Y, permitime que te lo diga con mis palabras (que quizás traducen un poco también la historia de cada uno), en un peronismo que es popular, pero, de algún modo, es “de izquierda”. Y ese peronismo tuvo mucha relación con la formación teológica católica, sobre todo en los 60 y los 70, después del Concilio Vaticano II y con la formación de las teologías con vocación popular en América Latina. Pero acá, particularmente, prendieron dos: la Teología de la Liberación y la Teología del Pueblo. Ambas dieron hombres y mujeres muy comprometidos, quizás desde distintas perspectivas. ¿Vos te interesaste por eso? ¿Tuviste contacto en tu formación con estas cuestiones?

Sí, lo fui teniendo a través del tiempo, en ese andar que mezcla un poco el recorrido por la comunidad, la escucha y la lectura. De alguna manera, los Sacerdotes del Tercer Mundo incluían estas dos concepciones teológicas del catolicismo. La Teología de la Liberación, que es fuerte en muchos países de Latinoamérica y también tuvo su presencia acá, fue importante. Pero creo que en Argentina tenemos como cuestión fundamental el haber pasado por el peronismo. Eso inclinó mucho hacia lo que vos mencionabas, la Teología del Pueblo, donde yo me encuadraría más. No diría que tengo diferencias con la de la Liberación, yo no ando buscando las diferencias, pero me resulta más la Teología del Pueblo, que tampoco es que la haya descubierto hace tanto, sino que la fui descubriendo en el andar. Esto es un poco lo que pasa con el peronismo y la izquierda. Mirá, yo me he formado en el marxismo y como método de análisis me parece central, pero hay una cuestión que siempre veo como algo importante: el campo popular, el pueblo más pobre, es más abrazador. Es más contenedor. Por eso quizás yo me siento más cómodo con la Teología del Pueblo, porque siento que es más amplia, siento que están muy presentes el perdón y la misericordia que es lo que necesitamos para construir. Es una teología que está más lejos de los prejuicios, bah, al menos yo lo siento así. Eso me ayudó a acercarme al campo evangélico, que es parte de la religiosidad popular en nuestros barrios. Acercarse al otro, al hermano, no verlo como un peligro, sino como un compañero, ahí me parece que está la clave.

Acercarse al otro, al hermano, no verlo como un peligro, sino como un compañero, ahí me parece que está la clave

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¿Cuáles eran tus prejuicios antes de encontrar a los evangélicos en los barrios?

Hubo un momento en el que yo no me sentía ni católico ni evangélico ni nada, estaba renegado. No sabía que me pasaba. Siempre tuve ganas de descubrir, siempre estuve en una búsqueda. Entonces empecé a ver que, de alguna forma, el poder económico construye una disociación entre la política y la fe, y eso es adrede por parte de los poderosos. Eso lo vi en el catolicismo y me molestaba y después sentí que era parecido en el evangelismo. Entonces me pasaba esto: pensaba que quizás los evangélicos estaban despolitizados. Decía: pucha, esta gente dice que todo te lo resuelve Dios, ¿entonces vos que tenés que hacer? La verdad es que era una pavada, pero lo veía así. Pensaba que en esos espacios estaba disociada la fe de la lucha. No me daba cuenta de lo que hacían de verdad en muchas iglesias evangélicas en los barrios. Quizás yo esperaba que vinieran a una marcha o a un corte conmigo, como si todo tuviera que ser ese compromiso. Pero de repente empecé a ver lo que hacían en sus iglesias, sacándome ese prejuicio. Y por ahí tenían opiniones que nada que ver con las mías eh, pero lo que hacían tenía mucho que ver con el amor al pueblo.

En ese camino, además de compartir con compañeros y compañeras del catolicismo, empecé a recorrer iglesias evangélicas. Y así fui desarrollando una visión más amplia, más ecuménica.

La verdad es que en los evangélicos está más presente la cuestión de Dios. Le dedican mucho tiempo a la oración, hablan mucho de Dios. ¿Qué me pasaba? Que yo quería que me acompañen en la nuestra, en el tipo de lucha que hacemos nosotros. Pero a medida que fui recorriendo iglesias evangélicas me fui dando cuenta de que quizás ellos tienen otras formas de lucha. Ojo: a mí me encantaría que vengan con nosotros a las marchas y todo. De hecho, muchos vienen. Pero lo que te cuento es que yo me di cuenta que quizás el que no asociaba la fe a la lucha era yo, no los otros. Puede ser que haya una división muy fuerte entre la fe y la vida en algunas teologías donde es demasiado fuerte la idea de que todo depende de Dios y que tenemos poca capacidad de acción. Pero yo no lo veo con los pastores y pastoras que me cruzo en los barrios.

¿Con qué tipo de iglesias y pastores te encontraste?

Mirá, acá hay todo tipo de iglesias. Por lo general son pentecostales, es lo que más vemos en los barrios. Y ojo, porque mucha gente no sabe bien como es esto, no se trata de una superiglesia  (porque cada vez que se habla de iglesias pentecostales o neopentecostales la gente se imagina eso, que existe pero no es todo) ni de unos millonarios que le sacan plata a la gente, como muchas veces se dice. Nada que ver eh. Obviamente eso puede estar en otros lados, y puede existir, pero yo te cuento lo que yo veo como mayoritario. También he conocido iglesias bautistas, que están más entre la clase media me parece. Ahora me acuerdo que Bush era bautista, pero yo conocí un montón de bautistas muy progresistas y muy comprometidos. Acá en los barrios predominan, como te decía, los evangélicos pentecostales. A veces hay un prejuicio con ellos, porque muchos hablan sobre la prosperidad, y eso se lo asocia al dinero y otras cuestiones. Pero eso en los barrios tiene un significado muy distinto: la prosperidad acá no significa que vas a ser multimillonario, sino que vas a vivir mejor, a poder tener lo que te merecés como persona, que vas a poder integrarte en la comunidad, dejar una adicción. Yo estas cosas las fui entendiendo con el tiempo, viendo lo que hacían más que lo que dicen. A veces hay que dejar de escuchar un poquito lo que se dice de los demás, e incluso lo que ellos dicen de sí mismos, y ver lo que están armando y haciendo.

Lo que yo veo acá son pastores que sostienen su iglesia con una parrilla afuera de la iglesia haciendo choripanes y que, al mismo tiempo, están ayudando a pibes a salir de la droga. Si eso es teología de la prosperidad, me importa un carajo.

El problema que tenemos es que nosotros queremos que haya muchas coincidencias entre el decir y el hacer, si no hay coincidencia ya no nos gusta. A mí me parece que hay que mirar más lo que se hace que lo que se dice que se hace. Obviamente me gusta cuando las cosas van acompañadas de un discurso como el mío: pero a veces no es así. Entonces voy y veo, ¿qué están haciendo? Organizando un grupo de música, haciendo un equipo de fútbol, integrando a la familia. Bueno, hay que ver eso. Que muchos están logrando que la gente viva mejor. Y yo como peronista siempre pienso que las mayorías tienen que vivir bien.

Esto es como en todo, yo sé que se habla mucho de pastores que cobran esto o aquello. Mira, yo lo que veo acá es gente que aporta para que la iglesia pueda seguir adelante y que muchas veces los pastores pierden plata en el camino. Muchos tienen su trabajo y, además, la iglesia. Verlos actuar me hizo perder prejuicios, formamos parte del mismo pueblo.

En los barrios veo pastores evangélicos pobres que mantienen la iglesia con una parrilla haciendo choripanes. Que sacan pibes de la droga y tratan al otro con amor. Si eso es la Teología de la Prosperidad, me importa un carajo. No la veo por ningún lado.

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¿Tu encuentro con ellos fue producto de una decisión política o parte de ese propio caminar? En este último tiempo, vos tuviste, además, una vinculación con la llamada Pastoral Social Evangélica, que integra grupos evangélicos que no son solo aquellos de los que hablás del barrio, sino algunos que ya directamente se sienten progresistas.

Mirá, la verdad es que la construcción de comunidad necesita mucha paciencia. Los niveles de violencia cada vez crecen más por la marginalidad. Los modelos económicos que vivimos empujan a estas situaciones y nosotros tenemos que abrazar a todos. Así, fui encontrándome poco a poco con pastores, algunos de los cuales son militantes populares que me han acompañado en muchas luchas. Después, a medida que fui rompiendo prejuicios, me acerqué a un compañero y a una compañera y les dije que quería conocer a los pastores que ellos conocían. Porque te digo que hablamos de las iglesias del barrio y todo, pero también conozco pastores evangélicos que se formaron en la Teología de la Liberación, por ejemplo. Entonces, es un mundo muy amplio. Conozco gente evangélica que está con todas las luchas feministas, también. Pero lo central es acercarnos entre todos.

Así me fui acercando directamente a las distintas iglesias que están en los barrios. Ahí descubrí una visión muy amorosa hacia la comunidad, de mucha contención. Podés tener diferencias en la visión teológica, pero, en lo concreto, los pastores y las pastoras hacen el bien, cuidan a su comunidad, la abrazan y la contienen. Ni hablar de todo el trabajo social que hacen.

La verdad es que las cosas son así. Obviamente, hay compañeros y compañeras que por ahí lo ven de otra manera y me han dicho: “pero, Gringo, los evangélicos tienen lazos con la derecha, los evangélicos piensan tal cosa que nosotros nada que ver”. O mencionan el tema de Brasil, de Bolsonaro. Pero hay que dedicarse a ver las cosas: yo se de un montón de evangélicos en Brasil que no votaron por Bolsonaro. Así como también puedo saber que hay iglesias en las que se puede pensar de determinada manera desde el pastor, pero los que van a la iglesia no tienen porque pensar todo del mismo modo. Y de muchos que lo votaron pero antes habían votado por Lula, por ejemplo. Mi respuesta a los compañeros y a las compañeras es siempre la misma: “¿vos hiciste el recorrido? ¿fuiste a las iglesias del barrio? ¿hablaste con las pastoras y los pastores?” Claro, yo sé que puede haber muchas diferencias con algunas cosas, sobre todo en otros sectores, lo entiendo. Pero yo en ningunas de mis recorridas vi dueños de grandes bancos. Y mi problema es con esos sectores. Entonces voy a hacer todo lo posible por construir a partir de las coincidencias.

Vos sabes, sin embargo, que hay temas espinosos con la cuestión evangélica, sobre todo con una parte del espectro evangélico. Primero, con la agenda moral y temas como el aborto o visiones que existen sobre la sexualidad. Y después con perspectivas políticas, que muchas veces no coinciden con un pensamiento de matriz popular, de izquierda, del peronismo como vos lo entendés. ¿A vos que te pasa con eso, pero en el marco de la experiencia real?

Mirá, esto es interesante. ¿Vos sabés que, en la correspondencia de John William Cooke con Perón, Cooke le dice que hay alrededor de 600.000 evangélicos que tienen un compromiso muy fuerte y que están cerca de sus ideas? Eran otros tiempos, claro. Y también fueron cambiando las teologías, yo eso lo sé. Pero creo que tenemos que ver esas cuestiones.

Sinceramente no hablé del aborto con ningún pastor o pastora. Sí he escuchado sus posiciones y también las he escuchado dentro de la Iglesia Católica. Es un tema delicado porque yo te podría dar ejemplos como militante que son para tener en cuenta. A mí me gusta es partir de las coincidencias, entonces no voy a partir nunca de una discusión que nos divida. Yo en el barrio me encuentro con el trabajo que ellos hacen y después podemos tener todos diferencias entre nosotros, pero tenemos que ver esa totalidad.

Y después está la cuestión política. Te pongo un ejemplo. Sé que hubo 100.000 evangélicos que fueron a orar por los funcionarios, entre los cuales estaba Larreta. No es algo de lo que hicieran alarde, yo me enteré por un compañero. Pero lo que yo veo no es que están tomando un compromiso con un personaje particular, sino que ellos le están pidiendo al funcionario que haga el bien. Digamos que funciona más o menos así: “Yo oro por vos porque quiero que hagas el bien, no porque tenga un acuerdo político”. Quizás algunos pastores lo tengan, pero no van cien mil personas porque Larreta les dio algo.

Yo me fui enterando de estas cosas con el tiempo. Ellos oran por los funcionarios desde hace muchísimos años. Y reciben a los que los van a ver. Yo lo que sí te digo es que te puedo hablar de los que están en los barrios, los que conozco. Y acá la cosa es más o menos como te digo, hacen un laburo que tengo que valorar.

En tu posición, permitime que te lo diga Gringo, parece que te parás un poco “por arriba” de los debates que dividen al progresismo. Porque a veces, a los que quizás nos definimos de esa manera, nos cuesta un poquito más entender al otro cuando encontramos algunas diferencias.

Mirá, para mí el progresismo es una tendencia transversal que nos cruza a todos. Hay posiciones progresistas que te pueden gustar y posiciones que no. El tema es que nadie es totalmente progresista. Hay progresistas que terminan pidiendo más policía para reprimir las manifestaciones populares. Y esas contradicciones también se ven en el pueblo más pobre, donde hay compañeros que tienen posiciones que muchos definimos como fascistas, como ultranacionalistas. Lo mismo pasa en la clase media, hay un sector mucho más individualista y otra parte más progresista. Me parece que hay que encauzar los diálogos. Muchas veces pienso por qué pienso como pienso y siento que me salvó la vida haberme casado con una compañera que nació en Cuartel V, Moreno, pegado a José C. Paz. Eso me ayudó muchísimo. Estar con una piba de barrio me ayudó mucho a romper con el machismo que traíamos. Además, la relación con el barrio te ayuda.

¿En qué te salva? Contame un poco de eso si podés, Gringo.

Uf, te salva muchísimo. Me acuerdo que antes yo iba a bailar a algún boliche y a mí me parecía una caretada todo. Pero cuando iba a una bailanta no había nadie careta, cualquiera salía a bailar con cualquiera. Podías terminar a las piñas también, cosas que son propias de la violencia y el machismo. Pero en los sectores populares, por los motivos que sea, hay un abrazo distinto. Eso no implica una idealización, no quiere decir que todos son buenos, pero hay una construcción comunitaria. En los 70 también se daba eso en las clases medias, pero se dejó de dar. La clase media se metió muy para adentro, el individualismo le impide un poco la construcción de comunidad. Pero por eso no hay que tener un discurso contra la clase media: si antes pudo, si antes tuvo una entrega, ¿cómo no va a poder ahora?

Y en torno a estos temas que tienen que ver con el género y que vos planteabas por la relación que tenemos con la fe, hay cosas muy interesantes. Y ahí yo te digo algo que vos sabés de los evangélicos y que es muy bueno: no hay que olvidarse de que además de pastores hay pastoras. Y son muy importantes. Y las mujeres, me parece, han ido teniendo un rol fuerte, eso es lo que veo yo. Pero también hay muchas militantes populares. En la mayoría de los movimientos populares, las referencias son varones, sin embargo, hay mayoría de mujeres en el movimiento popular y vienen haciendo un proceso de combatir la violencia, denunciando, pero con otra relación con el pueblo, con mucho mas amor, no generando violencia. Ahí tiene que haber un puente y de hecho en la lucha contra la pandemia te puedo asegurar que el pañuelo celeste y el pañuelo verde están peleando en las ollas populares para darles de comer a los más pobres. Los puentes ya los hace el pueblo. Hay que tender a que no nos lleven puestos las diferencias y a profundizar las coincidencias.

Ya hablamos un poco de los evangélicos, porque es un tema importante hoy, como vos decías, para romper prejuicios y también porque vos sabés que a mí me interesa mucho. Pero yo quiero preguntarte que te pasa a vos como católico con el mensaje de Francisco. Contame un poquito qué implica para vos el Papa.

No solo soy católico, Mariano. Soy católico e hincha de San Lorenzo (risas). La verdad es que lo primero que me impactó es que diga “salgan de las iglesias, hay que desarrollar una actitud misionera, salir a predicar la buena noticia, hay que salir y hablar”. En ese momento todavía estaba con esa vergüenza de hablar de Dios. Después he hablado de Dios cerrando actos multitudinarios y eso ya está en nuestro pueblo, aunque sea una novedad para algunos de nosotros, pero el cristianismo ya está en nuestro pueblo. Entonces cuando vos hablas de Jesús, de Dios, cuando hablás de experiencias de fe, hay una participación popular increíble que no existe cuando queremos explicar Vicentin, por ejemplo.

Yo, como soy medio rompepelotas, les pregunto a los compañeros o compañeras si creen en Dios, cosa que jamás hubiera hecho 15 años atrás. Si creen, me gusta intercambiar las experiencias de fe porque eso te hace sentir más unido, poder compartir que Dios te acompañó. Creo que tenemos que tocar ese tema y, al mismo tiempo, ser muy respetuosos con aquellos que no creen. Y pedirles a ellos que sean respetuosos con nosotros, que somos creyentes. Formamos parte de la misma comunidad, de la misma nación.

Lo primero que me impactó de Francisco fue cuando nos dijo: “Salgan de las iglesias, desarrollen una actitud misionera, vayan a predicar la buena noticia”. En ese momento, yo todavía tenía vergüenza de hablar de Dios. Ahora me animo a hablar de Dios cerrando actos multitudinarios.

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A mí me pasa así porque soy muy amplio, me considero ecuménico. Si voy a un culto evangélico me siento muy bien, pero tengo a la Virgen de Luján que para mí es imposible que no rezarle, aunque le rezo a Dios también. Tengo toda esa mezcla.  

El cristianismo, ya sea católico o evangélico, está presente. Cuando hablás, hay una recepción popular que te conmueve. Creo que Francisco está ayudando a la Iglesia Católica a salir más. Porque el catolicismo tiene menos prejuicios en algunos aspectos, pero veo que en el campo evangélico el tema de Dios está en el lenguaje y en las acciones. A veces en el catolicismo está como más lavada la cuestión de Dios. Como que nos da un poco más de “cosa” hablar así libremente. A diferencia de los evangélicos, en el campo católico no decimos mucho que somos cristianos. No hablamos mucho de Dios, hablamos a veces un poco de la Virgen. Pero tenemos mucho lenguaje simbólico. Por ejemplo, el compañero o compañera que pasa al lado de la Virgen, se hace la señal de la cruz. Es un lenguaje simbólico donde no se dice nada, pero se dice todo. Todos vamos diciendo lo nuestro a nuestra manera. Los católicos y los evangélicos. Tenemos muchos compañeros militantes que son evangélicos, que van a las Iglesias y que constantemente nos hablan de Dios. Así, entre todos, vamos construyendo comunidad. Los que somos cristianos en las comunidades populares hemos ido entendiendo en nuestras propias vidas la importancia de la idea del “pueblo de Dios”. Aunque la idea de la construcción de comunidad pueda ser anterior a Cristo, es cuando leo los Hechos de los Apóstoles cuando veo el sentido de la comunidad.

Este es un nuevo descubrimiento para mí y me gusta que sea así. Me parece muy bueno y rompe con el prejuicio que yo creo que existe entre cristianos católicos y evangélicos. Estoy convencido que tenemos que ir hacia un ecumenismo más fuerte. Y ya los estamos viendo con la pandemia. Porque acá hay dos salidas. O mayor nivel de concentración económica, o sea, mayor amor al dinero o mayor nivel de organización comunitaria, para lo cual el cristianismo es central para desarrollar una estrategia de amor con el pueblo.

Por eso, entre el mensaje de Francisco de no quedarnos solo en las iglesias y conocer a tantos evangélicos en los barrios, yo fui adoptando otra actitud. Y ahora me animo a hablar de Dios hasta en actos. Mirá, pasó una cosa muy rara. Yo te contaba que nací en una ciudad que se llama San Cayetano y que mi viejo, que no era de ahí, nació un 7 de agosto, Día de San Cayetano. Y justamente un 7 de agosto de 2016 me tocó cerrar un acto en el que marchamos desde la iglesia de San Cayetano hasta Plaza de Mayo. Arranqué diciendo algo que venía hablando con amigos: que el pueblo no separa la fe de la lucha porque no separa la fe de la vida. Mi prejuicio era que solo se podía luchar como yo creía que había que luchar. Pero siempre grabo esta idea: ninguna lucha está separada de la fe.

El pueblo no separa la fe de la lucha porque no separa la fe de la vida .

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Tu mirada, me parece, se hace cargo de las contradicciones que tenemos. O por lo menos apuntas a eso y apelás a un concepto clave: comunidad.

Nuestra vida transcurre con contradicciones permanentes, las tuvimos y las tenemos todos. Somos contradictorios. El menos contradictorio fue Jesús y también las tuvo, también se sintió abandonado por Dios. El tema es cómo se rompen esas contradicciones.

Por eso tenemos que avanzar en el camino de romper prejuicios. Ese también es un planteo de Francisco que, a mí, como católico, me toca mucho.

Yo el problema lo tengo con los que concentran la riqueza, no con un pastor que tiene un discurso que puede ser funcional a la teología de la prosperidad pero que después en el barrio hace choripán para mantener la iglesia. La relación y la apertura para la organización comunitaria me ayudó a romper mis prejuicios de clase media donde todo pasaba por lo que se decía. Si no hubiera hecho ese recorrido yo no sé si los rompía. O los rompía de chamuyo, pero después en concreto no lo hacía. A mí me gusta viajar en tren, hay un vínculo distinto. Obviamente no me gusta viajar apretado como se viaja en el conurbano, pero necesito estar en permanente contacto con los sectores populares para aprender.

Claro, antes en los 70 y los 80 la cosa era más fácil: había mayor centralización a través de las sociedades de fomento en los barrios Durante la década del 90, empezó a fragmentarse esa construcción comunitaria. En esa fragmentación, afloraron los prejuicios de todos. Es decir, había sectores que tenían prejuicios conmigo porque yo cortaba una ruta y era un piquetero; y yo con el otro porque hablaba de Dios, pero no me acompañaba el corte de ruta. Hoy me doy cuenta que esos prejuicios no tenían ningún sentido. Ahora veo las cosas de otra manera. Porque lo que me permitió y me permite romper los prejuicios es la vinculación comunitaria. Pero también me ayudó profundamente tener una idea de trascendencia, una relación religiosa y poder decirla.

Hoy estamos viviendo una crisis brutal, que tiene su costado más doloro en los barrios populares, donde estás vos, donde está la UTEP. ¿Cómo ves la salida de esto?

Hoy que se habla del virus como el enemigo invisible, cuando lo que tenemos es un sistema visible que concentra cada vez más el capital. Un capital improductivo, el financiero, pero que se sostiene sobre la base de lo productivo. Hay algunos que ganan cada vez más, mientras se deterioran las relacione sociales de las mayorías.

Y ahí hay algo interesante vinculado a lo que charlábamos antes. Yo soy católico, pero hablamos un rato de los evangélicos. Y yo he asistido a algunos cultos evangélicos, acompañando a mi comunidad. Hay distintos tipos de culto, algunos son más tranquilos, pero la mayoría son muy fuertes. A mí me encanta la movilización, el bombo, lo estridente, porque te llena de energía para la lucha. Y esos cultos evangélicos que tienen mucha fuerza, mucha música, a mí me encantan por eso. Porque me llenan de una energía importante para enfrentar la vida, las cosas que nos pasan. Yo creo que podemos y que lo vamos a hacer: que vamos a ir caminando a un ecumenismo que ayude a romper los prejuicios. El proceso de concentración económica va a querer romper con todo lo que tiene que ver con la fe, pero antes de eso va a profundizar la fragmentación. Nuestra tarea militante y como cristianos es trabajar mucho el ecumenismo, la unidad de los trabajadores, la unidad del movimiento nacional que incluye a la pequeña y mediana industria e incluso a sectores de la gran industria. Siempre digo que no hay que tener un problema con el capital privado: el problema es que seas parte del capital privado y que lo único que te interese sea acumular más plata y no te importe la comunidad, que no tengas una visión de la función social que tiene que tener el capital.

Este tiene que ser el momento de la unidad de todos en una comunidad. De los que creen cosas distintas, de los que creen y de los que no creen, de los trabajadores y las Pymes, de los empresarios que quieren aportar a una construcción comunitaria, de todos, en definitiva. Pero para eso, como ya te dije mil veces (risas), hay que romper prejuicios. Porque romper prejuicios es lo que nos ayuda a salvarnos, es parte de la salvación que Cristo plantea.

Las distintas fotos fueron proporcionadas por el equipo del Gringo Castro. La foto de portada es de Andrés Wittib de “El Grito del Sur”.

El autor agradece especialmente a Beto Vicenzi por su colaboración permanente en esta entrevista.

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Comentarios

  1. Adela

    el 21/06/2020

    Implecable, me suele pasar con las iglesias evangélicas ya que soy católica y ésta nota me dio un panorama muy claro por lo que debemos seguir luchando y buscar coincidencias para ni más ni menos el bien de la comunidad!! Gracias “Gringo”

  2. Almendra

    el 27/06/2020

    Tremenda Nota!

  3. Hernan

    el 28/06/2020

    Muy buena nota, el Grinflgo inspirador.

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