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¿Más Buda y menos Durán Barba? “Lo que siembres, cosecharás”: la básica, sencilla pero inquebrantable primera regla del Universo para los budistas (la ley de causa y efecto y del retorno de cada acción) describe mejor la situación actual de la oposición y del peronismo que la ciencia de los brotes verdes y la comunicación segmentada. ¿Qué hizo el peronismo para merecer esto?

Al peronismo no le debe molestar la comunicación segmentada, tanto como le debería molestar ser un segmento, perder su capacidad de atrapar todo. Dejar de ser el todo para pasar a ser una parte. Es la herida narcisista que sangra en el destrato conceptual de un gobierno que acepta el peronismo bajo esas condiciones: es (solo) el Partido de los Pobres. Por ende: un partido en disputa. Porque el gobierno es el Partido del Estado. Y en esos términos: quienes podrán disputar la base de votos de Cristina, la base AUH, la base popular de la Tercera Sección Electoral es Cambiemos, que aceptó ese lugar para el peronismo, pero se pregunta hasta cuándo lo aceptará.

¿Quién era el jefe de la oposición a Néstor Kirchner en el 2006? ¿Quién lo será de Macri en 2018?

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La Argentina suele proceder por ciclos de hegemonía e implosión, un Stop and Go político que imita y funciona en espejo con el de la economía. El poder primero se concentra, en un ejercicio de redistribución inversa: se le da más poder al que más tiene, y este sistema se completa con un escenario de oposición atomizada. Esta hegemonía no es numérica, ni se define meramente por los lugares en la cámara de diputados o senadores. Se da por el peso del Partido del Estado, la expectativa de reelección y su impacto en los actores económicos y sociales: este proceso se tornó aún más fuerte después del 2001 y la quiebra del sistema de partidos. ¿Quién era el jefe de la oposición a Néstor Kirchner en el 2006? ¿Quién lo será de Macri en 2018? El Partido del Estado como único partido nacional argentino perpetúa un desequilibrio del sistema político que deviene estructural. ¿Cómo se hace oposición hoy en la Argentina? En principio, asumiendo que se lo es.

A la vez, la temporalidad del peronismo desde el 10 de diciembre de 2015 está marcada en todas sus expresiones (desde las más radicalizadas que optan incluso por diluir los símbolos hasta las más dialoguistas con el gobierno) por la ansiedad de una mala caracterización: la idea de Cambiemos como excepción o error histórico, como un cuerpo extraño en el país inevitablemente peronista. Ese “peronismo esotérico”, que sostiene que el alma argentina es ineludiblemente peronista por algún designio de Dios o de la Historia, tiene consecuencias claras en la práctica. En primer lugar, es una guía para la inacción, es creer que si esa “vuelta” ocurre mientras se la invoca como a un espíritu que no (nos) incluye, no hace falta realizarla sino esperarla con la media sonrisa del sobreentendido determinista. “Demos RT hasta que termine el macrismo”, con las piernas sobre la mesa y el sillón caliente pareciera ser la consigna: de alguna manera, el “condenados al éxito” peronista lo resolverá todo, solo. No hace falta en realidad hacer nada, solo colgar un poster de Cafiero en el muro del Facebook y esperar que se desate la crisis de la deuda macrista. Más que una oposición, es un gobierno en el exilio, melancólico y nostálgico, plagado de internas y cuitas menores, y, lo mas importante, sin ideas nuevas de ningún tipo. Refugiado en la historia y en la identidad, sin proyecto de futuro. Esa esperanza esotérica no recuerda que el peronismo se repuso a sus derrotas (1983, 1985, 1999) con hombres y mujeres que se pusieron la tarea al hombro. La renovación fue el vehículo para aggiornar y atravesar el desierto. Incluso el “maldito” Duhalde, corrompió por dentro ese designio de que el peronismo no perdona las derrotas y volvió a poner el peronismo de pie. Es decir: creer que el peronismo vuelve no libera de la acción de hacer que vuelva, de asumir esa tarea.

Esta concepción del peronismo reproduce en clave positiva la vieja acusación histórica, a saber, que este necesita de las crisis para acceder al poder (casi como un patovica que le dice a la sociedad “córranse, yo me ocupo de resolverla”) cuando en realidad esta relación de necesariedad entre peronismo y crisis lo sepulta frente al electorado al que se supone debería volver a seducir. La sociedad puede encontrar que la solución es más simple: que el peronismo no vuelva a gobernar. En el fondo, este esencialismo peronista sirve para escamotear la autocrítica y evitar pagar la factura histórica que inevitablemente llegó, como le sucediera al radicalismo en los años 2000. Pero el resultado de la elección y el período de hegemonía amarilla que se abre no deja ya más lugar a atajos o fugas. Mao Tsé Tung conducción: tal vez llegó la hora de la Larga Marcha. Y de construir las herramientas, organizaciones e instituciones para transitarla.

Es un imperativo del realismo político: no se puede hoy ser anti progresista y anti macrista a la vez

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Cambiemos resolvió su relato, su misión histórica y su tabla de resultados políticos: derrotar al peronismo. Derrotar todos los peronismos, incluso los peronismos (y tal vez sobre todo) que se le quieren parecer. Su troupe atomizada de funcionarios desdramatizados no escapa a ese mandato, de allí el peso histórico que carga en sus espaldas: como Mauricio Macri o Alejandro Rozitchner quienes, a su modo, son hijos de padres exitosos que mataron al padre y modelaron un “ego liviano”. Así es la relación con la Historia en Cambiemos: no se trata de contrapesar al peronismo con otro caudal de símbolos (Frondizi, Alfonsín, Borges, Sarmiento o quien sea) sino de “dejarlo solo”. Faltar a su fiesta de símbolos. Vaciar los billetes de próceres para poner flora y fauna de un país que ofrece su naturaleza y turismo al mundo. Como ese muñeco de Zamba pinchado en un costado del predio de Tecnópolis: no lo pinchó con una tramontina un gaucho unitario, sino, simplemente, dejaron que se desinfle en el pasto. La adversariedad de Cambiemos es abandonar el campo de batalla de los símbolos. Se lo dijo Peña a Pagni sobre la fauna en los billetes: “algo chiquito que hicimos.” “Algo cultural.” El peronismo es lo colectivo, lo sindical, los pobres y los planes, lo corporativo, los próceres y mártires… el peronismo es la muerte. Así, también en la comunicación muchas veces “tercerizan” sus grandes trazos ideológicos en columnistas o periodistas a cargo de la “densidad”, mientras su elenco de funcionarios parece dispuesto a hacer política de 9 a 18 para después cuidar a sus hijos, salir, tomar el último sol de la tarde y cuchichear lo pendiente de una vida privada que dejaron en pausa para cuando terminen el paso por la pública.

unidadciudadana

La crisis del peronismo es larga y preexiste a la derrota electoral del 2015. El poder del Estado y la conducción kirchnerista (el FPV funcionó en relación al peronismo de manera similar a la del PRO con los radicales en Cambiemos, conduciéndolo “desde afuera”) disimularon esta realidad, que se volvió más evidente en los años macristas. Cambios en la estructura de la clase trabajadora, en las formas de la sociedad y la política y la erosión del tiempo en un movimiento de 70 años de existencia han contribuido a este fenómeno. De manera elemental, podría pensarse que si gobiernan “los ricos” es porque el “Partido de los Pobres” ha hecho las cosas bastante mal o se ha convertido en otra cosa, como en la metáfora orwelliana de “Rebelión en la Granja”. Será necesario hoy un peronismo en zapatillas y sandalias, que pueda volver a dar testimonio, antes que esas inútiles demostraciones de poder “duro”, el desfile de intendentes, orgas y tanques. Un peronismo que rompa su autopercepción anti republicana de que cuanto peor mejor, que condene la corrupción (sus corrupciones), que reconozca la naturaleza de una realidad social tóxica que no se repara solo con “políticas sociales” o con un giro economicista que descubre la vida y la penuria del hombre que está solo y espera.

Construir la oposición es mucho más que reconstruir o unificar al peronismo.

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Lo importante, en cualquier caso, es que la solución al dilema opositor no se resuelve con la mera “peronizacion”, tentación frecuente en los sectores peronistas opositores el kirchnerismo. ¡Cuando las papas queman, rompa el vidrio y nombre a Perón y Evita! Como Scioli en octubre 2015. Como Cristina en Octubre 2017. Pero ese matafuegos ya no funciona, o funciona mal, y esa utilización implica una subestimación del electorado en general y de la propia memoria histórica del peronismo en particular. Es necesario encontrar las palabras y los conceptos para hablarle a la época. Ser contemporáneo.

El macrismo seguirá aplicando el método que tanto resultado le dio desde su gestación en la Ciudad de Buenos Aires. La pelea Telerman-Filmus posibilitó la primera victoria en 2007, y desde ahí que la fórmula es casi idéntica. Oposición dividida, uso inteligente del ballotage, candidato con buen piso y mal techo, victoria asegurada. El Teorema del kirchnerismo porteño, proyectado hoy a toda la Argentina: Cristina Fernández de Filmus.

Cristina no es, sin embargo, el último de los problemas. Si mañana decidiese retirarse de cualquier contienda electoral de aquí en adelante, la crisis del peronismo continuaría. En principio retornar en una idea: el peronismo es diverso, el peronismo no es uno solo, y cualquier forma democrática debería dar cuenta de que tampoco es excluyente. Acumula tres derrotas: 2013, 2015 y 2017. Perdió las tres veces en la provincia de Buenos Aires. La provincia que nacionaliza los resultados pero que provincializa los proyectos, como dijimos: el peronismo enfrenta su conurbanización, su segmentación como partido de los pobres sin un proyecto nacional. ¿Pero se trataría, sin más, de recuperar el “centro” perdido? ¿Y de hacerlo contrapesando a la “izquierdización” kirchnerista un giro conservador, por ejemplo, con reflejos antiinmigratorios o con una nueva liga de gobernadores?

El Teorema del kirchnerismo porteño, proyectado hoy a toda la Argentina: Cristina Fernández de Filmus.

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La mayoría no se construye con la suma de las partes. El radicalismo ha sido un partido de centro por vocación y por eso fue cada vez más minoritario, el peronismo lo ha sido por promedio histórico, fue detrás del signo de cada época y por eso tuvo tanto poder como, en simultáneo, riesgo de caer en el abismo. El peronismo hoy es la segunda fuerza nacional, aunque atomizada, sin una etiqueta que lo una, y ha ofrecido en cada distrito una alternativa local, de hecho es la segunda fuerza en la provincia de Buenos Aires. Pero aún con su minoría potente cabe la pregunta: “¿puede morir?”. Sin poder y sin mayoría, parece perder sentido histórico. No es fácil. Sus fórmulas tradicionales de comprensión interna (“el que gana conduce, el que pierde acompaña”, “no nos estamos peleando, nos estamos reproduciendo”) no corren sin el poder del Estado como ordenador. El 2017 fue una repetición del 2015 (con el mismo resultado) y de no mediar una intervención creativa de la política, puede volver a suceder en el 2019. Un dirigente peronista bonaerense (de un distrito agrario) nos definía su decisión de acompañar la experiencia de UC como parte de un hartazgo: “Estoy un poco roto las bolas del peronismo de los sabios que saben de conducción, que saben de mayorías, que saben de contención y representación popular, que tienen todo claro pero no hacen nada. Solo reuniones endogámicas para quejarse de cómo el kirchnerismo avanza, es cerrado y no entiende a Perón. Pero todo eso lo dicen en lobbies de hoteles, en reuniones secretas, dorándole la píldora a los establishment provinciales y siempre hablando peor de nosotros que de Macri.”

pichetto

Construir la oposición es mucho más que reconstruir o unificar al peronismo. Es reconstituir la gran coalición de los años 2000, la de la fórmula de la Coca Cola kirchnerista, ese blend virtuoso entre las clases medias progresistas, las organizaciones del peronismo y la institucionalidad conservadora del mismo peronismo. La sola condición de un liderazgo no es su capacidad de disciplinar, ni la articulación de un discurso ideológico coherente, sino también la imaginación al poder: ¿cómo contener la memoria común y los caminos futuros en una misma casa? Es un imperativo del realismo político: no se puede hoy ser anti progresista y anti macrista a la vez. Y es por esto que el Peronexit de CFK constituyó una victoria estratégica tan importante para Cambiemos: una sentencia de divorcio. Como quien dice, el progresismo es mío y solo mío.

De un lado Cristina con votos que impulsa desde siempre una “depuración ideológica” solo productiva para un partido de minoría que se imagina un destino parlamentario, un FIT peronista, y no una alternativa de poder.  Por el otro lado, la parte peronista del divorcio (rencorosa y secreta, como la definió la cita del dirigente) parece considerar que el cristinismo ha logrado escriturar ese sector “progre” del electorado por siempre jamás, y decidió simplemente ignorarlo y se apresta a mirar un prode político de raje para saber qué “goberna” peronista nos salvará (¿Uñac, Manzur, Urtubey, Schiaretti?) y depositar las esperanzas en un remoto caudillo. Ese peronismo viene perdiendo ante un electorado que prefiere votar al anti kirchnerismo marca nacional. ¿Cuál es la política, no hacia la dirigencia kirchnerista, sino hacia su electorado? Porque lo que Cristina separó, forzosamente lo ha vuelto a unir Macri. De modo que el peronismo deberá, en primer lugar, y para devolverle creatividad a sus internas, aceptar que disputa también electorados comunes. De este modo el peronismo saldrá de ese empate entre su ala progresista con votos (que no alcanzan) y su ala conservadora que se imagina contenedora de popularidades que no tiene. Unos deberán aceptar: sí, existe el peronismo de izquierda. Otros deberán aceptar: sí hay una dirigencia peronista que cuando ve la soja no llora. La realidad de “las máximas” al interior del movimiento que creó Perón es que hoy el que gana conduce echando a los derrotados; y que cuando se pelean no se reproducen, se despedazan.

En criollo, al Cambio se le gana con el Cambio

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¿Alguien puede articular ese peronismo de izquierda con las mil negociaciones territoriales de un peronismo que también tiene intendentes, referentes sociales y sindicalistas o gobernadores ? De allí que el empate virtual del peronismo hoy se exprese entre Cristina y Pichetto. Una síntesis imposible entre las plazas del aguante y el realismo de Palacio, entre “Macri, vos sos la dictadura” y “RAM es Sendero Luminoso”. Salir de esa encerrona con la clásica máxima: por arriba.

En la noche del 22 de octubre también se disipó la niebla mental de aquellos que nunca ven venir que el peronismo acepta las derrotas, no es golpista y siempre vuelve a empezar. En sánscrito, la palabra “Karma” significa “hecho” o “acción”. En criollo, al Cambio se le gana con el Cambio.

 

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Comentarios

  1. El gesto y la impostura: fragmentos del relato cambiemita – MARIANO VAZQUEZ

    el 06/11/2017

    […] En el mes de marzo, el ilustrador Alexis Moyano interpretó algunos testimonios opositores al gobierno de CFK y retrató el tono desaforado donde el odio de clase, de género y  racial, conforman un elemento transversal que articuló muchas de esas manifestaciones con un único hilo conductor: la necesidad de que el kirchnerismo llegue a su fin. En ese terreno deforestado por el rechazo al populismo y que el Pro supo labrar y viene dando sus primeros resultados electorales, no solo con la presidencia de Mauricio Macri sino con la elocuente victoria en las legislativas del pasado 22 de octubre. […]

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