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LA EXCLUSIÓN DE LOS EXCLUIDOS

Tiempo de lectura: 3 minutos

Ni los números del INDEC, ni los números de las encuestas dejan dudas: en la Argentina de Macri la principal preocupación es económica y lo único que brota es el hambre y la pobreza.  Hace casi 70 años que la dirigencia política del país comprendió, de la mano del expresidente Juan Domingo Perón, que “nadie puede solucionar un problema social, si antes no soluciona un problema económico; y nadie soluciona un problema económico, sin antes solucionar un problema político”. Al parecer, hasta el entorno que rodea al Presidente comprendió el silogismo político que puede servir de guía para solucionar algunas crisis.

En ese marco la propuesta de Cambiemos es sencilla. Para resolver el problema político convoca a diversos sectores a un acuerdo nacional, tallado sobre sus propios paradigmas, con el fin de retomar la iniciativa y sembrar algunas certezas sobre el futuro. De esa manera, con la supuesta recuperación de credibilidad y fortaleza, busca solucionar lo que ve como su principal problema económico: la volatilidad cambiaria. Siguiendo la lógica oficial la tranquilidad económica y financiera resolverá el problema social que genera la inflación desbocada y la recesión.

¿No sería lógico ante el aumento de la pobreza y la indigencia convocar a las organizaciones que trabajan con los excluidos?

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Es decir, Cambiemos para surfear la crisis, garantizar la finalización de su mandato y dejar tranquilos a los fondos especulativos, mal llamados “mercados”,  invita a algunos sectores de la oposición a firmar un decálogo que solo contiene su propia mirada. Sería, en su lógica, la revolución de los acuerdos. Una versión sofisticada del viejo manual del poder en la Argentina que señala someter en las buenas y acordar en las malas.

La lista de invitados a discutir el acuerdo aun no está cerrada y los puntos parecen difusos. Hasta ahora los convites incluyen a líderes de la oposición como Cristina Kirchner, Sergio Massa, Roberto Lavagna y Miguel Pichetto, a todos los gobernadores, a la CGT, a los empresarios y a la Iglesia. La ausencia de los movimientos sociales en la nómina de los convocados resalta por sí sola. ¿No sería lógico ante el aumento de la pobreza y la indigencia convocar a las organizaciones que trabajan con los excluidos? ¿No sería atinado que el gobierno que se jacta de destinar la mayor parte de su presupuesto en políticas sociales no convoque a los movimientos sociales? ¿Cambiemos no encuentra ningún beneficio político en sentar a la mesa a uno de los pilares de su gobernabilidad?

La omisión en la convocatoria de los movimientos sociales es un síntesis del pensamientos que rige el gobierno de Cambiemos. Los pobres no se pueden sentar a la mesa a discutir políticas de Estado. Los  representantes de los trabajadores dela economía popular y las organizaciones sociales solo pueden ser atendidos en el ministerio de Desarrollo Social. Por eso, pese a que las estadísticas dan cuenta del aumento de la pobreza y la indigencia, y de que las crónicas detallan que los comedores comunitarios rebalsan, los dirigentes de los movimientos sociales no podrán aportar su grano de arena a los consensos básicos del futuro que imagina Cambiemos. Es que en ese futuro los pobres siguen siendo pobres y el dinero destinado a políticas sociales un remedio para contener el estallido siempre latente.

los pobres siguen siendo pobres y el dinero destinado a políticas sociales un remedio para contener el estallido siempre latente

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Para el gobierno la paz social que le pueden aportar los movimientos sociales, que los transforma en garantes de gobernabilidad, está dada por el asistencialismo. Así lo entiende Macri, así lo ejecuta la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. La movilidad social ascendente es solo parte de eso que le hicieron creer al pueblo. Es parte de los 70 años de maldición peronista. La estratificación pétrea de la pobreza parece parte del plan de un gobierno que alienta la desigualdad.

Por eso, en este caso, el gobierno evitará la sobreactuación. No es necesario pagar costos puertas adentro como el caso de la convocatoria a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Ni su núcleo duro, ni sus votantes blandos, quieren ver en la mesa de discusión sentados a los movimientos sociales. No se imaginan al dirigente social Juan Grabois o al secretario General de la CTEP, Esteban “El Gringo” Castro, sentados a la misma mesa que Macri.

La exclusión de los excluidos no es un olvido. Es un mensaje y es un símbolo. Dejar afuera de la convocatoria para un gran acuerdo nacional a los sectores más postergados es una decisión política.

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