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30 de agosto 2018

Sofía Negri

LA RESISTENCIA DE LA SOCIEDAD SALARIAL

Tiempo de lectura: 6 minutos

La industria 4.0 no significó hasta el momento en Argentina la automatización de tareas poco calificadas. Tampoco vino a terminar con trabajos mal pagos para crear otros nuevos, más interesantes. La industria 4.0 llegó en forma de plataformas. Novedosas aplicaciones le dan al trabajador expulsado de la sociedad salarial la posibilidad de encontrar una nueva forma de explotación: ser proveedor de servicios.

Con la flexibilidad como faro y apoyado sobre el aumento del desempleo, el capitalismo se propone revertir derechos conquistados en el siglo XX. La tecnología 4.0 le permite articular nuevas formas de poslaborismo para adaptarse a lo que mejor sabe hacer: desligarse de sus obligaciones como empleador.

Las tareas tediosas de la vida cotidiana se tercerizan cada vez más en mano de obra barata sin derechos laborales. De un lado tenemos personas que requieren reducir sus mandados y delegar sus obligaciones. Del otro, una empresa se vende a sí misma como plataforma: una economía colaborativa, modelo crowdsourcing. Todes nos ayudamos para cumplir un objetivo.

Rappi, por ejemplo, inaugura una aplicación. Es la dueña del espacio y, como tal, establece sus reglas del juego. Para ello, invita a dos tipos de jugadores: los consumidores y los proveedores. El consumidor requiere que otro vaya por él a hacer las compras al super, buscar un pedido, realizar un trámite. Esto lleva al rol del proveedor: una persona que, con o sin trabajo formal, necesita hacer más plata, dispone de algún medio de transporte propio y de algo de tiempo para dedicar a la aplicación.

La tecnología 4.0 le permite articular nuevas formas de poslaborismo para adaptarse a lo que mejor sabe hacer: desligarse de sus obligaciones como empleador

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Para Rappi, consumidor y proveedor son usuarios de su plataforma. El proveedor no es un trabajador, es un colaborador que participa de forma libre e independiente. “Microempresarios”, los llamó el GM de la empresa. Se trata, como escribió Marx al final del cuarto capítulo de El Capital, de un contrato entre privados en el que reinan la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham (el propio interés).

El modelo de plataforma se erige como la solución capitalista a las molestias sindicales del siglo XX. En la mayoría de los casos, el proveedor está en negro, en otros con monotributo. Ni aguinaldo, ni vacaciones, ni obra social, ni ART corren por cuenta del dueño de la plataforma. El contrato de trabajo es reemplazado por las bases y condiciones de una aplicación. Esto aparece muy claro cuando, al ingresar a la app específica de proveedores, leemos sus reclamos en forma de comentarios y calificaciones: no hay una vía de comunicación institucional con los dueños, no hay dónde o a quién ir a reclamar.

Este modelo responde a las necesidades de los modernos consumidores y de las empresas, ¿pero qué piensa el proveedor? ¿Qué quiere? ¿Cómo se ve a sí mismo dentro de este nuevo sistema? ¿Cómo llegó ahí?

Las empresas dueñas de las plataformas tienen las respuestas: lo que ofrecen es un modelo alejado de las explotaciones tradicionales del sistema capitalista salarial. No más horarios de oficina, no más salarios fijos con un tope inamovible. Trabajás cuando querés, desde dónde querés y hacés la plata que decidís. Libertad. La voluntad individual llevada a su máxima expresión: todo (tu éxito, pero también tu fracaso) depende de vos. “Sé tu propio jefe”, dice Uber.

La voluntad individual llevada a su máxima expresión: todo (tu éxito, pero también tu fracaso) depende de vos

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Las expectativas que venden son las que demanda el mercado: las nuevas generaciones reclaman mayor flexibilidad en términos de horarios, trabajo por proyectos, home office. La libertad solicitada por el trabajador se convierte en la oportunidad perfecta para las empresas de desligarse de las obligaciones como empleador: un ejército de freelancers. Quienes trabajan en el sector privado han oído a gerentes, directores y ceos referirse a la dotación de su empresa como “colaboradores”, jamás empleados. Si estás auto explotado, el que tiene la culpa sos vos. La biblia del capitalista: no reconocerás relación de dependencia.

Esta relación entre libertad (expresada como flexibilidad horaria) y precarización se ve en las palabras de un rappitendero: “Ellos te piden el monotributo para desligarse de ponernos en blanco a trabajar, es así. Lo cual no veo mal porque si no, ellos nos tendrían que poner un horario y cosas así. La verdad es que la mayoría de los rappitenderos no tienen el monotributo, o sea trabajan como si estuviesen en negro.”

La cuestión de clase, sin embargo, persiste. En este nuevo modelo de flexibilidad poslaboral, la gama de los trabajos varía desde diseñadores gráficos, programadores, periodistas altamente calificados hasta trabajadores expulsados de empleos ya bastante precarizados (o que nunca llegaron a estos), para entrar a otros aún menos favorecidos: repartidores, paseadores de perros, empleados domésticos. Una parte de la sociedad sigue sirviendo a la otra pero cambian las formas de la explotación y esta vez ambas están precarizadas.

La verdad es que la mayoría de los rappitenderos no tienen el monotributo, o sea trabajan como si estuviesen en negro

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Mientras en otros lugares del mundo se discute cómo automatizar empleos pesados e inútiles para acortar las jornadas laborales y redireccionar el trabajo hacia espacios de realización personal, acá buena parte de la población tiene como horizonte el empleo asalariado tradicional: la jornada de 9 horas y los derechos básicos. El poslaborismo en Argentina toma la imagen del desempleo y el hambre, la tecnología 4.0 lo palia brindando empleos que no reconoce como tales, y los colaboradores piden, por favor, “explotame a la antigua”.

Dentro de este modelo de plataforma, Pedidos Ya resulta un caso interesante: los deliveries están ahora en relación de dependencia, como resultado de un conflicto con la empresa. Hace unas semanas, los Rappitenderos (así se llaman los repartidores) llevaron a cabo una acción de protesta. Los reclamos se asemejan bastante a lo que un trabajador esperaría de su empleo: ART, mejores condiciones de trabajo, instancias de negociación con la empresa. Más curioso aún, una organización sindical acudió al conflicto para apoyar la voz de los Rappitenderos, la Asociación Sindical de Motociclistas Mensajeros y Servicios (ASiMM). “Fuimos a acompañar a los trabajadores que fueron hasta la puerta de la empresa porque hay muchos desmanejos: cambios unilaterales en las condiciones de trabajo, hacen cargo a los trabajadores de pagar el uniforme y no se hacen responsables por la seguridad laboral sino que toda la inversión va a marketing”, afirmó Gabriel Acevedo, Secretario de Actas, a La Nación.

¿Hay relación laboral o no? Más importante aún, ¿quién toma esa decisión? Desde Rappi ya expresaron que los mensajeros no ven su participación en la aplicación como una relación laboral, pero pareciera que los “colaboradores” no están tan de acuerdo con eso.

Los reclamos se asemejan bastante a lo que un trabajador esperaría de su empleo: ART, mejores condiciones de trabajo, instancias de negociación con la empresa

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¿Cómo calan dentro de esta nueva conceptualización poslaboral del trabajo las instituciones tradicionales que entienden al mismo como organizador colectivo de la sociedad? ¿Sigue teniendo sentido el sindicalismo? Sí. Pese a los cambios en el entramado laboral (poslaboral), estas instituciones representan los derechos de la gran mayoría de los trabajadores (lo hagan bien o mal) y son quienes discuten paritarias. La organización de los trabajadores es clave tanto en el contexto de la sociedad salarial tradicional como en el que estamos transitando. Luchar por derechos y fuentes de trabajo perdidas no implica ignorar las transformaciones más profundas que puedan darse en el modelo capitalista.

El caso de Rappi resulta ejemplar dado que se logró que la empresa se comprometa a formalizar paulatinamente a los repartidores, a revertir modificaciones en la plataforma que los perjudicaba y a aumentar el monto por envío. Aquí la organización de los trabajadores en defensa de sus derechos resultó efectiva.

La transición hacia el modelo de plataforma profundiza las características neoliberales de la economía y el mercado de trabajo. Pero aún se encuentra en un estado inicial, afecta a pocas y pequeñas ramas de la economía, lo que lo hace endeble frente a la organización de los trabajadores. Casos como el de Rappi marcan los límites. La pregunta es si estamos ante las últimas resistencias de un estado de derechos que se resiste a desaparecer o ante la posibilidad de cambiar el rumbo neoliberal que el capitalismo 4.0 señala.

nuevas propuestas de izquierda plantean la apropiación, en lugar del rechazo, de los avances tecnológicos

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Desde aquí nuevas propuestas de izquierda plantean la apropiación, en lugar del rechazo, de los avances tecnológicos. La industria 4.0 vendría a presentar la oportunidad de pensar un mundo donde el trabajo pueda reducirse mediante la automatización y robotización. El aceleracionismo pretende darle al poslaborismo un tinte revolucionario. A primera vista, pareciera que aún no estamos en esa etapa, que en nuestro país no es tal el avance de la tecnología.

Lo cierto es que una transformación de tal magnitud requiere organización y el trabajo sigue siendo el espacio de articulación para la acción colectiva, incluso aquel enmarcado en relaciones poslaborales. Queda por ver cuál será la reacción del universo de lo salarial frente a estos cambios.

Rappi

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Comentarios

  1. majo

    el 27/01/2019

    hola me gustaría citar el articulo me podrían decir como, desde ya muchas gracias.

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