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18 de febrero 2018

Gonzalo Gutierrez Urquijo

MÁS QUE UN LIBRO, MENOS QUE DOS: EL SPINOZA DE AXEL CHERNIAVSKY

Tiempo de lectura: 7 minutos

Puede que la gente tenga más necesidad de filósofos, que los filósofos de filosofía. En efecto, la filosofía es a veces algo difícil y raro, tan difícil como raro. Pero es tarea de los filósofos y filósofas lograr que lo raro se vuelva un poco más fácil. Cuando alguien fuerza las fronteras entre lo fácil y lo difícil, redibujando la distinción entre lo raro y lo normal, suele tratarse de un buen filósofo. Y si la inteligencia consiste en contener muchos movimientos en pocos pensamientos, se la reconocerá sobre todo en la claridad y en la simpleza con los que hace pasar al frente los centros de gravedad de nuestra vida. Sin duda, la filosofía es una tarea colectiva; nadie piensa solo. Pero quizás sea necesario que el filósofo mantenga una particular lucha con la filosofía para que la gente pueda utilizar la filosofía como un arma. Y si el estilo, a su vez, desata ritmos en la inteligencia, la lucha se transforma en una danza y el pensamiento encuentra nuevas formas de organizarse. En este sentido, hay más de una razón para aprovechar el reciente libro de Axel Cherniavsky sobre Spinoza. Para quienes experimentamos hoy la necesidad de acercar el pensamiento y la vida, su trabajo multiplica los puentes hacia una filosofía que ha sabido desafiar el tiempo y la muerte.

En la medida en que condensa otros libros, pero multiplica también la posibilidad de leerlos, podría decirse que éste es más que un libro, pero menos que dos.

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El Spinoza de Cherniavsky forma parte de ‘La revuelta filosófica’, una colección de la editorial Galerna destinada a recrear el gesto con el que ciertos pensamientos se vuelven contra su tiempo para liberar nuevas maneras de pensar y vivir. Aunque duren lo que duran sus ideas, las filosofías se mantienen en un tiempo particular –eterno a su manera– desde donde intentan dialogar a través de los siglos. Sin dejar de ser hijas de su tiempo, generan con él vínculos extraños, pues suscitan en el pensamiento velocidades y lentitudes. Así, en el extremo de su compromiso, cuando el cuestionamiento de la herencia es parte de la renovación del saber, nada es más lógico que la revuelta. Demasiado precisa para ser habitual, la lógica de la revuelta nos permite explorar otros pasados y otros futuros para nuestro presente. De allí la utilidad de estos libros. Funcionan como herramientas para explorar el borde entre las condiciones internas y externas, ajenas y nuestras, históricas e intempestivas, que median toda lectura. Al ofrecer tanto una selección de textos como un estudio preliminar, alcanzan una flexibilidad que potencia en mucho la de su encuadernado. Razón de más para abrirlos, es como si de entrada estuviesen abiertos, pues ofrecen a los lectores el mecanismo que los sostiene. En el caso del Spinoza, la selección y el estudio se corresponden palmo a palmo, como en un espejo, creando una herramienta cuyo uso depende de los límites de nuestra imaginación. Podemos leer sólo el estudio o sólo los pasajes, o ambos por separado, o bien juntos y en paralelo, según el ritmo y el orden que más nos convenga. De cualquier manera, al ir y venir entre sus partes, pronto nos habremos damos cuenta de que el libro ya no es el mismo, pues progresivamente va ganando el espacio necesario para que realicemos –con él– nuestro propio recorrido. En la medida en que condensa otros libros, pero multiplica también la posibilidad de leerlos, podría decirse que éste es más que un libro, pero menos que dos.

Pero aquello que como lectores nos permite avanzar es la manera en que el autor ha sabido recrear el aspecto literario del spinozismo

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¿Cómo ha re-vuelto, entonces, Cherniavsky a Spinoza? ¿Cómo ha hecho corresponder la selección de textos con el estudio preliminar? En principio, buscando en la originalidad del spinozismo el impulso de su revuelta. Bajo la figura de la novedad, nos dice, esta singularidad sólo sería definida en función del pasado. Pero la originalidad de una filosofía también se revela en su capacidad de inaugurar vínculos fructíferos con el futuro, interpelando la actualidad de quien la recupera. Para cruzar entonces el desierto temporal entre Spinoza y nosotros, sus textos han sido prolijamente desordenados. Y al leer, capítulo a capítulo, el estudio preliminar, la reconstrucción se convierte en una especie de aprendizaje que desanda los aspectos más complicados del sistema. Tras lo más abstracto se encontraba ya lo más vital, pero un detour era necesario para hacerlo emerger. Así, entre el estudio y la selección, el camino es el mismo. Pero aquello que como lectores nos permite avanzar es la manera en que el autor ha sabido recrear el aspecto literario del spinozismo. Ya en su primer texto, Spinoza proponía una reforma del entendimiento mediante una novela en primera persona, construida con recursos clásicos e ideas de suma originalidad. Un hombre busca la felicidad; en el camino, conoce a Dios. Al volver en sí, trae el criterio para recomponer políticamente a la humanidad en la naturaleza y ajustar cuentas entre la teología y la filosofía. Todo ello se condensa en una ética, que es también el trabajo de una vida. En su selección de textos, Cherniavsky se vale de los escritos políticos y alguna de las cartas de Spinoza, pero se propone sobre todo una reorganización de la obra principal, la Ética demostrada según el orden geométrico. No ya una novela de formación, sino un tratado sobre la naturaleza de las cosas; una filosofía que comienza por lo más abstracto para alcanzar lo inmediato y liberar lo más urgente. Es cierto que la Ética es un libro difícil, incluso uno de los más difíciles de toda la filosofía. Virtualmente imposible de leer de corrido, sus múltiples caminos desafían cualquier lectura lineal. Sin embargo, hay también en él algo que lo vuelve fácil y contagioso. Algo que, por momentos, resulta extrañamente familiar: la certeza de que entre sus axiomas, proposiciones y escolios se juega nuestra vida en común, y que ésta está hecha de los afectos que forjamos y nos forjan. Es en busca de esta singular propiedad que Cherniavsky ha rescatado, de los meandros de la exposición geométrica, la experiencia del personaje principal de la Ética: un sujeto cualquiera, una parte de la naturaleza.

Desde Pierre Bayle hasta el spinozismo latinoamericano, pasando por la ilustración alemana y el mayo francés, la historia confirma que el pensamiento de Spinoza no cesa de renacer. Hoy como siempre, la necesidad de leer a Spinoza puede medirse en la urgencia de las libertades que nos faltan.

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Pero aquello que como lectores nos permite avanzar es la manera en que el autor ha sabido recrear el aspecto literario del spinozismo. .Sin embargo, el tenor del libro (es decir, su propia originalidad) irrumpe cuando ciertos problemas reclaman ser pensados con una urgencia no menor a la que ya tenían en el siglo XVII. Mediante cuatro grandes conceptos: Potencia, Libertad, Verdad y Naturaleza, los primeros capítulos construyen la respuesta a la clásica pregunta por la felicidad y el método necesario para alcanzarla. En cierto sentido, también son maneras diferentes de plantear la misma pregunta, según unas perspectivas que nos permiten variar el ángulo de aproximación. El quinto capítulo está dedicado a La muerte, el tiempo y la eternidad, y ensambla estos conceptos como momentos de una misma y única respuesta. Luego, la conclusión nos ofrece una clara recapitulación y la razón de conjunto termina de emerger. Había que entender nuestra propia potencia como parte de la naturaleza para que la libertad sea verdadera. Había que abordar la teoría del conocimiento por su utilidad para que la teoría del ser (u ontología) devenga un problema vital. Al final del recorrido, cuando el deseo se ha aliado con nuestra más alta tarea y la ética ha perdido todo resabio de moral, la felicidad se revela como algo susceptible de ser aprendido, comunicado, practicado. No se trata de un entusiasmo acrítico ni de un poder metafísico ganado en la contemplación, sino de la capacidad filosófica de forjar y reforjar las herramientas –es decir, los conceptos– que nos permiten pensar de otra manera, vivir de otra manera. Lo interesante del Spinoza de Cherniavsky es que, en la presentación de sus problemas, ambas tareas están siempre imbricadas.

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El desafío, entonces, se declina en una serie de preguntas. ¿Cómo aumentar nuestra potencia de actuar? Si bien ya se sabe que nadie sabe lo que puede un cuerpo, Cherniavsky hará hincapié en que, de igual manera, nadie sabe lo que puede la mente. El problema moderno de la relación entre el cuerpo y la mente podría parecer muy lejano, pero todavía nos acosa en lo más concreto. En efecto, ¿cómo entender el movimiento de mi mano? ¿Cómo dejar de ser un idiota? ¿Tiene la voluntad una fuerza? Habiendo descartado toda interacción, plantear la cuestión en términos de potencia nos pone ya en una senda sorprendente, pues nuestros propios sentimientos pueden ser entendidos como variaciones de una misma fuerza que nos constituye, pero también nos excede. La pregunta, entonces, se especifica: ¿Cómo devenir libres, es decir, dueños de nuestros afectos? Se trata de transformar las pasiones en acciones mediante la potencia de la mente, es decir, el conocimiento. La libertad, nos recuerda el autor, no es una cuestión de elecciones; la única elección posible es entre ser causa de la realidad o ser causado por ella. Pero, ¿cuánto es necesario conocer para ser feliz? Este libro contiene, en cierto sentido, la medida justa. Él nos recuerda que somos nosotros quienes estamos en el pensamiento, no al revés. En efecto, somos parte de eso que Spinoza llama “Dios o la Naturaleza”: una totalidad que, por absoluta, no deja de ser inmanente a las maneras finitas en que expresa. Así, aunque el libro altere el orden de exposición de la Ética, el recorrido por estas preguntas logra poner el práctica el método spinozista, es decir: volvernos conscientes de nuestra propia potencia.

El problema moderno de la relación entre el cuerpo y la mente podría parecer muy lejano, pero todavía nos acosa en lo más concreto.

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Desde Pierre Bayle hasta el spinozismo latinoamericano, pasando por la ilustración alemana y el mayo francés, la historia confirma que el pensamiento de Spinoza no cesa de renacer. Hoy como siempre, la necesidad de leer a Spinoza puede medirse en la urgencia de las libertades que nos faltan. En una época “repleta de bienes inciertos”, donde el marketing y la autoayuda disputan a la filosofía el dominio del concepto, su filosofía de la necesidad y la libertad nos confronta con una tarea lo suficientemente rigurosa como para sobrevivir los horizontes de cualquier época. Es necesario aprovechar los recursos de este libro, pues actualizan de manera original un inagotable reservorio de ideas.

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