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01 de septiembre 2019

Mariano Schuster

MATAR A UN EVANGÉLICO

Tiempo de lectura: 9 minutos

A Débora Gamboa y Martín Rodríguez
Soy el lugar donde el Señor tiende la Luz que Él es.
Héctor Viel Temperley.

I


“A las 10 de la noche de nuestro país se elevará una oración por Argentina, si puedes avisarles a tus contactos seremos muchísimas personas orando por la liberación de Argentina, solo ora con Fe. Ya que estamos en un momento decisivo a nivel político y cristiano. Mil gracias. (Cuando te llegue reenvía): solo cuesta 1 min. Hagámoslo”.

Recibo este mensaje el 13 de agosto en un grupo de WhatsApp. Subida del dólar, crisis social, mensaje poselectoral, bolsillos devaluados. Lo manda un amigo. Él no es cristiano evangélico. Pero se lo toma en serio. Y agrega en otro mensaje: “Entiendo que en el contexto parece en chiste. Pero lo mandé porque es parte de la sociedad y es la expresión genuina de muchos evangélicos que creen en el poder sanador de la oración. Les aclaro esto porque en otro grupo me respondían: ‘jaja’”.

Reírse de un evangélico es gratis. No cuesta nada. Mi amigo se dio cuenta. Quizás antes que yo.

el cristianismo no es una religión de justos sino de pecadores, no te convertís en bueno, pero intentá mejorar un toque. Mateo era recaudador de impuestos, Pedro lo negó tres veces, Pablo perseguía cristianos

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II

Leo historias viejas. Camino por la Costa Atlántica cerca de un pastor. Habla de Jesús. Te dice “yo te bendigo”. Te dice: “Si vieras lo que veo en mi Iglesia”. Te dice: “Dios sanó a un chico que no podía caminar”. Te dice: “Mañana vamos a repartir comida”. Te dice: “Nosotros amamos a los judíos”. Yo pienso en mi viejo: “viejito, estos nos quieren posta”.

Escucho música. Rock evangélico. Alabanzas que perdonan mis pecados y los tuyos y los de todos. No sé si creo o no creo. Creo que creo. Pienso: el cristianismo no es una religión de justos sino de pecadores, no te convertís en bueno, pero intentá mejorar un toque. Mateo era recaudador de impuestos, Pedro lo negó tres veces, Pablo perseguía cristianos.

Espero que alguien me diga: deja de poetizar, loco. Están en contra del aborto, son antiprogresistas, siempre igual, vos, haciéndole el juego a unos hijos de yuta, compensando con romanticismo esa fractura.

Bueno, gloria a Dios.

III

Una docente que trabaja en un colegio para adultos de Villa Tranquila (partido de Avellaneda) tiene un alumno. Se llama Gabi. Parece una mezcla de Axel Rose y la Tota Santillán. Pelo largo, panza ancha, y se puso un puesto de choripanes. Además, vende Coca Cola en una cancha de fútbol. Y vende en las marchas: le da igual la verde o la celeste, la rosada o la ultravioleta. Hambre después de horas de marchar tienen todos y todas y todes.

Desconocido rockstar que metiste a 400.000 personas en Atlanta, mi bohemio club de los judíos de izquierda. Desconocido rockstar que llenaste la cancha de Huracán, viejo Palacio

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Gabi es una historia singular y repetida: tenía un pasado jodido, dedicado al choreo. Hace un tiempo entregó una presentación personal a la docente. Terminaba diciendo: “Dios la bendiga”. La docente habló con él unos días más tarde. Era evangélico.

La historia es así: lo intentaron convencer de ir a la Iglesia. Fue una vez. Le pareció una gilada. Volvió a lo de siempre (aunque no la había dejado nunca). Tuvo que rajar del barrio porque lo buscaban unos. Volvió unos años después y fue a la Iglesia. Se quería hacer pasar por evangélico para que no le hagan nada y, después, vengarse de los que lo apretaban. “Voy a ir a la Iglesia esa y cuando crean que soy evangélico y no me hagan nada, yo los voy a hacer mierda a ellos”.

La docente le pregunta, entre risas: “¿Y qué pasó, Gabi?”
– Y, ya ve: me salió mal.

Gabi se disfrazó de evangélico. Terminó evangélico. Disfrazarse de algo también es un camino para ser ese algo.

IV

¿De qué me voy a disfrazar yo ahora?
¿Qué voy a ser mañana?
La conversión es un sueño eterno.

V

En 1954, el predicador Tommy Hicks llegó a la Argentina. Fueron más de cincuenta noches. De abril a junio. En cada una, hizo lo mismo. Levantó las manos, oró, intentó convertir, alzó un pequeño libro y dijo: “Esta es la palabra de Dios”. Desconocido rockstar que metiste a 400.000 personas en Atlanta, mi bohemio club de los judíos de izquierda. Desconocido rockstar que llenaste la cancha de Huracán, viejo Palacio.

A los dieciocho años lo llamaron a las armas. Bolilla negra. Había que hacer la colimba

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¿Hizo política Tommy Hicks? Por lo pronto rompió un prejuicio. El suyo. Y el del General.

Les costó estar frente a frente. Perón dijo no, Hicks dijo: “bueno, mejor no”. Hicks insistió. Cuentan las buenas lenguas: se abrazaron, hubo respeto desde las distancias. Perón dijo: “amigo, aquí tiene todos los permisos para predicar”. Cuentan las buenas lenguas: Perón estaba enfermo, Hicks lo oró. Cuentan las buenas lenguas: Perón se curó. Él milagro no era de Hicks. Era de más arriba.

Cada cual con su pecado, cada cual con su solución, pero todos con nuestra comunidad.

VI

¿Quién no necesita música y milagros?

VII

Daniel, como Pato, trabajaba en una carnicería. Un día escuchó el llamado. Y lo aceptó.

Era pibe. E hizo lo que hace un pibe. Grafitteó la puerta del negocio. Borró su viejo grito: “Viva Independiente”. Y escribió versículos bíblicos. Era la década de 1950.

Su prédica duró poco. Lo llamaron al servicio militar. Juntó a sus amigos y dijo: “No me van a ver pelado”. Objetar siempre, rendirse jamás.
Solo pudo mandar un par de cartas desde el cuartel. Relataba malos tratos por su religión. Decía que lo bailaban. Decía: “No obedecí órdenes que Cristo no hubiera obedecido”.

“Solían pegarnos bailes tremendos, y a él le exigían mucho más, pues lo trataban muy mal. Por la noche, quedábamos todos exhaustos, pero el cansancio no le impedía a Daniel abrir un pequeño librito que llevaba siempre consigo y nos leía la palabra de Dios”, comentó uno de sus compañeros, en su día.

Le dijo que los milicos lo iban a hacer hombre, que no sería como en el pueblo. El chico le contestó ‘No te preocupes, papá, vas a estar orgulloso de mí’

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Daniel Gavá duró veinte días en el servicio militar. Estaba, como otro soldadito cuarenta años más tarde, en un cuartel del sur. Exactamente en Choele Choel, Río Negro. Era el año 1957.

Un día, la mamá de Daniel dejó de recibir cartas. Recibió, a cambio, el cuerpo de su hijo entregado por uniformados. Dijeron que había tenido un accidente. No hubo marcha, solo entierro.

VIII

Omar Carrasco había nacido en Cutral Co, otro pueblo del sur. Y también era evangélico. Iba a una de esas Iglesias que hoy proliferan. Se llamaba “Ejército Mundial Antorcha de la Fe”. A los dieciocho años lo llamaron a las armas. Bolilla negra. Había que hacer la colimba.

IX

Lo dijeron pocos en su tiempo. Pero hubo una voz casi solitaria repitiéndolo: la de Gabriela Cabezón Cámara. Omar era evangélico.

“Al cuartel lo había llevado el padre en la camioneta que tuvo que comprarse después de la que se le hizo mierda el mismo momento en que conoció a Jesús. Le dijo que los milicos lo iban a hacer hombre, que no sería como en el pueblo. El chico le contestó ‘No te preocupes, papá, vas a estar orgulloso de mí’. Y entró con la Biblia en el sobaco, cantando Siempre adelante vamos con Cristo, con su palabra que es la verdad. Como soldados estemos listos, pues Jesucristo es mi general. Somos soldados de Jehová. Somos soldados de Jesús”.

Daniel Gava

X

Omar no duró ni una semana en el Grupo de Artillería 161 de Zapala. Lo mataron. No era lo suficientemente machito. No era lo suficientemente católico. No era lo suficientemente militar.

¿A alguien se le ocurría decir: yo critico la posición política de los judíos, pero respeto su religión? En el caso de los evangélicos funciona así: son de derecha en lo político, son chantas en lo religioso. Al parecer, no hay una arista para salvar.

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XI

¿Qué vida hubiese llevado Omar si no lo hubieran bailado hasta la muerte en la colimba? ¿Qué hubiese hecho él, el chico al que los militares intentaron “avivar” cuando ya estaba, de hecho, “avivado”? ¿Hubiera, acaso, tenido un oficio o se habría decantado, tal vez, por ser pastor? ¿Hubiese seguido la carrera en el Ejército, aun siendo un soldado de Dios? Quizás Omar, el cristiano, hubiese luchado para conseguir unos manguitos para viajar al festival de Luis Palau, el pastor de Ingeniero Maschwitz al que Billy Graham había apuntalado. O, capaz, hubiese conseguido con su laburo pagarse un pasaje en bondi y escuchar a Carlos Annacondia en una de sus míticas campañas de evangelización. ¿Qué hubiera pensado Omar de la marcha del orgullo? ¿Y de la distribución del ingreso? ¿Qué hubiese dicho de los que hoy, desde cualquier religión -incluida la suya- parecen soldados de la moral? ¿Habría hablado de la “ideología de género”? ¿Hubiese votado a Alberto Fernández o a Gómez Centurión? ¿A Nicolás del Caño o a Mauricio Macri? ¿Hubiese sido el cliché del retrato antievangélico que hoy hacen, por igual, algunos religiosos del ateísmo y del catolicismo? ¿O hubiese sido, como tantos evangélicos, un tipo que simplemente va a la iglesia, canta alabanzas, y hace su vida conforme a los tiempos terrenales y al mensaje de la Biblia? ¿Usaría el pañuelo celeste? ¿Consideraría la homosexualidad como una perversión moral? Quizás. O quizás no. Omar extendía sus brazos hacia arriba, cerraba los ojos, escuchaba Rescate o Marcos Witt, recibía los dones del espíritu, y hablaba con Dios. Era evangélico, simplemente. Evangélico, no imbécil.

XII

Roberto Arlt: “Raja turrito rajá, o te creés que porque leo la Biblia soy otario”

XIII

Omar no era Santiago Maldonado. Ni Luciano Arruga. Tampoco era Elisabeth Kaesemann, la joven evangélica y militante del PRT asesinada por la dictadura militar. Ni Oscar Alajarín, aquel evangélico metodista que, con la bandera de Perón en una mano y su Cristo Jesús en el corazón, levantaba la lucha de los ferroviarios, hasta que la dictadura militar lo desapareció en 1977. No, Omar no era Marlene Kegler, la joven paraguaya del Frente Antiimperialista por el Socialismo y hermana en la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP). No, quizás no era ella, a quien los militares torturaron y la sometieron al peor de los castigos: crucificarla. Omar era otra clase de mártir que no sabemos cómo nombrar. No se hizo, como Teresa Rodríguez, bandera o nombre de organización.

XIV

Omar Carrasco fue el último asesinado por una estructura de servicio militar heredada de la dictadura. Diseñada por la Vieja Argentina en Armas, como una institución de ruda cohesión para que los hijos de todas las clases se pusieran bajo bandera. Con él se ensañaron como lo hicieron con los Testigos de Jehová, mujeres y hombres que no estaban dispuestos a tomar un arma.

Omar Carrasco es el nombre de un paso de la democracia: la abolición de ese servicio militar.

Tomy Hicks junto a Perón

XV

¿Pensamos en él, un evangélico de a pie, cuando decimos “los evangélicos son chantas”, los “evangélicos son de derecha”, “son milagreros y truchos”, “estafan a los pobres para sacarles plata”? ¿Pensamos en Omar -en los tantos Omares de ayer y de hoy- que, en lugar de una teología de la pobreza apuestan a una teología de la prosperidad que, nosotros, en la izquierda, asociamos demasiado rápidamente con el neoliberalismo? ¿Hay algo que hagan bien o son solo “todo lo que está mal”? ¿Puede un progresista se evangélico? Ser progresista no solo es hacerse cargo de las propias debilidades. También es hacerse cargo de las propias contradicciones.

¿Todos los evangélicos apoyan a Bolsonaro? ¿Todos los evangélicos apoyan a Trump? ¿Se nos ocurre, a nosotros, decir que “los musulmanes son terroristas” o que “los judíos sostienen el capitalismo financiero internacional”? Y con los evangélicos que no opinan como nosotros, ¿no estamos traficando crítica ideológica para hacer, también y en el fondo, una crítica de una fe basada en milagros, en lo sobrenatural, en lo que desconocemos? ¿A alguien se le ocurría decir: yo critico la posición política de los judíos, pero respeto su religión? En el caso de los evangélicos funciona así: son de derecha en lo político, son chantas en lo religioso. Al parecer, no hay una arista para salvar.

Y con los evangélicos que no opinan como nosotros, ¿no estamos traficando crítica ideológica para hacer, también y en el fondo, una crítica de una fe basada en milagros, en lo sobrenatural, en lo que desconocemos?

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XVI

Hablamos muy rápido y muy pronto. Mientras, las iglesias siguen ahí. Las que tienen pastores extremistas que ingresan en política (y muchas veces lanzan mensajes de odio) y las que no. Las que tienen pastores que no entran en el terreno político y las que tienen -la mayoría- pastores que vienen de abajo, como de abajo viene esta sociedad. En casi todas -sin depender de la posición política de nadie- se producen milagros: el primero, quizás, sea el de todos estos argentinos que no encuentran a nadie que les diga: vos podés salir de ese lugar. Ahí están.

XVII

Omar era simplemente un evangélico. Un devoto de Jesús. Tenía derecho a vivir. Es decir, a equivocarse y a acertar. Da igual lo que hubiera pensado.

Desde hace veinticinco años, los jóvenes argentinos varones ya no sienten temor de que una bolilla decida su suerte. La muerte de uno -igual que en la Biblia- fue la llave para la libertad de todos. Hoy muchos otros voluntariamente eligen en el Ejército una salida, una profesión, un oficio. Son en su mayoría pobres.

La cruz de Omar fue la llave a nuestra libertad.

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Comentarios

  1. Bruno

    el 06/09/2019

    Espectacular. Dicho de a pie y con la sangre todavía manando de la herida. Buen punto de partida para reflexionar quienes nos autoproclamamos progresistas. Se agradece.

  2. Sergio

    el 15/11/2019

    Hay un error conceptual que termina integrando aquello mismo contra lo que escribe: la generalización. Cuando se habla desde el punto de vista político de evangélicos o de católicos, no se habla de la fe de estos, que, como la de nadie, no es cuestionable, sino del mecanismo que urden y mueven las instituciones que esos creyentes siguen. No se habla de la fe ni de los mártires, sino de los pactos y de las relaciones de poder que establecen sus instituciones EN NOMBRE de la fe. Los autores citados aquí eran profundamente creyentes cada uno a su modo, pero tenían muy claro el mecanismo operativo de la fe desde el comienzo de los tiempos. No se habla REPITO de la fe de los individuos sino de las ingerencias que las instituciones que los ordenan los envían a realizar como ciudadanos determinando el futuro de todos.

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