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13 de octubre 2019

Gerardo Fernández

MELOPEA, ESA HERMOSA AVENTURA DE LITTO NEBBIA

Tiempo de lectura: 6 minutos

Hubo un tiempo donde ir a buscar discos de promoción a las discográficas era para los difusores un disfrute inigualable, el regreso en bondi o subte se hacía eterno por la ansiedad de llegar y ponerse a escuchar el material e ir seleccionando qué canciones difundir en la radio. Recuerdo especialmente el local del sello Melopea que estaba en la calle Jean Jaures, a media cuadra de Avenida Corrientes, donde te encontrabas con discos del gran pianista Manolo Juárez, del oftalmólogo Eduardo Lagos -que vivió toda su vida de su profesión- de Fats Fernández o Walter Malossetti… un seleccionado de lo mejor de nuestra música popular que Melopea editó para que muchos músicos tuvieran, aunque parezca mentira, la posibilidad de sacar un disco. Y me refiero a figuras del tamaño del Cuchi Leguizamón o el pianista Jorge Dalto, radicado desde muy joven en Estados Unidos y que entre sus pergaminos tuvo el de ser pianista nada menos que de George Benson. De no haber sido por Melopea muy probablemente músicos como Dalto no habrían tenido un disco editado en su país. Pensemos que en los estudios del Nuevo Mundo, ahí en la calle Mariano Acha a metros de Avenida Congreso, nada menos que el Polaco Goyeneche grabó sus últimas obras para ese sello. También ahí un domingo por la mañana fue Winton Marsalis a grabar su participación como invitado en el disco “La música y la vida” de Fats Fernández. De esa grabación rescatemos esta anécdota muy dulce: en un momento de ese día Marsalis sale con la trompeta a tocar en la vereda, era una mañana soleada, y al día siguiente un vecino le pregunta a Mario Sobrino quién era el negro ese que ayer tocaba la trompeta en la vereda. Por los estudios del nuevo mundo también pasó Baby López Furst, uno de los más grandes pianistas que dio el jazz argentino.

Melopea editó el audio de la actuación del Cuchi, primero en cassette y luego en CD, por esas cosas imperdonables de la industria discográfica argentina ese fue el segundo y último trabajo publicado del Cuchi

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Melopea tuvo desde un comienzo la impronta de Litto Nebbia, que ya desde muy joven vio la complejidad que representaba publicar discos en un mercado dominado por discográficas no precisamente interesadas por la música popular argentina no comercial. Al mismo tiempo que Los Gatos dejaban de existir como banda Litto se abre hacia otros géneros (el tango, el folklore, el jazz o la bossa nova), y en 1972 grabó “Despertemos en América” junto a nada menos que Domingo Cura. Un año después armó un trío de excelencia con dos jóvenes músicos provenientes del jazz (Néstor Astarita y el negro Jorge González) con quienes que grabó el mítico “Muerte en la catedral” (1973), donde además participan Rodolfo Alchourron, Bernardo Baraj, Gustavo Moretto, Roque Narvaja, Ciro Fogliatta y Oscar Moro. Litto se abría camino como músico y empezaba a dar los primeros pasos como productor. Diríamos que desde joven Litto asumió varias tareas a la vez. Desde componer canciones indestructibles, bellas, innovadoras y clásicas, hasta asumir una tarea casi de “gestión cultural”, porque Litto ayudó a hacer emerger la música de su tierra y de su tiempo, emparentó el rock con sus raíces argentinas (el tango, el folclore), dialogó con el jazz y la bossa, con el afro beat, podemos verlos en la setentista película “Rock hasta que se ponga el sol” tocando junto a Domingo Cura. Y finalmente la fundación de Melopea, donde directamente grabó esos cientos de discos que son testimonios de su responsabilidad cultural.

Melopea editó álbumes centrales como “Dialecto”, un disco formidable del pianista Eduardo Lagos, junto al Negro González en contrabajo y Pocho Lapouble en batería, que contiene versiones estupendas de la “Chacarera del rancho” y “La oncena”, esa obra que Eduardo compuso en 1956 y que cuando se la mostró a Yupanqui el viejo le dijo “con mucho menos esfuerzo podría haber compuesto una chacarera”.

En 1983 Manolo Juárez organizó en Rosario un espectáculo titulado “Tres expresiones de la música popular” con la participación del Mono Villegas, el Cuchi Leguizamón y él. Melopea editó el audio de la actuación del Cuchi, primero en cassette y luego en CD, por esas cosas imperdonables de la industria discográfica argentina ese fue el segundo y último trabajo publicado del Cuchi. El primero había sido un LP del sello Philips a fines de la década del sesenta. Melopea también editó el último trabajo del Dúo Salteño y “Contrafuego”, un disco monumental de Raúl Carnota que sigue aguardando el reconocimiento que se merece. También fue Melopea el sello donde Jorge Fandermole editó dos trabajos como solista y uno a dúo con Lucho González, entre fines de la década de 80 y comienzos de los 90. Por su parte Lucho también grabó “Tejido a mano” a dúo con el negro Carlos Aguirre, un pianista entrerriano que hoy es una referencia ineludible de la música popular. Gracias a Melopea pudimos tener discos como ese dúo bellísimo de bandoneón y guitarra formado por Walter Ríos y Ricardo Domínguez. O el que el pianista Jorge Dalto grabó en el auditorio de Mendoza y Conde durante su último viaje a Buenos Aires (y que por suerte el negro González se encargó de grabar).

Por supuesto que si hay una obra completa editada es la del propio Litto, un músico que compuso una cantidad colosal de canciones de las que se pueden extraer, no sé, por lo menos 50 canciones gloriosas como “Canción de horizonte”, “El otro cambio los que se fueron”, “El bohemio”, “Nueva zamba para mi tierra”, “Coplas del musiquero”, “Madre escúchame”, “No importa la razón” y la lista sigue y sigue. Hay que buscar en el maltrato de las discográficas hacia los músicos populares las razones que llevaron a Nebbia y otros pequeños sellos a intentar un camino propio con todos los inconvenientes que eso supuso. Los primeros discos de Los Gatos surgieron de contratos leoninos con la RCA Víctor y con el paso de los años a Litto le costó muchísimo trabajo hacerse de los derechos de sus propias obras.

Recuerdo especialmente el local del sello Melopea que estaba en la calle Jean Jaures, donde te encontrabas con discos del gran pianista Manolo Juárez, del oftalmólogo Eduardo Lagos -que vivió toda su vida de su profesión- de Fats Fernández o Walter Malossetti...

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Entre las tantas publicaciones del sello figuran varios discos digitalizados por el técnico Mario Sobrino de una serie de grabaciones del coleccionista Julio Alvarez Vieyra donde encontramos un ensayo de Aníbal Troilo con su orquesta, presumiblemente de 1964, donde participan desde Roberto Grela a Nelly Vázquez, pasando por Tito Reyes; el álbum “Introducción al ángel vol 1” de Astor Piazzolla y su quinteto, grabado en vivo allá por 1963 en el auditorio de Radio Municipal y cuatro discos del Mono Villegas, también en vivo. El propio Walter Malosetti publicó varios discos, lo mismo que Antonio Agri y Raúl Garello con Horacio Ferrer. Mención especial para Enrique Cadícamo, que trabajó con Nebbia en los últimos años de su vida.

Fue también Melopea el sello que editó los primeros álbumes de Adriana Varela, donde Esteban Morgado aportó su guitarra. También publicó trabajos de Bernardo Baraj, con quien Litto conformaría el trío Nebbia-Baraj-Borda (Luis, hermano de Lidia y magnífico guitarrista radicado en el exterior). En el catálogo de Melopea se puede encontrar a Daniel Homer, a los hermanos Ingaramo de Córdoba, a Hugo Fattorusso, Tomatito, Néstor Marconi, Mono Fontana, el Negro Rada, Beto Satragni, Quique Sinesi, y así. Estos son sólo algunos de los nombres que difundió Melopea, un sello discográfico que se pudo mantener por la voluntad de Litto Nebbia, y primo de otras experiencias como Redondel, Epsa  Music, Trova y últimamente Acqua Records. Todos sellos que ocupan un lugar destacado en lo que se podría definir como la última etapa de la producción de música a través de sellos discográficos, dado que el avance tecnológico ha facilitado la producción a bajo costo de material independiente, que generalmente producen directamente los propios músicos para vender en circuitos alternativos y en sus propios shows. Seguramente al lector joven le cueste comprender la complejidad y el costo que representaba grabar un disco 40 años atrás en tiempos de felices grabaciones analógicas porque ni siquiera existía el CD. Si miramos desde la tecnología actual aquellos años muy probablemente podría parecernos que nos internamos en una época prehistórica pero de ahí venimos, de ese tiempo analógico viene todo lo que antecedió a nuestro presente en materia de música popular argentina, esa que está hecha de olvidos, traiciones, éxitos y sorpresas.

Sin duda alguna Melopea Discos fue, es, un soplo de aire puro en medio de la industria del disco.

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Comentarios

  1. Jorge

    el 14/10/2019

    Litto no solo es un mito viviente del rock argentino sino tambien un mesenas de la musica popular argentina. Su labor de rescate de la musica de grandes musicos argentinos es trascendental.

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