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MEMORIA DE LA LLUVIA

Tiempo de lectura: 5 minutos

 

I

Martes 2 de abril de 2013, La Plata. Son las 2 am, el Barrio La Loma está completamente a oscuras. La luz se cortó hace varias horas y, en tan solo seis horas, cayeron 300 milímetros. En 36 entre 29 y 30, Facundo (27) ayuda a su mamá para trepar al techo de su casa. Él vuelve como puede a la cocina, que se convirtió en un estanque. El agua roza los dos metros. Arriba de la heladera y la mesada, resisten su hermano, sus dos perros y un profesor de historia, del que no recordará el nombre. Es un desconocido que pidió refugio. Apenas se le ve el rostro. Afuera la sudestada se llevó su Gol Trend modelo 2012, que, por la tarde, encontrarán a siete cuadras hecho un bólido de chapa. El hombre de las efemérides intenta distraerlos con relatos de la Primera Guerra Mundial. Por un momento lo logra. Pero, de golpe, lo interrumpen gritos desgarradores pidiendo ayuda. Vienen de todos los ángulos de la manzana. Son minutos ensordecedores. Insoportables. Hasta que, de repente, se apagan. Y vuelve una sospechosa calma. La secuencia se repetirá varias veces a lo largo de la noche. Cuando baje la marea y pueda salir al rescate, Facundo encontrará a cinco vecinos sin vida. “Era el silencio de la muerte”, recuerda.

II

Miércoles 3 de abril de 2013. Son las 11 pm, la ciudad fundada por Dardo Rocha es una réplica trágica del Río de La Plata. Los cadáveres desfilan por las calles al compás de la corriente. Los autos flotan como corchos. Por las cloacas emergen toneladas de basura. El arroyo El Gato está desbordado. ¿El motivo? La Municipalidad abortó el Plan Maestro Hidráulico y nunca terminó las obras. La inundación arrasa con todo: hay 65.037 platenses afectados de forma directa y 357.500 de manera indirecta. Es el 80% de la población. El Gobierno local brilla por su ausencia. En Tolosa, La Loma, Villa Elvira y Los hornos, los barrios más castigados, no se ven bomberos, policías ni personal municipal. Codo a codo es la fórmula de los vecinos para evitar que la catástrofe siga haciendo su trabajo. Promediando el mediodía, el Estado da la cara. El intendente Pablo Bruera tranquiliza vía twitter: “Desde ayer a la noche recorriendo los centros de evacuados #LaPlata”. Al mensaje lo acompaña una foto donde se lo ve, junto a dos mujeres, entregando bidones de agua. Pequeño detalle: el diario Perfil investiga, cruza data con Aerolíneas Argentinas y descubre que el Jefe comunal, en verdad, está de vacaciones en las playas de Río de Janeiro. El tweet desaparece del ciberespacio; nunca más se supo algo de él.

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III

Miércoles 2 de abril de 2014. Los jardines simétricos de la Plaza Moreno acogen a 7.000 vecinos. Los custodian las Cuatro Estaciones del escultor francés Mathurin Moreau. Acompaña el busto de Evita. El firmamento cruje, pero nada. Las nubes se contienen. Respetan el dolor. “Memoria, justicia y verdad”, retumba en el epicentro de la ciudad. El eco se viraliza por las diagonales. Ha pasado un almanaque entero y los 35 millones de pesos que recolectó Guillermo Moreno para los damnificados de la inundación nunca llegaron. El juez Luis Arias pelea contra el aparato estatal –en sus tres dimensiones: municipal, provincial y nacional– por conocer el número de víctimas. El doctor insiste, son 89 como mínimo; del otro lado del mostrador, ponen el techo en 60. Y basta. Parece un regateo entre mercaderes. En la morgue aparecen dos cuerpos con la misma identidad. La familia de Julio López se ilusiona. Piden el ADN. Negativo. El testigo sigue desaparecido, ocho años después de declarar contra el genocida Miguel Etchecolatz. El cielo vuelve a tronar, aunque esta vez desde el altar de la Catedral. El arzobispo Héctor Aguer reza para que el resentimiento no se apodere de los platenses. Ese es su aporte a la causa. Completa el tango la procuradora general de la provincia de Buenos Aires, María del Carmen Falbo, que exime de responsabilidad penal al intendente Pablo Bruera y aparta al doctor Julián Axat, otro magistrado que se le ocurre olfatear la verdad.

IV

Jueves 2 de abril de 2015. Amanece el año electoral. El diluvio cumple dos años. La angustia muta en creatividad: recitales, murales y monumentos a los inundados proliferan en la urbe. Los paraguas negros cercan el Palacio Municipal. “La década inundada”, es la consigna. El repudio alcanza a la presidenta. Miles de vecinos se ponen tozudos, quieren justicia. Paolo Menghini, padre de una de las víctimas del accidente ferroviario de Once, les recuerda que eso lleva tiempo (y salud). La catarsis estatal es lenta. Y más con urnas en el horizonte. A metros, en los postes de luz, se empiezan a ver colgados unos carteles verdes claros. Aparentan ser de algún candidato. Solo dicen “Pablo 2015”. Nada más. No hay ningún apellido, foto ni escudo. ¡Hasta Mauricio pone la face en CABA para que lo reconozcan! ¡Qué raro! Misterio: ¿la nueva receta del marketing político?

V

Domingo 9 de agosto de 2015. Hay que ir a votar. Son las 8:30 am, el colegio Padre Castañeda, ubicado en 68 entre 12 y 13, es una colección de charcos. Adentro y afuera. La lluvia no olvida. Hace varios días que no da tregua. 90, 100, 130: vuelve la maldición de los milímetros. Periodistas, empleados de la Municipalidad y fiscales de mesa esperan a que llegue Pablo Bruera para votar en la mesa 0232. Todo marcha con normalidad hasta que, de la nada, dos vecinos empapados despliegan sus pancartas: “Queremos que el intendente sepa que no sólo nos inundamos el 2 de abril de 2013, sino que este jueves 6 de agosto también tuvimos que abandonar nuestra casa”. El secretario de Seguridad, Guillermo Escudero, les pide que se retiren. Imposible: los (doblemente) damnificados se plantan. ¿Su premio? El Jefe comunal es uno de los últimos ciudadanos en sufragar. Lo hace recién a las 15:15, protegido por tres policías y, al menos, con una dosis de vergüenza.

VI

Lunes 10 de agosto de 2015. Las coordenadas vuelven al Barrio La Loma. Facundo madruga como todos los días para preparar las pastas que al mediodía vende en el centro. Pero hoy la causa que lo arranca de su cama es otra. “Se cayó el cielo, casi no hizo campaña, se afanó los subsidios, las marchas, los familiares: ¡los 89 muertos! No tiene chance”, se ilusiona mientras abre el portal del oficialista El Día para ver los resultados. La realidad le da otro sopetón: Pablo Bruera, con el 18,2 por ciento de los sufragios, es el candidato más votado de la ciudad. 67.552 platenses le dieron un espaldarazo para que gane las internas del Frente para la Victoria y en octubre vaya por su tercer mandato consecutivo. No lo puede creer. “No aprendemos más”, susurra y deja caer su cabeza sobre la mesa. Ahí se queda. Indignado. Frustrado. Vencido. Afuera, en cambio, la lluvia insiste. Se pone necia, caprichosa, reacia a aceptar ese verso que le dedicó la poeta local Matilde Swann: “Hoy no eres nada más que agua vertical”.

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Comentarios

  1. Alicia Lapenta

    el 15/08/2015

    pareciera que solo nos queda la lluvia, pero no Gogo, seguimos y seguimos y seguimos. Abrazo inmenso compañero imprescindible.

  2. Mariano T.

    el 16/08/2015

    Me había olvidado de los 35 millones recaudados por Moreno. Adonde habrán ido aparar? A los bolsillos del gordo Peretti?

  3. checho

    el 18/08/2015

    Soy platense y empleado municipal municipal, y si ofrece consuelo, la elección de Bruera fue mala. En el 2011 saco arriba del 50, en una ciudad considera “radical”. Tiene altas chances de no ser reelecto.
    Ahora, los que los segundan, Garro por el PRO y Arteaga por el massismo, son viejos panqueques que se limitaron a arrastrar el voto de su lista en nación. Y me es muy difícil ver como una buena noticia que Bruera pierda ante estas alternativas.
    Las asambleas de los inundados no hay conseguido romper la dinámica política de la ciudad, ni siquiera incremento el voto de izquierda… Solo el voto castigo. Bruera es un intendente como cualquier otro, con su cuota de corrupción e ineficiencia “normal”, que se topo con una catástrofe en su gestión.
    Castigar a la gestión esta perfecto, pero no es suficiente. Y esta democracia burguesa no parece capaz de aportar esa justicia.

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