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04 de marzo 2020

Ezequiel Kopel

MUBARAK: “EL FARAÓN HA MUERTO, LARGA VIDA AL FARAÓN”

Tiempo de lectura: 12 minutos

Muhammad Hosni al-Sayyid Mubarak es el segundo presidente egipcio en morir en solo el transcurso de un año. Mohammed Morsi -el único mandatario elegido democráticamente en toda la historia de Egipto- fue el primero. No obstante, los funerales de los recientes fallecidos han sido muy diferentes: mientras Morsi -luego de fallecer dentro de un tribunal que lo juzgaba por traición a la patria- fue enterrado en secreto y sin la presencia de ningún oficial o de la mayoría de su familia, Mubarak recibió un funeral militar que incluyó 21 disparos al aire, la participación del actual presidente y todas las autoridades religiosas del país, la presencia de sus dos hijos condenados por corrupción y una alabanza transmitida en directo por la televisión estatal que lo recordó como “un héroe de guerra”. En lo único que sí coincidieron tanto Mubarak como Morsi es que ambos fueron depuestos por el ejercito. 

Mubarak nació en mayo de 1928 en la aldea de Kafr El-Meselha, en la zona de Menoufia (misma localidad que los presidentes-dictadores Gamal Abdel Nasser, Anwar al Sadat y Addel Fatah Sisi). Hijo de un conserje judicial  y una ama de casa analfabeta, Hosni tuvo cuatro hermanos. Si bien se sabe bastante poco de sus primeros años, se tiene registro que su madre lo quiso llevar a juicio en 1960 por negarse a ayudarla a pagar sus crecientes facturas médicas y, ya como presidente, ordenó al aparato de comunicación del estado censurar cualquier información sobre uno de sus hermanos (sin que aún se sepa por qué). Su infancia y adolescencia las pasó en un Egipto presidido por una peculiar trinidad compuesta por un monarca bon vivant, una administración colonial británica deseosa de mantener el control del Canal de Suez y una aristocracia heredada de los otomanos. 

Mubarak recibió un funeral militar que incluyó 21 disparos al aire, la participación del actual presidente y todas las autoridades religiosas del país, la presencia de sus dos hijos condenados por corrupción y una alabanza transmitida en directo por la televisión estatal que lo recordó como un héroe de guerra

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Su posibilidad de ascenso social era limitada, y uno de las pocas alternativas fue unirse al ejercito. Luego de graduarse de la Real Academia Militar en 1949, se inscribió en la novel Fuerza Aérea del país porque -como dijo más adelante con su característico estilo lacónico- “ser piloto era algo nuevo”. En 1952 se produciría el derrocamiento de la monarquía egipcia por soldados agrupados en el “Movimiento de los Oficiales Libres” y el ejercito con Nasser en el poder comenzaría a posicionarse como la nueva elite del país. En 1959, mientras era instructor de la Fuerza aérea, se casaría con Suzane Tabet -hermana de uno de sus estudiantes e hija de una enfermera galesa- y en 1964 Mubarak pasaría un año en la Unión Soviética perfeccionando sus capacidades como piloto. Poco después de la devastadora derrota de Egipto en la guerra árabe-israelí de 1967, Mubarak continuaría su ascenso cuando Nasser lo colocó a cargo de la Academia de la Fuerza Aérea con la intención de reformarla ante la posibilidad de un nuevo conflicto con Israel (el aviador en jefe duplicaría la cantidad de pilotos egipcios durante su mandato)

Su ascenso continuó durante la próxima década cuando fue nombrado Comandante en jefe de la Fuerza Aérea y Viceministro de Defensa en 1972 por el sucesor de Nasser, Anwar al Sadat (este había conocido a Mubarak por primera vez en 1950, mientras que el joven estaba estacionado en una base aérea en la península del Sinaí. Se cuenta que Sadat quedó tan impresionado con el joven piloto que registró su nombre en un cuaderno personal). En su nuevo puesto, Mubarak participó en la planificación del ataque sorpresa de Egipto contra las fuerzas israelíes, que ocupaban la península del Sinaí, en 1973. Los pilotos de combate egipcios se desempeñaron más que aceptablemente en la guerra y aunque no fue una victoria militar para Egipto, restauró el orgullo y la confianza dentro de un país donde Mubarak fue elevado a héroe nacional (aunque mas adelante, muchos analistas militares locales cuestionaron su real contribución al esfuerzo bélico). 

La movida militar también reforzó la popularidad de Sadat, que pronto recompensó a sus propios oficiales. En abril de 1975, Sadat invitó a Mubarak a cenar a su casa. Suzanne pensó que su marido iba a ser nombrado embajador en Londres y se sorprendieron cuando Hosni fue elegido vicepresidente. Se dice que  Sadat seleccionó a Mubarak por varias razones: ambos provenían de familias humildes en la región de Menoufia y Sadat sabía que su subalterno carecía de carisma o inteligencia por lo que nunca lo eclipsaría o sería una amenaza a su poder (un documental hecho por Al Jazeera sobre la familia Mubarak sugirió que Hosni nunca había leído un libro o un diario hasta pasados los 50 años). Mas adelante se conoció – por propias palabras de Mubarak- que no estaba seguro en aceptar el ascenso pues sus hijos les disgustaba saber que el padre ya no estaría al mando de aviones de guerra. También aún hoy se comenta que Sadat lo había seleccionado como sucesor solo temporalmente y que planeaba removerlo en un futuro cercano pero el presidente egipcio -que había provocado el enojo de radicales islámicos debido a su reciente acuerdo paz firmado con Israel- fue asesinado durante un desfile militar el 6 de octubre de 1981 sin que pudiese materializar esa supuesta intención. De esta manera, Mubarak, que se encontraba sentado al lado de Sadat en el desfile pero salió ileso, se convirtió en presidente de Egipto debido que a que se encontraba segundo en la cadena de mando y se había producido una vacante en la cima del poder del estado.

Lo primero que hizo el nuevo presidente fue reinstaurar el “Estado de Emergencia” (que se mantiene hasta hoy), acción que le permitiría profundizar el  control vigilante de su población. Durante la primera década del “reinado” de Mubarak -quien había heredado un sistema articulado por Nasser que le daba un poder absoluto que aprovecharía durante todo su gobierno- hizo colgar a los asesinos de Sadat eludiendo el derecho constitucional del debido proceso, despidió a los principales ministros del gobierno anterior y enjuició al medio hermano de su antecesor (también mandó a arrasar la lujosa casa de fin de semana que Sadat tenía junto a las pirámides). Asimismo Mubarak heredó un sistema económico que había comenzado un proceso de infitah (apertura) a fines de los 70´, mediante el cual su predecesor tenía como objetivo pasar de un modelo de propiedad estatal (siempre militar) de industrias  hacia un modelo con mayor participación de libre mercado. Mubarak pausó dicho programa hasta casi dos décadas mas tarde pero lo que sí continuo fue la decisión estratégica iniciada por Sadat de alejarse de la alianza con URSS -que había llegado a su pico máximo de colaboración con Egipto en tiempos de la guerra de 1973- para pasar a una alineación automática con los Estados Unidos, que recompensaron a los egipcios por el pacto de paz con Israel convirtiéndolos en uno de los países con mayor ayuda militar estadounidense en el mundo (Ronald Reagan, uno de los seis presidentes con los que Mubarak coincidió en el poder, lo llamó publicamente “un amigo cercano y un socio para la paz”)

Mubarak, que se encontraba sentado al lado de Sadat en el desfile pero salió ileso, se convirtió en presidente de Egipto debido que a que se encontraba segundo en la cadena de mando y se había producido una vacante en la cima del poder del estado.

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En la década de los 80 fue considerado como un líder relativamente exitoso, debido a que la gente estaba preocupada por la inestabilidad que podría venir después del asesinato del presidente Sadat y lo que sucedería tanto con el tratado recientemente firmado con Israel como con la relación con sus vecinos árabes luego de que Egipto fuese expulsado de la Liga Árabe por el acuerdo con los israelíes. Aunque ciertamente la vuelta egipcia al redil árabe se produjo mas por intereses mutuos de Siria e Irak con Egipto que por las maniobras diplomáticas de Mubarak: el sirio Hafez al Assad tenía una excelente relación con él desde que ambos estaban al mando de sus respectivas fuerzas aéreas e Irak (el estado árabe que mas había criticado los Acuerdos de Camp David con Israel) necesitaba el apoyo de Egipto, el país mas populoso del mundo árabe, para iniciar su reconstrucción luego de la guerra que mantuvo por una década con Irán. Otra importante característica de ese periodo -en el cual fue reelegido bajo un referéndum  en 1987 e inauguro el subte del Cairo (el primero de África)- fue el intento de Mubarak de crear un tipo de oposición cosmética al liberar a cientos de opositores encarcelados anteriormente  por Sadat, situación que le permitió argumentar que estaba liberalizando el sistema político egipcio. 

Sin embargo, a fines de la década de 1980, Egipto estaba al borde de la bancarrota y fue solo cuando Mubarak acordó enviar fuerzas a la Guerra del Golfo como parte de la coalición liderada por Estados Unidos para expulsar a las tropas iraquíes de Kuwait (Mubarak estaba muy enojado con Saddam Hussein porque este ultimo le había asegurado que iba a ser el mediador de las disputas limítrofes con los kuwaitíes) que los acreedores estadounidenses e internacionales acordaron aliviar las deudas egipcias. En 1993, Mubarak fue reelegido para un tercer mandato con un 96.3 por ciento de los votos dentro de un  referéndum por “sí” o “no” y también durante ese año Egipto comenzó a desempeñar un papel importante en el proceso de paz entre israelíes y palestinos. Después de que Israel y la OLP firmaran su Declaración de Principios en 1993, Cairo fue la mismísima sede del acuerdo que entregó gran parte de Gaza y la ciudad cisjordana de Jericó a los palestinos (es muy recordada la situación que se suscitó cuando Yasser Arafat se rehusó, por un momento, a firmar el nuevo arreglo al observar unos mapas que no conocía, hecho que produjo que Hosni Mubarak lo llamara frente a todas las cámaras de televisión del mundo “Ibn Kalb”, “hijo de un perro”, aunque la traducción más fidedigna y menos literal sería “hijo de puta”).

A mediados de la década de 1990, luego de que Mubarak sufriese un atentado contra su vida en Etiopia, Egipto intensificó una brutal campaña antiterrorista contra militantes islamistas. Hubo miles de muertos pero la población apoyó mayoritariamente al líder pues los radicales se habían concentrado en atacar la estructura turística del país (una de su más importante fuente de ingresos y divisas), habían apuñalado al escritor ganador del premio Nobel Naguib Mahfouz y asesinado al presidente del Parlamento. Mientras tanto el Partido Nacional Democrático (fundado por Sadat y luego controlado por Mubarak) aumentó su mayoría parlamentaria del 68 por ciento en 1985 al 94 por ciento en 1995. La fuerza policial local tampoco se quedó atrás y pasó de apenas 150 mil hombres en 1970 a mas de un millón entrando al año 2000.

Una década después de la caída de la Unión Soviética, llegaron por fin las reformas económicas destinadas a atraer inversiones, que incluyeron exenciones de impuestos, donaciones de tierras y combustible subsidiado para propietarios de fábricas con la intención de rescatar a un estado al que se le hacía imposible contener a una población (y fuerza laboral)  que crecía sin control (26 millones de personas en 1960, 43 millones en 1980, 68 millones a principios de los 2000 y hoy supera los 100 millones de habitantes). Si bien hubo algunos indicadores que comenzaron a mostrar aceptables resultados, gran parte de las reformas favorecieron a los propios hijos billonarios de Mubarak y a simpatizantes del régimen asociados a corporaciones extranjeras que prosperaron a costa del conocimiento previo de las iniciativas económicas como de los salarios de millones de trabajadores mal pagados y su falta de derechos laborales.

lo que sí continuo fue la decisión estratégica iniciada por Sadat de alejarse de la alianza con URSS -que había llegado a su pico máximo de colaboración con Egipto en tiempos de la guerra de 1973- para pasar a una alineación automática con los Estados Unidos

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Mientras tanto y presionado por la idea de Bush hijo de que la introducción de la democracia en la región sería la solución para muchos de sus problemas estructurales, Mubarak empezó a dejar participar a la oposición en las elecciones egipcias (es conocida la anécdota de 2008 cuando George W Bush presionaba a Mubarak para democratizar su país y el dictador egipcio le contestó que si lo hacía “la Hermandad Musulmana triunfará”. Entonces el presidente estadounidense le replicó que lo que él debería preguntarse es por qué los islamistas ganan cada vez que hay elecciones libres). La estrategia del líder egipcio se basó en derivar la legitimidad de su gobierno en ser la antítesis de los islamistas, por lo que requería que la Hermandad estuviera presente en la escena política de una manera u otra. Esta dependencia compleja en la Hermandad explica por qué el grupo permaneció prohibido pero bastante tolerado y hasta se le permitió participar en algunas elecciones bajo otro nombre ya sea para sindicatos de estudiantes y profesionales o directamente para el Parlamento. Pero a la par, su policía organizó oleadas periódicas de arrestos para debilitar -pero nunca desmantelar- a la organización islamista más antigua del país o si los políticos islámicos lograban un importante avance electoral, Mubarak corregía la dinámica haciendo fraude en la elección que seguía.

En los últimos años se ha desarrollado en Egipto una importante nostalgia por los años en que Mubarak fue presidente

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Por consiguiente, las elecciones parlamentarias de 2010 fueron los comicios más manipulados en la historia del país. Los resultados le dieron mas del 98% de los diputados al partido gobernante y le sacaron a la Hermandad Musulmana 87 representantes de los 88 que tenía en el Parlamento producto de la contienda electoral de 2005. Al mismo tiempo, el valor de la libra egipcia se estaba hundiendo, la tasa de desempleo había aumentado debido a un plan de privatización muy criticado y los alimentos se encarecieron notablemente producto de cambios climáticos en China, Rusia y Australia (Egipto importa gran parte de sus alimentos). En este contexto, llegó la Primavera Arabe al país, y luego de rehusarse a renunciar por 18 días (que incluyó la intención de diluir las protestas nombrando por primera vez a un vicepresidente en 30 años de mandato), Mubarak fue obligado a dar un paso al costado. La decisión no solo fue tomada por la presencia de cientos de miles de egipcios que llenaron las arterias del Cairo protestando contra su dictadura, sino también por la inestimable presión del ejercito que veía con extrema desconfianza como Mubarak preparaba a su impopular hijo menor Gamal para que lo sucediera al frente del país (más adelante se supo que durante los recordados días de enero y febrero de 2011, Gamal, su hermano Alaa y su madre Suzanne llegaron a enviar un avión privado para ir a buscar sedantes al extranjero cuando se les acabaron). A la vez, otro importante aliado que abandonó al mandamás egipcio fueron los Estados Unidos: Si el 25 de enero – cuando empezaron las protestas- Hillary Clinton argumento que el régimen  se encontraba “estable”, seis días después Washington envió al ex embajador en Egipto, Frank Wisner, para reunirse con el presidente y comunicarle que “no iba a ser presidente en el futuro”.

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Con el estado bajo control total del ejercito (hubo una pequeña ventana democrática de un año donde el candidato de la Hermandad Musulmana Mohammed Morsi llegó a imponerse pero la misma no duraría y los uniformados lo sacarían en un golpe de estado sangriento), empezó un artificial juicio contra Mubarak por la represión de 2011. El mismo incluyó un abogado defensor que se postuló a presidente bajo la plataforma de la exportación de marihuana y otro que sugirió que Mubarak tenía que hacerse un ADN porque en verdad había muerto años antes y sido remplazado por un impostor. El risueño juicio terminó en marzo de 2017 cuando Mubarak, a la edad de 88 años fue liberado después de seis años de una laxa “detención” cumplida tanto en un cómodo hospital del ejército como en su casa de veraneo dentro de la Península del Sinaí (su apelación anuló su cadena perpetua y solo fue condenado por corrupción pero ya había cumplido la pena). Mientras tanto, todos los lideres opositores que llenaron la plaza Tahrir para exigir su renuncia en 2011 lentamente fueron enjuiciados por sedición o conspiración y hoy siguen en prisión.

En los últimos años se ha desarrollado en Egipto una importante nostalgia por los años en que Mubarak fue presidente: una pagina de Facebook llamada “Lo siento, señor presidente” tiene mas 4,5 millones de personas como miembros y el Twitter de su vilipendiado hijo Alaa posee, nada menos, que 810.000 seguidores. Es cierto que Mubarak fue un dictador que mantuvo su poder por tres décadas pero no ha sido un carnicero como Muammar Gadaffi o Bashar al Assad ni tampoco huyó a un refugio del Golfo como lo hizo el dictador tunecino Zine El Abidine Ben Ali. No obstante, los 30 años de corrupción y autocracia de Mubarak han allanado el camino para el aún mas despiadado gobierno del actual dictador egipcio Abdel Fattah el-Sisi. En comparación con este último (que tiene mas de 60 mil presos políticos y fue llamado por Donald Trump como “mi dictador favorito”), Mubarak parece hasta angelical.

Sin embargo, ni Mubarak o Sisi han sido los peores presidentes de Egipto. El creador del dominio militar – el pecado original- sobre el antiguo país de los faraones y el arquitecto del modelo brutal de modernización autoritaria (del que gran parte de la región no se ha recuperado en medio siglo) fue el siempre aplaudido Gamal Abdel Nasser. Sin Nasser no hay Mubarak y sin Mubarak no hay Sisi. La idea de que los ejércitos árabes deben ser los custodios inquebrantables del estado y la identidad nacional ha sido una de las peores vanguardias que han acontecido en la región. Nasser pulió esa dinámica como nadie en Medio Oriente  y moldeó a la fuerza más destructiva de la política egipcia: el ejército. Los militares, la policía y los servicios de inteligencia son hoy los más importantes actores políticos de Egipto. Cualquier análisis que ignore sus roles políticos en la actual regresión del estado -la mayoría de los egipcios hoy no tienen memoria de una vida sin un ejército dominante- es claramente incompleto y defectuoso.

Sin Nasser no hay Mubarak y sin Mubarak no hay Sisi. La idea de que los ejércitos árabes deben ser los custodios inquebrantables del estado y la identidad nacional ha sido una de las peores vanguardias que han acontecido en la región.

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Hosni Mubarak, quien murió el martes pasado, nunca esperó ser presidente. Pero cuando el asesinato de su jefe lo colocó en el puesto, hizo de su vida una misión para conservar el poder hasta el final. Uno de sus defectos era la confianza y otro, la arrogancia. No supo cuando irse a tiempo y pensó, inocentemente, que su hijo podría continuar su camino. Solo cabe pensar que si hubiese dejado la presidencia años antes de la Primavera Arabe, hoy habría estatuas suyas por todo El Cairo (e incluso probablemente las haya en el futuro). 

Las marcas de fabrica del gobierno de Hosni Mubarak (tortura y represión) son parte de la realidad cotidiana en Egipto pero también lo son las causas que llevaron al levantamiento revolucionario de 2011 que contribuyo a su derrocamiento. Hay una vieja y concisa broma para graficar en pocas palabras quién fue dictador egipcio: El ángel exterminador le pide a Mubarak en su lecho de muerte que escriba un discurso de despedida al pueblo egipcio y este le responde, incrédulo “¿Por qué? ¿Se van a alguna parte?”

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Comentarios

  1. Andrés MC

    el 19/03/2020

    Buenísima. He aprendido mucho con esta nota.

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