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24 de octubre 2016

Pablo Touzon

MUNDO PROPIO

Tiempo de lectura: 5 minutos

Estados Unidos, China, Rusia, e incluso Chile, han representado el mundo de maneras disímiles, pero confluyendo en general en hacer rotar el planeta en función de su propio lugar geográfico: “¿Dónde queda el Centro?”, la pregunta política por excelencia, respondida en un dibujo.

La Argentina no es entonces una excepción a la regla, con la particularidad que cierta insularidad geográfica hace que el “realismo” no parezca un artículo de primera necesidad, sino más bien un ornamento. Argentina por su carácter periférico podría darse el lujo de no ser “realista” en política internacional, en tanto y en cuanto el flujo de capital proveniente de sus exportaciones agropecuarias se mantenga constante. Se podría entonces proyectar y promover un mundo propio, con reglas morales inmutables e instituciones globales kantianas, “dictar cátedra” sin temor a error. Es casi gratuito promover verbalmente la paz mundial y la justicia internacional. Y seductor para el “estadismo” local, que se viste así de “geopolítico” sin mayores costos aparentes.

El problema estructural de este esquema se produce cuando el desacople entre el mundo y el deseo argentino se encuentran y chocan. El mal del galtierismo, o los deseos nacionales proyectados al mundo e interpretados como realidades. Es ahí donde el deseo termina y empieza la cruda realidad, siendo Malvinas la expresión máxima y trágica de esta concepción.

El mal del galtierismo, o los deseos nacionales proyectados al mundo

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El galtierismo se torna un problema especialmente complejo en los períodos de “transición” política interna, en donde la interpretación “objetiva” de ciertas realidades mundiales tiene un impacto directo en la conformación del nuevo poder. 30′, 43′-45′, 82′, 83′, 89′-91′, 2001′-03′, el mundo deja de devenir abstracto y se vuelve concreto, muy concreto. Las transiciones “sorpresivas” y aluvionales argentinas hacen que la política  necesite, de un modo u otro, del factor externo para estabilizarse y construir la nueva hegemonía.

Nuestro 2016 parecería construirse en espejo a nuestro 1991. La necesidad de abrirse e integrarse al mundo como método y forma de superación del “populismo” económico. El factor externo como ordenador y disciplinador del esquema de poder interno. Una salida del laberinto por arriba, que permita sumergir en millones de dólares a la paritaria eterna de UIAs y CGTs y sus mesas de diálogo. Y que de paso ahorre el ejercicio tedioso de la política sectorial. Comunicación directa y boom de inversiones. Soviets y electrificación

Pero: ¿Qué mundo?

Cuando en 1991 George Bush padre ordenó a los tanques apostados en las afueras de Bagdad no invadir la ciudad tomó una decisión política, no bélica. Crear lo que se dio en llamar “el Nuevo Orden Mundial”, por una vez no una fantasía paranoica de ultraderechistas en internet, sino el formato de la nueva gobernanza global en la posguerra fría. En esa auto restricción se cristalizó la apuesta política a una hegemonía suave e imperial, de “coalición”, con Estados Unidos en el centro del dispositivo de un nuevo sistema-mundo, completado y ampliado con alianzas en el mundo occidental y oriental y con los organismos multilaterales de crédito como financistas de las transiciones hacia el mercado a lo largo y a lo ancho del globo. Se proyectaba un programa internacional sólido y riguroso de liberación de los mercados, de eliminación de barreras tarifarias, de apertura comercial que tendría como fin último un mundo unificado en un solo mercado mundial. La teleología optimista de los noventas, con unos Estados Unidos “bancando ese proyecto” en términos políticos y financieros, como experimentaron los mexicanos con los dólares frescos del salvataje post Tequila. El Consenso de Washington era una cosa seria.

Nuestro 2016 parecería construirse en espejo a nuestro 1991

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-Un mundo que finalizaría de manera parricida, con el joven y abstemio Bush hijo. En términos financieros en 2001, con la decisión de no salvar a nuestro país de su crisis financiera como ejemplo para el resto del mundo (“preservar el patrimonio de los plomeros americanos”). En términos políticos en 2003, con la decisión de esta vez sí invadir Bagdad, y dar formato definitivo al nuevo unipolarismo americano. Curioso destino el de esa ciudad. Y no muy envidiable-

Parte sustancial del éxito político del menemismo se debió a una correcta interpretación y posterior inserción en las características principales de este nuevo orden mundial. El menemismo se construye con y en este marco global, en relación simbiótica, y no puede entenderse fuera de él. El peronismo noventista se proponía teórica y políticamente reparar el error del 43′-45′, cuando la Argentina se volvió neutral y nacionalista durante la guerra, probablemente uno de los pocos casos a posteriori de la Batalla de Stalingrado.

El Mundo como Supermercado

La estrategia internacional del macrismo parece calzar como anillo al dedo para ese mundo. Incluso su optimismo pro mercado, la frescura y pasión con que la publicidad oficial habla del “mundo” reproduce en clave estética esa confianza ilimitada que la vuelve rara, no muy “de época”. O en todo caso no muy de esta época. Como Epcot Center, una modernidad desfasada, deseada y fantaseada. Como el mismo Mini-Davos.

Como Epcot Center, una modernidad desfasada, deseada y fantaseada

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Globalizadores en tiempos del Brexit, el oficialismo parece postular un capitalismo sin tragedia. Sin “pálidas” ni víctimas. Desdramatizado. Si Marshall Berman sostenía que el Fausto de Goethe representaba en buena medida el espíritu fáustico de la destrucción creativa de la primera revolución industrial, el capitalismo PRO tiene la impronta naif e infantil de una “Fábrica de Chocolate”, un puro intercambio de bienes y servicios bueno para todos, sin opacidad ni dobles lecturas. Y su estrategia internacional parece seguir en buena medida este postulado ideológico. Un mundo de puro intercambio comercial, de dilución y disolución de lo político, una Argentina de soberanía de baja intensidad e integración pura a la cadena de valor global, un mundo post histórico y sin conflicto, sin guerra siria, crisis migratoria, ISIS, Trump y estallido del 2008. Sin retorno de la Historia. Justo cuando la Historia vuelve. Practicar un supuesto realismo, que resulta en el fondo bastante idealista. Algo así como “la doctrina del irrealismo periférico”.

Suele promoverse esta utopía como un retorno a la Australia que pudimos haber sido y no fuimos, integrados a un Commomwealth imaginario. Pero paradojalmente el ethos duro de la globalización parece haber sido desplazado, a fuerza de referéndums y elecciones (a fuerza de democracia) de su cuna anglosajona, para desplazarse hacia Asia. Más específicamente, hacia China. No debe existir fuerza política mundial que tenga un programa económicamente más capitalista a nivel mundial que el Partido Comunista Chino. Partido por otro lado, mas recientemente, poblado de los dichosos CEO´s. Hay en esa voluntad de pasar “del gobierno de los hombres a la administración de las cosas”, esa raigambre ingenieril, un rasgo de carácter compartido. Richard McGregor en su libro “The Party”: En los primeros años de este siglo el presidente de la filial extranjera de la petrolera CNOOC fue nombrado Gobernador de la provincia de Hainan; el responsable de PetroChina se unió a la agencia de planificación económica como viceministro; el presidente de Huaneng Power fue nombrado asesor principal del gobernador de la provincia de Shaanxi; el vicegobernador del Banco Central pasó a dirigir el Banco de Construcción de China y el presidente de Chinalco fue ascendido a asesor del gabinete ministerial. Leninismo político y capitalismo económico. Poder político y económico unificados. Estado Farmacity.

zzzznacp2 NOTICIAS ARGENTINAS BAIRES, JULIO 19:El jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, le entregó hoy una camiseta de Boca Juniors al presidente de la República Popular China, Xi Jinping, a quien distinguió además como Visitante Ilustre. Foto NA:Monica Martinez zzzz

Este optimismo globalizador convierte al proyecto PRO en una rara avis a nivel mundial, en donde lo que predomina es el escepticismo, sobre todo en la vieja clase trabajadora blanca pauperizada, sobre los reales beneficios de la forma actual de la mundialización económica. La Revolución de la Alegría espera a las inversiones como los bolcheviques a la revolución socialista en Alemania, y mientras tanto práctica su propia versión de la NEP de Lenin. La política de toma de deuda masiva y el simultaneo aumento del presupuesto social y de infraestructura (el kirchnerismo soft o kicilofismo de derecha que denuncian algunos troskos liberales) se entiende solo como un concesión transicional hasta la llegada del verdadero capitalismo, una transacción necesaria con la realidad de un país con “70 años de populismo”. Un compás de espera hasta La Convergencia.

En el siglo XX, cuando la revolución en Alemania trocó en socialdemocracia, Stalin comenzó a hablar del “socialismo en un solo país”. ¿Existirá el “neoliberalismo nacional”?

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