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24 de junio 2015

Alejandro Sehtman

PARA LA VICTORIA

Tiempo de lectura: 6 minutos
 Daniel Scioli es el candidato. La ducha de humildad le enjuagó el camino, liberándolo de quienes creyeron que el pueblo kirchnerista podría elegir a su pastor en la aberración (políticamente inspirada y politológicamente diseñada) de las primarias abiertas. El humillante concurso de belleza del que participaron Amado Boudou, Carlos Tomada y Daniel Filmus cuatro años atrás en la CABA debió haberles servido de lección: con la candidatura no se jode.

En alguna ya lejana lectura parauniversitaria encontré una llamativa definición respecto de la monarquía absoluta: si soberano es quien decide, soberano no es el rey sino el derecho dinástico. Porque es la dinastía y no el monarca quien indica al sucesor. En la democracia el soberano del Estado es el pueblo. Pero el soberano de las fuerzas políticas es quien decide quién es candidato y quién no. El que pone y saca de las listas. El que unge.

“Todo cuerpo tiende a mantener su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas ejercidas sobre él”. La primera ley de Newton lo dice todo. Pero lo que aparece hoy como la vía natural, no es sino la última de sucesivas formas de continuidad que se propuso el kirchnerismo desde 2010. Hagamos memoria.

Amado, el elegido

La primera formulación de la continuidad fue anterior al abrumador resultado de las elecciones de 2011. Boudou. La primera decisión de la Cristina de luto. El rubio exitoso que había manejado la caja más grande. Un hijo pródigo del kirchnerismo que había entendido cómo se conjugaba crecimiento con inclusión. Puerto Madero y estatización de las AFJP.

Boudou fue quizás el único kirchnerista nacido y criado con buena intención de voto a nivel nacional. Un kirchnerista con “votos propios” Y con algún tipo de simpatía en la inasible Capital Federal. Un rubio kirchnerista.

El proyecto, tal vez el mejor de todos los proyectos de continuidad, fue enterrado por una causa judicial. Fue game over para el as del club París antes de que el juego empezara. El hombre que siempre acababa de salir de la ducha se llevó puesto al veterano Bebe Righi en la retirada pero no pudo nunca más volver a ser querido por las abuelas, las madres y las hijas dispuestas a olvidar las pecaminosas escalas de su camino al éxito pero no la tentación ejercida en el vértice.

“Vos no sos leal como Boudou”, habría sentenciado la Presidenta al momento de echar a otro veterano como Taiana de la Cancillería. Pero un leal manchado no sirve por más rubio que sea. Los machos del off le cantaron la canción: Yo no soy de aconsejar / pero estás jodiendo al personal / debiste poner en Río ese restorán / que te quitó el sueño -¡el sueño!-).

La chavización

El segundo avatar de la continuidad del kirchnerismo, en el vértigo post electoral 2011, fue la chavización. No tanto en el sentido del contenido de política social y económica propio de la experiencia venezolana sino en su dimensión de legitimación político democrática. El gobierno infinito de la mayoría. El pasaje necesario para lograr este objetivo era el de una reforma de la Constitución que le quitara el constreñimiento al apoyo plebiscitario del que, se esperaba, continuaría gozando la presidenta.

Las elecciones legislativas fueron en cierta medida un plebiscito sobre esta idea de “Cristina Eterna”. Pero más allá del resultado electoral, lo cierto es que este camino hacia la continuidad fue deshabilitado por la decisión de una porción de la clase política que se consideraba imposibilitada de ejercer sus funciones representativas y administrativas en el marco de la dominación electoral y presidencial de Cristina.

En este sentido, la interrupción del proyecto chavizante no fue tanto producto de una disminución de la aprobación ciudadana hacia la gestión de CFK respecto a octubre de 2011 sino de la “salida a la cancha” de un conjunto de líderes locales capaz de interpelar al propio electorado ex kirchnerista, poniendo una cuña entre su mecanismo de acumulación de poder y la legitimidad de algunas de las políticas más exitosas y aceptadas. Fue la propuesta de continuidad con cambio la que permitió bloquear el camino reeleccionista al proveer una oferta electoral que no cuestionaba los principales puntos de apoyo del 54% de 2013 sino la concentración de poder que había derivado de él y las decisiones para las que había sido utilizada en 2012 (por ejemplo el cepo cambiario).

La gran Dilma

La segunda alternativa de continuidad, en cierta medida paralela a la anterior, fue la del “candidato del riñón”. Matar o morir con las botas puestas.

Así como Lula logró trascender en Dilma, Cristina podría hacer lo propio con alguien surgido de su seno. El nombre de Zanini circuló como uno de los posibles destinatarios de la trasmisión del carisma Cristinista. Poco conocimiento pero mucho compromiso. Y la garantía de la purificación de un gobierno que a pesar de manejar en sus posiciones clave, La Cámpora consideraba como no plenamente suyo.

Esta opción no tomaba en consideración que la misma Cristina había sido ya “la candidata propia” de Néstor Kirchner. Tampoco el hecho de que la hegemonía de Lula y el PT sobre sus socios era abrumadora. En cambio, el control de los kirchner sobre el peronismo legislativo y federal no era algo que pudiera darse por descontado. Es el resultado de una paciente construcción política que incluía su disolución en un conjunto más grande de actores. Para 2013, esa alianza transversal ya no existía. Había sido destruida por el propio kirchnerismo. El peronismo era más un territorio ocupado por el kirchnerismo que un socio interesado en participar con él de un frente político electoral “para la victoria”.

A este “empate hegemónico” al interior de las partes del FPV se sumaba, por supuesto, la escasa fuerza de los candidatos “propios” quienes, a diferencia de Dilma, no lograban mover el amperímetro. Esto aplica también para la última formulación de este avatar: el “lanzamiento” de Máximo Kirchner como dirigente político.

El retorno alla Bachelet

La tercera alternativa, sospechada por ajenos y sutil o explícitamente explicada por propios, era la del caso Bachelet: una derrota cierta en 2015 para una probable victoria en 2019. Esta alternativa era claramente violatoria de la ley de la inercia, pero apetecible para mentes teodiceicas. Así, la conservación que no podría realizarse por medio de una victoria (reeleccionista o dilmista) que era en el duro 2014 dificultada por el crecimiento de las opciones opositoras sería posible por medio de una purificadora derrota que consolidara a la tropa ante la adversidad del gobierno del “gran otro”.

La resistencia 

Mientras tanto algunos se entusiasmaron con la alternativa de repetir, como farsa (porque hecha desde la derrota en vez de desde la victoria), el “cisma” de 1989, cuando un grupo de ocho diputados de orientación progresista abandonó el bloque del partido justicialista para emprender el camino que terminaría en el FREPASO. Ansiaban una continuidad “resistente” del kirchnerismo sostenida sobre las cenizas electorales del peronismo. Una especie de nueva Patria Libre, portadora de la ética revolucionaria y el espíritu del kirchnerismo.

Incluso hubo quienes, en la ciudad de Buenos Aires, incentivados por el ala más asambleísta de la Cámpora, picaron en punta con esta idea de patas cortas, armando ilusorias colectoras electorales con escasa intención de voto incluso en los colegios tomados y cursos de fotografía. Obviamente, más allá de los aventureros más turbados, la lección estaba aprendida: quienes no tienen liderazgo o estructura sin el Estado no pueden ir a ninguna parte.

Randazzo

La proyección de Randazzo como precandidato aparecía como una interesante hibridación del proyecto Boudou con el proyecto dilmista. El hombre eficiente y clase business. Quizás no rubio pero munido de Rolex y trajes sastreados. Pero obediente a la frontera trazada por la grieta. Un seissieteochista moderado. To good to be true. Demasiado genéticamente modificado para agradar al paladar del kirchnerista que critica por los bajo los excesos mientras sube su foto anunciando que no para. Demasiado photoshopeado para tomadores de cocacola light o, si hay, de limonada con menta.

Si el pecado de Boudou fue quedar involucrado en grandes negocios hechos con poco cuidado, el de Randazzo fue querer enriquecerse políticamente. Querer ser candidato a presidente. Pecado mortal. Todo proyecto político tiene su Ítalo Balbo. Randazzo cumplió ese rol sin traicionarse y poniendo una cucharada de la pócima de Alberto Fernández en el último café: no quiero ser socio de un club que no me acepta como socio.

La insaurraldización

Quizás podría pensarse al kirchnerismo como una “Concertación” entre el Peronismo (Democracia Cristiana) y el Progresismo (que, salvando las distancias, equivaldría en la comparación al socialismo chileno). Una Concertación antineoliberal en vez de antipinochetista. Pero para que Scioli fuera el Frei de Cristina hacía falta que el polo “socialista” aceptara que era su turno de liderar (y que Scioli mismo quisiera liderar, cuestión no menor).

Sin embargo, la candidatura de Scioli no se construyó como la expresión del otro polo de la Concertación sino como la de un candidato “infiltrado” por todos lados, capaz de traccionar legislativamente mucho más que un candidato propio y, por lo tanto, en caso de una eventual, aunque siempre más lejana posibilidad de victoria, llegar a presidente como el burro del teniente, llevando, sin sentirla demasiado, la carga de la continuidad legislativa del kirchnerismo del otro lado del río del 10 de diciembre de 2015.

Scioli como una especie de Insaurralde gigante capaz de derrotar al enemigo llevando en su vientre al kirchnerismo duro. Scioli el siempre leal pero nunca querido. Scioli para la victoria.

Los caminos de Scioli, el opocialista

Scioli es el Jano de la mitología política reciente. Esa es la clave de su éxito. Cambio y continuidad. Un fundamentalista de los objetivos modestos. Un buscador nato de la normalidad.

Un intérprete virtuoso de aquel adagio que reinterpreta la constitución brasilera: si “todo el poder emana del pueblo” quedémonos junto al poder y así estaremos junto al pueblo.

En Scioli, su cara opositora y su cara oficialista conviven y se ríen de quien quiera saber cuál de ellas es la verdadera. Parallax view. Algunos ven la copa, otros las dos caras. O una y las otras alternativamente. Ser y no ser, esa es la cuestión. Cristina ya eligió. Scioli todavía no tuvo que hacerlo.

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Comentarios

  1. Kelo Ahumada

    el 24/06/2015

    El análisis es tan espurio como uno mas uno es igual a tres, sin ser Sciolista, me llama la atención que un hombre como Scioli pudo estar con Menen, siguió con Kirchner, es gobernador de la Pcia Bs. As. siendo Cristina la presidente. Algo de política entiende y es muy probable que sea el futuro presidente.

  2. UNO DE NOSOTROS | Panamá

    el 09/11/2015

    […] kirchnerismo también buscó responder al giro societal. No era nada fácil después de años de barajar delfines y alternativas imperiales: los sucesivos ungidos (Boudou, Insaurralde y Randazzo) fueron descartados por la virtú del […]

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