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06 de agosto 2019

Gustavo Nicolás Contreras

“PARA QUIEN CANTO YO ENTONCES…”

Tiempo de lectura: 6 minutos

La colección titulada La Argentina peronista: política, sindicalismo, cultura está conformada por libros de investigadorxs en historia de las universidades nacionales y del CONICET orientados hacia ese espacio que denominamos “divulgación científica” o “divulgación histórica”. Pero ¿qué queremos decir con esto último? Cuando lxs  investigadorxs de la academia publican en libros o revistas científicas los resultados de su trabajo podríamos afirmar que ya los están divulgando. Por lo tanto, poner un escrito a circular ya implica su divulgación. Sin embargo, se ha señalado que la producción académica muchas veces sólo circula entre pares, está pensada para especialistas, se realiza en un idioma críptico y se imprime en publicaciones orientadas exclusivamente para un público universitario. Si bien su acceso puede ser relativamente fácil en términos prácticos, más aún en estos años en que casi todo está disponible en la red, su abordaje y comprensión resulta difícil y árido para una parte significativa de la población, la que potencialmente podría estar interesada en muchos de los temas trabajados por lxs investigadorxs. 

Ante esta situación, la divulgación científica fue pensada como un tipo de producción destinada a un público amplio, en un soporte atractivo para lectorxs no especializadxs y con un idioma más accesible que el utilizado entre pares dentro de la comunidad científica. La tarea no es fácil. Es necesario mantener el rigor académico, sostener una mirada crítica y compleja, y al mismo tiempo generar un material sintético, atractivo y accesible para todas aquellas personas interesadas en el asunto. Las dificultades que conlleva la empresa, y muchas veces la falta de formación y entrenamiento al efecto en las carreras universitarias, ha llevado, en ciertas ocasiones, a señalar un lugar específico en el que circulan los textos que produce “la academia” con esta orientación: “divulgación culta”, “alta divulgación” o “comunicación pública de la ciencia”. Es decir, divulgación, pero no tanto…

Aquí el foco sigue estando sobre el material generado mientras que lxs receptorxs continúan siendo lectorxs imaginadxs o una incógnita. ¿Cómo debería ser un texto que lo pudiera abordar y entender cualquiera? ¿Es posible escribir para que nos entiendan todxs? ¿O estamos hablando de un material que potencialmente podrían comprender ciertxs lectorxs que reuniesen ciertas características mínimas indispensables que suponemos de antemano o que deberíamos definir como tales de común acuerdo?

En los últimos años, sobre todo después de la crisis del 2001, se ha incrementado la demanda de historia en vastos sectores de la sociedad argentina.

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Estas preguntas no son ociosas. En los últimos años, sobre todo después de la crisis del 2001, se ha incrementado la demanda de historia en vastos sectores de la sociedad argentina. En este marco, lxs investigadorxs de las universidades nacionales y el CONICET podrían intervenir con mayor decisión, alcance e incidencia frente a esta demanda mediante una socialización ampliada de sus aportes en las áreas en las que se especializan. La investigación académica tiene mucho que brindarle a la sociedad para pensarse a sí misma de una mejor manera sobre diversos aspectos y temas. Las ciencias exactas han aventajado a las sociales en estos menesteres, aunque recientemente estas últimas comenzaron a reconocer que allí hay un desafío a asumir y fragmentariamente se están desarrollando algunas iniciativas al respecto. Sin embargo, frente a las posibilidades que abre esta creciente demanda de historia por parte de la sociedad, la academia en términos institucionales parece estar encerrada en una paradoja respecto a su vinculación con este espacio que denominamos divulgación histórica.

Tal vez lo más llamativo sea que desde la academia no sólo hay limitaciones para hacer divulgación sino también, y principalmente, reticencias. Parecería que para muchxs profesionales de la historia -por suerte no para todxs- ese no es un campo propicio ni deseable para intervenir. Divulgar se asocia a simplificar demasiado y eso se cataloga como contrario a la buena historia, que debe ser compleja y sofisticada. Complementariamente, y al mismo tiempo, se impugna a quienes hacen divulgación histórica sin las “credenciales” que se consideran indispensables para hacer “buena historia”, es decir, credenciales que otorga y reconoce la academia. Incluso recurrentemente se reniega de quienes logran convocar gran cantidad de público con sus producciones. Masividad parecería asociarse a historia de mala calidad. De este modo, no se avizoran en el horizonte proyectos institucionales sustanciales para democratizar el conocimiento histórico. 

Poco le importa a la academia ponderar que al menos muchas personas estén leyendo historia gracias a estos estímulos de divulgadorxs que producen por fuera de los ámbitos universitarios. Le basta con señalar que la gente está leyendo historia que no es de la buena, es decir, la que no hace “la academia”, la que hacen “otrxs”, y avanza entonces por la vía de la impugnación. Poco importa que amplios sectores de la sociedad o nuevas generaciones hayan incrementado su curiosidad sobre ciertos temas históricos o sobre la historia misma. No se proyectan puentes posibles ni anhelados, sino todo lo contrario. Esto justamente en una coyuntura en la que podría pensarse en alianzas estratégicas para la democratización del conocimiento histórico, en apuntalar un terreno de intervención que desde todos los lugares posibles habría que seguir incrementando y en un espacio deseable de intercambio, debate y disputa interpretativa en el que la académica debe participar.

Tenemos que salir pronto de las coordenadas de este posicionamiento que nos encierra en una trampa. No necesariamente hay que ser historiador profesional y académico para hacer buena historia, y no necesariamente la buena historia producida en las universidades y el CONICET está condenada de antemano a no circular en un público amplio. Por lo tanto, hay que evitar impugnar a priori a quienes no cuentan con las credenciales que la academia legisla; más aún, hay que considerarlos en el estado del arte y en los debates. De igual modo, es preciso que los estudios académicos se proyecten en algunos de sus materiales hacia un público que sea lo más extenso posible, asumiendo decididamente el desafío. Esta última perspectiva es la que nos puede sacar de esa paradoja que mencionaba.

esta no es una colección peronista sino sobre el peronismo, en la cual se considera y se interpela a peronistas, no peronistas y antiperonistas para el estudio, la reflexión y el debate.

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La buena historia puede ser masiva y atractiva para cualquiera, sin por ello perder calidad. Esta convicción debe ser uno de los horizontes para nuestro trabajo como historiadorxs. La colección de libros La Argentina Peronista: política, sindicalismo, cultura es un esfuerzo en este sendero que por suerte ya vienen recorriendo algunos colegas que vienen haciendo camino al andar. Así, el nuestro es un aporte particular desde un emprendimiento colectivo en el cual investigadorxs de las universidades nacionales y el CONICET están escribiendo libros de síntesis en clave de divulgación sobre temas en los que son reconocidxs como especialistas. Guiados por este objetivo principal, nuestro trabajo se fue organizando sobre los siguientes ejes que fueron perfilando nuestra propuesta.

El eje temático y temporal convocante es La Argentina peronista en tanto una de las tramas profundas de nuestra sociedad desde 1943 hasta la actualidad. La selección de autorxs prioriza a quienes se han destacado en el estudio de temas sustanciales relacionados al eje mencionado, buscando a su vez una diversidad de enfoques, perspectivas y posicionamientos interpretativos. Queremos brindar un menú amplio, diverso y de buena calidad. En este punto siempre aclaramos que esta no es una colección peronista sino sobre el peronismo, en la cual se considera y se interpela a peronistas, no peronistas y antiperonistas para el estudio, la reflexión y el debate.

Con estas coordenadas, el objetivo de la colección no es simplificar hechos y procesos para que los consuman, los acumulen en su memoria o se entretengan lectorxs pasivxs en lxs que ponemos el “no saber”. Imaginamos lectorxs activxs, con saberes y experiencias previas, con convicciones y posicionamientos, pero también ávidxs de nuevos conocimientos y herramientas para abordar y analizar La Argentina peronista. Nos imaginamos conversando de historia con sindicalistas, dirigentes políticos, líderes barriales, gestorxs culturales, docentes de escuela media, estudiantes, ciudadanxs en general, con todxs aquellxs que tengan interés en la materia. Así lo venimos haciendo en presentaciones y actividades con muy buenos resultados. La demanda y el entusiasmo por la historia de La Argentina peronista están latentes en múltiples sectores de nuestra sociedad. Imaginamos lectorxs interesadxs también en la política, por eso nuestra apuesta por la divulgación se basa centralmente en ponderar las posibilidades de pensar históricamente nuestro presente, ese que parece estar muy relacionado a los recurrentemente renombrados “últimos setenta años”, aunque algunos de nuestros libros parten incluso de algunos años previos en sus consideraciones. 

La colección de libros La Argentina Peronista: política, sindicalismo, cultura es un esfuerzo en este sendero que por suerte ya vienen recorriendo algunos colegas que vienen haciendo camino al andar

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Para que este anhelo de potenciar la divulgación histórica de buena calidad se cumpla, aunque sea en parte, es necesario, no obstante, un esfuerzo en dos direcciones. Lxs autorxs deben procurar escribir libros breves y de síntesis, en un idioma accesible, explicativos, atractivos, con puentes para pensar problemáticas del presente, brindando herramientas interpretativas, con apartados cortos y claros, despojados de tecnicismos innecesarios y eludiendo debates académicos demasiado específicos. Por su lado, lxs lectorxs deben comprometerse activamente con los libros, que si bien se predisponen para la divulgación también tienen su génesis en investigaciones universitarias de largo aliento y responden a discursividades críticas, análisis complejos, miradas abarcativas y perspectivas relacionales. Sin una voluntad bien predispuesta, sin este compromiso por parte de lxs lectorxs, no podemos completar la tarea de una buena divulgación de la historia. Ese debe ser nuestro acuerdo. No hay democratización posible del conocimiento histórico sin que el esfuerzo sea realizado en estas dos direcciones. 

Hecha nuestra declaración de intenciones, queda en mano de lxs lectorxs evaluar en qué medida pudimos cumplir nuestros propósitos y qué interés pueden generar nuestros libros concebidos a partir de nuestras convicciones sobre la divulgación histórica. Las conversaciones, los intercambios y los debates al respecto nos seguirán nutriendo. Es por ello que agradecemos profundamente el espacio que nos brinda Panamá revista y las reseñas de tres de los libros de la colección realizadas por nuestrxs colegas Ana Natalucci, Ezequiel Meler y Martín Canziani, las que lxs invitamos a leer.

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