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PERONISMO E IZQUIERDA (SOBRE EL “VOTO TROSKO”)

Tiempo de lectura: 6 minutos

Hay bases estructurales y una experiencia histórica que explican la emergencia de la izquierda trotskista en suelo patrio, más allá de las disputas de la coyuntura más o menos inmediata. El “voto trosko” es un fenómeno más complejo, no apto para observadores desprevenidos. Aquí algunas hipótesis sobre su emergencia.

I.

Los gramscianos argentinos decían que América Latina era una combinación de “oriente” y “occidente”, ya que desde su óptica había sido el Estado el que había moldeado a la sociedad, la cual a su vez se había constituido como una sociedad civil relativamente compleja, por lo que no podíamos hablar de un modelo de desarrollo esencialmente “societal” ni de uno donde el estado era “todo” y la sociedad civil “nada”.

Formación híbrida y compleja, América Latina en general y la Argentina en particular se constituían como un desafío para la teoría política, que Aricó y Portantiero buscaron explorar en los ’80 como ala izquierda de la “transición democrática”, con más amarguras que alegrías.

Sin embargo, la idea de la combinación oriente/occidente tiene su atractivo, ya que apunta a pensar la forma específica de relación entre Estado y sociedad civil en nuestro país, yendo más allá del marco teórico y político planteado por los referentes de Pasado y Presente.

Estas temáticas por otra parte coinciden con los debates recientes de intelectuales y académicos acerca de la “ampliación del Estado” en América Latina y las trayectorias de los gobiernos posneoliberales, en variaciones diversas sobre las elaboraciones gramscianas acerca de la cuestión del Estado integral (relación orgánica entre estado y sociedad civil que impide localizar el consenso o la coerción en uno solo de aquellos polos exclusivamente) que Gramsci sintetizaba en la fórmula “dictadura + hegemonía”(A.G. C6 §155), aunque en América Latina siempre sean formas de “hegemonía débil” dado que los llamados “populismos” no pueden trascender ciertos límites de clase. 

En este contexto, uno de los aspectos que hacen más “occidental” a la sociedad argentina desde mediados del siglo pasado, es la constitución de los grandes sindicatos estatizados bajo el peronismo, que dotan de una base de masas al Estado al mismo que se constituyen como organizaciones de “policía”, entendida esta no solamente como “la organización oficial, reconocida y habilitada jurídicamente para la función de la seguridad pública, como se entiende habitualmente” sino como  “una organización mucho más vasta, en la cual, directa o indirectamente, con vínculos más o menos precisos y determinados, permanentes u ocasionales, participa una gran parte de la población de un Estado” (A.G. C2 § 150).

Este esqueleto del aparato estatal argentino, cuyo peso aparente es  limitadamente corporativo, pero su peso real es políticamente determinante, es el que constituye el pasado del peronismo, cuyas mutaciones han ido, desde 1983 en adelante, intentando cambiar el balance interno de fuerzas contra la máxima acuñada por Portantiero, que explica por qué el peronismo podía ser definido como “hecho maldito del país burgués” tanto como de sí mismo: sobran sindicatos y falta burguesía nacional.

Esta relación de fuerzas, que se relaciona con la definición de León Trotsky sobre el gobierno de Lázaro Cárdenas en el México de los años 30 como un “bonapartismo sui generis“, es la que constituía el particular “anclaje de clase” del peronismo como movimiento nacionalista burgués con base obrera.

II.

Con este marco estructural/sociológico, puede afirmarse que las eternamente controversiales mutaciones del peronismo no han sido solamente “superestructurales”. Han estado relacionadas con cambios en este “anclaje de clase” sui generis que era su relación histórica con el movimiento obrero al que denominó su “columna vertebral”.

Después de la derrota que significó la dictadura para la lucha de la clase obrera y las clases subalternas en general, se puede pensar a los gobiernos posteriores como experiencias políticas que buscaron constituir algún tipo de “bloque histórico” con el centro en las capas medias y con el movimiento obrero en un lugar “auxiliar”. El “neoliberalismo” en esencia fue posible por la derrota del movimiento obrero y el lugar secundario que ocupó como “sujeto activo” en el escenario en las últimas décadas.

III.

El kirchnerismo representó la combinación de un discurso de DDHH desde el Estado (aunque a la izquierda de la teoría de los dos demonios, pero con la curiosa reinvención de un difuso “camporismo”) con una “vuelta al consumo” y un limitado “pacto de convivencia” redistributivo con los sindicatos (sin cambiar lo estructural de la condición obrera heredada del menemismo) hasta la ruptura de CFK con Moyano, a partir de la cual empezaron distintas líneas de “ajuste negociado”. Una de las peculiaridades del kirchnerismo es que tuvo que incorporar en los primeros años al movimiento obrero bajo la hegemonía de la fracción más “vandorista”, hasta que el “modelo” encontró su límite y debió comenzar una nueva “redistribución” en favor del capital (devaluación, impuesto al salario, etc.). Relato y recomposición social y sindical de la clase obrera, signaron estos años, donde la gran operación y el servicio prestado por el kirchnerismo “maldito” al bendito país burgués fue la restauración del orden y de la autoridad del Estado con el objetivo de alcanzar un “país normal”.

El talón de Aquiles de esta estrategia es la disposición de una nueva relación de fuerzas engendrada en el 2001 y fortificada estos años. La “normalidad” que se pretende hoy tiene el obstáculo de ese bloque social.

Más en general, de conjunto, la experiencia del peronismo post dictadura es la de un creciente debilitamiento de sus lazos y su “anclaje de clase”, por diversas formas de hacer base en las capas medias, acorde a la relación de fuerzas sociales y políticas nacional e internacional. Y como consecuencia de esto el debilitamiento de la identidad histórica del movimiento obrero y los sectores populares con este movimiento.

Vamos llegando por esa vía a una suerte de “peronismo imposible” que sigue por la senda de desandar el “anclaje de clase” mientras el poder estatal en que se sostiene su predominancia política está constituido por su propio pasado: la alianza institucionalizada de los sindicatos con el Estado, que funciona como mero aparato de conservación y regimentación de paritarias y aumentos magros, cuando domina la “ley de los grandes números” y la lucha de clases es de baja intensidad, pero que no puede (ni quiere) generar un “laborismo que enamore” como base de un peronismo renovado.

IV.

En este contexto, en pleno desarrollo del episodio que Tarantino hubiera denominado The Scioli Situation, los viejos “sueños” progres de “trascender el peronismo” se encontraron con las durezas y rugosidades de un viejo aparato resiliente y lleno de cicatrices, que va cambiando según la relación de fuerzas interna e internacional. Scioli para la Victoria es al mismo tiempo el acta de defunción y la confesión de partes del kirchnerismo. El cualunquismo catch all del sciolismo es la mayor expresión del vaciamiento histórico del peronismo del que es “cambio con continuidad” y al que está guiando hacia la nada.

V.

Durante estos años y al calor de estos avatares de la vida política argentina y del movimiento con el que históricamente se identificaron los trabajadores, la izquierda trotskista logró un desarrollo y consolidación. Primero como expresión de un sindicalismo de base que cuestionaba a la burocracia sindical y la patronal en el lugar de trabajo (luego transformado en sindicalismo de izquierda) y que era a su vez manifestación de un retorno del protagonismo social de los trabajadores ocupados. Luego mediante el desarrollo del Frente de Izquierda como coalición que defiende la independencia política de clase, lo cual a su vez es un punto de apoyo para la pelea que da la izquierda en los sindicatos. Independencia que mantuvo en general durante la década y que constituye su punto de partida. También creció como contrapartida de la crisis del radicalismo que se hundió como partido nacional en el 2001 y de la larga marcha de mutaciones de cada vez más difusa identidad del peronismo, fenómeno que tiene expresiones desiguales a lo largo y a lo ancho del país. Y por último, pero no menos importante, el FIT actúa allí donde no hay representación de ningún tipo, ni social, ni sindical ni política, como catalizador de rechazo a la precarización laboral, la falta de organización gremial, el desconocimiento de los derechos más básicos de los trabajadores, las mujeres y los jóvenes. Es decir todos aquellos que quedaron en los márgenes del “Nunca Menos”.

No es solo la ocupación del espacio de viejas izquierdas que se habrían esfumado como por arte de magia. El PC decidió (una vez más) diluirse como fracción de izquierda de la restauración peronista y el grueso de la izquierda independiente de 2001 abandonó las tonalidades autonomistas y adoptó muchas de las tonalidades (y beneficios) de la estatalidad. El precio pagado fue que de “independiente” solo quedó el rótulo.

En este contexto, las PASO del FIT, en las que se enfrentan a Nicolás del Caño (PTS) y Jorge Altamira (PO), son la expresión en la superficie electoral de una polémica profunda sobre el rumbo que tiene que tomar para avanzar: si se amplía hacia una formación de “izquierdas” en general (con la tragedia de Syriza o Podemos que no puede) o se enraíza en las fuerzas sociales con centro de gravedad en el movimiento obrero.

La relación entre la experiencia sindical y la lucha política, la pelea parlamentaria y la movilización extraparlamentaria, el Frente Único, la relación entre guerra de posiciones y maniobra, entre programa y estrategia; son algunos de los debates que asoman en la interna del FIT. Debates “clásicos y modernos” pero indefectiblemente necesarios de cara a una nueva realidad nacional e internacional.

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Comentarios

  1. Rafael Maryañski

    el 01/08/2015

    Date: Sat, 1 Aug 2015 17:10:32 +0000 To: [email protected]

  2. fausto el infausto

    el 02/08/2015

    El peronismo intento cambiar su anclaje de clase? O sea que alguna vez fue un partido obrero? El peronismo recién pasada la dictadura le asigno un rol auxiliar a la clase obrera? La transmutación del apoyo obrero al apoyo de los pobres, que evidentemente no son de la clase obrera para los autores, hablan de un peronismo imposible? Imposible porque si el cuestionamiento proletario es bajisimo y los sindicatos siguen en manos de las mafias peronistas de siempre? No pareciera ser tan imposible frente a la prometedora victoria de Scioli y la peronización del kirchnerismo que ya fue.
    Muchachos los intelectuales de Pasado y Presente siempre fueron una legión de gente pelotuda que en los ’70 articulo su discurso consejista para acompañar por izquierda a Montoneros que nunca fue muy proletario en su política que digamos y en los ’80 fue la base ideológica de la restauración democrática burguesa argentina, incluida la teoría de los dos demonios. Precisamente la estatización de los sindicatos habla del ahogamiento de las fuerzas vitales de la sociedad civil. Con los sindicatos en la resistencia fueron esas fuerzas vitales las que hicieron revivir a la sociedad civil y con su integración el conflicto se volvió más violento. La democracia burguesa devolvió cierto lugar a la sociedad civil porque dos de las fuerzas históricas del conflicto en Argentina, la clase obrera y el partido militar, fueron severamente golpeadas y las clases medias se lanzaron a llenar ese vacío para darle un supuesto contenido a la democracia. Gramsci debe estar revolcándose en su tumba ante tanta apología de un grupo de charlatanes. Eso pasa por hacer de la doctrina una biblia y no una guía para la acción y el pensamiento. Espero que la izquierda y Del Caño la rompan para aumentar las posibilidades de que los trabajadores avancen por un camino propio de una vez.

  3. Tomas Suarez

    el 03/08/2015

    Muy buen articulo, solo agregar que la base social de adhesion al fit no solo se da en los que quedaron a los margenes del nunca menos, sino tambien de quienes entraron y estan por defender las limitadas conquistas de este ciclo, como es la defensa por las fuentes de trabajo,
    encarnada hoy en la lucha de la 60

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