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12 de junio 2020

Federico Zapata

PERONISMO Y CAMPO: ¿UN DIÁLOGO IMPOSIBLE?

Tiempo de lectura: 11 minutos

UN PUNTO DE PARTIDA DIFERENTE: LA COMUNICACIÓN

Desde la crisis de 2008, la relación entre el peronismo nacional -en su faceta gubernamental- y el sector agropecuario entró en una crisis de relacionamiento de la que parece imposible salir. Como una imagen cosificada, las dos partes se encuentran atrapadas en una dinámica tacticista, atrincherados en posiciones rígidas, sin horizonte estratégico común de mediano y largo plazo. 

Para la mirada dominante, se trata de un típico conflicto de racionalidad económica: para el gobierno, el sector se comporta como un actor “egoísta” incapaz de trascender las fronteras de sus intereses particulares; para el sector, el gobierno peronista se comporta como una maquinaria extractiva que pone en riesgo la rentabilidad y el horizonte temporal que precisa la actividad para poder desarrollarse.

Este ensayo se propone un abordaje diferente: pensar la relación desde la comunicación política. Es decir, desde el punto de vista de la relación. Por lo tanto, no se problematizará la herramienta de recaudación y/o las intervenciones gubernamentales en el mercado, sino las acciones comunicativas que podrían favorecer un acercamiento (coalición) o bien un escalamiento (crisis). 

De ninguna manera se busca desconocer la importancia del conflicto económico ni subestimar la importancia de debatir la herramienta recaudatoria o el plan sectorial. Todo lo contrario. Pero si el peronismo nacional decide avanzar en algún momento con una política de reconciliación duradera con el sector, no va a alcanzar con la economía. Deberá también, redefinir su marco y horizonte discursivo sobre el sector, hacia adentro y hacia afuera. 

Como una imagen cosificada, las dos partes se encuentran atrapadas en una dinámica tacticista, atrincherados en posiciones rígidas, sin horizonte estratégico común de mediano y largo plazo. 

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Es cierto, la comunicación es un fenómeno bidireccional, y el campo también es parte de este juego de desencuentros. Pero el gobierno es el dispositivo central de la comunicación política, y por lo tanto es la llave que puede transformar la foto del 2008 en una película con futuro. Como bien entiende Mario Riorda, la comunicación gubernamental puede jugar un papel clave en la construcción del consensos políticos y culturales. 

Efectivamente, la comunicación es esencial en la toma de decisiones (información y argumentación), en la implementación de las decisiones que se toman (legitimidad que las hace vinculantes), y en la organización social (construcción de consensos y definición de horizonte estratégico). 

En este marco, si el peronismo nacional decidiera avanzar en un proceso de suturación de la grieta que lo separa con el sector, debería reformular las respuestas que desde 2008 se viene dando en relación con dos preguntas centrales. La primera, sobre el territorio de la comunicación: ¿qué es el campo? La segunda, sobre la estrategia de comunicación: ¿cómo hablarle -y cómo no hablarle- al campo? 

La tarea no es sencilla. Sobre todo, porque en la primera pregunta se solidifican representaciones históricas muy arraigadas en la identidad peronista.  Pero no hay atajos. O el peronismo nacional construye un relato actualizado del sector, o el peronismo enfrentará problemas serios de representación política con el territorio del sector. 

si el peronismo nacional decide avanzar en algún momento con una política de reconciliación duradera con el sector, no va a alcanzar con la economía. Deberá también, redefinir su marco y horizonte discursivo sobre el sector

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Aun contando con la buena voluntad de las entidades agropecuarias, la no reparación de esta herida relacional empuja a la conformación de procesos autoorganizados (autoconvocados), que le restan poder de representación a las entidades gremiales del sector, y tensionan la polarización de la agenda con el gobierno.

Es decir, en el desencuentro pierden los moderados y ganan los radicalizados. Pierde la representación del sector frente a los autoorganizados. Pierden autonomía relacional los gobiernos subnacionales (provincias y municipios) con respecto al gobierno nacional. Pierde el productor porque la conflictividad empeora sus expectativas, y por lo tanto condiciona sus planes de inversión. Pierde el Gobierno Nacional, porque en lugar de construir un puente con una realidad geográfica y conceptual que le es esquiva desde 2008, termina facilitando que los sectores radicalizados alambren el territorio. 

EL TERRITORIO: QUÉ ES EL CAMPO

El peronismo nacional se ha nutrido desde 2003 de cuadros políticos provenientes mayoritariamente de tres orígenes: patagónicos centro-desarrollistas, porteños progresistas, y bonaerenses industrialistas del primero, segundo y tercer cordón del conurbano. Este hecho tiene repercusiones relevantes. En primer lugar, porque los tres grupos provienen de realidades geográficas lejanas al sujeto productor agropecuario. En segundo lugar, porque al no existir referentes empíricos en los tres territorios, los dirigentes no recurren a la experiencia para construir una narrativa, sino a representaciones históricas ancladas en la cosmovisión dominante del peronismo del Río de la Plata. 

En líneas generales, la cosmovisión peronista rioplatense -o peronismo clásico- edifica un discurso sobre la cuestión agraria anclada en un pilar social, uno económico y otro político.  Desde el punto de vista social, el peronismo se auto concibe como un movimiento integración de trabajadores industriales sindicalizados que, en muchos casos, fueron inmigrantes rurales del “interior” expulsados de sus terruños y radicados en el Río de la Plata (la tesis Gino Germani).  Desde el punto de vista económico, el peronismo sostiene que el orden económico mundial sigue un esquema centro industrial-periferia agrícola, razón por la cual se produce un deterioro estructural de los términos de intercambio en el comercio internacional en perjuicio de los países periféricos, que reproduce el subdesarrollo y amplía la brecha entre países desarrollados y países subdesarrollados. Por lo tanto, la política económica debe impulsar la industrialización y el desarrollo autónomo en desmedro de la agricultura (la tesis modelo industrialización por sustitución de importaciones). Desde el punto de vista político, y como corolario de los pilares sociales y económicos, el peronismo funciona como el canal de expresión y representación de la contradicción principal: pueblo (trabajador) frente a oligarquía, identificada esta última con sectores dominantes ligados a la economía agropecuaria. 

En síntesis, y siguiendo a Mario Lattuada, para el peronismo clásico, forjado al calor de la década del 40, el sector agropecuario era un sistema desigual de producción basado en trabajo indirecto (arrendatarios y aparecerías), con una estructura caracterizada por la desigual distribución de la tierra, el ingreso y el poder, que tenía en su cúspide a los terratenientes, que a su vez integraban la oligarquía dominante argentina. 

Este relato, aunque nacido hace más de 70 años, sigue operando en los sectores del peronismo nacional, como una caja de herramientas interpretativas a las que poder recurrir en momentos en donde se producen tensiones discursivas en el ámbito público. El problema con este marco conceptual es que describe de una manera distorsionada y despectiva la realidad territorial a la que se refiere/interpela, y funciona como una trinchera que obstaculiza la relación/comunicación entre peronismo nacional y territorio agropecuario. 

El peronismo nacional se ha nutrido desde 2003 de cuadros políticos provenientes mayoritariamente de tres orígenes: patagónicos centro-desarrollistas, porteños progresistas, y bonaerenses industrialistas del primero, segundo y tercer cordón del conurbano.

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¿Qué es el campo? José Muzlera, uno de los sociólogos que con mayor seriedad y profundidad empírica ha estudiado al fenómeno, nos permite reconstruir las notas principales del sujeto productor agropecuario. 

En primer lugar, delimitemos geográficamente el concepto. Cuando hablamos de “campo”, no nos estamos refiriendo a la totalidad de la realidad rural existente en el territorio, sino a un referente localizado en la Región Pampeana (Buenos Aires, parte de La Pampa, Santa Fe, parte de Entre Ríos y parte de Córdoba). Desde los orígenes de la Argentina, como consecuencias de sus características logísticas (cercanía a los puertos) y naturales (clima y suelo) se trata de la región con mayor dinamismo en el territorio nacional. Entonces, y en principio, cuando hablamos de “campo” hablamos del “agro pampeano”.

Por supuesto, la cuestión agraria en Argentina no se reduce a la “pampa gringa”. En el Norte Argentino (desde el Norte Cordobés), la ampliación de la frontera agropecuaria llevada a cabo por grandes empresas del sector ha puesto en riesgo formas tradicionales de organización de la agricultura familiar y de subsistencia. De esta tensión han nacido un sinnúmero de agrupaciones que se reivindican campesinas e indígenas y que antagonizan con esos desarrollos. Asimismo, y en los cordones de las grandes urbes, la inmigración boliviana ha introducido un incipiente mercado de producción de hortalizas destinado al consumo de ciudades. Ambas dinámicas son relevantes, pero externas al actor conflictivo en cuestión aquí analizado: el productor agropecuario de la región pampeana, como un sujeto diferente, tanto del “campesino-indígena” como del “horticultor”.  

En segundo lugar, la peculiaridad del desarrollo agropecuario argentino en la región pampeana vino dada por la conformación histórica de una modalidad singular de producción: la producción familiar (farmers o colonos). Hablar de producción familiar implica referirse a sujetos que: a) tienen alguna capacidad de acumulación; b) se ubican en los estratos medios de la estructura social agraria, si consideramos su nivel de ingresos; c) incluyen la participación de la familia en la gestión y organización laboral; y d) cuya producción está incorporada al circuito internacional. 

Básicamente, el sujeto agropecuario argentino no es un “aristócrata” con orígenes familiares en el siglo XIX, que conduce una empresa jerárquica desde la cúspide de un bello casco de estancia con sirvientes. El sujeto agropecuario argentino es un “gringo” o “chacarero”, que inmigró al país hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX, proveniente mayoritariamente del centro y norte de Italia (piamonteses, lombardos, friulanos, y los míticos recaudadores de impuesto del vaticano en la edad media, los marchegianos); que comenzó arrendando pedazos de campo que eran propiedad de la vieja oligarquía terrateniente para trabajarlos con su familia; y que, producto a la división de la herencia que impuso el Código Civil de Dalmacio Vélez Sarsfield, y las leyes de arrendamiento sancionadas en el Gobierno de Perón, logró comprar esos pedazos de tierra y hacerse propietario de pequeñas y medianas unidades productivas. 

Como le gustaba decir a un profesor marxista de economía, en Argentina, la reforma agraria ya se hizo y sin una bala. La decretó el Código Vélez Sarsfield con la división de la tierra por herederos individuales. El Código generó un proceso de debilitamiento de las familias tradicionales que poseían la tierra, y en paralelo, impulsó la conformación de estructuras de tenencia chicas y medianas, según la cantidad de hijos que heredaban.

Como le gustaba decir a un profesor marxista de economía, en Argentina, la reforma agraria ya se hizo y sin una bala. La decretó el Código Vélez Sarsfield con la división de la tierra por herederos individuales

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Las leyes de arrendamientos que inauguró el peronismo terminaron de facilitar esa profunda transformación en la tenencia de la tierra, que implicó consolidar la conformación del campo realmente existente: el productor agropecuario de escala familiar. Sin embargo, paradójicamente, la socialización política del sector fue absorbida por las fuerzas conservadoras, ante la incapacidad del peronismo de adecuar su discurso a la realidad que sus políticas producían. 

En tercer lugar, y a diferencia de lo que preveía la teoría social, los farmers no se encuentran en un estadio de transición, sino que son relativamente estables. Es decir, el desarrollo del capitalismo agropecuario argentino no se produjo a expensas de ellos, sino que se desarrolló con ellos. Uno de los factores explicativos de esta estabilidad tiene que ver con el riesgo agrícola: el mayor riesgo de las inversiones agrícolas en comparación con las inversiones industriales (factor climático) y la menor liquidez (debido a la necesidad de esperar los ciclos biológicos de la producción) que presentan respecto a las inversiones financieras, generó en los farmers -aun cuando contaron con acceso a fuentes crediticias- la necesidad y la capacidad de generar sus propios recursos financieros. Esta capacidad/necesidad de acumulación les dio una relativa estabilidad histórica. En el campo pampeano, el que no lleva una contabilidad cuáquera, desaparece. La década de los 90 es contundente al respecto. 

LA ESTRATEGIA: CÓMO HABLARLE AL CAMPO

Hay un caso subnacional que puede resultar de utilidad práctica: la Provincia de Córdoba. Allí el peronismo gobierna desde hace más de 20 años. Ha gobernado en democracia más que el radicalismo provincial, configurando una hegemonía provincial estable y competitiva. Gobierna una provincia productiva trifronte: un centro urbano con perfil industrial y de servicios, una miríada de pequeñas localidades “pampeanas” articuladas en torno a complejos agro-industriales de diferente complejidad, y un cordón de regiones serranas ordenadas en torno el turismo.

¿Cómo logró el peronismo en una provincia con estas características socio-productivas construir una coalición social estable y hegemónica? La facción que tomó las riendas del peronismo cordobés luego de 1983 fusionó los elementos conceptuales de la renovación (institucionalización y democracia partidaria) con una teoría de la economía del conocimiento, y como la economía del conocimiento es transversal a los tres sectores mencionados (agropecuario, industrial y servicios), edificó una fuerte coalición social cuyo engranaje de conexión es el desarrollo productivo. No el desarrollo del Estado. El desarrollo y diversificación del mercado en el epicentro del dispositivo gubernamental. 

Los dos grandes ideólogos de este desplazamiento son prototípicos. Por un lado, Juan Manuel De la Sota, uno de los referentes de la renovación a nivel nacional. Un líder pragmático, con una capacidad extraordinaria para caminar y entender la realidad cultural de su provincia. Por otro lado, su amigo y socio político, Juan Schiaretti, un cuadro formado en el peronismo combativo de los ‘70, pero con una fuerte impronta intelectual en el campo de la economía y experiencia en el management privado (en su exilio), lo que le permitió desarrollar una visión no Estado-Céntrica del desarrollo inclusivo.  

¿Qué lecciones puede, el peronismo nacional, extraerse de la experiencia del peronismo cordobés en relación con el sector agropecuario?

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Uno de los pilares de la coalición social que ambos referentes diseñaron fue el sector agropecuario, donde el peronismo local arrasa electoralmente, gobierna y transforma territorios. Un caso emblemático son las gestiones de Villa María entre 1999 y la actualidad. Allí, Eduardo Accastello lideró un proyecto de fuerte transformación, que, en el plazo de 20 años, posicionó a la ciudad como un nuevo polo de desarrollo provincial (al nivel de Rio Cuarto), agregándole valor al entorno agropecuario: agro-servicios, bioeconomía, logística, conocimiento. Accastello lideró esa transformación virtuosa articulado orgánicamente al peronismo provincial, y al mismo tiempo, manteniendo una excelente relación de trabajo con el peronismo gobernante a nivel nacional (Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández). En el marco de esa transformación virtuosa, Villa María retuvo la Intendencia en 2015 con el responsable del diseño del polo de conocimiento local, Martín Gill, hoy Secretario de Obras Públicas de la Nación. 

Retomando la pregunta central. ¿Qué lecciones puede, el peronismo nacional, extraer de la experiencia del peronismo cordobés en relación con el sector agropecuario?

Primero. El campo no es un enemigo natural del peronismo. Si el peronismo se transforma en un proyecto de modernización inclusiva con foco en las exportaciones, posiblemente pueda contar en su coalición con un actor socio-productivo, que es, paradójicamente, mucho más innovador que el tradicional sector industrial nacional. El Gobierno de Duhalde y el Gobierno Kirchner, de hecho, contaron en su coalición “informal” con el sector agropecuario. 

Segundo. El campo requiere un abordaje empírico, práctico, que parte de la composición real del sector, y que diversifique mensajes, políticas y canales según el referente al que se pretenda interpelar. Por un lado, pequeños y medianos productores articulados en sistemas cooperativos, con esquemas gremiales de representación. Los “gringos”. Por el otro lado, los grandes jugadores industriales del sector (exportadoras y grandes empresas agroindustriales). No son lo mismo y requieren estrategias de abordajes diferentes. Sin perder de vista, que, en la base de sustentación de una coalición con el sector, siempre estarán los productores. Los “gringos” primero. 

Uno de los pilares de la coalición social que ambos referentes diseñaron fue el sector agropecuario, donde el peronismo local arrasa electoralmente, gobierna y transforma territorios. Un caso emblemático son las gestiones de Villa María entre 1999 y la actualidad

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Tercero. El peronismo nacional debe revisar, en forma honesta, su repertorio conceptual sobre el sector. Acercarse, conocerlo, entenderlo. De primera mano, sin intermediaciones conceptuales. Esa es la mejor garantía para romper las estigmatizaciones. Si el peronismo nacional define suturar la grieta, deberá clausurar la retórica épica del peronismo del Río de la Plata (reforma agraria, IAPI, oligarquía). Esos relatos pueden parecer reales para un Diputado de CABA, de Mendoza o de Neuquén, precisamente porque desconocen en profundidad la realidad a la que se refieren. El problema es que, desde la realidad del sector, son vividos como caracterizaciones ofensivas. 

Cuarto. Los productores desconfían de las regulaciones, porque siempre una regulación implica un engorroso trámite sujeto a arbitrariedades administrativas. El esquema de segmentación y devolución de retenciones por escala, o las ROE, son ejemplos de que esas experiencias, siempre, terminan mal. El campo necesita al Estado, pero lo necesita invirtiendo, generando bienes públicos, mejorando la competitividad de los productores argentinos para exportar más y mejor al mundo: rutas, puertos, caminos rurales, infraestructura de conectividad, simplificación fiscal, financiación de proyectos públicos-privados para innovación en materiales, bioeconomía y software. Menos regulación. Más inversión.

El campo no es un enemigo natural del peronismo. Si el peronismo se transforma en un proyecto de modernización inclusiva con foco en las exportaciones, posiblemente pueda contar en su coalición con un actor socio-productivo, que es, paradójicamente, mucho más innovador que el tradicional sector industrial nacional

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El peronismo nacional trasunta un momento bisagra, en una sociedad que, desde el regreso de la democracia, no ha logrado reconstruir un proyecto común que ponga freno a la destrucción de poder interno e influencia externa. En palabras de Tokatlián, se trata de abandonar nuestro “síndrome narcisista” y su ímpetu de autodestrucción. El peronismo puede protagonizar un proceso de modernización incluyente, que logre lo que los proyectos de modernización excluyentes no han logrado en Argentina: dar vuelta la página. Para ello, necesita de los actores privados dinámicos, aquellos que pueden incorporar conocimiento, innovar y exportar. Es con todos. 

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Comentarios

  1. Lorena

    el 12/06/2020

    De la carta ambiental de Peron nada che?

  2. Alberto H. Cosimi

    el 14/06/2020

    Buen enfoque de la nota, entiendo que comonpequeño anexo le están faltando datos que fundamenten la afirmación.de que al campo cordobés lo conforman farmer (pequeños y medianos) datos tales como antodad de unidades productivas, distribución de la tierra, papel de los pool de siembra, etc.

  3. Carlos Mito

    el 14/06/2020

    Muy buena nota. Para la discusión.

  4. Rigatuso enrique

    el 15/06/2020

    Excelente comparto

  5. Sergio buchara

    el 23/06/2020

    Habla poco de Santa Fe que es la provincia que más está sufriendo los vaivenes de la economía especulativa financiera porteña y la grieta desde hace décadas . Más autonomía. Más Federalismo y menos caja centralizada que sigue gastando mal y multiplicando pobreza

  6. Rubén

    el 16/07/2020

    Existirá alguna alternativa de establecer una discusión sensata y desapasionada entre gente que entienda la problemática planteada y que no termine como siempre con enfrentamientos estériles??? Los agricultores que realmente sientan al campo y los gobernantes deben llegar a entender que en los tiempos que corren y en los que vendrán deben sentarse a dialogar y lograr un acuerdo definitivo en este conflicto estéril por el bien del país y de todo un pueblo que creo lo está reclamando…

  7. Pablo Ñerez

    el 23/10/2020

    creo que de una vez por todas debe dejar de existir el peronismo, el kirchnerismo, radicalismo, etc. el problema no es el campo, no es.el industrial , el comercio, el empleado.
    la grieta existe porque la crearon los gobiernos todos y cada uno de ellos en favor de propios intereses.
    Es hora de que alguien gobierne por interés del pueblo, se sancionen leyes para el interés común y no particular.
    Se fijen impuestos racionales que permitan trabajar e invertir en el país, potenciar la industria vender productos elaborados. “valor agregado” a la materia prima. Es tarea de todos aportar su grano de arena pero lo primordial es que quien esté a cargo de gobernar lo haga por vocación. El Estado somos todos.

  8. juan maria

    el 12/01/2021

    Les voy a pedir encarecidamente que corrijan la barra del menú. Cuando uno baja a leer la nota la barra no desaparece y tapa una parte muy importante de la pantalla, lo que dificulta la lectura.

    Me encanta la revista.

    Saludos, Juan.

  9. emiliov

    el 16/01/2021

    Seguimos fumigando 40 millones de hectáreas. Con insumos importados . Patententes. Royaltis. Transgénicos.
    Que haría el general? Bien o Perón o monsanto o Perón?

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