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¿POR QUÉ VIDAL ES UN BESTSELLER?

Tiempo de lectura: 9 minutos

Diciembre, el 2017 baja la persiana en “La Feliz”. A metros de la playa, la camioneta donde viaja la Gobernadora María Eugenia Vidal es sitiada por un puñado de guardavidas. Los trabajadores del agua reclaman la incorporación de cuatro compañeros para cubrir puestos locales. La mandataria no esquiva el bulto, se baja del coche y penetra el piquete. “Esta no es la manera, me piden una reunión y el equipo los va a escuchar. Ahora les pido que me dejen pasar”, le suelta en la cara al sindicalista Néstor Nardone, que balbucea un tibio perdón. De las dos orillas de la grieta llegan odas. La Diputada Gabriela Cerrutti admite en Twitter: “Muchos varoncitos hubieran llamado a la gendarmería para que reprima”. Clarín y La Nación la ovacionan desde sus titulares. Mirtha Legrand le endulza los oídos: “Sea candidata: la gente la va a votar, la gente la adora”. Desde el dron del politólogo, el ingenio de Andrés Malamud pronostica: “114% sacaría Vidal si las elecciones fueran hoy”.

El reloj retrocede hasta el miércoles 13. En las paredes del Congreso Nacional retumban los gritos, la pedrada y, sobre todo, la “artillería” de Gendarmería. Afuera, la plaza es un campo de batalla. Hay más de cien heridos; la mayoría, civiles. La reforma previsional hace ruido. En el palacio, Vidal va y viene por el salón de los pasos perdidos. Ella y Horacio Rodríguez Larreta son las espadas lobbistas del Gobierno. Ambos deben digitar voluntades para sacar la controvertible ley. La “rosca” se materializa en una foto que circula en los medios y muestra al Presidente Macri escoltado por sus dos capataces políticos y diez gobernadores de diferentes signos políticos. El apoyo a la polémica norma se federaliza por arriba, en las alturas de la superestructura; el ajuste, en cambio, impacta por abajo. En la provincia de Buenos Aires se retrasa de 60 a 65 años la edad jubilatoria de los trabajadores del Banco Provincia; más de un centenar de empleados son echados de la Unidad Ejecutora Provincial (UEP) y otros tantos conocen la misma angustia en el Ministerio de Producción, la Jefatura de Gabinete y la Dirección provincial de Educación de Gestión Privada. El proletariado muta en “pobretariado”. Tanta calle no entra ni en Linkedin.

María Eugenia Vidal es, hasta la fecha, la única dirigente oficialista capaz de coser el gap entre ajuste y popularidad. Después de otro “tarifazo”, otra “corrida bancaria” y “otro FMI”, la Gobernadora continúa salvando la ropa.

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María Eugenia Vidal es, hasta la fecha, la única dirigente oficialista capaz de coser el gap entre ajuste y popularidad. Después de otro “tarifazo”, otra “corrida bancaria” y “otro FMI”, la Gobernadora continúa salvando la ropa. La opinión pública –ese remolino de sensibilidades que integran los medios de comunicación, la ciudadanía y la política– sigue rindiéndole pleitesía, a tal punto que es uno de los pocos casos en que las encuestas están de acuerdo. En el rubro demoscópico, todos la sitúan como la política con mejor imagen en el país: Gustavo Córdoba & Asociados, 45,3%; Management and Fit, 46,1%; Analogías, 49%; Grupo de Opinión Pública, 52,5%; Synopsis, 54,3%. Los estudios más pesimistas muestran un empate entre la valoracion negativa y la positiva; los entusiastas, un amplio diferencial a favor.

Y hay varias explicaciones para este “hit sociopolítico”. En la biblioteca crítica, podemos encontrar el argumento del blindaje mediático: los grandes grupos de comunicación protegen, sobrestiman y apuntalan a Vidal, produciendo un estado de hipnosis social. Otra sería la teoría del entrepiso: el nivel meso (el provincial) no entra en la mira ciudadana porque el municipio se traga las preocupaciones inmediatas (alumbrado, basura, tránsito, etc.) y la nación magnetiza los problemas estructurales (seguridad, economía, empleo). En el cajón del escepticismo político, también conocido como el “Club del que se vayan todos”, está la hipótesis de la vara baja: los antecesores en el cargo, debido a su inoperancia, los casos de corrupción y la connivencia con mafias de cualquier índole, dejaron el listón de expectativas al ras del suelo; ergo la Gobernadora, con un mínimo de capacidades, hace la diferencia. En las filas de Cambiemos, más optimistas, consideran que hay dos fundamentos que se entrelazan: el material (la gestión pura y dura: el agua potable, las cloacas, las rutas, las obras hidráulicas, etc.) y el ontológico (su liderazgo transparente, coherente y valiente). Esto justificaría el maximalismo que despierta Vidal en el oficialismo.

Otra lente para analizar la “particularidad Vidal” podría ser la narrativa que despliega. Concentrar el análisis en el tipo de historia que estructura para generar consensos y disensos estratégicos. Descifrar la trama dicotómica que le brinda sentido a su guión. E Identificar el repertorio simbólico que utiliza para potenciar su figura. En términos editoriales: entender por qué el relato político de la Gobernadora se transformó en un bestseller.

 

Haciendo política en los bordes

Marzo de 2016, como respuesta a la fuga de los hermanos Lanatta de la cárcel de General Alvear, Vidal inicia una reforma de la Policía Bonaerense. Reducción de comisarios, revisión de los bienes de los jefes policiales y desmantelamiento de la mitad de las Departamentales, las principales medidas que pone en marcha. En paralelo, comienza la batalla contra los desarmaderos de autos y el narcotráfico, las dos “cajas históricas” de la institución. La réplica corporativa se traduce en amenazas de bomba e intentos de secuestros virtuales. La mandataria no se amedrenta y duplica la jugada: echa a Pablo Bressi, jefe de la fuerza. Semanas después, Vidal cambia la cachiporra por el overol y cierra el cerco sobre el “Pata” Medina. El titular de la UOCRA La Plata, acusado de intimidación y “mafioso”, cae preso. Pasan los días y el dedo de Vidal apunta a otro sindicalista, Marcelo Balcedo, que, por un sinfín de casos de corrupción, también termina tras las rejas. “Nosotros no peleamos contra personas, peleamos contra un sistema”, advierte la Gobernadora. El costo de estos enfrentamientos, confesó en varias entrevistas, es tener que vivir en una base militar. ¿El sacrificio del deber público? Puede ser. Pero lo que queda claro es que Vidal comunica hasta cuando duerme.

La épica de la Gobernadora es enfrentar a todos aquellos actores que pululan en las sombras de la ilegalidad: sindicalistas mafiosos, policías corruptos, narcotraficantes, los zares del juego clandestino, entre otros. Los temores que circulan en el imaginario bonaerense.

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La épica de la Gobernadora es enfrentar a todos aquellos actores que pululan en las sombras de la ilegalidad: sindicalistas mafiosos, policías corruptos, narcotraficantes, los zares del juego clandestino, entre otros. Los temores que circulan en el imaginario bonaerense. Éste es el núcleo de su relato. El guión dicotómico no es entre “los de arriba” y “los de abajo”, “la oligarquía” y “el pueblo” o “el imperialismo” y “la patria”, como plantearía algún discípulo de Ernesto Laclau. No. En otra dirección, Vidal proyecta una polarización que divide entre “los de adentro” y los de “afuera”. De este lado, los que respetan las normas; más allá del alambrado, los que ignoran el contrato social. El Estado de derecho opera como frontera antagónica. Es un relato legalizador, que tiene garantizada una amplia audiencia porque, como aseveraba Roland Barthes, el suspenso se sostiene mediante la fragilidad del orden.

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En este esquema discursivo, ella actúa como una insider: una líder que defiende el sistema imperante, que construye equilibrio e intenta barrer hacia dentro de las instituciones todas las “anomalías” que flotan en la periferia. Acá es donde cobra sentido la frase que, en el primer párrafo, le dice al bañero: “Me piden una reunión y el equipo los va a escuchar…”. Para ella, la democracia respira en el palacio, no en la calle. Toda manifestación política ajena a los canales tradicionales de representación es ilegítima. La paradoja es que Vidal tampoco disputa el juego dentro del sistema de partidos. En contadas ocasiones antagoniza con actores de la oposición. Ella sobrevuela el ajedrez de la política, no compite sentido ni con legisladores, intendentes o gobernadores ajenos al oficialismo. Su batalla se desarrolla en los bordes del régimen, donde enfrenta a los “miedos de la gente”. Ahí libra su contienda simbólica. Ahí demuestra su potencial discursivo. Ahí escribe su mito.

El kit discursivo del metro cuadrado

Corre otoño de 2016, Vidal lee entrelíneas el plan económico del Gobierno nacional y alerta: “Hay que ayudar a cruzar el bache a la gente”. Un calendario después, a horas de las PASO, la Gobernadora sale a cazar indecisos con un raid mediático. En el piso de Intratables se trenza con Diego Brancatelli. La esgrima racional se corta con una exposición emocional de alto voltaje de ella, que enmudece a todos los presentes y sube la temperatura del rating. “Yo le quiero agradecer este momento de honestidad brutal a la gobernadora”, la felicita Santiago del Moro. “La gente me pide y me banca esta pelea, sino no la podría sostener”, devuelve ella. Pasan las urnas y, en una entrevista al diario de Mitre, Vidal medita: “Yo creo que esto de poner la verdad encima de la mesa es lo que la gente eligió”. Amanece el 2018 y, en un timbreo por José León Suarez, la dirigente repite libreto: “Nuestra gestión quiere estar cerca de la gente y escuchar qué es lo que falta”. Preocupada, enojada, tranquila, sensible o reflexiva, Vidal nunca se olvida de la gente.

La gente es el nuevo elector. Este es el costado duranbarbista de María Eugenia Vidal. Como lo explica el consultor ecuatoriano en su libro “Mujer, sexualidad, internet y política”, este sujeto discursivo posee una identidad flotante, es relajado, individualista, hedonista y, como lo evidencia el timbreo, se realiza en lo privado. Con el Mayo Francés en la esquina, Jean Braudillard definió en los setenta a este modelo de comunidad como “socialidad ligera”. La Gobernadora toma al pie de la letra esa decodificación e interpela a sus destinatarios con microrrelatos cargados de emociones, problemas tangibles (empleo, cloacas, agua, asfalto, etc.) y expectativas subjetivas. Es el kit discursivo del metro cuadrado que, cuando transita en las redes o medios de comunicación, se completa con un nombre raso (Carlos, Sandra, Marta), un barrio (Solano, Sarandí, Virrey del Pino) y un oficio (panadero, maestra jardinera, enfermero).

Para ella, la democracia respira en el palacio, no en la calle. Toda manifestación política ajena a los canales tradicionales de representación es ilegítima. La paradoja es que Vidal tampoco disputa el juego dentro del sistema de partidos.

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En la tierra del macho alfa, la Provincia de Buenos Aires, Vidal apuesta por lo que Simone Bonnafous llama “ethos femenino”. Sensibilidad, empatía y comprensión conforman la tríada ontológica de este modelo comunicacional que le otorga un valor añadido respecto al relato estándar del oficialismo. La “gente”, supuestamente, está en manos confiables. No en vano Durán Barba fue su promotor en el 2015. Hace tiempo que el gurú del PRO insiste que el falocentrismo, en términos electorales, es cada vez menos rentable. Según él, la renovación de la política se producirá a través del género, no de la edad, la profesión o el status. Claro que la composición de su gabinete (excepto la Secretaria Legal y Técnica, Fernanda Inza, todos los ministros son hombres) y su posición frente a la despenalización del aborto (hasta el momento, no adhiere al protocolo nacional de interrupción del embarazo y, este año, se pronunció en contra de cualquier proyecto que legalice esa práctica), alumbran una ruptura entre la praxis y el plano discursivo de la gobernadora.

Ahora, si bien la categoría “gente”, por su indefinición ideológica y, por ende, su amplio alcance social, puede ser un constructo discursivo eficaz para afrontar desafíos electorales o habitar el podio de las encuestas, también es cierto que en su interior guarda el chip del conformismo. Es una etiqueta discursiva al servicio de lo dado, de la inevitabilidad de las circunstancias. La “gente” sustituye al ciudadano portador de derechos, con conciencia crítica y sentido colectivo, capaz de desafiar a la realidad. Por su naturaleza pasiva, inmediata y desdramatizada, la “gente” es reticente a los grandes relatos transformadores; es un sujeto coyuntural, no histórico. Parafraseando el libro de los intelectuales españoles Juan Carlos Monedero y Julio Anguita, la “gente” está a la derecha de lo posible.

 

El maridaje ideal

María Eugenia Vidal combina ingredientes comunicacionales de los dos intelectuales más influyentes de la escena política en los últimos años en el país: Ernesto Laclau y Jaime Durán Barba. Ambos pensadores funcionan como sinécdoque del kirchnerismo y del PRO, las dos principales fuerzas que se disputaron los sentidos social y político de los argentinos en este siglo XXI. La mandataria bonaerense elaboró un relato que mixtura el antagonismo radical contra actores que se ubican por fuera de la sistema legal con ese paradestinatario denominado “gente”. Un cóctel discursivo que logra alcance (por su vaguedad ideológica) y penetración (por su carga emotiva y su épica). El maridaje ideal. La reseña diría: “La salvadora que enfrenta el lado oscuro de la provincia para salvar a ese sujeto corriente, inofensivo y desprotegido llamado “gente”.

Por su naturaleza pasiva, inmediata y desdramatizada, la “gente” es reticente a los grandes relatos transformadores; es un sujeto coyuntural, no histórico

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La originalidad tiene premio: a pesar de la situación crítica que atraviesa el país, Vidal mantiene una imagen con saldo positivo. Ha bajado escalones en las encuestas, pero –aún– permanece lejos del tobogán por el que ya resbalaron Macri, Peña y otros ministros de primera línea. Esto demuestra que un relato político eficaz e innovador puede atenuar las contradicciones diarias de la gestión, calmar la ansiedad y encauzar energías sociales. Sin embargo, para asegurar la perdurabilidad de una narrativa, tiene que haber –al menos– un guiño de la realidad. Las palabras deben coquetear con los hechos. Sin contexto, no hay texto que subsista. El relato se transforma en una ilusión lírica incapaz de incidir en el juego democrático. Por más que nos pese a los que nos dedicamos a la comunicación, al fin y al cabo, al héroe se lo reconoce por su obra, no por su verbo.

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Comentarios

  1. Miguel Angel Ruiz Diaz

    el 27/05/2018

    Cuando mirando un programa del canal argentino, vi la intervencion de la gobernadora de la Provincia de Bs As, exprese cuanto sigue: Esta Sra sera la proxima Presidenta de los argentinnos..
    Su sensibilidad, su trato amable, expresa y exterioriza una calidez hacia la gente y por la gente, es sincera en lo que manifiesta y desea para el pueblo argentino….
    Que orgullo y satisfaccion sera para los argentinos tenerla a esta Sra como Presinta de la Rpca.

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