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¿QUE SOMOS SINO LO QUE HEMOS ESCUCHADO?

Tiempo de lectura: 7 minutos

Aquella noche en Sirucho’s Roberto Vicario tuvo problemas con el equipo de audio que emitía la música de fondo para decir sus versos, hasta que empezó el show con “Hace una larga angustia que no estamos juntos” y la monada suspiró. Quique Villanueva llegó tardísimo, al borde del toque de queda que regía para la noche por entonces, eran tiempos de taquería gobernante y hasta un comisario enfermo salía por las noches a recorrer los aledaños del pueblo en busca de autos donde algunas parejas estuvieran consumando el vil y subversivo acto de amarse a la luz de la luna (Es que en los pueblos chicos es impensable la existencia de un Hotel Alojamiento) Cacho Castaña, en cambio, llegó puntual y alrededor de la una ya desplegaba su show. En esos días de 1976/77/78 los artistas que denominábamos “comerciales” surcaban las rutas del país buscando cash fresco y sin factura, el promedio eran dos actuaciones por noche. Se llegaría a tres pero bastante más adelante.

En LU11 Radioemisora del Oeste de Trenque Lauquen tallaba fuerte por aquellos días “Correo Radial”, un programa que se emitía a la hora de la siesta y consistía en lecturas de saludos y cartas con dedicatorias de canciones que se enviaban los enamorados distanciados por cuestiones laborales. La convocatoria pisaba mucho más fuerte en los sectores trabajadores que en las clases medias, a las que les daba “cosita” el programa. Era usual escuchar:

 “Susana de Garré le dedica Melina, de Camilo Sesto, a Carlos, que se encuentra trabajando en la estancia Los Montes”

Correo Radial unía por un instante esos amores intermediados por el correo, el ferrocarril y los ómnibus de larga distancia que unían el pueblerío transportando mercaderías, correo y personas. Los diarios llegaban con un retraso de 24 hs, de ahí que para leer las crónicas de los partidos del domingo hubiera que esperar hasta la mañana del martes. Pucha, si hasta recuerdo encendidos debates los lunes en el Club sobre si la falta había sido fuera o dentro del área cuando ni siquiera se había visto una foto. Las películas llegaban con decenas de cortes tras surcar 500 Km de exhibiciones en cada pueblo así que llegaban con varios minutos menos debido a los cortes que casualmente sucedían cuando se aproximaba una escena íntima: la pantalla se plagaba de rayas y TRAC, aparecía una imagen bucólica y un auto en la acera llegando no sé adónde y sólo quedaba el recurso de imaginar el desnudo amputado (La escena de la gorda de Amarcord, quizá lo más erótico que vi en mi vida, la descubrí décadas después en Función Privada, el programa de Rómulo Berrutti y Carlos Morelli en tiempos del ATC alfonsinista)

Correo Radial unía por un instante esos amores intermediados por el correo, el ferrocarril y los ómnibus de larga distancia que unían el pueblerío transportando mercaderías, correo y personas.

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Uno de los momentos más intensos de mi vida pueblerina sucedió en Catriló, un pueblo de La Pampa adonde mi hermana, en representación de la peña automovilística de Tres Lomas, participó de una elección de la reina zonal. La celebración y baile organizado por el Club Los Ranqueles atraía a muchísimas reinas de la zona cada una con su hinchada. La convocatoria era tan masiva que los salones de los clubes eran desbordados y entonces no quedaba otra que organizar el baile en un galpón inmenso del ferrocarril, de esos donde antes se acopiaba el cereal embolsado y con una capacidad notablemente mayor al salón de cualquier club. Si la memoria no me falla, esa noche fue toda la familia, como barra brava dispuesta a bramar por la niña ya transformada en señorita rubia y bella. Como era habitual los niños nos fugábamos de la mesa para corretear con otros pibes que conocíamos en el baile pero siempre con un ojo puesto en la mesa, cosa de volar a sentarnos cuando los mozos trajeran le picada y las gaseosas, es que por entonces la Bidú Cola se saboreaba sólo en bailes y fiestas de cumpleaños (Por entonces todo era distinto, si hasta la hija de una amiga le preguntó hace poco cómo hacíamos para repetir una canción en el tocadiscos sin la tecla Rew)

los-iracundos-felicidad

Esa noche el baile terminaba con el show de Los Iracundos, en vivo, ahí, para todos nosotros que nos regodeábamos con Puerto Mont, Y te has quedado sola, Va cayendo una lágrima en tu mejilla, Soy un mamarracho y tantos hits más de aquellos años. Porque hay que decirlo ya mismo: Sandro no tomó el poder en soledad, hubo un soviet de artistas populares fenomenal y fue en esa movida que se dio su estrellato, mientras tanto el sexteto de Paysandú venía descollando. Poco tiempo antes vi al Gitano en el Club Argentino de Trenque Lauquen, habíamos ido en el Falcon del tío Ademar pero conseguimos una mesa muy atrás y lo vimos así de chiquitito y el salón reventaba de fanáticos aquella noche en que llegué a temer que el techo se viniera abajo cuando llegó en momento de

 “Lo digo por esta (y se besó la mano)

Como lo hice yo”

Pero esta noche en Catriló todo fue más cercano. Procuré un lugar al pie del escenario justo en el centro, ahí donde se pararía Eduardo Franco. Lo habían armado con tablones apoyados sobre tambores de 200 litros, y ahí me quedé hasta que llegó el momento y aparecieron Los Iracundos, empezaron a acomodarse, Juano en la batería, Febro en el órgano, el gordo Burgues en el bajo, Bosco y Leonardo las violas mientras que Franco se paró frente a mí, a dos metros de distancia y arrancó

Somos dos marionetas

que nos queremos

dos marionetas

porque todo es ficción

el destino es la mano

que nos da vida

y nuestro amor

tan sólo es una función

Repasaron todos los hits del conjunto (porque en esos años no existían los “grupos” y mucho menos “las bandas”). Fue mi debut como fan, por eso comprendo qué sienten muchos pibes que hoy se agolpan a bramar por la Princesita y otros nombres fulgurantes. Es que el primer contacto con la música popular siempre es una orgía de emociones. Luego vendrá la depuración del gusto, el aprendizaje y el estudio, pero todo dependiendo del tiempo que se tenga para aprender ya que nadie nace sabiendo de música así porque sí: todo es producto de horas de estudio y de condiciones socioeconómicas que posibiliten “perder el tiempo” en escuchar músicas nuevas y artistas desconocidos. Todo es fruto del trabajo, salvo la manifestación cruda del sentir popular, ese que entre muchos artistas lanzados al mercado entroniza sólo a unos pocos.

Pasarían por los menos dos décadas para sintiera un escalofrío similar al de aquella noche en el Club Los Ranqueles de Catriló. Fue cuando en el escenario de Obras aparecieron en fila india Hancock, Shorter, Carter arrastrando elegantemente el contrabajo, Tony Williams y Wallace Roney, reemplazando a Miles en aquél tributo que por los noventas le organizaron los miembros de su quinteto de los sesenta al genio malo. Pero esa es otra historia o si se quiere otra faceta de una vida explicada en Magazines, long plays, cassettes, cds y Pendrivers.

Porque hay que decirlo ya mismo: Sandro no tomó el poder en soledad, hubo un soviet de artistas populares fenomenal y fue en esa movida que se dio su estrellato, mientras tanto el sexteto de Paysandú venía descollando

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Recuerdo cuando intercalaba discos de Sandro entre los de Miles Davis y Keith Jarret, por entonces creía que lo hacía de puro provocador hasta que hoy lo pienso mejor y concluyo en que así como he renunciado hace rato escuchar música difícil como el Free Jazz, por ejemplo, he reasumido mi propia historia de vida enlazándola con lo que fui escuchando de modo que no haya contradicción entre esa noche en Catriló cuando Los Iracundos tocaron para mí; aquellas tardecitas de la niñez donde mamá me cambiaba y me soltaba a corretear por la vereda y por la propaladora sonaba “Vestida de novia” por Palito Ortega -que definitivamente fue la primera canción que entendí y me ponía sombrío al imaginar a una novia bella de blanco volando entre las nubes, marchándose para nunca más volver- y la emoción de aquella noche en Obras del tributo a Miles Davis de los noventas. Al fin y al cabo uno es lo que ha escuchado a lo largo de su vida y es producto de su tiempo, de su barrio, el resultado de logros y penurias del grupo familiar en que se formateó. Luego vienen las capas con diversos grados de exquisitez que se va adquiriendo pero la materia prima es anterior, vino con uno porque a ver ¿Cuál es la razón que hace reventar las pistas cuando en las fiestas de casamiento suena el Pe Pe Pe Pe Pe Pe del Disco Samba? ¿Por qué las primeras notas del Bombón asesino son como una catarata que amontona gentes de todas las edades a bailar y divertirse? Porque hay una cultura que vive en uno buscando liberarse y a veces tontamente la reprimimos o, lo que es peor, la negamos hasta que un buen día, ya a la vuelta de la esquina concluimos que esos discos y esas emociones forman parte de nuestra banda de sonido que no es mejor ni peor que otras, es la propia. Es el mp3 sonoro de las vivencias de uno y punto, porque esos sonidos, esas películas y esos momentos, digamos barriales, no sólo deben ser liberados sino revalorizados y asumidos como propios, sin culpas. Quizá cuando eso suceda la clase media tirará por la borda muchos prejuicios inconducentes.

Porque hay una cultura que vive en uno buscando liberarse y a veces tontamente la reprimimos o, lo que es peor, la negamos hasta que un buen día, ya a la vuelta de la esquina concluimos que esos discos y esas emociones forman parte de nuestra banda de sonido que no es mejor ni peor que otras, es la propia.

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Gasté muchas horas intentando vanamente entender músicas complejas hasta advertir que compré muchos discos sólo para mostrar que los tengo, discos que escuché una sola vez por la mitad y dudo que alguna vez los vuelva a pasar mientras que Los Iracundos y Sandro, entre otros, siguen en esa lista de 10 discos que me llevaría a una isla, porque pueden convivir dentro mío junto a Piazzolla, Jobim y Ellington y porque ¿Qué es una canción sino un sonido y una palabra que al sonar te recuerda aquella tarde, aquél día, aquella noche de vaya a saber qué año en que te recuerdas viviendo en medio de alegrías y pesares?

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