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29 de marzo 2018

Pablo Robledo

RENE HOUSEMAN, EL INGLES DE LOS HUESOS

Tiempo de lectura: 7 minutos

-Estoy yendo para Londres, ¿me puedo quedar en tu casa?

Claro que se puede quedar en mi casa, que no es mía pero Rick es de mis mejores amigos y hasta hace semanas nomás era un londinense como cualquier otro, es decir, nacido, criado, alimentado y crecido hasta la adolescencia en otra parte. En su caso, Middlesbrough, una ciudad industrial y muy fea al noreste de la isla cuya única conexión con la fama del fútbol global fue haber sido la sede de uno de los resultados más estrepitosos de la historia del juego: el triunfo por 3 a 1 de Corea del Norte sobre Italia en el Mundial de 1966. Los coreanos del norte, al contrario de nuestros coreanos del centro, eran adorados y adoptados por los locales y los visitantes se quejaban de que la ciudad tenía solo seis restaurantes. Rick era londinense  porque hace unas semanas, después de treinta años de londonear, decidió irse a vivir al sur, cerca del mar. Ahora, un jueves a la noche, está sentado en el único y autentico pub irlandés que sobrevivió a la gentrificacion del barrio: el Old Eagle. Acabo de llegar y ya me esperaba una cerveza en la mesa, pero la mente estaba ocupada con una noticia muy triste que acababa de leer en el Página/12 hacia solo unos minutos.

Sí, murió. Un wing increíble y una enorme persona.

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-¡Que cara! ¿Qué te pasa?

Me había preguntado cuando llegué al pub. A Rick me unen dos pasiones inextinguibles: la literatura y el fútbol. Por lo que abusando de su memoria, intento explicarle.

-No, es que ha muerto un jugador al que yo admiraba mucho, como jugador y como persona, aunque no llegué a conocerlo. No creo lo conozcas, era un wing derecho…

-¡Rene Houseman!

Como que salta Rick de su asiento, casi gritando y haciendo tambalear a la vez su copa de vino. Lo miro. Lo miro más fijo, como no pudiendo creer la adivinanza.

-Sí, murió. Un wing increíble y una enorme persona.

-Es que Houseman estuvo a punto de ser jugador del Boro.

Pensando que me iba a contestar Mundial 78, o tal vez Mundial 74, lo miro aún más extrañado. El Boro es el apodo del Middlesbrough Football Club, sé que él es hincha fanático del Boro y sé también que los hinchas fanáticos somos capaces de decir cualquier cosa.

-Oh, yes?

Le pregunto-digo, más irónico y desconfiado imposible. Es entonces como de su memoria comienzan a salir ráfagas de recuerdo, algo difuminadas.

-Si, fue después del Mundial 78, cuando la ola de argentinos que venían a Inglaterra, Ardiles, Villa, etc. No me acuerdo bien qué pasó pero si me acuerdo la cantidad que íbamos a pagar: 300, 000 libras, una fortuna en esa época. Y recuerdo tan bien a Houseman en ese Mundial que para muchos de ustedes estaría marcado por la tragedia pero para mi, un adolescente ingles quinceañero que desconocía todo, no. Los partidos siempre tarde de noche acá, los papelitos, los hinchas que saltaban y él, ese wing gambeteador, incisivo, con las medias bajas, que metía una diagonal tras otra, pelo largo a lo George Best, a quien tanto me recordaba. Grandísimo jugador.

ese wing gambeteador, incisivo, con las medias bajas, que metía una diagonal tras otra, pelo largo a lo George Best

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Se hace un silencio. Al Loco Houseman le gustarían las inscripciones en tiza que hay en unos pizarrones por sobre la barra. “El problema de la clase bebedora es el trabajo”, Oscar Wilde parafraseando el problema de la clase trabajadora es la bebida. “Si tuviera conmigo todo el dinero que en mi vida me gaste en tragos lo volvería a gastar en tragos”, anónimo. Como un John Ward y un Juan López borgeanos, nos ponemos a memorar. Mis memorias housemanianas van lejos y se acumulan. Salen a chorros. Juraría que lo vi jugar en el viejo Estadio Gabino Sosa del barrio La Tablada, en Rosario versus el Central Córdoba del Trinche Carlovich, pero de solo imaginarme a esos dos gigantes -uno enorme, el otro ínfimo- juntos en una cancha de fútbol hace que no quiera jurar en vano, por si aquel sábado no fui. A aquel Huracán del 73, en cambio, quien lo vio jugar jamás, pero jamás olvidó. Houseman era su estandarte, su alma de raya y toque y su hinchada, la más peronista revolucionaria del país. Recuerdo el alivio, el enorme alivio de mis 11 años cuando mi Newells iba a coronarse por primera vez Campeón, en el camino estaba Huracán en cancha de los odiados primos y el Loco no jugaba porque “estaba con la Selección”, Mayo del 74. El gol “en el aire” a Italia en el Mundial del 74 que se mezcla con la muerte de Perón como la historia se mezcla con el fútbol y viceversa. Decir algo de aquel infame 24 de Marzo del 76, seria en vano, ni siquiera el gol del Loco contra Polonia recuerdo, sí en cambio los pantalones largos de Gatti y la nieve, el día que nos comenzaba a temblar el alma de frío y terror. Me avergüenzo. Pero la mezcla y el show debían seguir, así como el horror. El tiempo suplementario de la final del Mundial 78 que se mezcla con la ESMA que se mezcla con la tribuna de Defensores de Belgrano que lleva el nombre de Ricardo Patito Zuker asesinado en Campo de Mayo que se mezcla con Houseman que se mezcla con la Villa del Bajo Belgrano donde militaba en Montoneros la modelo francesa desaparecida Marie-Anne Erize y vivía en todo sentido Houseman que se mezcla con el dictatorial Intendente Brigadier Cacciatore que la destruyó para que los turistas del Mundial no la vieran que se mezcla con el Presidente actual que admira a Cacciatore que por suerte no se mezcla con Houseman y la próxima cerveza. Excursionistas, su gran amor. Termino de rememorar el emotivo encuentro del Loco con las Madres y Abuelas, su indomable espíritu villero, sus salidas, sus problemas, sus vicios, su conciencia de clase, la otra final del Mundial jugada veinte años después en homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado donde el Loco dijo presente. Rick escucha, asombrado de que en un futbolista se pudieran concentrar tantas historias, tanta historia. Brindamos por su memoria y nos vamos del pub.

El gol “en el aire” a Italia en el Mundial del 74 que se mezcla con la muerte de Perón como la historia se mezcla con el fútbol y viceversa.

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¡Rene Houseman metió un gol en Middlesbrough!

Reza el título del email que flashea en la pantalla de la computadora. Rick ya se fue, estaba sobrio y ahora me escribe esto, pienso acordándome de la charla de la noche anterior. Pero no, es cierto. Rene Houseman metió un gol en Middlesbrough, de tiro libre, de chanfle y al ángulo del arquero, en el comienzo del segundo tiempo, ante 9960 espectadores, en Ayresome Park (el viejo estadio del Boro), la veraniega noche del 16 de Agosto de 1978 cuando se enfrentaron en un amistoso Huracán de Parque Patricios y el Middlesbrough Football Club, fundado en 1876. Eso es lo que me dice Rick en el mail y promete fuentes.

-¿Qué hacía Rene Houseman en tierras inglesas, apenas ganado un Mundial, jugando un amistoso de ese tipo?, me pregunto mientras espero fuentes.

Y la fuente llega en forma de un artículo publicado en la Gazette de Middlesbrough el 6 de Julio de 2013 por Anthony Vickers. Un inglés siempre recuerda y raramente miente, me digo.

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El artículo está lleno de ironías, autodepreciación y doble sentidos, en la mejor tradición anglosajona. Cuenta que después de una “provocadora transferencia tanguera” Rene Houseman aceptó, en Agosto de 1978, firmar para el Boro. “Los argentinos estaban de moda después de haber demolido a Holanda y todos querían uno. Boro casi lo consigue”, escribe Anthony, periodista-hincha, luego de numerar a Ardiles y Villa en el Tottenham, Tarantini en el Birmingham, Alex Sabella en el Sheffield United y Claudio Marangoni en el Sunderland. Sigue contando. La transferencia implicaba un gran número de representantes, dos clubes y hasta los intereses encontrados de la Junta Militar que no quería que sus “héroes” abandonaran el país. Luego, innumerables cartas, télex y llamadas telefónicas, amén de los consabidos malentendidos idiomáticos. Pero Boro estaba decidido y, rompiendo sus arcas, ofreció una cantidad que era récord histórico para el club. Las 300, 000 libras que recordaba Rick.

Para que Houseman firmara y se sellara el pase, se organizó un amistoso de apuro y se “fletó” al equipo del Loco, que ya había dado su conformidad. Prueba de ello son las fotos y los elocuentes recortes periodísticos de época que acompañan la nota: “Rene entusiasmado con firmar”; “Ahora depende de Rene”; “La charla de Neal a la medianoche convence a Rene”; “Houseman juega en Boro”; “Boro busca conversar con Houseman: 300,000”, etc. El partido terminó 2 a 1 a favor de los ingleses, que lo dieron vuelta cuando poco quedaba jugar. A su finalización, el Loco firmó el contrato. Rene Houseman era, oficialmente, jugador del Middlesbrough inglés. Ahora, solo debía regresar a Argentina, pedir una visa de trabajo que sería concedida sin problemas, empaquetar sus pertenencias, recoger a su familia y volver a Inglaterra para debutar a principios de Septiembre, de local contra Ipswich Town. Simple. Luego de una semana de su partida, los rumores empezaron a circular. El octavo día, el club recibió un “conciso” telegrama: Houseman no viajara. Stop. Huracán ofreció un aumento de sueldo. Stop. GoodBye. Stop. Simple. Loco. Houseman.

El octavo día, el club recibió un “conciso” telegrama: Houseman no viajara. Stop. Huracán ofreció un aumento de sueldo. Stop. GoodBye. Stop.

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Mientras escribo, Rick preguntó en el foro on-line de hinchas del Boro si alguien recordaba haber visto aquel partido. Las opiniones y los comentarios se amontonan, los homenajes a Houseman también. Recordar las formaciones de los equipos podría ser aburrido. Pero hay dos o tres cosas de las que estoy seguro. De que los dos jueces de línea aquella noche en el estadio del Boro fueron MrDave Bodely y Mr S. Loudon y no le cobraron ningún offside a la delantera de Huracán. De que la memoria es, siempre, un ejercicio imprescindible. Y de que el Loco no murió, el Loco no murió.

houeman

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