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11 de septiembre 2016

Mariano Schuster

Jefe de redacción de La Vanguardia. Editor en Nueva Sociedad.

SALVADOR ALLENDE TENÍA INTERNET

Tiempo de lectura: 4 minutos

La imagen que ven aquí abajo es la del socialismo. Lo sé: los asientos rojos, la botonera geométrica y los paneles iluminados, remiten directamente a la ciencia ficción. Pero no. Esa foto pertenece a esta galaxia, a este mundo, a este planeta. El capitán Kirk, el Dr. Spock, el general Ayel o la teniente Uhura jamás pasaron por allí.  No fue tampoco una invención George Lucas ni una ocurrencia de Ray Bradbury o Isaac Asimov. Ese salón fue el verdadero experimento tecnológico de la izquierda. El Star Trek revolucionario. La combinación de marxismo, democracia y futuro.

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En los años setenta había algunos que creían todavía que el sueño de la revolución era posible. Otros, directamente, se dedicaban a hacerlo. Mientras la URSS consideraba que tecnología y socialismo se unían para conquistar el espacio, mientras los cubanos intentaban poner a andar las fábricas con su socialismo de ron, son y guayabera, y los camaradas de la Yugoslavia de Tito puteaban a medio planeta desde las filas de los No Alineados, en América Latina, alguien intentaba crear Internet.

Salvador Allende estuvo a un paso de hacer funcionar una red de Internet

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Cuesta imaginar a Salvador Allende sentado en esa sala. Pero cuesta también imaginarlo como un revolucionario tradicional. Ya lo saben: había ganado las elecciones chilenas de 1970 y proponía un socialismo en libertad que no renunciase a plantar cara al empresariado y las grandes corporaciones. Quizás fuese ese espíritu que lo distinguía en casi todo el que lo haya llevado a preguntarse frente a esas extrañas botoneras: Bueno, huevones, y esto como funciona ¿que haremos con las cooperativas, los albañiles, los zapateros, los almaceneros y los campesinos? ¿Como socializaremos los medios de producción? ¿Como aplicaremos la nacionalización del cobre?

Stafford Beer, el cibernetista inglés que llevaba el verdadero proyecto económico de Allende, debe haberle respondido con tranquilidad. Presidente, con este sistema usted podrá controlar la economía. Sabrá exactamente lo que produce cada fábrica, y podrá determinar como distribuir los productos entre los trabajadores.

En la primera reunión en el Palacio de La Moneda, Stafford Beer explicó los detalles del sistema.

Mr. Allende. El complejo sistema Cybersyn está compuesto de cuatro componentes. Cybernet, Cyberstride, Checo y la Opsroom.

El primero, verdadero antecesor de Internet, conectaba a  empresas y fábricas con los diversos organismos estatales a partir del sistema de telex. Cyberstryde era el software, mientras que CHECO era el simulador de la economía real del país. La Opsroom, la sala operativa, era el verdadero motor del sistema. Porque, y Beer lo sabía, un proyecto colosal necesitaba de una sede. El imperio socialista de los trabajadores debía tener su cibernético Kremlin.

Allende miraba a Stafford Beer extrañado. El cibernetista inglés daba su explicación partiendo del dibujo de un cerebro con distintas ramificaciones, cuyo centro estaba vacío.

Quién estará allí? – preguntó el presidente chileno

Usted, Mr. Allende, usted lo controlará todo – dijo Beer

No, allí estará el pueblo – remató Allende

Lo sé: resulta bizarro y hasta algo increíble imaginar que Salvador Allende estuvo a un paso de hacer funcionar una red de Internet. Para ustedes, para mi, para todos nosotros, hubiese sido mejor. Nos hubiesemos ahorrado años de espera y de impaciencia. Pero el proyecto, claro, fracasó. La única vez que se puso en marcha, fue para evitar la contrarrevolución. Fue en octubre de 1972, durante la huelga de los camioneros. Frente a las calles bloqueadas de la capital chilena, Beer puso en funcionamiento Cybersyn. Con solo 200 camiones que manifestaban lealtad al gobierno socialista, Allende consiguió abastecer a los comercios de los alimentos necesarios.

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La Revolución Chilena tuvo tiempo para pensar un proyecto alternativo. No tuvo tiempo para aplicarlo. Pueden discutirse las razones y buscarse culpables. Al final, la respuesta siempre es la misma. El golpe de Estado que orquestó el gobierno de Nixon con el apoyo y la complicidad de la derecha chilena. Culparse entre camaradas, buscar excusas en el guerrillerismo o en la moderación, es solo omitir lo central. Pinochet, el militar que juró lealtad a Salvador Allende, destruyó la revolución a punta de pistola.

Sabemos el resto: Allende saliendo de La Moneda. Allende levantando la AK-47  que le había regalado Fidel. Allende disparando bajo su mentón. Allende muerto y Pinochet colocándose la banda presidencial.

Stafford Beer fue un revolucionario: había escrito libros, tenía millones de dólares, lo dejó todo por la revolución chilena

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Solo los que imaginan algo diferente se plantean proyectos colosales. En el caso de Cybersyn, pareció una idea demencial. Y lo era. ¿Se trataba solo de la combinación de las teorías de un científico loco y de la irremediable vocación revolucionaria de un presidente democrático? Probablemente.

Stafford Beer fue un revolucionario. Había escrito libros e ideado proyectos. Tenía millones de dólares. Lo dejó todo por la revolución chilena, por crear el Internet socialista. Cuando, estando en Londres, abrió el Guardian el 11 de septiembre de 1973, decidió dejarlo todo. Allende había sido asesinado.

Cinco días más tarde, el derrotado Beer fue entrevistado por la BBC. Con la voz quebrada y un proyecto muerto, sus teorías cibernéticas sonaron al cuento de un loco.

Lo último que alcanzó a decir fue:

Lamento lo que ha sucedido en Chile. La dictadura de Pinochet no será una salvación para el pueblo. Recordaré por siempre a Salvador Allende.

Se desprendió de todas sus posesiones, ganadas con el prestigio de sus trabajos para grandes empresas multinacionales, y se dedicó a enseñar. Alentó durante años la creación de una red para liberar la economía y ponerla al servicio de los ciudadanos. Cuando conoció el proyecto definitivo de Internet entendió que no se trataba de su propuesta.

Chile perdió un gran presidente. El mundo retrasó la llegada de Internet. Las revoluciones fracasan. Los proyectos colosales también. Hoy es 11 de septiembre.  Apaguen su computadora.

 

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