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03 de octubre 2016

Ezequiel Kopel

SHIMON PERES: EL ÚLTIMO INMORTAL

Tiempo de lectura: 8 minutos

Nadie expresó mejor la estatura histórica de Shimon Peres para Israel -y Medio Oriente- que el actual primer Ministro, Benjamín Netanyahu: “Es el primer día en la existencia del Estado de Israel sin la presencia de Shimon Peres.” No exageró: Peres fue protagonista del devenir de la historia de su pueblo durante el siglo XX y en su estructura y producción del poder, desde antes de la fundación del Estado hasta su muerte. En 1949, en el primer aniversario de la independencia israelí, con 26 años, ya era el encargado de la Marina del naciente país. Al morir, con 93 años, sólo habían pasado 26 meses fuera del cargo de Presidente de Israel.

Con la figura Shimon Peres, como con las de otros estadistas como Nelson Mandela o Charles de Gaulle, se repite el trillado (y falso) obituario que formula que fue “muchos hombres a la vez”. Así las cosas, no existiría, entonces, un único Shimon Peres, aliviando la carga de los biógrafos, que podrían escoger al Peres que mejor combine con su universo ideológico: el Peres estadista, el armamentista, el pacifista, el colonizador, el modernizador, el negociador. Pero, aunque oximorónico, Peres pudo haber desarrollado múltiples facetas pero jamás dejó de ser una única unidad de pensamiento y acción.

 Para el “político que siempre estuvo” toda acción partía de una máxima que priorizaba ante todo: la seguridad del Estado judío. Peres siempre aseveró que la capacidad nuclear israelí, que él mismo se había encargado de desarrollar casi a modo de obsesión personal, y que hoy le provee a Israel más de 200 bombas nucleares, fue el primer paso hacia la paz con sus vecinos. En una antigua entrevista había manifestado que “Dimona (la ciudad donde se encuentra el reactor nuclear) fue el primer paso hacia Oslo”. Para el patriarca, la ecuación fue la misma: sólo si nuestros enemigos no pueden destruirnos, económica y militarmente, se puede alcanzar la paz.

Peres fue protagonista del devenir de la historia de su pueblo durante el siglo XX y en su estructura y producción del poder, desde antes de la fundación del Estado hasta su muerte

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Fue el primer político israelí que cumplió con el axioma “de halcón a paloma” -de militarista a negociador-. Se dice que el derechista Menachem Begin fue el primero que concibió esta parábola de transformación de Peres cuando devolvió el Sinaí a Egipto aunque esto nunca significó un conflicto ideológico y religioso para el líder israelí ya que no consideraba al territorio egipcio como parte de la Tierra Prometida, -por tanto, indivisible- de Israel.

A ciencia cierta, Peres fue uno de los ideólogos del “Israel fuerte”, del “Israel Sansón” y del “Israel expansionista”. De un Israel que siempre antepuso su poderío y, de acuerdo a este razonamiento, su existencia misma. Según “Shimon”, los judíos debían reapropiarse de la violencia para avanzar sobre su agenda nacional. De esta manera, inició la compra de armas y aviones de avanzada para la región, desplegó el programa nuclear (diversos documentos de inteligencia demuestran que él mismo ofreció el arma nuclear a Sudáfrica a cambio de información sobre sus enemigos), inauguró la política de invadir territorios extranjeros (en la llamada “Crisis del Sinaí”), desarrolló la extensa industria armamentística israelí con la creación de RAFAEL ( tecnología militar), le dio un espaldarazo más que importante a las colonias israelíes en Cisjordania desde su estratégica posición de ministro de Defensa y hasta llegó a oponerse, hasta fines de los años 70, a cualquier compromiso territorial si el precio consistía en entregar territorios conquistados. Peres, sin ser amado por un pueblo que nunca lo apoyó en las urnas, fue el gran pragmático israelí. Perdió cuatro elecciones para el cargo de primer Ministro y, en la única elección que triunfó, necesitó de una alianza con el partido derechista Likud para conformar un gobierno de unidad nacional.

Peres (6)

Para los palestinos, Peres fue y será una figura controvertida que demuestra la colisión de las dos narrativas sobre el conflicto palestino-israelí. Esto pudo apreciarse cuando el líder palestino, Mahmmoud Abbas, decidió concurrir a su sepelio (aunque técnicamente le debió pedir permiso al ejercito israelí para poder viajar desde la semi-ocupada Ramallah hacia Jerusalén) y las críticas de los palestinos le llovieron por doquier. No es difícil entender el por qué, ya que la vida de Peres está atada a la historia del proyecto sionista. Un proyecto exitoso, puesto que Israel existe y es fuerte económica y civilmente pero a expensas de los palestinos: de los 68 años de existencia del Estado hebreo, 49 fueron de ocupación de sus territorios. Muchas veces se señala al europeo Theodor Herzl como “el padre de la Nación” al haber encarrilado el sionismo en un movimiento de independencia nacional (a la europea) pero fueron Ben Gurión y sus discípulos, entre los que resaltaba el joven Peres, los que materializaron la idea. Para los palestinos, reconocer su figura sería reivindicar el accionar de Israel con respecto a ellos mismos, homenajearían a una figura histórica del Estado que ha extendido su dominación. El inmortalizado plan de Peres para solucionar el conflicto palestino-israelí -los Acuerdos de Oslo de 1993, por el que obtuvo el Premio Nobel de la Paz- sólo ha provocado más asentamientos, una separación efectiva entre Jerusalén, Cisjordania y Gaza, más muertes para los palestinos y una ocupación “inteligente” por la cual la Autoridad Palestina funciona como una suerte de policía local supeditada al mandato de los israelíes.

La historia reciente contiene un relato erróneo acerca de los Acuerdos de Oslo, refiriéndolos como un tratado de paz, cuando en realidad fue un “acuerdo de principios” para intentar un comprensivo arreglo en un periodo inverosímil para los tiempos del conflicto (cinco años). Sin lugar a dudas, Peres y Yitzhak Rabin fueron los principales responsables de un plan imperfecto condenado al fracaso desde el principio: en vez de construir un pacto con obligaciones claras para ambos pueblos, junto a un reconocimiento parejo entre enemigos (en los Acuerdos de Oslo no hubo párrafo alguno acerca de un impedimento de construir asentamientos israelíes -situación que Israel pronto explotó- ni tampoco se refirió a un compromiso ineludible por parte de Israel de crear un Estado palestino), muy pronto se transformó en una hoja de ruta llena de agujeros que terminó por beneficiar a los extremistas de ambos lados, que lograron explotar los puntos ciegos del acuerdo para ganar legitimidad popular. El plan, que el ex primer Ministro reivindicó hasta el día de su muerte, pecó de lo que muchos allegados y rivales señalaron como un rasgo determinante de la personalidad de Peres: un optimismo empedernido.

Peres, sin ser amado por un pueblo que nunca lo apoyó en las urnas, fue el gran pragmático israelí.

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Entre las mayores virtudes del, para muchos, “mejor primer Ministro de la historia de Israel” (lideró su país durante sólo dos exitosos años, de 1984 a 1986, con un gobierno de coalición nacional que, con un arriesgado plan económico de corte liberal en un estado de matriz socialista, salvó a Israel del desastre inflacionario, sentó las bases de una industria electrónica e informática envidiada por todo el mundo y decidió la primera retirada israelí del Líbano profundo) siempre estuvo presente una indiscutible combinación de audacia y de cálculo. Ideó y planeó el brillante rescate de prisioneros israelíes en el aeropuerto de Entebbe, Uganda, durante 1976, en contra de las advertencias del mismo gobierno que integraba, y que incluyó las criticas del que fue el mayor Némesis de su carrera y, por entonces, primer Ministro, Yitzhak Rabin. A pesar de la foto que la mayoría del público conoce entre Rabin y Peres, basada en su trabajo conjunto durante la década del 90, ambos se despreciaban y se desconfiaban: Rabin era un soldado de carrera y Peres un tecnócrata estatal impulsado por Ben Gurión. El antagonismo entre ambos fue in crescendo hasta estallar en la elección interna del Laborismo de 1974, que elegiría un nuevo primer ministro para remplazar a la renunciada Golda Meir luego del fiasco de la Guerra de Yom Kippur, que necesitó de un espaldarazo armamentístico estadounidense para torcer la balanza. Con un masivo empujón mediático que acentuaba que Rabin podría convertirse en el primer líder nacido y criado en Israel (Peres era polaco de nacimiento), Shimon Peres perdió la batalla personal para la que venía preparándose desde el comienzo de su carrera política.

Peres 2

Para preservar la unidad partidaria, Rabin convocó a Peres como su ministro de Defensa pero, desde ese momento, el asesinado líder israelí no dejó de lamentar la movida, quejándose ante sus colaboradores de que su rival interno no dejaba de conspirar en contra de su autoridad. No estaba equivocado: Peres se alió a un grupo de colonos religiosos judíos que pretendían asentarse en la Cisjordania ocupada; en cambio Rabin los repudió desde el primer día. Por ese entonces, el movimiento colonizador israelí era relativamente pequeño y el espaldarazo que Peres les dio, desde el influyente Ministerio de comandaba, solidificaría una relación más que presente en la actualidad. Rabin siempre sospechó que su díscolo ministro fue quien difundió a la prensa una cuenta bancaria que su esposa tenía en el exterior -situación ilegal en ese entonces para un oficial israelí- y que lo llevó a renunciar como primer Ministro para terminar siendo reemplazado por Peres. Sólo quince años después -durante los meses anteriores a la firma de los Acuerdos de Oslo- ambos líderes laboristas desplegaron una suerte de tregua, cuando Shimon Peres le informó a Rabin que uno de sus protegidos, Yossi Beilin, estaba conduciendo negociaciones secretas con el enemigo más odiado por Israel: la Organización para la Liberación de Palestina. Pronto, Rabin y Peres reconocieron el riesgo político de tan osada jugada pero también la necesidad de aliarse ante una oportunidad histórica. Sin embargo, fue la sombra terrible de Rabin, al que debió reemplazar cuando fue asesinado por un extremista judío, la que provocó su estrepitosa caída.

En los días posteriores al asesinato de Rabin, Peres dudaba en convocar inmediatamente a elecciones, como le sugerían sus allegados para aprovechar el sentimiento de la opinión pública, imbuidos en “el sueño de paz”, así como de las encuestas que arrojaban una diferencia de dos dígitos a su favor contra su rival de derecha, Benjamin Netanyahu. La otra alternativa, la suya, se basaba en esperar un tiempo para lograr una victoria propia sin aprovechar la popularidad de la muerte de Rabin. Peres eligió la segunda opción. El influyente analista político israelí, Nahum Barnea, lo definió de este modo: “Rabin se convirtió en un santo el día de su muerte y Peres estaba envidioso”. Esta decisión -que le dio tiempo a los extremistas de Hamás para desarrollar una ronda de ataques suicidas contra la población civil israelí – se convertiría en la peor de su carrera. Buscando no ser “corrido por derecha”, Peres contraatacó con un cruento bombardeo contra las posiciones del Hezbollah al sur del Líbano, que incluyó la matanza de un centenar de civiles refugiados en una dependencia de la ONU. La situación muy pronto alineó a la población árabe(palestino)-israelí, que boicoteó las elecciones, y así Netanyahu terminaría imponiéndose por sólo 30 mil votos, consolidando, de este modo, a la derecha en el gobierno de Israel. Nunca más se presentó como candidato a primer ministro.

Después de la derrota, Peres -que odiaba el “invento de las vacaciones”- continuó su carrera en la Knesset (Parlamento) y fue Canciller del gobierno de Ariel Sharon durante la Segunda Intifada que implosionó por el fracaso de los Acuerdos de Oslo. En 2007, su esposa Sonia lo amenazó con separarse si accedía a competir por la presidencia israelí de ese año. Así, en su otoño, el patriarca concluyó que podía vivir sin su compañera pero jamás sin la política israelí a la que le dedicó su vida y su muerte.

LONDON, ENGLAND - MARCH 30: (L to R) Former Soviet leader Mikhail Gorbachev, Israeli President Shimon Peres and actress Sharon Stone attend the Gorby 80 Gala at the Royal Albert Hall on March 30, 2011 in London, England. The concert is to celebrate the 80th birthday of the former Soviet leader Mikhail Gorbachev. (Photo by Dave Benett/G80/Getty Images)

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