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17 de abril 2019

Horacio Fiebelkorn

POESIA DE LA PLATA

Tiempo de lectura: 3 minutos

   Un territorio mítico al que siempre volvés, decía Juana Bignozzi sobre la poesía. ¿La infancia, tu ciudad natal? Tal vez.  

   A dos años de haber retornado a mi ciudad de origen, salió este libro que tuve el honor y el placer de compilar, convocado por La Comuna ediciones. La poesía viva, la que sucede y se lee en bares y centros culturales, y que refracta la gramática emocional de una comunidad. La que interroga a las cosas y a sí misma como fuerza material. Esa es la poesía que me interesaba compilar, y en esa dirección orienté mi trabajo.

   No me interesaba hacer un libro para quedar bien, sino dar cuenta del movimiento poético real. Quería dejar de lado la retórica siestera de tilos y diagonales, vieja pobladora de una poesía autocomplaciente con aire metafísico que hace décadas no interpela a nadie.

Un territorio mítico al que siempre volvés, decía Juana Bignozzi sobre la poesía. ¿La infancia, tu ciudad natal? Tal vez.

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    En 1998, se publicó en La Plata el libro “36 poetas”, bajo el sello de esta misma editorial.  Conviene repasar el modo en que ese libro fue concebido. El punto de partida fue un ciclo de lectura de autores y autoras locales en el palacio López Merino. Leían su material y dejaban sus originales allí. Con esos originales se armó el libro. Nadie, que yo sepa, hizo de curador y/o editor. 

   Por aquellos años yo no tenía computadora, y tipeaba en la máquina de mi trabajo, que no tenía letra “ñ”. De allí que en mis originales aparece, por ejemplo, “otonio”, “maniana”, etc. Pero el caso es que así salieron publicados mis poemas: otonio, maniana. Alguien habrá pensado “este es un vanguardista del carajo”. No fue todo. Algunos textos comenzaban en la página 8 y terminaban -supongamos- en la 31. A otros autores les quitaron diez años de edad en la minibio. En fin: sin edición, sin cuidado a la vista.

   No iba a permitir que las cosas salieran como en 1998.  Tampoco quería repetir el cliché de incluir personas de mi taller, o de publicar material que no haya sido solicitado a sus autores. Viejos vicios de las compilaciones, que han dado pie a más de un disgusto y varias situaciones ridículas.

   Junto a mí, el aporte invalorable de Juan Augusto Gianella en la corrección y edición integral, y la concreción de un criterio uniforme en cuanto a la presentación de los autores.

   Así y todo, he tenido que explicar una y otra vez el sentido del libro: no es una antología sino una muestra de poesía actual. 

   Y lidiar, además, con lo de siempre: por qué no incluyeron a Fulano, cuál fue el criterio de incluir a Mengana…¿por qué no estoy? 

La poesía viva, la que sucede y se lee en bares y centros culturales, y que refracta la gramática emocional de una comunidad. La que interroga a las cosas y a sí misma como fuerza material.

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   Cuando el argumento “literario” se agota, aparece, nunca explicitada, la descalificación ideológica: participar de un libro publicado por la editorial comunal bajo una gestión macrista, es colaborar con el macrismo. Como si haber sido incluido en el libro del 98 nos hubiese convertido a todos en menemistas. Y como si abandonar a su suerte algo que es de todos -y la editorial comunal lo es- fuese un signo de resistencia a algo. 

   Me limito a decir: las gestiones pasan, la poesía queda y florece. Contra toda estación, en el corazón mismo de la matrix.

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