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Tiempo de lectura: 7 minutos

CFK, hasta hoy, termina su gobierno con “total normalidad”. Una excepción en la historia democrática sólo comparable, quizás, con el fin de mandato de Carlos Menem, cuando la mecha larga de la convertibilidad tardó dos años en explotar en manos de otros. CFK termina con la economía bajo control a distancia y con la política enfriada, y con algunos muertos en el jardín de los que se ocuparán “otros” (inflación, subsidios, energía). ¿Otros? CFK se va con buena imagen, será una ex presidente que nadie esconderá bajo la alfombra, y decidió estar libre de inmunidad parlamentaria. Estamos en pleno desarrollo de unas PASO a las que el FPV va con un único candidato, un no kirchnerista puro acompañado por un kirchnerista puro –aunque tan desconocido por las mayorías como resistido por grupos de peso significativo, cualitativamente hablando– y tiene un rival político histórico y previsible como Mauricio Macri. En síntesis: la casa está tomada pero en orden.

Vamos por partes:

Radicales. El radicalismo traccionó la atención pública como nunca en estos años, mientras el peronismo era invisible a los ojos. Ahora se acerca la hora de la verdad electoral y en el primer tramo de las elecciones provinciales y municipales, con excepciones particulares, comienzan a triunfar los locales, los que juegan de local. Ganan los que gobiernan. Los radicales aspiran a una reconstrucción lenta pero decidida: recuperar municipios y provincias. Lo hacen bajo el ala de un político de palacio, como Ernesto Sanz, capaz de articular la estructura partidaria en un experimento republicano que es incapaz de conducir pero que lo necesita.

Macrismo. El PRO, ese partido creado en el desierto de los sin partido, catch all superestructural y salvaje con voluntad de poder, sabe que si gana tendrá que negociar con muchos de los que hoy ocupan distintos espacios de poder (senadores, gobernadores, sindicalistas) y el Teorema de Baglini le sienta bien y necesita para seguir avanzando continuar con su estrategia de efectos anímicos. El macrismo tomó seriamente nota la sentencia kirchnerista que decía que “armen un partido y ganen las elecciones”. Macri es un teórico de lo concreto (como Scioli) que sabe que el 2015 es a todo o nada. Hasta ahora, frente a una CFK con buena imagen, la táctica dictó criticar la época y culpar al “pejotismo” que gobernó la Argentina desde hace 25 años y no tanto a CFK en sí ni al peronismo como movimiento. No obstante la fórmula del FPV demanda polarizar con la dupla Scioli-Zannini. Macri pasó de criticar al PJ y citar a Perón, o criticar al PJ y decir que tiene un millón de amigos peronistas (¡Reutemann!) a forjar una fórmula amarilla pura porque supuestamente no es momento de fórmulas mixtas ya que “no miden ni suman”. En agosto saldrá a la luz la encuesta más representativa que tenemos y veremos si las hipótesis de Durán Barba, sociólogo y ex-director de FLACSO Ecuador, son refutadas o comprobadas.

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Renovadores. ¿Qué pasó en el Frente Renovador? A veces te mata la física. Creás un espacio que después ocupan otros. O creás un espacio que no existe más. Virtud y fortuna decía Maquiavelo, y además: mala praxis y mala leche. Sufrió el efecto pinza del oficialismo por un lado y el “círculo rojo” por el otro. Cuando el kirchnerismo pareció atreverse a una despejotización, cuando Cristina pareció encaminarse a un “mi único heredero son los puros”, Massa produjo su rebelión distinguiendo una “ancha avenida del medio” adonde se agrupaba un electorado que quería cambiar lo malo y preservar lo bueno y así ganó en 2013. Es decir, creando en parte el escenario que tenemos hoy con un FPV casi en manos de Scioli (el aliado que no fue de ese Massa). Es difícil pensar un Scioli 2015 sin ese triunfo de Massa. Pero en 2013 ganó Massa y acto seguido se dedicó a constituirse en el principal candidato opositor. Ergo: abandonó la ancha avenida para volcarse a liderar el campo opositor donde ya tallaba (desde hace años) Mauricio Macri. En dos años perdió con Scioli la ancha avenida y perdió con Macri el sólido campo no kirchnerista/peronista. Macri cuanto más cerca tuvo a Massa más se encargó de adherir el kirchnerismo al PJ. Básicamente… trató a Massa de peronista. En síntesis: Massa quedó en un “No lugar” apostando al juego político sin gobernar ningún distrito. Sin embargo, probablemente, ya tocó su piso y como nadie espera nada de él –por ejemplo sorprendió presentando una fórmula realmente competitiva en la PBA– tiene altas chances de quizás crecer a expensas de los otros dos candidatos (sacando más a Macri que a Scioli).

Kirchnerismo. Las derrotas al kirchnerismo le sientan bien. Entre tanta polifonía cultural, es, sobre todo, un lector electoral. Su militancia, o, sobre todo, sus “relatores”, suelen ser más explicadores de lo hecho que guías del porvenir (más defensores del Estado frente a la sociedad, que poleas de transmisión de la sociedad hacia el Estado), y esa condición literalmente conservadora los coloca siempre fuera de juego en los saltos de audacia electoral. Frente a las decisiones de palacio nunca hay nadie más “sorprendido” que el militante. Pero el liderazgo de CFK es solar: ve todo (lo que hay, lo que falta, lo que dicen “los otros”). Si la derrota de 2009 condujo a la AUH (cuando Kirchner entendió que perdió votos humildes donde no-podía-perderlos-jamás), la derrota del 2013 tramó un año de gestión del aguante de lo negado: devaluación, control de precios, recesión controlada, reconquista del frente exterior (topándose con Griesa) y Berni como un súper ministro contra la inseguridad, un mini Leviatán a control remoto del Estado progresista, el jefe de maestranza con todas las llaves maestras del Estado para administrar la calle, la ruta, el “espacio público”. Una agenda de inflación e inseguridad. En resumen, detrás de la estruendosa caída narrada minuto a minuto del Frente Renovador se encuentran otras caídas tapadas: la caída ceremonial de Sanz y el sueño radical, la caída romántica de Carrió y el sueño republicano, y la caída invisible de Unidos y Organizados, cuando la vuelta de los Othacehé “a casa” coronó el ordenamiento político entre un peronismo y un no peronismo más clásico. Es el fin de las “terceras posiciones”, ya sean renovadoras o profundizadoras (con un kirchnerismo hecho de kirchneristas escasos de votos propios a pesar de o por su discursividad intensa), con una CFK que mide, que se retira, y que comprueba que su brillo electoral (CFK es una ganadora imbatible de elecciones) no se traslada a ningún kirchnerista. El cierre de Scioli parece consagrar en el FPV una dinámica que en otras elecciones se evidenciaba (2013): ¿unos ponen los votos y otros la ideología? La Cámpora no sólo es parte de la aduana selectiva de candidaturas sino, principalmente, también es parte del esfuerzo electoral. Pero nunca quedó tan desnuda esa disociación entre política electoral y militancia como en este cierre donde la fortaleza de CFK se mide en su capacidad por colocar nombres claves en una elección de arrastre mixto (cristinista-sciolista). Veamos, entonces.

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Sciolismo o barbarie. Si gana Daniel Osvaldo Scioli las elecciones el 10 de diciembre, ¿quién se adjudicará con justicia la victoria? La síntesis Scioli-Zannini y las listas regadas de integrantes de La Cámpora son un indicador del poder de CFK como gran electora, por un lado, y por otro señalan los límites de un proyecto sin candidato realmente propio que tiene que recurrir a quien el núcleo duro siempre resistió y toleró solo a cambio de millones de votos. Diríamos: si el candidato es el proyecto, el proyecto no tiene candidato. Pero lo cierto es que la fórmula del FPV cerró la grieta más grande que tenía el peronismo hacia adentro, una grieta casi nacida en el inicio, en el 25 de mayo de 2003. Todavía queda la división con el Frente Renovador, pero habrá que esperar a diciembre y al año que viene para ver qué pasa con ese itsmo. Por lo pronto la pre-candidatura a la vicepresidencia de Zannini cierra filas y tapa el bosque de las dudas sciolistas con un árbol plantado por la propia presidenta. Zannini cierra un debate que lleva años y define en paz y racionalmente la interna del peronismo contemporáneo hegemonizado hoy por esa minoría kirchnerista. En democracia sos los votos que tenés y CFK apoya a quien tiene los votos. Nada menos.

Juego de tronos

Somos un experimento social a cielo abierto: se enfrenta una fórmula mestiza contra una pura. Si se confirma luego de las PASO que la recta final es entre Scioli y Macri entonces CFK se erigirá como una observadora participante con poder de fuego. Scioli deberá hacer equilibrio entre el pasado y el futuro porque sin CFK no puede ganar pero solo con el kirchnerismo tampoco. Esa es la relación desgraciada de Scioli y el kirchnerismo: siempre se necesitaron. El kirchnerismo nunca tuvo la vaca de las mayorías atada, y Scioli encarnó de algún modo el conservadurismo social peronista con el que también se cocinó la década del interior real.

Si Massa por momentos iba a los medios con una agenda punitivista proponiendo bajar aviones y hacer la guerra al narco, es notable que tanto Scioli como Macri van a la TV a vender optimismo. Scioli y Macri son los políticos que les gustan a los que no les gusta la política. Y es lógico: a la elección la define esa mayoría silenciosa, un pueblo más despolitizado que recibe la AUH o la jubilación, que pelea la inflación, que vacaciona o ajusta el cinturón, y así. Una multitud que sueña con arena y sol. Al final del túnel de la década relatada e hiperpolitizada, de orden y progresismo, están estos dos hombres prestos a darle el abrazo del oso a la época.

Los doce años de la montaña rusa kirchnerista parecen querer cerrar sin más sobresaltos que los que pueden dar la elección más competitiva desde 2003. El círculo del “país normal” gobernado por dos sobrenaturales y energúmenos como Néstor y Cristina, se cierra con un país siempre latente y dos políticos (Scioli y Macri) que ofrecen su “psiquis normal” como garantía para el orden deseado.

Igual, como lo demostraron las trayectorias previas de Alfonsín, Menem o Kirchner, gobernar es “ser otro”. Todo lo que sabemos de Scioli o Macri no alcanza para pronosticar el país que viene. Y CFK también se reescribirá en este escenario. Ninguno sabe quién va a “ser” dentro de un año. El cierre de listas fue el reaseguro de tener poder para lo que venga: defender o atacar al próximo gobierno. Parafraseando al Indio Solari: la democracia es fiebre, es oración, fastidio y buena suerte.

Buena suerte, argentinos.

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Comentarios

  1. puricelliyanez

    el 22/06/2015

    Reblogueó esto en NS/NCy comentado:
    Lectura para ir pasando el rato hasta las PASO…

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