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08 de marzo 2018

Renata Hiller

BIENVENIDOS AL TREN

Tiempo de lectura: 7 minutos

El sentido de la historia no existe, pero que lo hay lo hay. El 8 de marzo, antes de ser el “8M” fue muchas cosas: desde una fecha en el calendario de la cámara de comercio, como el día de la secretaria o el día de la madre (fecha propicia para las flores y los bombones, para el piropo y la guarangada) hasta el nombre que aúne en una perspectiva internacionalista el conjunto de reivindicaciones de “la mujer trabajadora”. De aquel 8 de marzo de 1908 a hoy, ciento diez años de un movimiento emancipatorio que se impone con la fuerza de lo inexorable: el feminismo. Una revolución está en marcha y será virtud de los que sepan reconocerlo subirse al tren de la historia. O mirarlo pasar.

Del suceso al acontecimiento

La conmemoración de la fecha (8 de marzo) remite a un suceso ocurrido en Nueva York cuando, en 1908, 146 obreras textiles que reclamaban por sus condiciones de trabajo murieron en un incendio. Atrincheradas en la fábrica, les lanzaron bombas ignífugas. Sus cuerpos calcinados no suelen mencionarse en las efemérides. Ni ese incendio ni el reclamo de las obreras textiles fue una situación excepcional en la historia: dos años después tendría lugar el desastre de la fábrica Triangle Waist Co, donde el fuego causó la muerte de 123 trabajadoras de la confección y 23 hombres, convirtiéndose hasta la fecha en el desastre industrial con más victimas mortales en la historia de la ciudad de Nueva York y el cuarto en el número de muertes de un siniestro industrial en la historia de los Estados Unidos. El incendio pudo provocarse por una colilla mal apagada o por un motor de una maquina de coser. Las víctimas no pudieron salir del edificio en llamas: las puertas de las escaleras y las salidas estaban cerradas con llave, una práctica común para evitar el hurto de mercancías.

Ni ese incendio ni el reclamo de las obreras textiles fue una situación excepcional en la historia: dos años después tendría lugar el desastre de la fábrica Triangle Waist Co, donde el fuego causó la muerte de 123 trabajadoras de la confección y 23 hombres

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Antes, en noviembre de 1909, la Liga Nacional de Sindicatos de Mujeres de Estados Unidos apoyó la llamada “huelga de las camiseras” o “levantamiento de las 20 mil”, donde las trabajadoras mujeres (en su mayoría, textiles de NY y Chicago) continuaron reclamando por salarios y precarias condiciones de trabajo. Pese a las resistencias iniciales de los líderes sindicales (en su inmensa mayoría, varones), la huelga laboral duró dos meses y medio. Concluyó con un acuerdo en que varias de las demandas fueron satisfechas.

Al año siguiente, en 1910, en la 2da Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas se proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. La agenda de este centenar de mujeres provenientes de 17 países  y reunidas en Copenhague fue extensa: sufragio femenino, igualdad de derechos. El horizonte estaba señalado y la revolución había fechado su inicio.

Image_of_Triangle_Shirtwaist_Factory_fire_on_March_25_-_1911

8M: feministas en todas partes

Este 8 de marzo nos encuentra otra vez en las calles. Las demandas son muchas y muchas, muy históricas: igualdad de trato, mismo salario por el mismo trabajo, fin a la violencia sexista, educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir. El escenario, sin embargo, es bien distinto: en apenas pocos años, a veces casi hasta en cuestión de meses, las feministas demostramos que estamos en todas partes. Lo señaló hace tiempo Laura Masson, mostrando la heterogeneidad del “espacio social feminista”. Antes que un movimiento necesariamente articulado, las feministas se expresan en distintos ámbitos, incluso a veces con discursos contrapuestos (por ejemplo, en las posturas frente al Estado), pero aunadas en prácticas y principios comunes: la igualdad y la autonomía. Presentes en los movimientos sociales,en los partidos políticos, en los sindicatos, las feministas hacemos nuestro “comingout” disputando las agendas de las organizaciones que integramos. Y suceden momentos como este, en los que la televisión hace picos de rating amplificando el “Me Too” y discutiendo la interrupción voluntaria del embarazo. O donde un presidente de centro derecha (por ser prudente…), gorila y mata indios (…para dejar de serlo) plantea “salarios igualitarios” para hombres y mujeres y sobre todo dice que es momento (por fin! Ahora sí) de debatir la penalización del aborto.

Antes que un movimiento necesariamente articulado, las feministas se expresan en distintos ámbitos, incluso a veces con discursos contrapuestos (por ejemplo, en las posturas frente al Estado), pero aunadas en prácticas y principios comunes: la igualdad y la autonomía

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Basta de argumentos: multiplicar es la tarea

En mi tesis doctoral analicé el proceso de debate y posterior sanción de lo que se conoció como la Ley de “Matrimonio Igualitario”, desde los primeros reclamos de reconocimiento legal de las parejas de gays y de lesbianas hasta arribar al escenario de 2010, donde se reforma el Código Civil para admitir estas parejas en la figura del matrimonio. Señalamos entonces en dicha ley un proceso democratizador. No solo por el conjunto de derechos extendidos a quienes hasta entonces se encontraban privados de ellos, sino porque el proceso político que involucró su sanción implicó la ampliación de los espacios de debate, la puesta en discusión de sus reglas y la reformulación de los actores que allí intervinieron:

Desde Pepito Cibrián y su maravilloso homenaje a Federico García Lorca (“Marica”) en la mesa de Mirtha, a la cobertura mediática de cada matrimonio caído en el cuenta gotas de la justicia; la presión de las pibas y los pibes de los centros de estudiantes para que la discusión se llevara a las escuelas y a las cenas familiares; los planteos de los sectores opositores proponiendo un plebiscito y los argumentos para no someter una cuestión de “minorías” al cálculo mayoritario; las audiencias públicas por el “interior” (por cierto, un interior bien segmentado: apenas nueve provincias y ninguna de la Patagonia, casi el interior de 1830) en las que se pudieran escuchar las voces de “los ciudadanos de las provincias” frente a un supuesto centralismo porteño plagado de ideas foráneas, y cómo ese raid encabezado por la acérrima opositora Negre de Alonso acabó siendo oportunidad para que allí donde la Comisión de Legislación General pasara, putos y lesbianas recibieran el apoyo (en muchos casos, por primera vez) de sindicatos, asambleas docentes, organismos de derechos humanos, confederaciones rurales y otros sumados al reclamo de igualdad. En los pocos meses que duró el debate (desde su planteo en Comisiones de la Cámara de Diputados en octubre de 2009 a julio de 2010) nuevos y variados actores se sumaron al asunto: aparecieron los padres de gays y lesbianas (por ejemplo, en la alocución del Diputado Cucovillo) y también sus hijxs, reclamando derechos para quienes los criaron con amor y cuidados. Hasta Hugo Moyano, entonces al frente de la CGT, se animó a citar a Perón para afirmar que “la única verdad es la realidad y la realidad es que hay personas gay … ¿Por qué vamos a privarles el derecho a casarse, a una legalidad?”. No fue el único que admitió haber cambiado su posición, acompañando aquello que años antes hubiera rechazado.

Hasta Hugo Moyano, entonces al frente de la CGT, se animó a citar a Perón para afirmar que 'la única verdad es la realidad y la realidad es que hay personas gay … ¿Por qué vamos a privarles el derecho a casarse, a una legalidad?'

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No fue tanto, entonces, la contundencia de los argumentos, sino la alteración de las lógicas políticas preexistentes lo que posibilitó la sanción de la ley. La disputa en torno a la Ley de Matrimonio Igualitario, observada desde la perspectiva de la construcción de la democracia en nuestro país, descubrió varias aristas favorables: reconoció en un movimiento social (en este caso el LGBT) la capacidad de promover un debate público y transformar marcos normativos sacralizados; movilizó espacios públicos informales y con ello el ejercicio activo de la ciudadanía; ensanchó los márgenes del espacio institucional al poner en discusión sus propias reglas de funcionamiento; promovió coaliciones e identidades políticas novedosas y reafirmó el carácter político de la igualdad.

Sin ingresar en discusiones sobre el lugar privilegiado del matrimonio en nuestro ordenamiento social (que bien podría haberse dado, ¿por qué no es posible compartir la obra social con unxamigx?) y gambeteando la “promoción” de la homosexualidad o cualquiera de los otros argumentos, los discursos promotores de la iniciativa afirmaron un postulado sencillo: la igualdad no es una verdad contrastiva (efectivamente “no es lo mismo” una pareja de gays que una heterosexual, como no son idénticos varones y mujeres) sino un principio político. ¿Es posible lograr algo de esto con el aborto?

El futuro ya llegó

Interrumpir un embarazo, así sea uno no deseado, implica un dilema moral y ético, no creo que sea un asunto sencillo, “como sacarse una muela” (aunque su riesgo, en condiciones seguras, es bajísimo). Implica un conjunto de creencias, valores, imaginarios. Más aún en estos tiempos de ecografías 3 y 4D (recordemos que muchxs de nosotrxs, quienes ahora lean esta nota nacieron sin que sus padres conocieran su sexo y quizás apenas con una borrosa ecografía para descartar graves malformaciones). ¿Somos las mujeres sujetos plenos, capaces de discernir entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo bello y lo feo? Es eso lo que se juega en la despenalización del aborto. Punto. Y si las mujeres que abortan deben o no ir presas por ello.

Interrumpir un embarazo, así sea uno no deseado, implica un dilema moral y ético, no creo que sea un asunto sencillo, “como sacarse una muela” (aunque su riesgo, en condiciones seguras, es bajísimo)

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En esta semana se presentó nuevamente el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo propuesto por la Campaña Nacional por el Aborto seguro, Legal y Gratuito. Lleva unas setenta firmas. Los sectores reactivos hacen también su propuesta, saben que el tema va a debatirse y no quieren dejar de meter cuchara. Bienvenidos sean.

Pero así como el matrimonio igualitario pudo ser presentado como aquello que “las naciones modernas hacen”, el aborto no ha logrado impregnarse de ese discurso teleológico y progresista. Sin embargo, aquí está. El tiempo ha llegado. El feminismo, como espacio social, corriente de pensamiento y acción política, internacional, intergeneracional, transfronterizo e interclasista avanza de manera arrolladora. En su camino suma mujeres de todos los colores y tamaños, trans, gays y lesbianas, pero también varones heterosexuales dispuestos a desafiar sus propias conveniencias, las certezas tranquilizadoras que acunaron sus privilegios y sus mandatos. Porque la maternidad no es destino, tanto como ningún hombre nace para macho.

Hoy será un día inolvidable.

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