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11 de agosto 2015

Bruno Bauer

CANCIÓN ANIMAL

Tiempo de lectura: 5 minutos

Hay veces en que el tiempo se dobla y en el pliegue quedan pedazos de presente que no pertenecen ni al pasado ni al futuro. Eso pasó por ejemplo entre fines de los ochentas y principios de los noventas: el pop de sintetizadores y el hair rock habían muerto pero aún no nacían al mercado masivo ni el grunge ni los djs ácidos, y el aire se llenaba con INXS, Madchester y ese AOR del que pronto se apropió FM Aspen. Quizás todo eso fuera reflejo de un mundo que se despedía de la Guerra Fría pero sin entrar en la globalización, con la URSS aún viva. América Central dejaba atrás su guerra civil; Chile, su dictadura; Perú, Argentina y Brasil, su hiperinflación, pero ninguna aún pisaba segura el terreno de la democracia neoliberal. En esa curva ciega de la Historia fue que Soda Stereo grabó y editó un disco fuera de tiempo: Canción Animal.

El grupo de Cerati había egresado summa cum laude de los ochentas. Irrumpieron en el aire melancólico de la dictadura tardía con un proyecto musical y político: tocar rock para bailar, como Virus y Sumo, pero sin temor al mercado. Pulieron su debut new wave y luego se dedicaron a compendiar los sonidos británicos de la década, desde el dark al funk&soul blanco, pasando por el galope épico a lo U2. Cerraron el curso en 1988 con un disco de plástico, que falla por su exceso de perfección: nunca dejaremos de escuchar “Corazón delator”, pero difícilmente hoy soportemos el rap de “En el borde” o esos solos de guitarra impecables pero frígidos, dignos de una película erótica de canal de cable a la madrugada. Mientras tanto, Soda Stereo había zurcido los aislados mercados regionales de los ochentas con una campaña libertadora de giras que llevó su pop inglés en castellano por los caminos del Inca y más allá, casi sin recaer en folklorismos pintorescos. Como ya había pasado con el fútbol, era un producto de inspiración británica lo que unía culturalmente a Nuestramérica.

Mil novecientos noventa era así un buen año para que Cerati y Cía. se disolvieran, se estrellaran en un avión o se reciclaran al sonido miamense como lo hicieron Miguel Mateos y Marciano Cantero. Habían llegado al fin de la historia. Y sin embargo, aún podían abrir su caja negra: hacer música desde la atemporalidad.

Cerati siempre necesitó de una referencia externa para fabricar su música, sólo que ahora ese mundo que lo proveía de sonidos había perdido referencia

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A diferencia de otros discos, en Canción Animal no fue necesario refritar material inédito: Cerati compuso todas las canciones de principio a fin y así las llevó a los estudios Criteria de Miami, durante el verano septentrional. Eso le dio al nuevo material un sentido de unidad que le permitió aislarse de su momento. Eso no significa Gustavo que haya buceado en los sonidos secretos de su corazón para componer: al igual que Spinetta o Bowie, Cerati siempre necesitó de una referencia externa para fabricar su música, de ahí su rol de importador de rock, sólo que  ahora ese mercado, ese mundo que lo proveía de sonidos, había perdido referencia y él fue a buscar material al banco de emociones bien capitalizado que debe tener un hombre de más de 30 años: a esos compilados de música ligera que editaba la Esso, en donde trabajaba su padre, a esas fiestas en las que sonaba Led Zeppelin pegado a Kraftwerk, a esos vinilos de Pescado Rabioso que lo llevaron a tocar la guitarra.

Hoy es un lugar común decir que es un disco retro, el homenaje de Soda Stereo al rock que los crió: el sonido zeppelin III de “En el Séptimo Día” y “Entre Caníbales”, los aires beatlescos de “1990”, las reminiscencias a “Color Humano” y “She´s so heavy” de “Sueles dejarme solo” y la acústica cruda tan Artaud de “Té para tres”, la pequeña y melancólica viñeta del triángulo amoroso entre Gustavo, su padre canceroso y su madre sirviendo la merienda irlandesa que había heredado de sus mayores.

Sin embargo, ese rescate emocional no fue en busca de una época, una ética, ni un proyecto de país, sino de un sonido:

“Definitivamente el héroe de mi sonido es el equipo Vox que conseguí cuando llegué a Miami, un AC-50 (…) Hay un mito que me saqué ahora, porque yo creía que los equipos antiguos, como el Marshall en su buena época, o el Vox, o los Hiwatt, que tienen un sonido espectacular, sonaban así porque eran viejos, creía que era producto de la vejez o el añejamiento. Y descubrí que no, que suenan mejor porque están mejor hechos, no porque sean viejos.”

Cerati sabía que toda historia es historia contemporánea: “…hay como cierta perversión cuando vos recreas climas, porque de alguna manera estás mandando alguna cosa que es aparentemente inocente pero en definitiva es perversa, porque ya tuvo una vuelta. Es ilusorio pensar que uno quiere vivir en esa época, a mí me parece que los 90 pueden traer ese espíritu, pero en los 90”. Y Canción Animal no es la reconstrucción arqueológica de un momento del rock, sino el momento musical de una banda que siempre buscó su sonido en el tiempo y ahora se encontraba en una época sin tiempo alguno.

Esa operación de perversión temporal se completó con las ideas y florituras que aportaron dos seres tan equidistantes a las preferencias de su época como Pedro Aznar y Daniel Melero, el clasicismo sin fisuras y el futurismo rabioso. Canción Animal es un disco que suena fuera de tiempo, que nos recuerda demasiadas cosas a la vez, que nos llega por lugares extraños. La guitarra abrasiva de “Un millón de años luz”, el sólo de e-bow de “Canción Animal”, el falso oboe que serpentea bajo el final tempestuoso de “Hombre al Agua”, todo es extraño y familiar a la vez. El tema que da nombre al disco, con sus viñetas de erotismo para principiantes envueltas en fraseos de guitarra nítidos, podría haber estado en cualquier otro disco de Soda, pero aquí todo eso suena distinto, cálido, perverso. Humano, demasiado humano.

El disco también entrega momentos de lucimiento solista de una banda que siempre hizo pop con lo justo: la batería en 7×8 de “En el séptimo día”, la línea de bajo de “Té para tres”. La Paul Reed Smith de Cerati quema, aún antes de Nevermind, Lobo Suelto o La Era de la Boludez: Canción Animal es un disco que camina mirando de reojo al pasado pero tropieza casi involuntariamente con el futuro. 

Canción Animal es un disco que suena fuera de tiempo, que nos recuerda demasiadas cosas a la vez, que nos llega por lugares extraños.

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Aún así, fue aceptado por sus contemporáneos. “De Música Ligera”, grabado en una sola toma, con su estribillo de estadios y su videoclip, llevó a la banda a agotar teatros y llenar la 9 de Julio. La década del 90 encontró su rumbo y, en el clima de mercado libre, todos fueron ceratis: Mollo y Arnedo grababan en Los Angeles, Patricio Rey mezclaba en Miami. Todos querían sonar duro en esos años duros en que Daniel Grinbank trajo a Erasure pero no se atrevió a promocionarlos en su radio por temor a ahuyentar a su público rockero.

Y Soda Stereo, en un nuevo gesto político, renunció al rock duro y al guevarismo musical para retomar su carrera de importadores de sonidos y exportadores de pop, esta vez montados sobre la ola sónica que emanaba de Londres. “Canción Animal fue un disco adelantado a su tiempo” dijo Cerati durante la presentación de Dynamo en Méjico. Si despejamos a la frase de su arrogancia encontramos una confesión tardía: fue un disco contemporáneo de una época sin tiempo, la foto de un lugar que sólo existió cuando se lo fotografiaba. Nadie podrá repetir esa experiencia, ni el mismo Cerati, pese al intento de Amor Amarillo.

Los noventas pasaron, terminaron mal, hoy sólo sobreviven en una memoria resentida y nostálgica de consumos como la Montain Dew, las biografías de guerrilleros o los shows de Juana la Loca. Canción Animal rompe esa memoria, no nos trae ninguna década; nos enseña, una vez más, que el tiempo no pasa: se acumula a nuestras espaldas y nosotros elegimos qué hacer con él.

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Comentarios

  1. tata

    el 11/08/2015

    excelente nota…como Cerati

  2. Magalí Minvielle

    el 11/08/2015

    Qué notón!!

  3. amadeo

    el 12/08/2015

    Excelente, Bruno. Aporto también al recuerdo las citas que usaste, que son de la nota que Daniel Curto y Claudio Kleiman le hicieron a Cerati para la revista El Musiquero (ya no se hacen entrevistas así, lamentablemente).

  4. Bruno Bauer

    el 12/08/2015

    Es cierto, Amadeo, no incluí la referencia para no recargar al texto. Dejo aquí el link https://flacostereo.wordpress.com/2014/08/08/soda-stereo-a-24-anos-de-cancion-animal-cerati-en-el-musiquero-1990/

  5. Till Polanco

    el 12/08/2015

    Nadie `podra expresarlo mejor… Felicitaciones Bruno.

  6. Ema D. Finzi

    el 17/08/2015

    Bello texto. Bello. Gracias.

  7. CERATI. LA BIOGRAFÍA, DE JUAN MORRIS | Panamá

    el 31/10/2015

    […] de la furia, compuesta sobre arpegios y personajes de la infancia de Cerati. Luego vendrá el quiebre compositivo de Canción Animal, cruzado por el noviazgo casi porno con Paola Antonucci y la amistad, también […]

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