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I

En Venezuela hay dos Bastillas. Due palazzi. Caracas vive tomada por la disputa política y por dos hegemonías en proceso que no logran ocupar todo el espacio ideológico. Hay una suerte de “empate” simbólico que presiona sobre los diversos actores y sobre las expectativas a futuro. Una profunda tensión atraviesa el clima político y los espacios urbanos. Caracas, también, son los varios palacios que escenifican el poder de todos los actores. Por momentos, la hospitalidad política se diluye y aparece la ciudad real. Conflictiva y dividida.

Oficialismo y oposición buscan un sentido, un discurso y una estrategia que se identifique con las mayorías y resuelva la pulseada. Unos, desde el poder, buscan “recalibrar” la política con la presión de la crisis económica y los otros parapetarse en una propuesta eficaz que les permita avanzar. Ambos están lanzados y “acelerados” al encuentro de un significante vacío que pueda articular demandas, actores y reclamos. Hay un “buceo masivo” de oficialistas y opositores por encontrar esa “perla” que movilice, que le reste poder al adversario. Una operación laclausiana está en marcha. La crisis venezolana se explica en parte porque ese significante que el oficialismo había logrado estabilizar –conjunto de símbolos, políticas y discursos- se encuentra debilitado.

Due palazzi

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El oficialismo movilizó. Puso su ciudad en la ciudad en respuesta a la convocatoria de la oposición. Pero eso no bastó. La Mesa de Unidad Democrática demostró una importante capacidad de movilización. Algo de la destitución de Dilma y del lento proceso de moderación regional alentó a los organizadores. Las instituciones y territorios que controlan respondieron, pero también lo hizo su estrategia. Se colocaron en el lugar de los “constitucionalistas”. Corrieron el eje de las políticas públicas, de la economía y se centraron sobre una interpretación constitucional. Allí buscan recrear una confianza pública que todavía no tienen. Interpelar a los chavistas que ven a la constitución como un reaseguro. No sería la primera vez en América Latina que un grupo o espacio político se consolide y amplifique en relación con un texto constitucional. Éste puede ser parte de una identidad que todavía la oposición no tiene. Cuestión que sería paradojal: construir su identidad con un texto que dio a luz el chavismo. Hacer una identidad con lo que éste deja en el camino. Se predisponen, de alguna manera, a disputar el “momento universal” del chavismo.

II

En este proceso de construcción del “primero de septiembre”, la oposición va logrando que parte de su agenda política se convierta en debate público. Los manifestantes mayoritariamente exigían su derecho a la convocatoria a un referéndum revocatorio. No fue necesaria la televisión ni otros medios tradicionales; la intervención en los territorios, las redes sociales y los “influencers” fueron suficientes. Aprovecharon un nicho hasta ahora sólo utilizado por el oficialismo.

Algo de la destitución de Dilma y del lento proceso de moderación regional alentó a los organizadores

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La MUD apostó por instalar una épica ciudadana, como en las otroras convocatorias de Chávez. Intentaron construir alrededor de ese día un hito político e histórico. La entrada de la oposición a la gran política. Sin embargo, el pronunciamiento faccional dado por el líder de la MUD Chuo Torrealba desinfló esa euforia y reactivó el desencanto y decepción. Les cuesta encontrar un tono que interpele más allá de sus intereses particulares y que sortear la disputa bilateral con el presidente y sus funcionarios. Están entre el ring y la granpolitik. Cuestión que no les permite estructurar una mayoría y ampliar sus filas.

Pero, nada hace pensar, que esto favoreció al oficialismo. Cada vez luce más desgastado y con una débil estrategia de seducción. Mientras el chavismo insistía en un discurso alejado de las preocupaciones cotidianas, para algunos de los que estaban bajo la tarima, la jornada de ayer pareció más un acto de “saludo a la bandera” que una defensa de la hegemonía gubernamental.

Las dos bastillas están ahí. Tomadas en si mismas. Están frente a su drama político: atravesadas por cierta incapacidad para interpretar a la mayoría de los ciudadanos. Ensayos a prueba y error gobiernan la política de todos los espacios. La presencia de tantos dirigentes y líderes en el escenario político no logra clausurar la incertidumbre y provoca una mayor distancia de toda la clase política de los ciudadanos. Existe una suerte de sobrerrepresentación de la dirigencia que todavía no encuentra estabilizar su mayoría. Por ahora, siguen encerrados en su Bastilla.

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