19 de Abril de 2024 •

13:15

Columbus
56°
nubes
81% humidity
wind: 13m/s NNW
H 59 • L 53
62°
Fri
55°
Sat
57°
Sun
62°
Mon
57°
Tue
Weather from OpenWeatherMap
TW IG FB

17 de marzo 2016

Mariano Schuster

Jefe de redacción en lavanguardiadigital.com.ar

EL MAESTRO DE TRUMP

Tiempo de lectura: 7 minutos

 Cuando se levanta, dispuesto a tomar su fastuoso desayuno, Donald Trump nunca pide el diario. No le interesa lo que digan de él. No pretende leer los insultos ni los halagos. No le preocupa si lo aman o lo odian. El hombre del cabello amarillento, el líder de la cruzada antimexicana y de los Estados Unidos irreverentes de América, solo sabe una cosa: que puede ser el próximo presidente de los Estados Unidos.

Aunque lleve siete libros publicados – entre los que se encuentran Así llegué a la cima y Queremos que seas rico (escrito junto a Robert Kiyosaki) -, Trump no se caracteriza por ser un buen lector. El hombre que crea imperios económicos, altas torres en Nueva York y que gestiona concursos de Miss Universo, carece de tiempo y vocación para los menesteres literarios.

Quizás, si en uno de sus desayunos, se tomase un respiro para leer un libro de campañas electorales, comprendería que hubo un hombre que ya hizo lo mismo que él. Hablamos de Barry Goldwater, el antepasado de Trump.

Goldwater con rifle

A principios de los años sesenta, Barry Goldwater era un político en formidable ascenso. Un republicano conservador dispuesto a reformar a su ya derechizado partido en una verdadera casa de tradicionalistas y ortodoxos. Un tipo salvaje, que mantenía la épica de los cowboys pero que, con sus grandes gafas negras y sus trajes a medida, daba la imagen de un político serio y responsable.

Nacido en Phoenix (Arizona) en 1909, Goldwater mamó los valores republicanos desde chico. Su padre, Baron, un judío de origen polaco y su madre, Josephine, una férrea seguidora de la Iglesia Episcopal, le habían enseñado la ética de los negocios y del crecimiento individual. A los veintiún años, cuando falleció su padre, Barry ya había aprendido la lección. Se hizo cargo de las tiendas de ropa de la familia, que le habían dado el gusto de una vida fácil, de escuelas privadas e importantes compañías. Sin embargo, en aquellas tierras del suroeste, donde abundaban los cactus, el desierto y el anticomunismo, no había más valor que el de defender a la patria. Por eso, cuando en 1940 un llamado del Ejército interrumpió sus tareas de empresario, fue feliz. Iba a la guerra a luchar por los Estados Unidos. Cuando regresó, ya ostentaba el grado de general tras haber combatido en África del Norte, India, Sudamérica y China con el Comando Ferry.

Los años cincuenta marcaron el comienzo de su vida política. En 1949 se presentó a concejal por Phoenix con un discurso que lo caracterizaría para siempre. Se subía a los pequeños estrados que montaba como candidato independiente y gritaba consignas contra la amenaza roja. Anunciaba su descarnada lucha contra los demócratas, a quienes los acusaba de haber creado un Estado de Bienestar, vigilante y burocrático, que era la lacra de la nación. Con su radicalizada verba prometía de todo: desde limpiar las calles de su ciudad de “pandilleros” hasta eliminar el “juego y la prostitución”. Tras ganar la concejalía, comenzó una carrera imparable. Llegó al Senado en 1952 y repitió su victoria seis años más tarde. A Goldwater solo le faltaba un escalón: el que lo llevaba a la Casa Blanca.

Goldwater tenía consignas que hasta algunos de los más derechizados miembros del GOP consideraban inaceptables

Compartir:

Goldwater tenía en su haber consignas y proclamas que hasta algunos de los más derechizados miembros del Great Old Party consideraban inaceptables. En su libro La consciencia de un conservador – que se convirtió en bestseller durante la década del sesenta – había afirmado sus planteos antiigualitaristas de un modo peculiar. Todos somos iguales ante los ojos de Dios, pero no lo somos en ningún otro sentido.  Afirmaba que su interés como político no era “aprobar leyes sino derogarlas” y que el Estado debía ser reducido a mínimos. Estaba muy lejos de ser un inconsecuente.

En 1964, poco antes de las elecciones presidenciales, rechazó en el Congreso la Ley de Derechos Civiles que intentaba eliminar la discriminación racial porque pretendía, justamente, igualar lo que no era igual. Cuando la prensa demócrata se lanzó contra él acusándolo de reaccionario, se defendió con su mejor estilo. Adujo que una de sus secretarias en el Congreso era negra y que en Phoenix lo votaban los afroamericanos.

Goldwater Boton

Ese mismo año, cuando decidió presentarse a las primarias republicanas, buena parte del partido miraba extrañado a aquel senador del Sur. Algunos, como Henry Cabot Lodge y Nelson Rockefeller  – a quienes el acusó de ser “demasiado progresistas”- pusieron el grito en el cielo e intentaron boicotear su candidatura. Sin embargo, el 10 de julio, consiguió su cometido. La convención republicana de San Francisco quedó encendida con su inflamado discurso conservador, que culminó con un lapidario llamado a las familias tradicionales: “Sépanlo: El extremismo en la defensa de la libertad no es un vicio. Es una virtud!”. Fue proclamado candidato.

Lo que siguió fue un conjunto de demenciales actos sincericidas. Sus radicales spots  instalaban una visión apocalíptica de los Estados Unidos. En ellos, los gobiernos demócratas parecían una suerte de Eje del Mal que entremezclaban marxismo y keynesianismo. En uno de ellos titulado La gente pregunta sobre el comunismo. Una señora bien vestida decía: Soy la señora Hustler y tengo una pregunta para Barry Goldwater. Estoy consternada por el comunismo y su influencia en todo el mundo. Cada año que pasa los comunistas tienen más poder y la situación empeora. Quisiera que el señor Goldwater me explique como podemos frenar el comunismo en el mundo. Entonces, el senador de Arizona aparecía al lado de una bandera norteamericana en su oficina y lanzaba una soflama antiroja y pro OTAN. Su serie de spots La gente pregunta (había también sobre la guerra y sobre el servicio militar) parecía sacada de una película de clase B.

Editó un disco con sus discursos interpretados por él mismo y por el llanero derechista por antonomasia John Wayne

Compartir:

Durante toda la campaña se mostró decidido a ser el cowboy salvador de la nación. Editó un disco con sus discursos interpretados por él mismo y por el llanero derechista por antonomasia: el compañero John Wayne. Además, anunció que si los norteamericanos no lo votaban, corrían el riesgo de que sus hijos se hicieran marxistas. La cosa no terminó ahí: desde la televisión dijo, sin sonrojarse, que los Estados Unidos debían utilizar la bomba nuclear en Vietnam. Cuando le preguntaron por los peligros que ello implicaba, contestó: La bomba nuclear es igual a cualquier otra arma. El colmo de su campaña fue el apoyo del Ku Kux Klan. Vestidos con sus célebres capuchas blancas, cientos de militantes de la organización racista salieron por las calles de Estados Unidos con carteles a favor de Goldwater. Goldwater Revista Life

Los demócratas supieron aprovechar para tratarlo de loco y de populista. Apelaron a sus posturas racistas y a su belicosidad para enterrar sus posibilidades. Con inteligencia, usaron su provocativo lema de campaña – el que aparecía en todas sus publicidades –  In your heart you know he´s right (En tu corazón sabés que tiene razón) para demostrar lo que verdaderamente decía. Como “right”, además de razón, significa, también “derecha” los demócratas sacaron la consigna: In your heart you now he´s right…extremely (En tu corazón sabés que es de derecha…extrema). Además hicieron imprimir botones y stickers con la leyenda In your heart you know he´s nuts (En tu corazón sabés que está loco).

 

Finalmente, su oponente demócrata, Lyndon Johnson, lo trató de “demagogo adulador y logo de remate que quiere destruir la sociedad”. Además afirmó que Goldwater quería “dar marcha atrás el reloj de la historia en cada una de las conquistas de los últimos 30 años”. Finalmente, le dieron una bala directa al corazón al sacar por TV uno de los spots más recordados de la historia americana. En él se veía a una nena de unos seis años deshojando una margarita mientras contaba los pétalos de adelante para atrás (10, 9, 8, 7…). La cámara se acercaba hacia sus ojos hasta entrar en ellos y la pantalla se quedaba negra. Al segundo se  veía la explosión de la bomba nuclear, mientras la voz de Lyndon Johnson decía: “Esto es lo que está en juego. Un mundo en el que todos los hijos de Dios puedan vivir o un mundo de tinieblas. O nos amamos los unos a los otros, o moriremos”.

Su derrota se selló el 3 de noviembre de 1964. Johnson fue electo por el 61% frente al 39% de Goldwater. El populista republicano había dejado rupturas, escisiones y odios incluso dentro del Partido Republicano.

El colmo de su campaña fue el apoyo del Ku Kux Klan, vestidos con sus célebres capuchas blancas

Compartir:

Su derrota, sin embargo, no amainó su temperamento. Y, de hecho, salió triunfante. Cuando Ronald Reagan se hizo del poder, reconoció que había entrado en política gracias a su “amigo Barry”. El actor, que también había hecho campaña en televisión por Goldwater en 1964, aplicó muchas de las tesis del llanero de Arizona en lo que se conoció como la Conservative Revolution.

Ku Kux Klan con Goldwater

Pero durante el mandato de su amigo, Goldwater siguió sosteniendo su rifle y apuntando al extremismo. Quería estar a la derecha de Reagan. En mayo de 1983, mientras América Central se transformaba en un polvorín de luchas guerrilleras, el viejo cruzado se acercó a la CBS, y en pleno prime time lanzó: Creo que el presidente Reagan debe hablar claro y decir: Para salvar América Central utilizaremos, si es necesario, nuestras tropas, nuestra aviación, nuestras fuerzas armadas. No se contentó con eso. Pidió al presidente una urgente invasión a Cuba, para eliminar la lacra del marxismo que generaba las revoltosas insurrecciones en los países cercanos.

Poco tiempo antes, ya había dado la nota. Mientras participaba de reuniones en Vietnam, la prensa filtró que viajaría a la China comunista. Por una semana he escuchado noticias de que la China comunista me ha invitado a visitar Pekín. No he recibido ninguna invitación. Y debo decir que si la recibiera, la declinaría. Tengo un gran respeto por el pueblo chino y por su cultura y su potencial. Pero hasta que no haya una China libre, no visitaré esas tierras.  – sostuvo ante los medios de comunicación.

Nunca se asumió como un fascista y siempre defendió sus ideas con vehemencia. Tanto, que el presidente Bill Clinton, llegó a decir de él que era “un hombre honorable”.

Barry Goldwater murió el 30 de mayo de 1998, acompañado de su mujer, sus hijos y unos cuantos rifles de caza. Nunca conoció a Donald Trump. No sabía que el fascismo tendría una segunda chance.

 

 

Dejanos tu comentario

Comentarios

  1. El maestro de Trump

    el 20/03/2016

    […] El maestro de Trump […]

  2. El maestro de Trump

    el 21/03/2016

    […] […]

  3. Fabricio Terán

    el 23/03/2016

    ¿Fascismo? Debes aprender a diferenciar entre conservadurismo y fascismo. Que son opuestos. El fascismo entre otras cosas pide control del Estado, el conservadurismo, al menos el americano, pide lo contrario al menos en muchas áreas.

Bancate este proyecto¡Ayudanos con tu aporte!

SUSCRIBIRME