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08 de marzo 2021

Ezequiel Kopel

FRANCISCO EL KURDO

Tiempo de lectura: 6 minutos

No estaba en el cronograma oficial -o al menos en el que había llegado a la prensa internacional- pero después de dar una multitudinaria misa en el estadio “Franso Hariri” de Erbil, el Papa Francisco se reunió con Abdullah Kurdi, el padre del tristemente recordado Alan Kurdi, ahogado en las orillas de Turquía mientras trataba de llegar a Europa escapando del exterminio de ISIS en Siria. La imagen del pequeño cuerpo de 3 años de Alan, tirado boca abajo en la playa y vestido con una remera roja y un pantalón azul, recorrió al mundo y logró una momentánea y limitada apertura de las fronteras europeas (duró solo 3 meses) para la llegada de refugiados sirios. Pocos lo recuerdan, pero en la tragedia no solo falleció Alan sino también su hermano Galip de 5 años y su madre Rehanna. Así, desde el fallecimiento de Alan Kurdi, más de 17 mil personas han perecido en el Mediterráneo tratando de llegar al continente europeo.

Abdullah -que es étnicamente kurdo y vivía en Kobane, una de las zonas kurdas atacadas por los fundamentalistas islámicos en Siria cuando el gobierno central la abandonó- hoy reside en la zona autonómica del Kurdistán iraquí luego de rechazar la ciudadanía ofrecida por el presidente de Turquía, Recyp Erdogan, para residir en ese país. A partir del momento en que el padre de Alan le dijo no a la oferta del mandamás turco, Abdullah se transformó en un símbolo de orgullo para el movimiento independentista kurdo (Erdogan tiene un enfrentamiento fratricida con los kurdos). En la extensa charla que tuvo con el argentino, Kurdi le agradeció todo el esfuerzo que hace por los refugiados y migrantes del mundo

Luego de la extraordinaria yuxtaposición del Papa vestido de blanco, rezando en una antigua iglesia de Mosul, empequeñecido por los devastados edificios de una ciudad vieja arrasada, Francisco viajó al enclave cristiano de Qaraqosh (o Baghdeda como la conocen los asirios). Su llegada no era accidental sino todo lo contrario: pura significancia. Luego de que ISIS lo amenazase personalmente (“llegaremos a Roma para derribar la cruz”), el líder cristiano se trasladó al mismísimo sitio donde miles fueron masacrados por el Estado Islámico y su “califa” Abu Bakr al-Baghdadi prometió que no se vería cruz hasta el final de los tiempos. En Qaraqosh, como en Mosul, ISIS ofreció a los residentes cristianos una sola opción: podían convertirse o pagar la jizya, el antiguo impuesto religioso que se aplicaba a todos los monoteístas no islámicos. Si se negaban, serían asesinados, esclavizados o violadas, y sus pertenecías y riquezas se tomarían como botín de guerra.

A partir del momento en que el padre de Alan le dijo no a la oferta del mandamás turco, Abdullah se transformó en un símbolo de orgullo para el movimiento independentista kurdo

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Después de recitar una plegaria en la iglesia más grande de Irak, la Catedral de la Inmaculada Concepción (que ISIS había reconvertido en un campo de tiro) y firmar el libro de honor con las palabras “desde esta iglesia destruida y reconstruida, símbolo de la esperanza de Qaraqoshy de todo Irak, pido a Dios, por intercesión de la Virgen María, el don de la paz”, el santo padre  se dirigió hacia la zona autonómica del Kurdistán, lo que se ha constituido en un verdadero y seguro refugio para las minorías iraquíes.

Es cierto que los kurdos -de la misma manera que lo hizo antes Saddam Hussein con su programa de “arabización”- promueven una agenda secular y nacionalista que busca un estado kurdo, pero también es una realidad de que el norte de Irak se ha convertido en un aérea donde conviven diferentes minorías y una de ellas es la asiria cristiana. Solo basta con observar una de las bellísimas estampillas que emitió el gobierno regional kurdo y contemplar cómo, rodeando a una foto de Francisco, estaban desplegadas la media luna islámica, la cruz cristiana y la estrella judía entre otros símbolos religiosos de minorías más pequeñas y controvertidas como los zoroastristas y la yazidí.

El inenarrable sufrimiento yazidí a manos de los fundamentalistas (genocidio de su población masculina y esclavitud sexual para sus mujeres) nunca le fue ajeno al Papa Francisco. Desde hace años viene pronunciándose por los derechos de la minoría yazidí a profesar su fe y mantener su particular identidad. El activo y continuo apoyo del líder cristiano es más que interesante: los yazidíes son considerados por la mayoría de los habitantes de Irak como politeístas, ya que, si bien centran su adoración en un solo Dios, también creen que este creó siete ángeles sagrados para guiarlos (su eterna reverencia al sol también los ubica como eternos sospechosos de practicar un politeísmo secreto). 

No es necesario ser historiador para notar el radical cambio que viene ocurriendo en el último siglo dentro de la Iglesia Católica, si se piensa que la máximo autoridad del credo proyecta su manto protector sobre una población perseguida de supuestos politeístas que adoran al sol. Si dos siglos atrás alguien nos hubiese contado que el patriarca de Roma iba a hacer algo bajo estos parámetros, le hubiésemos pedido que no nos tome el pelo.

Con respecto a la situación kurda, estos no la tienen fácil. Son la minoría más grande de Medio Oriente que se quedó sin estado propio luego del movimiento de placas tectónicas desatado en la región con la disolución del Imperio Otomano. El principal enemigo de la autodeterminación kurda es precisamente la ubicación del territorio reivindicado, el cual incluye partes del sureste de Turquía (Kurdistán del Norte), el norte de Siria (Kurdistán Occidental) norte de Irak (Kurdistán del Sur), y el noroeste de Irán (Kurdistán Oriental). Demasiados enemigos poderosos -turcos, árabes y persas- que a través de la historia han demostrado no ser muy propensos a tolerar la soberanía nacional de una minoría en la tierra que controlan.

Con respecto a la situación kurda, estos no la tienen fácil. Son la minoría más grande de Medio Oriente que se quedó sin estado propio luego del movimiento de placas teutónicas desatado en la región con la disolución del Imperio Otomano

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En el norte de Irak, desde que Estados Unidos les creara una zona de exclusión aérea luego de Guerra del Golfo, es donde existe hoy la única zona realmente autónoma kurda del Kurdistán. Sin pretender ser un sommelier de luchas independentistas, pero mirando la realidad con los ojos abiertos, la única chance para el establecimiento de un estado kurdo parece encontrarse solo la parte del Kurdistán iraquí en donde ya existe un autogobierno kurdo (divido en su estructura de poder entre dos familias casi patricias como son los Barzani y los Talibani). No obstante, aún no parece ser el momento indicado para declarar una independencia dentro de un país perforado por la acción de incontables milicias chiitas, que, ante cualquier movida de ese tipo, torpedearán la acción con la asistencia de Irán, quien teme que la iniciativa también prenda un dormido deseo de autodeterminación de sus kurdos iraníes.

Es pertinente recordar que cuando los kurdos iraquíes convocaron a un referéndum hace cuatro años años para que su población votara a favor o en contra de independizarse de Irak, la Guardia Revolucionaria Iraní comprendió el peligro de esa jugada (los kurdos tienen relaciones de larga data con los israelíes) y motorizó el envío de tropas iraquíes para recuperar las zonas conquistadas por las fuerzas de seguridad kurdas cuando enfrentaron a ISIS a partir del 2014. (Los kurdos habían ampliado su territorio en la alta Mesopotamia en un 40 por ciento cuando el ejército central iraquí abandonó intempestivamente esa zona ante el avance de los yihadistas.)

El espaldarazo que el Papa le ha dado a la autodeterminación kurda no ha tenido casi parangón en ningún líder mundial. A pesar de emplear siempre la palabra Irak en sus discursos, la foto de uno de más importantes líderes religiosos del nuestro tiempo junto a la bandera kurda en el propio Kurdistán, marca un antes y un después para la causa.

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Desde el nombramiento de Louis Sako, el líder de los católicos caldeos en Irak, como el segundo iraquí que alguna vez ha integrado el Colegio Cardenalicio, el Papa viene planeando su viaje Irak. En 1999, Juan Pablo II había cancelado el suyo por cuestiones de seguridad, pero una situación mucho más inestable y peligrosa como la actual no detuvo al intrépido Francisco, quien todavía se está recuperando de una lesión en la espalda que dificulta su movilidad. La visita de Francisco del 5 al 8 de marzo a Irak pudo no haber sido el viaje papal más grande de todos los tiempos, pero sin dudas puede ser considerado como uno de los más valientes y emblemáticos, y el que mejor expresa el espíritu de su papado.

Su excursión, que incluyó una importante reunión con la autoridad máxima chiita Ali Sistani, donde planteo la fricción entre los grupos paramilitares vinculados a tal confesión y las comunidades asirias cristianas del Nínive, no será olvidada en Irak, pero mucho menos en el Kurdistán. El espaldarazo que el Papa le ha dado a la autodeterminación kurda no ha tenido casi parangón en ningún líder mundial. A pesar de emplear siempre la palabra “Irak” en sus discursos, la foto de uno de más importantes líderes religiosos del nuestro tiempo junto a la bandera kurda en el propio Kurdistán, marca un antes y un después para la causa. Cuando el Kurdistán alcance, tarde o temprano, su buscada independencia (situación que posiblemente no podamos contemplar en nuestras vidas), los kurdos van a adornar su capital con estatuas del Papa Francisco. Un futuro sobre el que no tengo pruebas pero tampoco ninguna duda.

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