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GOOD BYE PABLO!

Tiempo de lectura: 9 minutos

El martes 4 de mayo la Comunidad de Madrid celebrará elecciones a la Asamblea. Una contienda que se ha nacionalizado, mérito de la candidata del PP Isabel Díaz Ayuso, quien consiguió instalar la dicotomía contra el gobierno nacional. Ambos Ejecutivos se reprochan mutuamente la mala gestión de la pandemia.

Se trata de la autonomía con el mayor PBI per cápita, la principal economía de España y la tercera comunidad más poblada, detrás de Andalucía y Cataluña. Es también la región donde más golpeó el coronavirus: acumula más contagios y muertes en números absolutos que ninguna otra, y durante los primeros meses de 2020 más de 5000 adultos mayores murieron sin asistencia sanitaria atrapados en geriátricos.

Ayuso, la actual presidenta, decidió disolver la Asamblea y adelantar las elecciones fechadas para 2023 en un movimiento largamente calculado y astutamente ejecutado en el momento preciso con un claro objetivo: aplastar a Ciudadanos y hacerse con sus escaños en el parlamento autonómico.

Pero la campaña había comenzado antes. Durante los dos años de legislatura Isabel supo construir mediante un perfil rebelde, fresco, espontáneo y de constante confrontación con el gobierno nacional su marca personal y su capital político. Exigiendo siempre mayor autonomía, forzó a Sanchez a extender el estado de alarma, y en los peores momentos mantuvo abierta las fronteras de Madrid y al sector gastronómico. Su estilo se diferencia de un Pablo Casado, líder del PP, más contenido, y por el contrario, recuerda mucho –y por momentos consigue eclipsar– al espíritu pirotécnico de Vox.

”Me presento yo. El proyecto lo encabezo yo. La Comunidad me la he echado a las espaldas yo”. No son pocos en su entorno los que murmuran que ella sería la mejor lideresa del partido para este momento y recuerdan que Casado, distanciado de la campaña madrileña, todavía no consigue “ponerle la cola al burro”. El runrun por el plan B no ha hecho sino comenzar. Una vez consiga ganar estas elecciones superando el 40% de los votos y duplicando los del segundo, si finalmente consigue formar gobierno ya sea con o sin la ayuda Vox, asistiremos a un auténtico espectáculo de conspiración palaciega.

Ayuso, la actual presidenta, decidió disolver la Asamblea y adelantar las elecciones fechadas para 2023 en un movimiento largamente calculado y astutamente ejecutado en el momento preciso

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Las campañas y las expectativas

“Comunismo o Libertad” fue el lema escogido por Ayuso para polarizar con la izquierda. El original era “Socialismo o Libertad” pero cuando Pablo Iglesias anunció que lanzaba su candidatura, no desaprovechó el regalo. La campaña estaba hecha. Consiguió sintetizar su antagonismo con la coalición de gobierno al mismo tiempo que recuperar los valores liberales del PP, que tanto rédito le han dado en Madrid.

Por su parte, Pedro Sánchez eligió al moderado Ángel Gabilondo, ex ministro de educación de Zapatero y de 72 años, como candidato del PSOE, más por no tener una mejor opción que por convicción. Ha sido un gran error. Unas elecciones polarizadas dominadas por 5 candidatos ágiles y jóvenes requerían otro estilo, o al menos otra estrategia. Su spot “Dicen que soy un soso” desaprovecha la oportunidad de crear un perfil “viejo progre pilas” tipo Bernie Sanders para construir un De la Rúa. A Gabilondo le ha costado mucho entrar en el juego de la crispación planteado por el tándem Ayuso-Iglesias, y cuando lo ha hecho hemos sido testigos de un candidato incómodo, disfrazado de lo que no es. Gabilondo había sido primera fuerza en 2019 con el 27,3% de los votos. Si consigue quedar segundo con 10% puntos menos puede darse por satisfecho.

Vox también repite candidatura: la empresaria Rocío Monasterio, línea fundadora. “Nuestra batalla es contra la hegemonía cultural de la dictadura progre”. Hija de un exiliado cubano, ha centrado su campaña en torno a la idea de inseguridad vinculada a inmigración. Su lema ha sido “Proteger Madrid”. La elección de Vox podrá ser leída como exitosa si consigue unos resultados análogos a la última elección en la comunidad (8,90%) y conserva su rol de actor necesario para que el PP forme gobierno. El partido está siguiendo una estrategia seria, larga y constante de crecimiento a velocidad crucero. Todavía tienen mucho tramo y no tienen prisa.

Mientras tanto, Ciudadanos se dirige hacia una auténtica catástrofe. Todas las encuestas anticipan que no conseguirá superar el umbral del 5%, lo cual significa que pasará de tener 26 diputados a ninguno. No pocos pronostican que esto podría ser el final del partido. Su campaña ha apelado una vez más a la ancha avenida del medio (“Elige centro”), pero da la sensación que era cosa sentenciada. Poco se puede esperar de un partido que viene en caída libre y que a causa de sus vaivenes nacionales el PP madrileño ha disuelto la Asamblea.

Por su lado, Pablo Iglesias había comunicado su decisión de renunciar a la vicepresidencia del Gobierno y encabezar su lista mediante un vídeo de 8 minutos. “España está viviendo una transición. El bipartidismo no va a volver, pero la democracia está amenazada por una nueva derecha trumpista, impulsada por enormes poderes económicos y mediáticos. Hay que impedir que estos delincuentes, que estos criminales que reivindican la dictadura, que hacen apología del terrorismo de Estado, que promueven la violencia contra migrantes, homosexuales y feministas, puedan tener todo el poder en Madrid”, dijo en su mensaje. La tesis es clara: el PP madrileño de Ayuso se entiende con Vox porque en esencia son lo mismo y hay que hacer lo que sea para parar esta locura. “El proyecto del Partido Popular es la destrucción de la democracia y la libertad. Contra el fascismo y su violencia, ahora y siempre resistencia”. La opción que nos ha planteado Pablo es “Fascismo o democracia”. 

Anuncio de Pablo Iglesias

Sin embargo, más allá de narrativas de campaña, ni Díaz Ayuso pelea en estas elecciones contra el social comunismo ni Pablo Iglesias contra el fascismo. “Los verdaderos rivales son Casado y Errejón, respectivamente. En el negocio de la polarización el antagonista no es un adversario sino un cómplice teatralmente necesario”ilumina aquí Pablo Pombo, experimentado jefe de estrategia electoral. 

“Voy a proponer a los compañeros de Más Madrid que aunque seamos organizaciones diferentes hagamos una candidatura única para ganar”, añadió Iglesias en su mensaje grabado. Caramelo de madera espolvoreado con azúcar impalpable que Más Madrid prefirió rechazar. La agrupación nacida de una conspiración liderada por Iñigo Errejón secundado por Manuela Carmena en 2018 ya había anunciado la candidatura de la anestesióloga y ex podemita Mónica García y no estaba particularmente interesada en el abrazo de oso ofrecido por Iglesias. 

García dedicó su campaña a elevar su perfil sanitario hablando de gestión, pandemia y medio ambiente. Su eslogan fue “Lo que de verdad importa”. Evitó todo lo que pudo caer en el eje izquierda-derecha y se centró en propuestas. Si bien es la candidata menos conocida de los seis que encabezan las papeletas de los partidos con opciones de entrar en la Asamblea, su estrategia ha calado y las encuestas reflejan que está disputando la segunda posición al PSOE así como también que obtendría una cantidad de votos superior a los conseguidos por Errejón en la última oportunidad. Más Madrid es la primera fuerza en el Ayuntamiento de la capital y explora el rol de fuerza verde en el tablero español.

Los sistemas parlamentarios se nutren de matices en la oferta y tienden al multipartidismo. Hacerse con el poder requiere a menudo que los que piensan parecido tengan escaños suficientes como para ayudar a formar gobierno. El riesgo es que crezcan. No haber acordado una candidatura conjunta habrá sido un acierto siempre y cuando ambas formaciones consigan pasar el umbral del 5%. Ofrecer 3 sensibilidades distintas al progresismo (incluyendo en esa lista al PSOE) incrementa las posibilidades de movilizar a los votantes afines y por lo tanto amplía las chances del bloque. Si PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos consiguen los escaños suficientes para formar gobierno en Madrid, romperán 25 años de hegemonía del PP. Las posibilidades son escasas. 

Los verdaderos rivales son Casado y Errejón, respectivamente. En el negocio de la polarización el antagonista no es un adversario sino un cómplice teatralmente necesario

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La jugada de Iglesias

Cuando Díaz Ayuso anunció que convocaba a elecciones, Pablo le propuso a Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida, encabezar la lista de Unidas Podemos. Necesitaban un nombre importante y no había tiempo. Garzón rechazó la propuesta y a las pocas horas Iglesias decidió jugar él mismo en una treta que lleva 100% su sello: información-decisión-sorpresa. Iglesias recupera la iniciativa y apuesta all-in otra vez.

Su candidatura debe entenderse antes que nada como una respuesta ante una emergencia: sin una candidatura fuerte, UP corría serio riesgo de no obtener representación y desaparecer de otro parlamento autonómico. En 2020 ya corrió esa suerte en el parlamento gallego, donde había sido segunda fuerza. También se hundió en el País Vasco perdiendo la mitad de los votos de la elección anterior. Que haya entrado en el gobierno nacional no debe tapar el bosque: Podemos nació en 2014 y tocó techo en 2015. Desde entonces, la formación no ha parado de perder votos elección tras elección.

Garzón rechazó la propuesta y a las pocas horas Iglesias decidió jugar él mismo en una treta que lleva 100% su sello: información-decisión-sorpresa. Iglesias recupera la iniciativa y apuesta all in otra vez.

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En la última contienda de la comunidad de Madrid, UP salvó los papeles con un 5,60%, ocupando el último lugar de los 6 partidos que obtuvieron representación parlamentaria. En las generales del 2019, las que le permitieron “tomar el cielo por asalto” y finalmente alcanzar las instituciones mediante el primer gobierno de coalición de España consiguieron el 9.82%. 

Durante estos 14 meses Pablo no se ha sentido cómodo con un puesto más nominal que de influencia dentro del Ejecutivo. “Estar en el gobierno no es estar en el poder”. Mucho menos con el 10% de los votos. Como si esto fuera poco la vida institucional es una mordaza para un tipo nacido y criado para denunciar. Su decisión contempla también que Pedro Sánchez podría practicar una maniobra similar a la de Ayuso y adelantar las elecciones generales. Es por ello que Iglesias ha aprovechado  la oportunidad para comentar en su vídeo, así como quien no quiere la cosa, que la ministra de Trabajo Yolanda Díaz se convierte en su sucesora y “futura presidenta de España”. 

Portada del último álbum de C. Tangana

Yolanda es una de las ministras mejor valoradas del gobierno y ha conseguido hacerse con la imagen positiva más alta del partido. Pablo ya no es dueño del sex-appeal electoral de UP. Hace tiempo que Iglesias ya no es aquel que atraía a miles de jóvenes e ilusionaba al progresismo español. Ante unas elecciones generales Yolanda podría recuperar desencantados. 

En pocos días se cumplen 10 años del 15-M. Pablo se ha hecho mayor. En los últimos años tuvo 3 hijos con Irene Montero, ministra de Igualdad. La paternidad suele venir acompañada de nuevas necesidades. Tranquilidad por ejemplo. Desde hace meses, un puñado de personas se agrupa casi cada día frente al chalet en el que viven para manifestarles su repudio y escracharlos. En agosto del 2020 tuvieron que cancelar sus vacaciones en Asturias por el acoso constante. Ironías del destino: otrora defensores de este tipo de manifestaciones (“Los escraches son el jarabe democrático de los de abajo”), víctimas ahora de lo más insoportable de la exposición política. Debe añadirse también que Iglesias jamás escondió que él entiende la vida política como una carrera breve. A cualquiera que le preguntara en 2014 cuánto tiempo se imaginaba haciendo política, respondía “No más de 10 años”.

Durante estos 14 meses Pablo no se ha sentido cómodo con un puesto más nominal que de influencia dentro del Ejecutivo. Mucho menos con el 10% de los votos. Como si esto fuera poco la vida institucional es una mordaza para un tipo nacido y criado para denunciar.

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Pablo Iglesias ha significado un tonificante sin parangón para la política española, que no volvió a ser la misma desde su aparición. Su irrupción significó el fin del bipartidismo, pero también una bocanada de aire fresco, una nueva forma de comunicar, un rejuvenecimiento, un correctivo para el consenso del Régimen del ‘78, y sobre todo una figura incandescente. Encandiló a la izquierda, al progresismo, a los canales de TV…obsesionó a los periodistas, a los politólogos y a los analistas. Trató de crear un sismo en el sistema político español y lo logró. Dueño de altas capacidades comunicativas y elocuencia, cometió muchísimos errores como líder y conductor pero aun así deja una huella imborrable.

“Me quedan unos cuantos años en política” dijo el viernes. Luego, aseguró, volverá a dar clases en la universidad y a hacer programas políticos en televisión. “Si alguien diera un paso adelante que asegure que en España el duopolio mediático se viera compensada por algo más de pluralidad ideológica eso sería bueno para la democracia española”. En 2013 soñaba con dirigir la televisión pública. Construyó su carrera al calor de la pantalla. Y está convencido que la batalla cultural se juega ahí. No sabemos cuándo pero sabemos dónde va a acabar. Podría faltar tiempo. Conservará de momento la dirección del partido en las sombras. En lo inmediato cuesta mucho imaginarlo ocupando una banca opositora en la Asamblea de la Comunidad de Madrid.

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