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12 de octubre 2019

Dino Buzzi

HOMBRE MODERNO, PROFESIÓN A LA ANTIGUA

Tiempo de lectura: 6 minutos

Le Corbusier era altanero, grandilocuente, conflictivo y contradictorio. Armaba alianzas, las rompía, se peleaba con sus clientes, viajaba por el mundo a lo Bond y se enganchaba en infidelidades de todo tipo: físicas, platónicas, epistolares. Trabajaba como una máquina y trataba pésimamente a sus empleados.

Pero la característica central de todas era la energía que empleaba para generar la ficción de su propia trascendencia; pedía entrevistas, publicaba solicitadas, posaba para las fotos con la parada de los próceres. Tenía lo que muchos hoy podrían definir como el gen maradoniano. Era consciente de su relevancia (presente o eventual) en la disciplina y actuaba en consecuencia de ello, vivía cada minuto como el protagonista de la película que él mismo dirigía, escribía y producía.

Modern Man, la biografía publicada este año por Anthony Flint, profesor del Lincoln Land Institute y autor de muchas publicaciones sobre las ciudades contemporáneas, resume en diez capítulos las varias vidas del arquitecto más célebre del Movimiento Moderno.


Movimiento Moderno Shampoo 

Narrada en un tono casi de fábula, en el que la “luz juega con los volúmenes de hormigón” y “las experiencias del descubrimiento del edificio estaban cuidadosamente coreografiadas”, Modern Man tiene algo del género biopic, tan popular en el cine de estos años. Desde sus orígenes en la pequeña burguesía rural de La Chaux-de-Fonds, una comuna relojera en la frontera franco-suiza, a su consagración en la década de los 50, resulta difícil entender si Le Corbusier era realmente como se lo sigue describiendo en perfiles, biografías y aulas (un genio hosco, un poeta sensibilizado tanto por el arte como por las matemáticas) o si el autor se queda en la superficie del personaje. Las imágenes se suceden con una narrativa accesible, a lo Netflix, en la que la tensión no baja nunca: Le Corbusier joven recorriendo Europa, delirando con la Acropolis y la Basílica de Santa Sofía; Le Corbusier intentando vender sus productos e ideas avant-garde  a industriales y empresarios; Le Corbusier pasilleando Vichy primero, París después, todo sea por convertirse en el arquitecto nacional de la revolución del hábitat y la vivienda. 

Las escenas parecen algo inocentes, quizás porque a pesar de la capacidad de poner en contexto histórico y social al protagonista del relato al libro de Flint le falta cierto ajuste de calibre entre lo personal y lo profesional para terminar de desarrollar su potencial. De hecho, los momentos más interesantes se producen cuando las escenas hollywoodenses y las descripciones arquitectónicas quedan en un segundo plano y la historia se apoya más en cuestiones atemporales, inherentes a la profesión que ayudó a consolidar, y que son completamente actuales:

la característica central de todas era la energía que empleaba para generar la ficción de su propia trascendencia; pedía entrevistas, publicaba solicitadas, posaba para las fotos con la parada de los próceres

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La primera es la complejidad de una disciplina en la que ¨siempre se está aprendiendo¨. Las escenas de un Le Corbusier audaz pero aún un poco verde, un poco como el Bruno Diaz de Frank Miller en Batman: Year One- que lucha contra el agua que se filtra, los problemas constructivos y las redeterminaciones de precios- le proporcionan un matiz mucho más terrenal al personaje, acercándolo al lector y sacándole la corona de lo sagrado durante algunas páginas. 
La segunda es quizás el hilo conductor de toda la historia; la relación entre el arquitecto y sus comitentes es, como diría Piglia, la maquinaria secreta que trabaja silenciosamente detrás de las escenas más literales del libro. A través de los años el suizo practica un lobbysmo incansable, que lo lleva sin ningún prurito de una reunión para pedirle un cargo a Laval, el Jefe de Gobierno de la Francia ocupada a una de igual carácter sólo un par de años después con el mismísimo Charles de Gaulle.

No importa si son las Naciones Unidas, Stalin, la Iglesia Católica o Mussolini. Si están dispuestos a pagar todos merecen la misma atención. Le Corbusier creía en una moral elástica, de muchas formas; la única manera de seguir adelante, de construir, de transformar, es trascender el universo pegajoso y contradictorio de las ideas políticas en pos de un bilardismo profesionista a prueba de balas. 

Es posible afirmar que en la tensión con los comitentes -y, de manera más amplia, con el poder- reside el núcleo de la profesión de arquitecto, uno que se mantiene constante a lo largo de los años y más allá de las circunstancias y variables locales. 


La (de) Construcción de la Modernidad

Le Corbusier era un hombre común que quería ser leyenda a cualquier precio. Llevaba una edición del Quijote a todos su viajes porque sabía que cada nuevo trabajo venía con una nueva polémica por la forma, por el contenido, por la política, por la religión, por el cliente mismo. 

Sus dos premios más grandes -ser el primer arquitecto en salir en la portada de la revista Time y mantener constante la admiración de su madre hasta los 100 años- dan cuenta de las contradicciones con las que cargaba un hombre que consolidó su reputación entre guerras mundiales y que contribuyó notablemente a la relación entre los procesos industriales y productivos del siglo XX y la profesión de Arquitecto. El pueblerino universal, el fanático de los clásicos que quería arrasar con centros históricos enteros; en él Tradición y Tabula Rasa funcionan como un ying-yang que alimenta una fe inquebrantable en la arquitectura como herramienta de transformación, pero sobre todo, en sí mismo.

No importa si son las Naciones Unidas, Stalin, la Iglesia Católica o Mussolini: si están dispuestos a pagar todos merecen la misma atención. Le Corbusier creía en una moral elástica

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El ¨movimiento¨ en el cual se inscribe su obra siempre tuvo un programa claro, la incorporación de los procesos industriales a la construcción, síntesis formal y estilística, recuperación de las geometrías puras, todo reglado por una idea de renovación y futuro. Ser Moderno para Le Corbusier era ser el intérprete de una época, de una necesidad histórica y del espíritu de esos tiempos. Quizás a su pesar, varios de los otros protagonistas de aquélla época ( Walter Gropius, Mies Van der Rohe, Frank Lloyd Wright) compartían la misma condición: internacionales, transformadores, con un pie en el pasado pero con la mirada decididamente enfocada en el futuro: las viejas concepciones de espacio y tiempo empezaban a quedar atrás.

Out of Time

Comprado por Amazon, interrumpiendo la lectura cada 5 minutos por culpa de twitter o whatsapp, con la mirada atenta al horizonte del riesgo país y el barómetro del dólar, la fábula de Le Corbusier parece un poco lejana y algo anticuada. 

La imagen del libre profesional a prueba de ideología, que viaja por el mundo con sus cuadernos de ideas novedosas, se da de cara con la profesión y su realidad nacional, en la que La Matrícula se sigue agrandando más por inercia que por deseo y en la que se reproducen a escala (¡como en una maqueta!) algunas problemáticas históricas de la economía (en los términos más amplios): falta de estabilidad, incapacidad de adaptación a las nuevas tecnologías complejidades del mercado laboral, entre otras.

La vieja matricería de Le Corbusier parece fuera de tiempo. La disciplina tal como la concibió su exponente más estereotípico (los anteojos, el moño, la pose) no existe más, pero acá todavía no nos dimos cuenta del todo.

en la tensión con los comitentes -y, de manera más amplia, con el poder- reside el núcleo de la profesión de arquitecto, uno que se mantiene constante a lo largo de los años y más allá de las circunstancias y variables locales.

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¿Qué hacen los arquitectos en argentina hoy? En la escena actual conviven dos universos principales, uno compuesto por los grandes estudios herederos de la tradición corbusierana, los estudios jóvenes que se sostienen a fuerza de talento y nexos con la academia, las firmas de ¨autor¨ y las que están más ligadas al desarrollo inmobiliario y la construcción, alrededor de los cuales, cada uno a su manera, flota un mar de cuentapropistas.

El segundo grupo es heterogéneo e inclasificable, y puede tranquilamente formar parte de la enciclopedia china de Borges: según la Encuesta de Perfil Profesional del CPAU (Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo) hoy un importante porcentaje de arquitectos trabaja en cosas que no son ni obra ni diseño. ¿de qué trabajan entonces? Dan clases, investigan, curan arte, diseñan páginas web, editan libros, asesoran instituciones gubernamentales y privadas, y otro sinfín de derivas posibles: es la identidad de la carrera (pos) modernizada o la de una economía mundial que obliga a diversificar, dividir, freelancear, pulverizar el tiempo profesional como en un fractal infinito. 

La vieja matricería de Le Corbusier parece fuera de tiempo. La disciplina tal como la concibió su exponente más estereotípico (los anteojos, el moño, la pose) no existe más, pero acá todavía no nos dimos cuenta del todo.

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Cuando a principios de 2018 se estrenó la biopic de Freddy Mercury, Bohemian Rhapsody, se la criticó por ligera, superficial, y por omitir las aristas más complejas de la vida del cantante y líder de Queen, priorizando las escenas de recitales con una estética casi de publicidad. 

Las biografías suelen caminar siempre en esa cornisa. Afortunadamente, Modern Man permite hacer esas dos lecturas, la que se parece casi más a la Stevejobizaciónlavada de los personajes o la que nos permite llegar muy lejos, inclusive hasta nuestra realidad cotidiana.

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Comentarios

  1. Fg

    el 12/10/2019

    Excelente como siempre Dino

  2. Eduardo Saiegh

    el 12/10/2019

    Excelente nota de Corbu el gran maestro y creador de la arquitectura del siglo 20 con quién tuve la suerte de trabajar aunque sea una sola semana creo que me cambió la visión del mundo y de la arquitectura para toda la vida.
    Hablar de esa maravillosa experiencia me llevaría páginas y páginas pero la nota está lo refleja tal cual era y quienes tuvimos la suerte de conocerlo y él personalmente y estar con él damos fe que es todo cierto
    Felicitaciones por la nota!!!!

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