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20 de octubre 2016

Silvana Aiudi

Docente e investigadora. Escribe en literariedad.co. Mail: [email protected]

LA MITAD DEL CIELO, LA MITAD DEL MUNDO

Tiempo de lectura: 10 minutos

“Se está saliendo de un silencio histórico, más bien de un silenciado”

Angélica Gorodischer

 

Lucía Pérez, femicidio en Mar del Plata. El padre de la víctima sufrió amenazas de muerte. Natalia Padilla, femicidio en barrio Artigas. Acusan a su marido, chofer de colectivos. Julieta González, femicidio en Mendoza. El hijo de un empresario está involucrado. En quince días, cinco mujeres que eran buscadas aparecieron muertas. Daiana Belén Colque, femicidio en Retiro. Buscan a su pareja. Laura Moyano, crimen transfóbico en Córdoba. Guadalupe Ríos, femicidio en La Plata. Buscan a su novio que le disparó por la espalda. Camila Carletti, hallaron su cuerpo en un arroyo. Valeria Palma, femicidio en Comodoro Rivadavia. “No tenía ningún problema con ella”, declaró su pareja. Condenaron a prisión perpetua al asesino de Maira Belén Morán. Nadia Schechner, femicidio en la ciudad de Esperanza. Fernanda Chacón, luego de veinte denuncias, su marido quedó detenido, pero saldrá en libertad en pocos meses. Diana Sacayán,  militante trans asesinada. Ángela Leonela Barrios, femicidio en San Nicolás. Son algunos de los más de los doscientos ochenta casos de violencia de género entre 2015 y 2016.

19 de octubre. Paro de Mujeres. Corte en la 9 de julio. Movilización a Plaza de Mayo.

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La idea es a la una de la tarde hacer un cese de actividades, nos vamos a encontrar a las cuatro de la tarde en Retiro y de ahí vamos a ir todas juntas hasta el Obelisco y ahí en el Obelisco vamos a cortar 9 de Julio y Corrientes y de ahí más o menos seis vamos a marchar a Plaza de Mayo, me dice Caro Abregú por un audio de voz. Carolina es coordinadora de la Defensoría de Género del partido de Malvinas Argentinas. Su hermana, Karina Abregú, fue violentada, golpeada y prendida fuego por su ex pareja Gustavo Albornoz. Lo había denunciado quince veces. Karina Abregú sobrevivió porque en aquel momento se tiró a la pileta de su casa. Gustavo Albornoz ahora está preso: recibió una condena de 11 años de prisión. Carolina y Karina Abregú, junto con otras mujeres, transformaron su dolor en lucha.

No te preocupes que las más grandotas nos ponemos a los costados, agrega Caro frente a mi miedo por una represión policial. Pienso en la Policía: según Clarín, el 20% de los agentes tienen denuncias por violencia de género. Lo que le han hecho a esa nena de Mar del Plata es terrible, no podemos mirar para otro lado, a esas chicas que apuñalaron en la boca, es terrible lo que nos está pasando y si no hacemos nada, la verdad es que nos van a terminar matando a todas, me dice.

***

DSC_0020El día llegó. Llueve. Pienso que tiene que parar de llover. Subo al colectivo y una mujer, vestida de negro, me mira vestida de negro. Nos sonreímos. Nos entendemos. Miro Facebook y veo estados y veo imágenes y veo videos. Todos apoyan el paro de mujeres y veo la frase que no espero ver: Basta de hipocresías. Nadie menos. Bajo del colectivo y se me mojan los vidrios de los anteojos. No veo bien y todo me resulta borroso. A las cuatro me encuentro con Caro y las mujeres de las Defensorías de Género en Retiro. Tengo que tomar el tren a las tres para no llegar tarde, pienso. Que pare de llover, me digo, que pare de llover. Me pongo debajo del techo de un quiosco y cruzo los brazos porque tengo frío. Mientras espero el otro colectivo, me viene a la memoria el Encuentro en Rosario. Las palabras se prenden de a una.

Setenta talleres para concientizar sobre la violencia de género, obras de teatro, charlas, performances, marcha. Quién las banca. Hermosas mujeres luchadoras. Eran todas faloperas. Basta de homolesbotransfobia. Marchan en contra de la violencia y rompen todo. A mí no me representan estas faloperas. Si tocan a una, nos organizamos miles. Piden que no las maten y están a favor del aborto. Basta de patriarcado y que nos digan lo que hay que hacer. Aborto libre, seguro y gratuito. Tristeza me da una marcha a favor de la muerte de inocentes. Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir. Con esas ideas tienen guardado el mismo lugar que el machismo: el basurero de la Historia. Hermosas mujeres. Feminazi, puta y torta. Qué nenas salen de eso. Si no hay justicia, hay escrache

***

En el 2014, hubo 277 casos de femicidio: un femicidio cada 32 horas. En 2015, al menos 280. Estos crímenes dejaron sin madre a 214 niñas y niños. Durante el mismo año, murieron 43 hombres y niños que se encuentran en lo se llama “femicidio vinculado”: aquellos que quedaron en “línea de fuego” de los asesinos de mujeres. Se estima que hay 50 ataques sexuales por día. Para junio de 2016, se registraron 275 crímenes en contra de la mujer. Ya hay 1700 mujeres muertas por violencia de género en América Latina (según  estadísticas hasta el año 2015). La mayoría de las mujeres había hecho la denuncia varias veces antes. De 203 casos presentados en la justicia durante el 2016, solamente 7 tienen condena.

El resto de los violentos están libres.

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Me llamo Alicia, soy médica del hospital Borda. Yo podría comentar cómo es el tema de los “peligrosos inimputables”. Una vez que son institucionalizados, muchos se fugan y nosotros como médicos tenemos la obligación de avisarle al juzgado que esa persona peligrosa se escapó. Entonces el juez dictamina que se lo busque y se lo vuelva a institucionalizar y eso no se cumple. Así que los violentos están todos sueltos y encima son inimputables. Esto significa que si a vos te matan, el agresor, el agresivo, no va ir nunca preso porque es inimputable y esto hay que cambiarlo. Hay que hacer cumplir las leyes. Si el juez dictamina que tiene que ser institucionalizado, hay que buscarlo y no parar hasta encontrarlo.

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El encuentro con las mujeres de las defensorías es a las cuatro de la tarde en el Café Havanna de Retiro. En eso, veo entrar a Carla Gómez que es la Coordinadora de la Defensoría de Mujeres de La Cava. Detrás de ella vienen Karina Abregú y otras mujeres sobrevivientes de violencia de género, una periodista, y la pareja de Karina. Me presento. Me invitan a sentarme con ellas. Arman una mesa. Tenemos que esperar a las demás compañeras, me indica Carla. La idea es 16.30 ir en subte hasta el Obelisco. Ellas hablan de jueces, próximas medidas de apoyo a otras víctimas, qué debe hacer la justicia, en qué no te ampara la justicia. Accionan. No se limitan a la provocación o la mera batalla por los símbolos en las que las encasilló la cobertura del Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario. El feminismo es un fenómeno político, territorial, que entra a disputar en el espacio de la ley, la distribución del poder, la representación de intereses y problemas concretos de una parte significativa de la sociedad. Mujeres que viajan dos horas desde el segundo cordón del conurbano para marchar por sus derechos.

Ellas hablan de medidas de apoyo a otras víctimas, qué debe hacer la justicia. Accionan.

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Se suma Cynthia que me cuenta su caso.

Hoy es mi primera marcha. Vengo por el caso de mis hijos. El papá de mis hijos se los llevó después de una visita y no me los quiso reintegrar. Fui al tribunal de Lomas, el número 5, y la consejera me dijo que se los dejó a él provisoriamente porque no se llegó a un acuerdo. Mis hijos quieren venir conmigo y no puedo verlos. Él pone días y horarios en los que sabe que yo no puedo verlos. Esto es muy doloroso por los nenes, sobre todo. Él tiene varias denuncias que yo le hice por querer prender fuego la casa, tuvo perimetral en el domicilio porque me golpeó, me desfiguró, me torturó mandándome mensajes. Yo lo que quiero hoy es justicia. Necesito que mis hijos vuelvan a estar conmigo. Hasta el día de hoy él sigue teniendo poder sobre mí porque decide cuándo y dónde los puedo ver. Esto causa mucha impotencia y mucho dolor.

Carla me informa que se están moviendo para ayudar a Cynthia con sus hijos y agrega que desde el juzgado dicen que el lugar donde Cynthia vive no es un ámbito seguro para sus hijos y que por eso no pueden estar con ella. Cynthia vive en La Cava.

Una mujer, vestida de negro, se acerca a la mesa y dice que las escuchó hablar, pregunta qué hacen y si puede contactarlas por algún medio. Carla le da un teléfono. La mujer dice que no puede ir a la marcha porque trabaja pero colabora vistiéndose de negro. Las felicita y dice adelante, todas las mujeres estamos con ustedes.

Llegó Caro Abregú con su hija y otras mujeres. Les saco una foto en Retiro a todas y nos tomamos el subte. La convocatoria es terrible, me asegura Caro, vienen compañeros y compañeras de todas las organizaciones. Vino tu hija, le digo. Sí, no se quiso quedar en casa, nos quiso acompañar.

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Llegamos a 9 de julio. La lluvia es tremenda. Los paraguas forman un techo que nos cubre. Un techo de colores rojo, negro, algunos transparentes. Alguien por ahí vende remeras y banderas que dicen #NiUnaMenos; otro, choripanes y hamburguesas. Alcanzo a ver banderas de La Cámpora, el MST, Pan y Rosas, FADU, la CHA entre la multitud y la lluvia que me moja los anteojos. Me seco los vidrios como puedo. Defensorías de Género, dice una bandera. Nos unimos a otras mujeres y otros hombres de la Defensoría. Cantan, se saludan, hablan de cómo se organizarán durante la marcha, piensan qué hacer en caso de represión, dónde ubicarse. Abren los paraguas. Hay chicos y chicas adolescentes con sus madres y padres, hay dos nenas tocando un tambor. Agitan la bandera. A lo lejos se escucha: Ni una menos, vivas nos queremos. Un auto intenta pasar entre la multitud reunida en el Obelisco. El hombre las insulta. Perdón, nos están matando, responde alguien. Las mujeres de las Defensorías siguen cantando. Mami, tengo sed, dice la hija de Caro. Vení que vamos a comprar algo. Caro advierte a una compañera que son las número 14, que esté atenta, que siga la formación que ella enseguida vuelve. Lo íntimo y lo cotidiano convive con la organización de fuerzas, lo concreto y lo político se retroalimentan

Al lado, se realiza una performance. Una mujer me avisa. Paso como puedo y veo  mujeres tiradas en la calle, sobre el asfalto mojado, con la lluvia torrencial. Usan bolsas en la cabeza, presentan heridas de sangre, simulan haber sido matadas. Es hora de moverse, me avisan. No nos separemos de la formación, indica Caro. Entre todas cuidan el lugar, cuidan a las hijas y los hijos de las que van con la bandera adelante. Se percibe que ninguna está sola. La veo a Paola al lado y recuerdo lo que me contó un rato antes.

***

Fui atacada por una persona. Me pegó, me cortó la mano, me perforó la mano. Esta persona sigue en la calle. Golpeó y lastimó a otras mujeres también y sigue en la calle. Lo declararon inimputable y es un asesino en potencia que puede volver a lastimarme y matarme. Espero que en el día de hoy, el de la marcha, nuestras autoridades se comprometan con el pueblo y la violencia de género, algo que está tristemente de moda. Pido que apliquen las leyes o las modifiquen para que estas personas no sigan dañando. Son peligrosas y no tienen que estar en la sociedad. Espero que la justicia tome conciencia y que la gente se involucre. Me quiero viva.

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Comenzamos a marchar hacia Plaza de Mayo. Se mete una camioneta. Pero este quiere pasar ahora, pregunto fastidiada a una chica que está al lado mío. No, compañera, viene con nosotras, trae nuestras cosas, me dice y se ríe. Entiendo que no entiendo nada. Me quedo al lado de Caro y Karina. No nos separemos, compañeras, grita Caro, mantengamos la columna. Imposible, nos quedamos lejos. Dale, Sil, andá, metete, vayamos con el grupo, me indica. Aparece Carla y nos lleva. Decile a la compañera que se está metiendo en nuestra columna, le dice Caro a Carla. Nos unimos a las demás. Oscurece, tenemos frío, estamos mojadas. Los paraguas no cubren la lluvia. Nos vamos acercando a Plaza de Mayo y cada vez más me siento más apretada. No veo la Casa Rosada. Me pierdo entre los paraguas y la gente y las banderas y el humo de los puestos de choripanes y un cocacolero que pasa por ahí con la habilidad para manejarse entre multitudes que lo caracteriza. Termino con los pies en el barro. Escucho a lo lejos la voz de una mujer con micrófono que habla. Vuelvo a escuchar Ni una menos, vivas nos queremos, ni una menos, vivas nos queremos.

Pienso en Caro cuando era estudiante del Profesorado en Letras y se sentaba a dar un final, pienso en Caro contándome que cuando dio su último final de la carrera, Karina estaba en el hospital, quemada. Pienso en Caro ahora. Pienso en Caro y Carla y Karina y Paola y Cynthia y Alicia y en todas las luchadoras que no conozco. Pienso en las mujeres que vi en fotos porque ya no están.

La voz de Caro de unas horas antes me resuena mientras camino debajo de la lluvia por Reconquista hasta Retiro. Ya me fui.  

El movimiento feminista entra a jugar en el espacio de la representación y la disputa por el poder

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Lo nuevo hace ruido, busca su forma y tarda en encontrarla. Emite un mensaje antes de conocer a su receptor. Representa a un actor social que termina de constituirse luego de ser representado. Como ya lo hizo el movimiento de reforma universitaria en 1918, el movimiento obrero organizado a partir de las grandes huelgas de 1935, el movimiento de piqueteros y desocupados desde los cortes de ruta de 1997 o el aún difuso recurso del cacerolazo, nacido en la crisis de 2001, el movimiento feminista entra a jugar en el espacio de la representación de intereses, de la disputa por la distribución del poder que llamamos igualdad. Y lo hace de la única manera posible: la política, la organización.  La sociedad cruje porque se mueve, porque crece, porque hay un nuevo jugador.

***

Bueno, estamos por llegar al Obelisco donde es la convocatoria de este paro de mujeres por primera vez en la Argentina, una jornada histórica, también muy emotivo porque vamos a estar participando de este paro conjuntamente con las Defensorías de Género conformadas a partir de lo que le sucedió a Karina Abregú, mi hermana. En un par de meses, logramos 11 defensorías en la Provincia de Buenos Aires con posibilidades de armar defensorías en distintas provincias, muy contentas, muy felices de poder estar ayudando, de que otras familias no tengan que pasar lo que pasamos nosotras que estuvimos un año buscando ayuda.  Desde acompañamiento para hacer una denuncia, seguimiento de una causa, asistencia psicológica, hasta refugio les damos a las víctimas que denuncian y no tienen dónde ir o quién las ayude. Estamos muy felices de hacer lo que estamos haciendo y de compartir una jornada histórica, que nos va a marcar.

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