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07 de octubre 2016

Tomás Di Pietro

LA ROSA EN EL TITANIC

Tiempo de lectura: 5 minutos

Se terminó el circo en España.

No habrá terceras elecciones, no. Gobernará el PP con la abstención del nuevo PSOE.

Susana Díaz ya es quién manda de facto entre los socialistas tras un golpe palaciego el sábado pasado que acabó con la era de Pedro Sánchez y sus posibles sueños de gobierno alternativo junto a Podemos y nacionalistas regionales.

Se impone el ala abstencionista, la de “los españoles merecen un gobierno” —aunque sea del PP.  Una comisión gestora que responde a la presidenta andaluza será la encargada de permitir que Rajoy acceda a su segundo mandato.

El presidente de la gestora — y de Asturias — Javier Fernández, hará de Duhalde saliendo de la convertibilidad y asumirá el coste político de la entrega del gobierno nacional al histórico rival.

Susana tratará de salir indemne de cara a unas primarias internas que previsiblemente la transformarán en la primera mujer secretaria general del PSOE a comienzos del 2017.

Asimismo una treintena de los 85 diputados socialistas mantendrán su No a la investidura de Rajoy, y aunque no podrán impedirlo, quebrarán al bloque con consecuencias difíciles de anticipar.

¿Y qué pasará en el futuro con los votantes del PSOE? ¿Castigarán a su partido por haber facilitado un gobierno a Rajoy? ¿O su electorado, mayoritariamente anciano, femenino, rural, y de escasos estudios, no representa al “nuevo elector” y será fiel a las siglas por encima de todo? ¿Será finalmente el PSOE fagocitado por Podemos, como le ocurrió al Pasok con Syriza en Grecia?

El PSOE es un partido con peso específico, con más 100 años de historia. Es el partido que más ha gobernado las instituciones desde el regreso de la democracia. Pero en las elecciones generales de 2008 había obtenido el 43,87% de los votos. Y en las de este año, alcanzó un 22,66%. ¿Cuantos votos más podrían fugarse?

La crisis del PSOE no comenzó con Pedro Sánchez, pero como piloto de tormenta resultó ser el capitán del Costa Concordia.

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José Luís Zapatero, el último presidente socialista, dejó el poder en diciembre de 2011 tras un segundo mandato decepcionante para muchos de sus votantes. Ocho meses antes nacía el 15M de los indignados, la semilla embrionaria de Podemos, reclamando representatividad, democracia real, el No a los recortes y a la corrupción, en el marco de una crisis económica, social y política que agrupaba y resumía a toda la clase dirigente a una mera pandilla inescrupulosa de bandidos.

Curioso fenómeno sociológico: cuando un partido corta el diálogo de manera terminante con sus adversarios la sociedad reclama diálogo, política, consenso. Pero cuando los políticos se entienden demasiado entre sí, entonces pasan a ser casta, “no nos representan”, y vibra el “que se vayan todos”.

Pedro Sánchez se hizo con la dirección del PSOE en 2014, cuando la sangría de votantes ya se había iniciado. En 2011 Rubalcaba había perdido frente a Rajoy cosechando un 38%. La crisis del PSOE no comenzó con Pedro Sánchez, pero como piloto de tormenta resultó ser el capitán del Costa Concordia.

Pedro no supo dar respuestas ni hacia dentro ni hacia afuera. No pudo frenar a los que se iban pero mucho menos tranquilizar a los que se quedaban. Y Susana, que lleva tiempo esperando, decidió finalmente dar un paso adelante para evitar unas terceras elecciones —las cuales tienen muy mala pinta para el PSOE— así como impedir cualquier tipo de negociación con populistas y/o independentistas. Hace tiempo que Díaz quiere ser presidenta, simplemente ha medido los tiempos. Sabía que quedaba mucho por pagar y simplemente esperó a que lo hiciera otro. Por eso no fue candidata en las internas para liderar el partido en 2014 y en cambio apoyó a Sánchez en aquel entonces.

La irrupción de “la nueva política”, que llegó con el culo limpio y con un discurso sintonizado al calor de las nuevas demandas ciudadanas, le fue comiendo votos al bipartidismo. En Cataluña, segunda comunidad más poblada y territorio socialista durante décadas, el conflicto por la independencia fue tornándose cada vez más serio y tomó las calles a partir de 2012. El PSOE en 2008 había sacado el 45,39% de los votos. En 2011 el 26%, y en 2016 un magro 16,12%. El rechazo del PSOE al “derecho a decidir” de los catalanes mediante un referéndum es fundamental para explicar aunque sea una parte de ese éxodo.

felipe yate

El PP tampoco ha salido indemne de la crisis política —ha perdido 12 puntos porcentuales en los últimos 5 años—, pero continúa siendo la fuerza más votada. Y no son precisamente los conservadores quienes están teniendo los problemas más graves en Europa. Algunas balas han entrado, pero ese Fuerte sigue erguido.

Es la socialdemocracia occidental la que se encuentra en estado comatoso, carente de respuestas. El PSOE es una evidencia representativa, mas no la única.

En el Reino Unido Jeremy Corbyn acaba de revalidar su liderazgo en el Partido Laborista, pero su conducción está rompiendo al partido en dos. Jeremy, quien está demasiado a la izquierda para la dirigencia y la masa de votantes, es bien valorado por la nueva militancia que lo elige.

En 2017 seremos testigos de una elección presidencial en Francia que promete ser disputada entre el partido conservador, potencialmente encabezado por Sarkozy, y el populismo xenófobo de Le Pen — quien lidera todos los sondeos. La derecha versus la extrema derecha. A Hollande, quien lleva solo un mandato, las encuestas le dan entre un 11 y un 15%.

En Alemania el SPD también se desmorona. Siente el aliento en la nuca de la racista Alternativa para Alemania (AfD) y de la izquierda de Los Verdes de cara a las elecciones del 2017.

En los últimos años, la estrategia de los socialdemócratas alemanes ha sido acercar posiciones con su contraparte de centroderecha para escapar hacia el centro de la nueva izquierda, en lo que se conoce como la “gran coalición”. En Portugal, por el contrario, el socialista António Costa consiguió hacerse con el poder —habiendo salido segundo detrás de los conservadores— gracias a un acuerdo inédito con los comunistas y el Bloco de Esquerda.

Es la socialdemocracia occidental la que se encuentra en estado comatoso, carente de respuestas

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Durante los años 90 los partidos socialdemócratas del viejo continente fueron entrando paulatinamente en una disonancia entre sus postulados históricos, la disputa por el centro ideológico, y la claudicación frente al establishment financiero internacional.

Aunque el Estado de Bienestar no alcanzaba para todos, se ensanchaba. La economía crecía, y el aggiornamiento irresuelto no asfixiaba.

Hasta que llegó la crisis internacional del 2008, el drama humanitario de los refugiados, la caducidad de los partidos tradicionales y el surgimiento de nuevas formaciones para poner a la socialdemocracia contra las cuerdas.

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