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08 de noviembre 2019

Tomás Di Pietro

LAS ESPAÑAS DE ALBERTO

Tiempo de lectura: 8 minutos

La cuestión nacional lo impregna todo por estos días en España. El 10 de noviembre se repiten las elecciones generales y el desafío será, esta vez sí, formar Gobierno en un escenario de Parlamento fragmentado y una sociedad desanimada.

La exhumación de Francisco Franco del Valle de los Caídos, si bien pone fin al agraviante homenaje al dictador que ofrecía el mausoleo, se cuela en la campaña en favor del PSOE, que cumple con su promesa, y de VOX, que representa más que ningún otro partido a los ofendidos por este gesto simbólico.El cuerpo fue inhumado en el panteón privado que posee la familia Franco en el cementerio de Mingorrubio-El Pardo, alejado de centros urbanos y de difícil acceso. A la historia hay que ponerla en algún lado. Los timings son picardías electorales

En paralelo, el asunto catalán escribe un nuevo capítulo. Las sentencias por parte del Tribunal Supremo a los líderes del referéndum del 2017 y consecuente (casi) declaración de independencia ha empujado a cientos de miles de catalanes a las calles. En el contexto de manifestaciones masivas irrumpen grupetes violentos que tensan el conflicto y complejizan los comicios. Los excesos en la represión policial hacen el resto.

Franquismo explicito e independentismo catalán, dos asuntos no resueltos por la Transición, apenas pospuestos, saltan a la palestra en un contexto de enfriamiento de la económica.

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Sánchez camina entre cristales. Todas las encuestas lo posicionan primero pero el efecto del nuevo escenario es imprevisible. A escasos días de la cita electoral ensaya el modo Rajoy aislando al President  catalán y negándole un encuentro.  Pedro pasa el turno y espera mientras la fractura dentro del independentismo se agranda. El agotamiento del modelo territorial del 78 acabará necesariamente y tarde o temprano exigiendo un nuevo acuerdo de convivencia, pero puede que aun falten muchos años. Franquismo explicito e independentismo catalán, dos asuntos no resueltos por la Transición, apenas pospuestos, saltan a la palestra en un contexto de enfriamiento de la económica.

La esperable atomización parlamentaria sin mayorías invita pensar que el PP y el PSOE deberán entenderse. Si el conflicto catalán explotara, una Gran Coalición resultaría inevitable. Una solución alemana para una crisis federal. Y cambiemita: la grieta como forma de vida. Ante grieta, más grieta.
Pero si la situación se estabiliza y el PSOE y las encuestas no se equivocan, se acabará imponiendo un acuerdo de investidura mediante abstención del PP. El entendimiento de las formaciones con mayor presencia territorial en todo el país obrará de puente de izquierda a derecha en favor del desbloqueo.

Thomas Piketty en su reciente obra Capital e ideología   acuña el término “izquierda brahmán” para describir a los partidos socialdemócratas tradicionales y su transformación de partidos de la clase trabajadora a partidos de la élite con diplomas universitarios. “Neoliberalismo progresista” conceptualizaba la filósofa Nancy Fraser para un análisis análogo.

Piketty tilda a estos partidos de cómplices necesarios del “hipercapitalismo”, aliados de la “derecha mercader” –élites económicas y empresariales representadas en los partidos de centro derecha. Juntos, socialdemócratas y liberal-conservadores, conforman al bipartidismo tradicional. En contraposición, brotan en el siglo XXI desde afuera de este sistema nuevas construcciones políticas de signo diverso que tienen en común la intención de refundar el lazo social. Reconstruir un sentido de patria rechazando la “globocracia de la gobernanza hegemónica”, capturando el voto protesta de desclasados y temerosos de serlo. Un fenómeno que se explica sobre todo, a partir de la crisis global iniciada en 2008.  En definitiva, el bipartidismo centrípeto occidental ofrece representación solo a aquellos que forman parte del sistema. Sin embargo, pareciera carecer de respuestas para quienes no lo están o temen caerse.

La esperable atomización parlamentaria sin mayorías invita pensar que el PP y el PSOE deberán entenderse. Si el conflicto catalán explotara, una Gran Coalición resultaría inevitable. Una solución alemana para una crisis federal

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En palabras de Santiago Abascal, líder de VOX: “Yo creo que la etiqueta de euroescépticos (que nos asignan) es gratuita.Creo que hay países que defienden su soberanía, sus fronteras. No hay una nación sin fronteras. Una nación sin fronteras o con fronteras agujereadas y porosas deja de ser una nación. Hablar de política internacional es hablar de soberanía. Hay cinco partidos pero dos modelos: el de VOX que defiende la identidad y la soberanía de las naciones, y por otro lado un modelo que defiende la disolución de las entidades nacionales en un proyecto multicultural que ha fracasado y que está dictado desde los despachos de la progresía internacional. Frente al globalismo nosotros defendemos nuestra economía, a nuestros trabajadores, a nuestros productos, y a nuestra capacidad de decidir. Porque el globalismo responde a los intereses de una elites políticas supranacionales que están obligando a competir a las clases medias occidentales con mano de obra esclava. Por eso nosotros decimos que un país tiene que tener fronteras seguras, una inmigración legal, ordenada, regulada, y asimilable. Apostamos por que España recupere su capacidad de decisión, por que sus fronteras sean seguras, y por que España sea respetada en el mundo (…). Para los españoles más humildes España es su único patrimonio. Solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria”.

El arte de hacer converger bajo una misma representación a excluidos e incluidos en una mayoría absoluta es elemento central de la tabla periódica peronista (cuando juega unido). La parábola del taxista y el piquetero: se putean de lunes a viernes pero el domingo votan al mismo candidato.Un movimiento policlasista e ideológicamente heterogéneo. Ubi concordia, ibi victoria.

Iñigo Errejón ha estudiado la articulación política de lo popular en Argentina y tiene sueños húmedos con poder reproducir algo de todo esto. De momento lo tiene complicado. Amén de lo difícil que será hablar de hegemonía desde el grupo mixto, contener izquierda revolucionaria, socialdemocracia, democracia cristiana y algunas formas de liberalismo soft bajo un mismo paraguas en España tiene hoy una barrera infranqueable: Cataluña.

Un oráculo para Alberto

Alberto Fernández tiene un socio en España: José Luis Rodríguez Zapatero. Integrante del grupo de Puebla, el presidente argentino y el expresidente español comparten ideología y visión geoestratégica. Sin embargo, para inspirar a la Argentina que se viene, resultará más nutritivo revisar los gobiernos de Felipe González. Especialmente su primera legislatura (1982-1986).

Para llegar al poder, Felipe primero tuvo que renovar el partido socialista. Representó la moderación en la transformación del PSOE que abandonó el marxismo como definición ideológica en 1979 y lideró el ingreso del partido en la familia de la socialdemocracia. Su gobierno llegaba para profundizar la liberalización de una economía aún sumamente cerrada, herencia del franquismo, y al mismo tiempo encarar profundas reformas sociales.

La España de 1982 tenía 13% de inflación, déficit primario, baja inversión, desempleo (registrado) del 18% y necesitaba refinanciamiento para el endeudamiento externo. No había incentivo para inversiones y muchas empresas habían quebrado. El malestar social latía.

Un editorial del diario El País  en diciembre de 1981 marcaba la cancha recomendando “la conveniencia de introducir una mayor flexibilidad en la contratación laboral, de forma tal que la protección a los trabajadores ocupados no obstaculice el empleo de los parados o de los jóvenes” anticipando algo de los conflictos sindicales que llegarían. El gobierno ideó un “plan de empleo juvenil” el cual tenía por objetivo que los jóvenes tuvieran un primer trabajo y adquirieran experiencia. Legalizó las empresas de empleo temporal con el objetivo de crear trabajo aunque éste fuera precario y en peores condiciones. Estas políticas tuvieron como consecuencia los llamados “contratos basura”, denominados así por su baja remuneración y porque su extinción no daba derecho a prestaciones sociales. Una huelga general que paralizó al país en 1988 forzó al gobierno a echarse atrás en la medida.

Negar a la principal oposición, empujarla fuera de los márgenes del juego, es quizás el más torpe disparo en el pie que un país en situación de alta precariedad puede permitirse.

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El ministro de Industria y Energía Carlos Solchaga durante aquellos años, luego ministro de Economía y Hacienda a partir del ‘86, recibió persistente fuego amigo que lo acusaba de neoliberal. “El mercado desempeña un papel importantísimo en la organización de la vida económica de un país. El intervencionismo estatal está justificado ya que debemos resolver los problemas de la pobreza, tender hacia el igualitarismo (…) pero el intervencionismo estatal no se justifica cuando interfiere en la asignación razonable de los recursos productivos. Nunca propondré al Gobierno una norma legal que suponga una limitación para los beneficios empresariales”. González no tomó medidas reformadoras sin antes tener el consentimiento de los poderes fácticos, con quienes mantuvo siempre lubricadas relaciones.

Negar a la principal oposición, empujarla fuera de los márgenes del juego, es quizás el más torpe disparo en el pie que un país en situación de alta precariedad puede permitirse.  Corregir esto es el principio de todo lo demás, incluso de unas sólidas relaciones internacionales. Felipe se reunía periódicamente en privado con Fraga, líder de la oposición, acordando políticas económicas e internacionales. En la iconografía del cuadro costumbrista argentino se simbolizaría con el regreso a la mesa familiar de los domingos de aquel cuñado que apoya “a los que saquearon el país” (se robaron/fugaron un PBI: elige tu propia aventura).

Pax et bonum.

Felipe practicó la ley del péndulo con destreza durante sus gobiernos, consiguiendo avanzar en demoradas reformas y conteniendo en simultáneo a las bases y barones socialistas. Dio encendidos discursos para la tropa cada vez fue necesario sin dejar de explorar pactos con todo lo que tuvo a mano. Y siempre con un objetivo claro: llegar a Europa. Esa Europa que Argentina no tiene.

Desaceleración económica, tensa calma.

La ralentización de la economía mundial es un hecho. Guerra comercial, Brexit y sálvese quien pueda. Cada día más pitonisas financieras nos anticipan otra crisis. La economía mundial transita este año su menor crecimiento desde la Gran Recesión.


España, cuarta economía del euro, está en modo alerta. Las economías de Italia y Reino Unido están estancadas. La de Alemania se contrajo en el segundo trimestre del año. Entre los tres países se quedan con el 26% de las exportaciones españolas. La economía teutona es la primera del continente, y cuando Alemania estornuda… La deuda pública española roza el 100% del PIB y su déficit público está entre los más abultados de Europa. 

Estados Unidos impuso nuevos aranceles a Europa amenazando a los productos con denominación de origen. Si Pedro Sánchez y Angela Merkel hicieron tanta fuerza en el tramo final de las negociaciones para que el acuerdo UE-Mercosur no cayera se entiende sobre todo en su necesidad de explorar nuevos mercados.

“El acuerdo con el Mercosur presenta retos para los agricultores europeos y la Comisión está lista para ayudarles a superarlos”, reconoció Phil Hogan, comisario de Agricultura de la UE.

El pacto impone altos estándares en materia laboral y ecológica para los trabajadores y los procesos de producción que participen en los sectores exportadores. No hace falta decir quienes corren con amplia ventaja en ambos aspectos. Aun así, conllevará ganadores y perdedores a ambos lados del charco. Distribución de las ganancias para compensar al sector agro-ganadero es lo que promete la UE. Mecanismos de redistribución internos de cada país que Argentina debería imitar para evitar un descalabro en su industria.

La Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) de España expreso que “es inaceptable que se entregue el sector ganadero a cambio de coches y facilidades para grandes constructoras en licitaciones públicas”. Resulta que la industria es la principal víctima de la caída en España, y la del automóvil la más afectada. Representa la principal exportación del país y el 37% va a parar a sus vecinos. El grupo Volkswagen –que incluye a SEAT–representa el 1,5% del PBI español.

España, cuarta economía del euro, está en modo alerta. La deuda pública española roza el 100% del PIB y su déficit público está entre los más abultados de Europa.

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El sector de la automoción está cambiando drásticamente. El carsharing es un boom en todas las grandes ciudades de Europa. Al desprestigio por la contaminación se le agrega la pérdida de interés de los jóvenes por representarse a través de un objeto. Los millennials compran experiencias y la Generación Z se define por lo que es, no por lo que tiene.

La presión medioambiental está haciendo estragos en la industria, principalmente como consecuencia de la sustitución del diésel, para el que ya hay fuerte carga fiscal, protocolos anticontaminación, y restricciones al tráfico en zonas como ocurre en el centro de Madrid.

“Estamos en el comienzo de una extinción masiva”, escupió Greta Thunberg, la niña del clima, en la cara de los líderes mundiales en la reciente Cumbre de Acción Climática en Naciones Unidas. Seguramente no se equivoca. En simultaneo la economía se frena, y eso también es un problema de hambre y desclase. Incluso más inmediato en términos estrictamente temporales, aunque resulte estúpido.

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