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#MIEDO2019

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El Tigre Verón va y viene por el Conurbano. Siempre agitado, al límite. Lleva guita, Torinos, boxeadores, camperas de cuero, asados, fierros y cuentas offshore; trae roscas, piñas, aprietes, secuestros y muertes. El colapso es una posibilidad diaria para él. Empresarios corruptos, policías ineptos, barrabravas desbocados, fiscales empecinados y otros actores del inframundo bonaerense completan el elenco. Daniel Barone captura otra instantánea del sistema: primero, revisó los subsuelos de la patria con “El puntero”; después, paseó por los pasillos de la superestructura con “El lobista”; y ahora alumbra el costado salvaje de las paritarias. Pero a Hugo Moyano poco le importa la filmografía del director porteño y denuncia por plagio a Adrián Suar y Julio Chávez: sostiene que la serie de Canal 13 “contrabandea” su historia personal. Una especie de biografía no autorizada que, en un contexto de campaña electoral, no es para nada inocente. Según él, refuerza prejuicios, estereotipos y adjetivos que inclinan la cancha a favor del oficialismo. Clarín, una vez más, miente. Como dice el tráiler, el camionero asegura: “Esta selva tiene otro rey”.

María Eugenia Vidal también podría reclamar derechos de autor. Desde que se sentó en el sillón de Dardo Rocha, la gobernadora despliega un guión similar al de la producción de Pol-ka. Las mismas geografía, gramática y dicotomía. Solo toma distancia en el arco narrativo. Frente al clásico esqueleto tripartito (introducción-nudo-desenlace) que emplean las ficciones, Vidal enuncia una trama infinita. Desarrolla un conflicto que ignora la distensión, solo conoce el clímax. La amenaza es un continuum. El final es un espejismo que mueven las mafias todos los días.

Durante sus primeros tres años, Vidal localizó a sus adversarios fuera del sistema de partidos: narcotraficantes, sindicalistas, comisarios y dueños del juego. Ahora es el momento de enlazarlos con las piezas del ajedrez político.

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En el campo de la psicología política existe un amplio consenso de que las emociones negativas se recuerdan mejor que las positivas. El investigador canadiense Richard Lau lo explicó claro: por una cuestión de supervivencia, los seres humanos prestamos mayor atención a la información de índole adversa. Queremos tener la mayor cantidad de recursos para responderle al peligro. Es lógico. Bueno, el Tigre Verón nos acerca esos mapas cognitivos, los mismos que Vidal distribuye –de manera más confusa– hace un par de calendarios. Un imaginario cerrado del Conurbano. Empaquetado. Listo para ser temido.   

Durante sus primeros tres años, Vidal localizó a sus adversarios fuera del sistema de partidos: narcotraficantes, sindicalistas, comisarios y dueños del juego. Ahora es el momento de enlazarlos con las piezas del ajedrez político. De darles conectividad, en especial, con sus competidores del “Frente de Todos”. En el 2015, recordemos, ese trabajo metafórico sucio se lo facilitó la interna del PJ con la aparición de “La Morsa” (ahí está Aníbal Fernández devolviendo “gentilezas”). Es lo que Orlando D`Adamo, Gabriel Slavinsky y Virginia Beaudoux denominan “identificación contaminante”: vincular a un candidato con figuras, espacios o instituciones con alta estigmatización social. El ejercicio metonímico comenzó hace algunos días cuando la mandataria disparó “No escuché a Kicillof hablar del narcotráfico”: una frase cargada de sospechas, aunque con cierto margen retórico. Habrá que ver si a medida que aumenta la polarización, la elocuencia muta en fuego directo. ¿De un tirón? La gobernadora busca construir su Konurbano. 

Argenzuela siempre estuvo cerca

Marzo, amanece el año electoral. Luis Majul entrevista a Mauricio Macri. Circulan los distintos temas que marcarán la campaña: desempleo, pobreza, FMI, inflación, tarifas y Venezuela. Sí, el país caribeño entra en la agenda como un issue más. Natural. De siempre. “Íbamos a ser Venezuela, ese es el destino que hemos evitado”, infla el pecho la máxima autoridad. Pasan las semanas y nuevamente sube la temperatura en Caracas. ¿El motivo? La oposición liderada por Juan Guaidó enciende la Operación Libertad. “Cuando las democracias se desvían hacia los personalismos mesiánicos y el populismo, tarde o temprano se transforman en dictaduras”, advierte el gobernante argentino vía twitter. Queda la duda si el mensaje entra en política exterior o política interior. O ambas. Michelle Bachelet ayuda a zanjar el interrogante: presenta un contundente informe para la ONU contra el régimen bolivariano y el líder de “Juntos por el Cambio” inmediatamente lo capitaliza mediante el hashtag #LosQueCallanSonCómplices. De bonus track, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos abre un canal institucional para recibir testimonios, experiencias y denuncias de los venezolanos exiliados en el país. ¿Causa democrática o acto proselitista? 

La crisis de Venezuela es la única nacionalización de Macri. ¿Qué habría pasado si hubiese ganado el kirchnerismo en el 2015?, parece preguntar el presidente.  Googleen Nicolás Maduro, ahí está la respuesta: violación a los derechos humanos, criminalización de la oposición, censura, crisis sanitaria, fuerzas paraestatales y escasez de alimentos, entre otras calamidades. Venezuela opera como sintetizador de todas las negatividades del kirchnerismo. En ella duerme el futuro que promete Cristina Fernández. Con un solo significante, el Gobierno activa un imaginario profundo, oscuro y caótico. Es el miedo supremo. La distopía alfa para despabilar a los indecisos que todavía pasean por los bordes de la grieta. 

En simultáneo, la situación de Venezuela sirve para inyectarle volumen, coherencia y realismo a la díada democracia-autoritarismo que oferta el macrismo. Miguel Ángel Pichetto lo entiende perfecto.

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En simultáneo, la situación de Venezuela sirve para inyectarle volumen, coherencia y realismo a la díada democracia-autoritarismo que oferta el macrismo. Miguel Ángel Pichetto lo entiende perfecto. En cada intervención pública, el senador tonifica esas fronteras. Tolerancia, respeto a la ley, libertad de expresión, diálogo, división de poderes e institucionalidad constituyen el set lingüístico republicano. Así también lo entendió un grupo de 150 intelectuales, artistas y científicos que apoya la reelección de Macri. La semana pasada, en una breve carta, este conjunto de referentes directamente sacó a “la Venezuela de Nicolás Maduro” de Occidente. La puso codo a codo con la teocracia chiíta​ de Irán. Un desplazamiento cultural que dice mucho sobre el partido que, para algunos, se juega este año en el país: G20 vs los sospechosos de siempre.

El Frente de todos confía en un dólar atlético. En el Instituto Patria y el búnker de Alberto Fernández aguardan la corrida cambiaria definitiva, la que termine de sepultar el “Proyecto M”. Desde Balcarce 50, en cambio, miran de reojo los temblores sociopolíticos del país petrolero. Saben que cada convulsión en la tierra de Hugo Chávez impacta de lleno en el campamento kirchnerista. Es su variable desestabilizadora. Una corrida es financiera; la otra, simbólica. La opinión pública se sensibiliza con ambas.

Entre miedos, cemento y peines finos

Las mafias del Conurbano y Venezuela son los dos miedos que estructuran la narrativa de “Juntos por el Cambio”. Si se compara con el 2015, un giro anímico de 180º. En aquel entonces, el optimismo era el método. Cambiemos se mostraba relajado y le bajaba el precio a problemas de calado como la inflación, el cepo y la pobreza. La “herencia” era un simple latiguillo, todavía no había anexado el epíteto “pesada”. Hoy eso es pasado. O aprendizaje. Del sentido común al miedo en común.

Acompaña a este kit de mensajes una lógica de tipo inventarial. Un repaso crudo de las obras que se hicieron: cloacas, rutas, paseos, escuelas y guardias de hospitales. Sin aderezos. Frente a la verborragia de la oposición, cemento. Como dijo Macri en la Ruta 7: “Esta ruta es real. No es relato. No es sarasa”. Disciplina estratégica (discurso y estética unificados), investigación precisa (instrumentos demoscópicos tradicionales y big data) y actualización tecnológica (por ejemplo, el uso sistemático y planificado de WhatsApp), completan la metodología. Más que una maquinaria electoral, “Juntos por el Cambio” funciona como un peine fino: microsegmenta, personaliza mensajes y optimiza los dos recursos que más escasean en una campaña, tiempo y dinero.

en este clima denso de campaña negativa, donde lo que prima es la erosión del rival (no las virtudes propias), el argumento ad metum   cotiza en alza. Quien tenga mejor puntería con el miedo, se lleva la victoria. Y el macrismo, en este plano, le saca dos cuerpos al Frente de Todos

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“Sin conflicto no hay historia”, sostiene el profesor catalán Pau Canaleta. “Juntos por el Cambio” toma nota y afila su relato. O mejor dicho, contrarrelato, porque está moldeado principalmente por su antítesis. Es una respuesta más que una propuesta. El marco teórico lo pone el de enfrente. Y en este clima denso de campaña negativa, donde lo que prima es la erosión del rival (no las virtudes propias), el argumento ad metum cotiza en alza. Quien tenga mejor puntería con el miedo, se lleva la victoria. Y el macrismo, en este plano, le saca dos cuerpos al “Frente de Todos”. Pero como marcaron Pablo Touzon y Martín Rodríguez en “La Grieta Desnuda”, su libro de reciente publicación: “La grieta puede servir para ganar elecciones, pero no para gobernar”. El problema es si, después de las urnas, la gestión no puede metabolizar todo el antagonismo producido en fase electoral. Esa es la contradicción que paraliza no solo al oficialismo, sino también al país. Y eso sí que asusta.

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