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28 de mayo 2018


MOSCÚ – LA MATANZA

Tiempo de lectura: 3 minutos

Napoleón no la pudo conquistar con su Gran Armada en 1812. Hitler tampoco con su guerra relámpago en 1942. Sin embargo, los argentinos apostamos a que un inspirado Messi supere la maldición este año, clavando la bandera argentina en el olímpico de Moscú. Por el contrario, la coalición oficialista acaparada por el PRO, ya puede despedirse de la fantasía de apoderarse de La Matanza, el gran bastión peronista argentino. El ajuste sobre los sectores populares que sucederá al amargo cóctel de devaluación, aumento de la tasa de interés, suba de las tarifas de transporte y energía más acuerdo con el FMI, no tendrá compensación con el Metrobus, la tunelera del Riachuelo y la mejor sonrisa de una María Eugenia Vidal hoy en baja. El camino de ajuste de 2016 con una devaluación superior al 50% e inflación de 40%, no podrá recorrerlo nuevamente el gobierno sin daño político. La coartada de la herencia recibida es un conejo que, para la mayoría de la opinión pública, hoy sale de la galera moribundo. El taxímetro corre sobre la espalda de Macri. “Llegué, vi y vencí en La Matanza” quedará para el futuro.

Más allá del peso determinante de este territorio, La Matanza resulta emblemática del nuevo contexto político que enfrentará Cambiemos tras el duro golpe de los mercados a la columna vertebral financiera del gobierno. La transición exitosa “del populismo de la soja al populismo de la deuda”, Luis Tonelli dixit, le permitió al tándem del gobierno nacional y provincial, sostener con fundamento la aspiración de avanzar sobre la provincia profunda, de idéntica manera que lo hizo en sus diez años de gestión al frente de la ciudad de Buenos Aires. En el caso porteño, la máquina de ganar oficialista logró extender su hegemonía a los tres principales andariveles territoriales de la ciudad, empezando por los acaudalados Belgrano, Palermo y Recoleta, pasando por el histórico eje radical de sectores medios de la Avenida Rivadavia hasta los enclaves más postergados como Lugano, Soldati o Parque Avellaneda.

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Sin embargo, el proyecto de reproducción de la hegemonía política en CABA a toda la zona metropolitana, bautizado con picardía duranbarbesca como “gradualismo”, encontró rápido los límites duros materiales que desconoce quien tiene en su ADN la experiencia de gestionar un distrito rico como la ciudad de Buenos Aires, equivalente en ingreso per cápita a Madrid, la Comunidad más próspera de España. En tal sentido, aquel plan de replicar a escala nacional el eficaz modelo de penetración transversal de CABA, sólo podía caber en los deseos más locos de los dos líderes políticos que quedaron a las puertas de Moscú, antes del tercer y próximo intento de Messi. Por ello, mientras Macri y Vidal soñaban con la edificación de un corredor político homogéneo desde el norte al sur del conurbano, el baldazo de agua fría vino de afuera por partida doble. Los especuladores financieros corriendo contra el peso, a la par del tándem Dujovne-Llach timbreando en el FMI, una marca asociada en el imaginario colectivo al big bang de 2001 y con peor imagen que Drácula.

El final de fiesta sucedió con una foto previsible. Monzó, Frigerio y Sanz ampliando la mesa ratona de Olivos. Tal imagen dejó atrás el “vamos por todo” de impronta cristinista cultivado por los talibanes de la Rosada y de La Plata comandados por los jefes de gabinete Peña y Salvai, pasando el oficialismo a una fase pragmática de negociación y convivencia con los caciques territoriales de diferente signo político, así como al abandono de los planes disparatados de control de cada esquina del conurbano, estructurados sobre sofisticados sistemas de mapeo territorial, big data y redes sociales que ilusionaron al PRO con la destrucción de la vieja intermediación política. En particular, el encarecimiento y progresiva escasez de los recursos del guitaducto del exterior que administra el ministro Luis Caputo, dejó al descubierto el gran talón de Aquiles de este proyecto político, haciendo previsible el final del exitoso ciclo de acumulación política cambiemista que, en el caso de La Matanza, se logró extender en 2017 a los sectores medios bajos que Massa representó en 2013 y 2015 con la bandera de la seguridad y de sus realities de control en Tigre.

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