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15 de noviembre 2019

María Constanza Costa

PACTO SÁNCHEZ-IGLESIAS: DE LA OPORTUNIDAD Y LA NECESIDAD

Tiempo de lectura: 5 minutos

Al destino no se lo puede tentar todo el tiempo y salir indemne. La noche del 10 de noviembre, Pedro Sánchez supo que su plan había fracasado, lograr un gobierno en solitario no sería posible. Con el resultado electoral en la mano, el escenario era más complicado y opaco, casi oscuro. Lo que hasta hace unos meses había sido una oportunidad histórica se transformó en una necesidad. El ascenso contundente de la extrema derecha y la confirmación de que el “centro” se había esfumado fueron razones suficientes para saber que el tiempo de las posiciones inflexibles se había terminado. Un pacto con Unidas Podemos para un gobierno “rotundamente progresista”, lo que la semana anterior era poco menos que un disparate, una opción con la cual Sánchez “no dormiría tranquilo”, se transformó en la única respuesta posible.

Sánchez e Iglesias encabezan un hecho histórico, ya que, si el preacuerdo prospera, será la primera vez desde la Segunda República, que se formará una coalición para un gobierno de Estado, que trasciende los meros acuerdos para lograr la investidura. Para ello necesitará que otros partidos minoritarios lo apoyen, y que los independentistas catalanes de ERC (izquierda republicana) se abstengan.

El ascenso contundente de la extrema derecha y la confirmación de que el “centro” se había esfumado fueron razones suficientes para saber que el tiempo de las posiciones inflexibles se había terminado

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El PSOE hizo una campaña centrada en Catalunya (endureciendo el discurso para sumar votos por la centroderecha), y la salida de los restos de Franco del Valle de los Caídos (para ganar votos por izquierda). No fue suficiente para lograr su objetivo. Si bien fue la fuerza más votada, también fue castigada, perdió 700 mil votos y tres escaños.

Unidas Podemos también perdió votos, en toda España, un total de 635 mil, que lo dejó con siete escaños menos. Parte del electorado le hizo sentir al progresismo que, con sus idas y vueltas en la formación de gobierno y la fragmentación del voto de izquierda con, por ejemplo, la aparición de Más País -la formación liderada por Errejón-, la paciencia se les había agotado.

Si el 28 de abril los militantes del PSOE habían dejado claro que: “¡Con Rivera, no!”, el domingo pasado le decían al buenmozo Pedro que la única alternativa era con Unidas Podemos. Tanto le gritaron: “¡Con Iglesias, sí!” que casi no lo dejan terminar de hablar. Sánchez se dio cuenta que tenía en frente una última oportunidad para no fracasar y se comprometió a “trabajar con responsabilidad y generosidad” para desbloquear la formación de gobierno, asumiendo que, durante siete meses, algo de mezquindad había prevalecido a la hora de negociar.

Sánchez se dio cuenta que tenía en frente una última oportunidad para no fracasar y se comprometió a “trabajar con responsabilidad y generosidad” para desbloquear la formación de gobierno

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Sánchez rechazó la “gran coalición”, la opción favorita del establishment: un gobierno del PSOE respaldado por el PP y Ciudadanos. Un pacto con los socios de VOX en Andalucía y Madrid, hubiera dado como resultado el hundimiento del PSOE en poco tiempo, y lo hubiera empujado a reforzar un discurso de mano dura en Catalunya, y la imposibilidad de tener acuerdos con la izquierda y los nacionalistas. De haber aceptado, Sánchez se hubiera cavado su propia fosa, esa de la que logró salir en 2017 cuando le ganó la pulseada a los barones y a la baronesa de su partido.

No sólo el auge de la extrema derecha, que pasó de 24 a 52 bancas en el Congreso de los diputados (y se consolidó como la tercera fuerza), fue lo que apresuró el acuerdo. El desplome de Ciudadanos, que cayó de los 57 a los 10 escaños, reflejó la desaparición del centro como opción política. Albert Rivera, proclamado como “niño mimado” del IBEX, la reencarnación de Adolfo Suarez ó el Emmanuel Macrón ibérico, demostró haber perdido la brújula con la foto de las tres derechas de la plaza Colón, y se terminó de hundir en las últimas elecciones.

“Este gabinete tendrá la experiencia del PSOE y la valentía de Podemos” decía Pablo Iglesias, al momento de anunciar el acuerdo, que lo colocará en una de las vicepresidencias del país. Si Sánchez había prometido desbloquear con más generosidad, Iglesias debía aportar mayor flexibilidad, para lograr lo que tanto había anhelado, porque, después de todo, nunca dejó de recordar que Podemos había “nacido para gobernar”, y no para cumplir un triste papel testimonial reservado a la izquierda. Jugar en las instituciones implica tragarse algunos sapos, como la ratificación de la liberal Nadia Calviño en la vicepresidencia económica, un guiño a Bruselas y a los mercados.

El desplome de Ciudadanos, que cayó de los 57 a los 10 escaños, reflejó la desaparición del centro como opción política

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El preacuerdo tiene diez puntos entre los que incluye la cuestión catalana, para cuya resolución se comprometen a fomentar el diálogo “siempre dentro del Constitución” lo cual excluye la autodeterminación.

El Podemos que llega a formar gobierno, no es el mismo que se gestó hace cinco años, claro está. Desde las elecciones generales de 2015 no hizo más que perder votos. Es el resultado de las luchas internas cuyo punto de inflexión se vio en el Congreso de Vistalegre II, en 2017, cuando el bloque liderado por Iñigo Errejón quedó desplazado, hasta culminar su salida definitiva en enero de este año, a espaldas de su Secretario General y de sus bases.

En 2017, las propuestas de Iglesias fueron las más votadas para definir las directrices del partido que incluían una confrontación directa con lo la “triple alianza” (PP, PSOE y Ciudadanos), recuperar la calle, el espíritu del 15M y tender puentes con las instituciones. Esa confrontación con el PSOE se transformó en seducción al punto tal de lograr la moción de censura contra Rajoy y la investidura de Sánchez.

Si como todo indica, Unidas Podemos logra sentarse en el Consejo de Ministros, será la entrada de los “indignados” al gobierno, pero también, la reparación histórica con una izquierda heredera de la lucha antifranquista, que no cesa en su búsqueda de memoria, verdad y justicia. El acuerdo entre Sánchez e Iglesias es una oportunidad para saldar esa deuda con aquella izquierda que fue imprescindible para la transición democrática y la Constitución del 78’ , pero que nunca pudo acceder a gobernar, o formar parte de un gobierno.

El mayor desafío estará quizás en sortear una desaceleración económica en puerta, que puede transformarse en una crisis, sin implementar una política de ajuste

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Los desafíos serán muchos, deberán conciliar, ahora más que antes, esa tensión entre el palacio y la calle que tanto los obsesiona. Además, existen dentro de la propia formación sectores que no están de acuerdo con el pacto y hubieran preferido apoyar una investidura de Sánchez, pero sin entrar en el gobierno, como es el caso de Adelante Andalucía, liderado por Teresa Rodríguez. Y por supuesto el tema de la crisis catalana. El mayor desafío estará quizás en sortear una desaceleración económica en puerta, que puede transformarse en una crisis, sin implementar una política de ajuste.

Las mayorías absolutas que permitían gobernar en soledad a los partidos tradicionales han desaparecido, Franco ya no reside más en el Valle de los Caídos y la izquierda está cerca de sentarse en el Consejo de Ministros. Es innegable que los tiempos han cambiado. La derecha también ha tomado nota. Y esto es motivo para quitarle el sueño a Sánchez, a Iglesias y todos los que defienden la democracia.

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Comentarios

  1. carlos

    el 15/11/2019

    Muy buen articulo

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