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31 de octubre 2017

Alejandro Galliano

POETA DEL CAPITALISMO PLEBEYO

Tiempo de lectura: 16 minutos

Ámbito Financiero nació en 1976 para democratizar la información financiera y romper todos y cada uno de los códigos periodísticos de la época guiado por el liberalismo plebeyo de Julio Ramos. 

La revolución cultural de los 70s

Durante los años setentas se produjo una revolución cultural que marcaría la conducta de los argentinos durante los cuarenta años siguientes. Ese quiebre en la consciencia colectiva conoce un instante preciso: la noche del miércoles 4 de junio de 1975, cuando el ministro de Economía peronista Celestino Rodrigo dio una conferencia de prensa anunciando un feriado cambiario de 5 días y una devaluación que aumentó el dólar comercial un 160% y la nafta un 181%. El shock alimentó un reflejo especulativo que desde entonces acompañó a cualquier argentino con una mínima capacidad de ahorro. “No fue en 1975 que nos enteramos de que existían los bonos, los dólares, las bicicletas, etcétera; en 1975 nos dimos cuenta de que operar con ellos, que siempre nos pareció que sólo podría ser hecho por media docena de expertos, era más fácil de lo que parecía”, señaló Juan Carlos de Pablo seis años después del Rodrigazo. El ulterior plan económico de Martínez de Hoz aspiraba a disciplinar a esa sociedad dolarizada dentro de un orden de ahorristas frugales e inversores audaces que valorizaran esos ahorros bancarizados, sin industria parasitaria que entorpeciera el torrente financiero. Entre 1977 y 1979 los depósitos crecieron un 500% y al final de la década la cantidad de bancos se había duplicado a más de 200.

Las palabras hacen cosas, de modo que también forman parte de la economía. En las finanzas las palabras hacen todo: expectativas, contratos, derivados, mercados a futuro, seguros, promesas sobre promesas de un capitalismo construido sobre palabras. Es por eso que, mientras la dictadura militar estrangulaba a la sociedad civil, el mercado toleraba palabras prohibidas a la política: liberalización, igualdad de oportunidades y democratización de la información. Sin embargo, las instituciones económicas argentinas no estaban al nivel de esa transformación: el BCRA participaba del secretismo de la Junta y la prensa financiera se reducía a publicaciones de nicho, como el inveterado Cronista Comercial, o alguna página en los suplementos agroindustriales de Clarín y La Nación. El portador de la palabra financiera debería llegar desde afuera del sistema.

las instituciones económicas argentinas no estaban al nivel de esa transformación: el BCRA participaba del secretismo de la Junta y la prensa financiera se reducía a publicaciones de nicho

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Historia obrera

Julio Alfredo Ramos nació en Flores en 1935. Dos meses después murió su padre, dos años después su madre contrajo tuberculosis; y él, asma. Fue enviado a Unquillo con una conocida de la familia. Hasta los nueve años no pudo reunirse con su madre ni comenzar el colegio. Esos años de rezago lo avergonzaron toda su infancia. A los 14 años comenzó a escribir poemas en el Colegio del Salvador, inspirado en el Martín Fierro. “Me hubiera gustado desarrollarme como escritor -confesó Julio mucho después- pero fui corredor de comercio, vendedor de libros, vendedor de terrenos. Y siendo pobre conocí a muchos obreros.” En esos años de lucha escribió una extensa Historia obrera en la misma métrica que su querido Martín Fierro:

Yo me he largao a cantar,

siguiendo la tradición,

para el pobre de condición.

El canto, el naipe y el vino,

en este suelo argentino,

siempre fue su dirección.

“Son poemas político-sociales -analizó el propio Ramos-. Esto es gremialismo, defensa de la clase obrera. En todo caso, mis poemas serían más peronistas que otra cosa, obreros, pero no de izquierda.”

Julio estudió en la Escuela Superior de Periodismo. El padrinazgo del radical Francisco Rabanal le acercó un puesto en la municipalidad de Buenos Aires y otro en Clarín cubriendo Economía. Un día Álvaro Alsogaray lo humilló en una entrevista por confundir un oligopolio con un monopolio. Avergonzado, Ramos entró a la Facultad de Ciencias Económicas. Tenía 31 años. Hizo prensa para Renault y trabajó en el diario peronista Mayoría hasta que, en febrero de 1976, entró a La Opinión de Jacobo Timerman. “Allí Ramos formó parte del equipo que inició un suplemento económico, que apareció la semana siguiente al golpe militar de marzo de 1976. Con su columna ‘Papiro’, seudónimo creado por Timerman, Ramos fue calibrando su certeza de que la información financiera ofrecida desde los diarios nacionales era insuficiente”, cuenta Fernando Ruiz en El señor de los mercados (El Ateneo, 2005)

Un día Álvaro Alsogaray lo humilló en una entrevista por confundir un oligopolio con un monopolio

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Democratizar la especulación

El periodismo culturalmente de izquierda, políticamente de centro y económicamente de derecha cultivado por Timerman no le permitía a la cobertura económica alcanzar la misma jerarquía de la que gozaban Política, Internacionales o Cultura: muchas notas económicas de La Opinión eran escritas por los mismos empresarios, estaba prohibido criticarlos.

Para Ramos, en cambio, los nuevos tiempos requerían un periodismo económico agresivo y seguro de sí mismo. Con el diagramador y el corrector de La Opinión, contactos en la Bolsa, el BCRA, el Deutsche Bank, el Boston y el Galicia, y una tropa de periodistas de Clarín (Muchnik y Granados), La Prensa (Voievdca y Melo Posse) y El Cronista Comercial (Balaña) el 9 diciembre de 1976 lanzó Ámbito Financiero. El diario tenía 20 páginas con las tasas de interés de todos los bancos, algunos artículos firmados (a veces con seudónimos para disimular que el staff era chico) y un mapa de la City en la contratapa. La distribución estaba a cargo de Valdivia, un vendedor ambulante del Microcentro. Una batería de recursos mínimos apuntados una misión clara: difundir al máximo la información financiera, democratizar la especulación.

A los cuatro meses el diario dejó de dar pérdidas, a lo largo de 1977 fue consultado por bancos, citado por fuentes oficiales y llegó a obligar a una entidad a bajar las tasas. Para 1978 los fundadores se habían ido y Ramos lo convirtió en una S.A. reteniendo la mayoría de las acciones. Entonces entraron Landrú, Luis Beldi, Daniel Fernández Canedo y el joven marxista Claudio Katz. También incorporaron las caras dibujadas que Ramos copió del Wall Street Journal.

Una batería de recursos mínimos apuntados una misión clara: difundir al máximo la información financiera, democratizar la especulación

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Nunca te hagás el mañero

ni al esfuerzo reculiés

quien recién pone los pies

debe ofrecerse primero;

mas nunca seas cordero

niaguantés una injusticia;

para un hombre no hay franquicia

si es que está en juego su honor;

arriesgá por un valor

no por zonceras ficticias.

El nacimiento financiero de la política

La política volvió antes que la democracia. No sólo por la fallida ronda de diálogo con los partidos políticos que abrió el General Viola, sino por el colapso financiero: a la crisis de 1980 que diezmó la plaza financiera se le sumó la devaluación con la que Martínez de Hoz se despidió del Ministerio. Le siguieron Lorenzo Sigaut con su ambulancia de subsidios y Juan Alemann con su rigor austríaco impotente. Ámbito Financiero se regocijaba en señalar, desde su speaker corner ortodoxo, las incoherencias del liberalismo económico criollo, shock y gradualismo: “¿Qué es más útil para el país, ceder esperando el momento para dar la batalla cuando uno tenga fuerzas, o la acción de un señor que entra con toda la convicción de su liberalismo dogmático, que no sirve pues dura una semana en el ministerio?”.

JR en Moscú

Para el diario que democratizó la información financiera fue fácil abrir la tribuna del debate político. Desde las páginas de Ámbito Roberto Lavagna pidió reactivación; y Carlos Rodríguez, cuatro años más de dictadura para llevar la liberalización a fondo. “La información económica nunca puede ser aburrida—decía Ramos—porque toca directamente al bolsillo de las personas y porque todo lo vinculado a la economía es político, y eso es apasionante”. Ramos trajo a Roberto García, otro ex La Opinión, a cubrir política y le dio una columna a Bernardo Neustadt.

Por esos años, Ámbito Financiero conoció a su mayor criatura política, un “economista joven y relevante, que tiene reconocimiento en casi todos los sectores, muy técnico, muy inteligente”: Domingo Cavallo, asistente del Gral. Liendo en el Ministerio del Interior. Ante los resquemores de Ámbito por la heterodoxia del “plan cordobés”, Cavallo se presentó en las oficinas del diario y le dio un reportaje exclusivo a Ramos, el primero de sus vidas. Un reconocimiento recíproco que sellaría una relación de amor-odio destinada a durar: meses después Ámbito fustigó la nacionalización de deudas privadas operada por Cavallo desde el BCRA. En la crisis el diario crecía y Ramos lo mudó al edificio propio del Pasaje Carabelas, comprado con un crédito del Banco Latinoamericano de Inversión que dirigía Bernardo Grinspun, que quebró poco después.

'La información económica nunca puede ser aburrida—decía Ramos—porque toca directamente al bolsillo de las personas y porque todo lo vinculado a la economía es político, y eso es apasionante'

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Ámbito acompañó la creciente desconfianza de la City y los “civiles del Proceso” ante el aventurerismo militar. En sus columnas comenzaron a opinar peronistas y radicales. Pero la transición a la democracia se hacía bajo un consenso antiliberal que el propio fracaso de Martínez de Hoz había alimentado y que Ámbito no podía dejar de lamentar como extemporáneo ante un mundo crecientemente librecambista: en marzo de 1982 Ramos firmó una tardía apología de la política económica del Proceso: “Algún día tendrán un peso regulador fundamental en el país esas clases medias que en estos años viajaron al exterior y conocieron economías verdaderamente evolucionadas, mercados absolutamente competitivos”. Palabras proféticas que, para verse cumplidas, deberían atravesar el desierto de la democracia.

“La nueva derecha”

Luego de las elecciones de 1983, Fernández Canedo renunció para asesorar a Jesús Rodríguez. Ramos se presentó como candidato a gobernador por la Provincia de Buenos Aires por la Alianza Demócrata Independiente, un partido libreempresista que formó tomando como referencias a Alemann y Alsogaray, “el verdadero Centro”. Sacó menos del 10% de los votos y abandonó la política partidaria para integrar la oposición mediática a Alfonsín junto a Tiempo Nuevo y La Prensa, “la nueva derecha en la Argentina que nace bajo el gobierno militar”, al decir de Juan Manuel Casella. Ámbito previó una futura hiperinflación y la renuncia de Alfonsín, así como denunció la infiltración comunista del gobierno y el unicato radical ante la destrucción del peronismo.

Con todo, la mayor estocada al gobierno sería otra. En 1985 el equipo del “tierno y apolítico” Juan Vital Sourrouille preparó un plan antiinflacionario que presentó ante el FMI y Paul Volker, de la Fed. Luego de hablar dos horas sin parar logró el aval financiero. La idea era aplicarlo midiendo los tiempos y la información al máximo. Pero Henry Kissinger comentó el tema con empresarios argentinos y así llegó a oídos de Ramos. Al día siguiente el país entero, incluyendo a parte del gobierno, se enteró del Plan Austral por la tapa de Ámbito Financiero. Fue la primera primicia de su historia; la siguiente vendría cuando difundieron la intención alfonsinista de plebiscitar el conflicto del Beagle y sellar una alianza comercial con Brasil.

la transición a la democracia se hacía bajo un consenso antiliberal que el propio fracaso de Martínez de Hoz había alimentado y que Ámbito no podía dejar de lamentar como extemporáneo ante un mundo crecientemente librecambista

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El fin de año de 1986 fue nefando para Ramos. Su hijo Gabriel se electrocutó en una pileta por salvar a su hermano Darío, que sobrevivió para, meses más tarde, chocar contra un camión y morir también. En menos de lo que dura un verano Julio Ramos había perdido dos hijos. Se ausentó del diario por un año, retomó la poesía y viajó a Israel para estudiar cómo se combatía la inflación. Volvió en 1988, casado con la ex Miss Mundo Silvana Suárez.

Ese fue un año duro: en plena hiperinflación, Eduardo Eurnekian había comprado El Cronista Comercial y se había llevado a Neustadt, decidido a combatir a fuerza de dinero a dos frentes distintos: el gobierno de Alfonsín y el imperio de Ámbito Financiero. Ramos respondió acusando a Eurnekian de moroso del Estado. Si ya había roto el Código de Seguridad Democrática del periodismo al filtrar el Plan Austral, ahora Julio rompía el código Timerman de no hablar mal de otros medios. Más tarde incluyó a Clarín en su lista de enemigos: “es socio del Estado, tiene papel gratis y por no ser socios del Estado muchos diarios porteños y del interior se funden. Es una competencia con una ventaja injusta y que lleva a la pelea. Si el otro, además, se la pasa violando la ley de competencia publicitaria, lo que queda es proceder judicialmente”. Otra profecía.

RAMOS 3

Reemplazó a Neustadt con dos goldenboys, Martín Redrado y Walter Graziano, que se dedicaron a torpedear pacientemente a Machinea y su Plan Primavera. También incluyó unos ficticios “Diálogos de Wall Street” protagonizados por Gordon Geeko y escritos por Siaba Serrate. Con todo, el mayor aporte de Ámbito en esos meses fue el concepto “golpe de mercado”: una apuesta al dólar que comienzan los especuladores cuando perciben que se pierden reservas, y se esparce cuando “el grueso de la gente -que es el mercado: una forma donde la gente opina y vota día a día- llega a percibir lo mismo, ahí se produce el golpe de mercado”. El concepto sería abrazado por políticos progresistas y académicos de izquierda.

En el menemóvil

Juan Bautista “Tata” Yofre entró a Ámbito Financiero en 1984, junto a Guillermo Kohan y Edgar Mainhard. Traía un estilo de periodismo informal y fuentes en Cancillería que usó para operar contra Alfonsín y Cafiero, asistido por su escudero Humberto Toledo, exjefe de prensa de Lúder cercano a Guardia de Hierro. Esa campaña lo acercó a Menem, al punto de acompañarlo en el menemóvil y asistir a la devoción popular que despertaba, experiencia que Yofre plasmó en una afiebrada crónica en Ámbito que circuló fotocopiada por varias unidades básicas.

Intrigado, Ramos quiso conocer al sujeto y una parada del menemóvil en la casa de Juan Carlos Rousselot fue la excusa para el encuentro. El riojano y el poeta hablaron durante esa noche moronense y la conclusión de Ramos fue lapidaria: Menem no tiene plan económico, era un significante vacío listo para ser llenado con su sabiduría ortodoxa. Siempre había lamentado que “Argentina sea un país condenado a ver ejecutar políticas liberales por quienes no las sienten a fondo”. Ahora, la historia le demostraba que el origen del problema podía ser la solución, como lo fueron el PSOE en España y el PRI en Méjico: un provinciano plebeyo con la fe de un peronista y el programa de un liberal.

El riojano y el poeta hablaron durante esa noche moronense y la conclusión de Ramos fue lapidaria: Menem no tiene plan económico

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Menem llegó a ser presidente y Yofre fue su secretario de inteligencia y su contacto con Bunge &Born, a la sazón también sus empleadores. Esa triple pertenencia le permitió acercar a Ámbito Financiero su tercera gran primicia: el plan BB, que el Tata copió frenéticamente sin entender mucho mientras Menem y Born hablaban.

Ramos, que ofició de embajador del menemismo en la City, no ganó tanto: sonó como posible ministro de Economía y se hizo cargo gustoso. Participó de reuniones junto a Bauzá, Curia y Cavallo. Cuando la posibilidad se alejó, ofreció a sus párvulos Graziano y Redrado. Finalmente aconsejó que fuera Cavallo “pero solo por algunos meses”. No tardarían en cruzarse de nuevo, esta vez por el Plan Bonex.

También se presentó a cinco licitaciones de canales televisivos, incluso una por canal 13 asociado a Sofovich, Palito Ortega, Aldrey Iglesias y Gainza Paz, de La Prensa. Las perdió todas y debió consolarse con auspiciar un ciclo de la BBC por ATC. “Por la forma en que hoy se concentran los medios, un canal de televisión puede complementar a un diario. Entonces, me presentaría por eso, no porque sienta un especial amor por la televisión. Después de lo de Telefé, después de lo de Eurnekian, se supone que ahora me debería tocar a mí”. Nunca le tocó, y siempre culpó a Clarín de su mala fortuna, al punto de denunciar al monopolio en un libro, Los cerrojos de la prensa, publicado en 1993.

la historia le demostraba que el origen del problema podía ser la solución, como lo fueron el PSOE en España y el PRI en Méjico: un provinciano plebeyo con la fe de un peronista y el programa de un liberal

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Plebeyismo de mercado

La primera mitad de los noventas fue la mejor época del diario: salía en color, sus ventas crecían, se imprimía en cinco plantas (Córdoba, Neuquén, Mendoza, Chaco y Capital), además de los diarios que Ramos fundó en Córdoba, Neuquén y Punta del Este. Por esos años entraron a Ámbito Antonio Laje, Carlos Burgueño y Guillermo Laborda.

La ventaja comparativa de Ámbito Financiero era su redacción sumamente flexible: sin reuniones, ni comisiones, ni manual de estilo, ni código de ética periodística. Los pagos eran por mérito y no por antigüedad o jerarquía. Una pecera meritocrática de tiburones de mercado, periodistas no burocratizados en busca de información sin filtro, que, siguiendo los pasos del maestro, cotizaba más por volumen e impacto que por calidad y precisión, casi un portento de la actual circulación de noticias por internet.

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Desde 1990 comenzaron a salir las “Charlas de Quincho” que con su cotilleo bañado en cinismo contribuyeron al exhibicionismo social y el internismo político de la época. En 1993 la redacción percibió la levísima vibración de un cambio político en ciernes: García llamó a Ruckauf, Corach y Moreau. Mainhard e Ignacio Zuleta sondearon por su lado. Pero el tesoro lo encontró el historiador marplatense Carlos Pagni: el Pacto de Olivos fue la cuarta gran primicia en la historia de Ámbito Financiero.

Quizá puedas prosperar

mas nunca lo hagas robando,

sólo ha de ser trabajando

que se gane un bienestar;

respetá siempre el altar,

la mujer y la bandera;

esgüeno una compañera,

una patria que cobije

como un Dios que nada exige

y estará allí, donde mueras.

Al diario de Ramos nunca le preocupó la corrupción. Más allá de la denuncia al sindicalismo y el capitalismo prebendario, entendía que la política es necesariamente corrupta y que el único partido capaz de lidiar con ella era el peronismo. Toda campaña ética era ajena a la política, fruto de un periodismo izquierdizado y sus diferentes personeros (Béliz, Cavallo, Chacho). Ante la derrota del menemismo en 1997 Ámbito incluso denunció un “golpe de estado mediático” para movilizar a la clase media. Otro aporte al progresismo futuro.

el tesoro lo encontró el historiador marplatense Carlos Pagni: el Pacto de Olivos fue la cuarta gran primicia en la historia de Ámbito Financiero

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Los delitos empresariales se justificaban por las pesadas regulaciones de la economía. García llegó a defender a Alfredo Yabrán tanto de las denuncias de Cavallo como de la responsabilidad en el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas. Esa laxitud se trasladaba a la redacción: Ramos y García toleraban, sino auspiciaban, que sus reporteros se enriquecieran por fuera del periodismo: notas pagas, pauta, inversiones en los mismos mercados que analizaban.

Ramos reivindicaba al contrabando patriótico y la quiniela clandestina. Tras la idiosincracia yuppie y monetarista de Ámbito campeaba el sueño de un capitalismo plebeyo, gobernado escuetamente por algún caudillo pícaro que mantuviera el déficit a raya, y tan desregulado que hasta los más pobres tuvieran su oportunidad de mercado. No por nada, Ramos llevaba a sus hijos menores de visita a la Fundación Felices Los Niños: quería que sus hijos supieran convivir con los chicos pobres. No por nada, también, comprendió siempre el “carácter transgresor y peronista, entre hedonista y crematístico” de los argentinos para relativizar la corrupción y explicar la reelección de Menem por el voto-cuota, otro de sus conceptos.

La paz de los cementerios

El ocaso del menemismo también fue el de Ámbito. En 1997 se fueron Fernández Canedo y Guillermo Kohan (este último juicio laboral de por medio), Hadad fundó su Buenos Aires Económico y la competencia de internet empezaba a hacerse sentir. Pero el problema era interno: el discurso de Ámbito Financiero, que siempre penduló entre la rústica ortodoxia de Ramos y la saña realpolitik de García, se fosilizó en una diario seco, aburrido, parroquialista al punto de no tener periodista de internacionales, ortodoxo sin rebeldía, apoltronado en el mantra del déficit, la flexibilización laboral y el riesgo país. Seis años de estabilidad monetaria quizás habían sido demasiado para una barco botado sobre mares picados. El mismo Ramos se quejó del exceso de información económica y ese mismo año de 1997 se decidió a publicar sus poemas.

Tras la idiosincracia yuppie y monetarista de Ámbito campeaba el sueño de un capitalismo plebeyo, gobernado escuetamente por algún caudillo pícaro que mantuviera el déficit a raya, y tan desregulado que hasta los más pobres tuvieran su oportunidad de mercado

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Pero la política tampoco recuperaba aquella vibración. Un almuerzo con Menem, Pagni y García cada tanto, o un telefonazo, mientras los economistas favoritos del diario pasaban sin pena ni gloria: López Murphy, Pou.

El gobierno de la Alianza prolongó la zozobra. Ámbito protestó por el “cautiverio” de Menem y en 2001 saludó el retorno de Cavallo: “Llega el realismo económico a la Argentina”. Desde entonces encontró señales de reactivación cada día hasta que se cansó y pidió la dolarización. El viernes 30 de noviembre publicó la quinta y última gran primicia de la era Ramos: el corralito. Aunque manejaban la información desde el martes 27 prefirieron esperar el fin de semana. La responsabilidad duró poco: “Dolarícese” fue su título el 5 de diciembre de 2001, mientras Pagni monitoreaba una posible rebelión peronista en el conurbano.

El otoño financiero

Ramos murió el 19 de noviembre de 2006. Ya era un soldado sin guerras. “Me mantiene vivo la pelea” dijo una vez. Su lista de enemigos fue larga, empezando por Clarín, Eurnekian, Sofovich, Neustadt, Lanata, Bauzá y Majul, que debió enfrentar un juicio por difamación. Algunos volvieron a ser amigos. Su último round fue familiar: el día del Niño de 1999 se agarró a los tiros en la puerta de su casa de Barrancas de Martínez con su mujer y su custodio por la tenencia de sus hijos Julia y Augusto, de 8 y 9 años, que vieron la escena desde la ventana de su dormitorio. Terminaron todos en la comisaría. Por detrás del drama doméstico asomaba el delicado tema del reparto del patrimonio: “no me dejan entrar a mis empresas. Este último tiempo mi principal ocupación es tratar de divorciarme”. En sus últimos años defendió al padre Julio Grassi a quien consideraba víctima de una operación política, judicial y mediática.

No espere duelo a facón,

no hay lugar pa´ tal bravura,

pero en esta vida dura

pa´ el que vive de un salario,

asegurarse el pan diario

es de por sí una aventura.

El fantasma de Julio quedó en su despacho, que usó casi hasta el final, en el último piso del edificio de Ámbito, en Paseo Colón y San Juan, que contaba con parrilla, bar y estudio de televisión. Allí estaba su mesa para ocho personas, sus lapiceras de oro, su colección de miniaturas de bicicletas del todo el mundo, su biblioteca. En la pared colgaban sus orgullos: la nota que le sacó The New York Times, su título de economista y fotos de sus hijos. La más grande de todas era la de Gabriel.

Su lista de enemigos fue larga, empezando por Clarín, Eurnekian, Sofovich, Neustadt, Lanata, Bauzá y Majul, que debió enfrentar un juicio por difamación

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Toda empresa tiene precio

“No necesito vender el diario -había dicho Ramos en 1999, cuando su diario valía 200 millones de dólares-. Pero como buen economista que soy creo que todas las empresas tienen su precio. Y suelo tener ofertas de compra”. Hubo charlas con el Financial Times vía Recoletos, de España, y con el entonces poderoso CEI, pero no llegaron a nada.  “Las empresas tienen precio, no distinguen raza, religión, nada. No discrimino en ese sentido”. En el año 2000 le vendió el 20% de las acciones al grupo Ávila, un escuadrón de businessmen integrado por Carlos Ávila, Francisco de Narváez, Daniel Vila y José Luis Manzano.

Bajo la mansarda del fundador se construía una complicadísima arquitectura patrimonial: Ramos retenía el 61% de las acciones, y un 10% a través de dos compañías (Blumel y Raim), el resto se repartía entre la empresa AISA, Roberto García y Claudio Ramos, su golpeado hijo mayor. El testamento de Julio complicó más las cosas al cederle un 20% de su parte a un grupo de periodistas y amigos. El resto fue para sus tres hijos y para su ex mujer, Silvana Suárez, que también administraba la parte de sus hijos Julia y Augusto, aún menores.

MISA POR EL SEGUNDO ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO DE JULIO RAMOS 19-11-08 FOTO MARIO MOSCA

Foto: Mario Mosca

Antes de morir, Ramos entró en tratativas de venta con el bucanero español Antonio Mata, que ya había gestionado Aerolíneas y compraría Crítica de la Argentina, para fundirlas a ambas. Suárez empezó a cerrar el trato en 2007, pero en 2008 el rosarino Orlando Vignatti logró comprar y reunir todas las acciones. Ya había empezado el conflicto con el campo y la voluntad del kirchnerismo de contar con fuerza mediática propia se hacía sentir. El diario comenzó a recibir pauta oficial y a torcer su línea editorial hasta que García renunció a la dirección y El Cronista Comercial, por primera vez en la historia, lo superó en ventas.

A fines de 2008 Vignatti también compró al Buenos Aires Herald y apiñó a las dos redacciones en el viejo edificio de Paseo Colón, insultado por goteras y sueldos impagos. En febrero de 2015 Cristóbal López compró el 60% del grupo de Vignatti (tres diarios y una editorial) y Ámbito ató así su suerte a Indalo Media.

El macrismo barajó y repartió de vuelta la pauta, pero el mazo es más chico y privilegió a los jugadores grandes, los cerrojos de la prensa. El mercado financiero resucita conectado a la deuda externa, pero el talante del capitalismo macrista es diferente: blanco, profesional y gentrificado. Estos no son los 70s ni los 90s, el capitalismo salvaje y plebeyo que soñó Ramos desde Ámbito Financiero, para bien o para mal, no figura en el excel de la nueva hegemonía.

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