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11 de noviembre 2016

Ignacio Rico

Responsable nacional de la Juventud Peronista Evita.

“¿QUÉ HACER?”

Tiempo de lectura: 6 minutos

“Toda victoria es relativa y toda derrota es transitoria”

Octavio Paz

Como pocos momentos en nuestra historia, el reciente capítulo electoral, significó, más allá de los matices, los errores, las virtudes, los defectos, las opiniones sobre nuestro y nuestros candidatos, la posibilidad de un desempate estructural entre el movimiento nacional y la oligarquía dominante, entre un proyecto de nación puesto en favor de los intereses de los trabajadores o un modelo agroexportador a disposición de los intereses de las corporaciones transnacionales.

Llegamos al final de nuestro gobierno con un cúmulo de conquistas sociales, sin haber podido realizar los cambios estructurales que enunciamos, que llevó a la dignificación de gran parte de nuestro pueblo, elevando los niveles de conciencia por la fuerte disputa simbólica, cultural o ideológica, revalorizando la política como instrumento irreemplazable para la transformación social, y con un crecimiento exponencial de los distintos movimientos sociales y juveniles que a través de la pelea o el derrame acumulábamos, juntábamos y organizábamos militancia en la defensa de Néstor, Cristina y “el Proyecto Nacional”. Aunque también, de manera silvestre crecían en la banquina construcciones sociales paridas en la necesidad de resolver problemas y reivindicaciones concretas, desde una toma de tierras, la producción comunitaria para hacerle frente a la familia grande, el combate al agronegocio, la pelea de las barriadas por la obra pública para evitar la inundación, los turnos para la salita de salud, los espacios deportivos/culturales/educativos para sacar a los pibes/as de la calle o la juntada para tumbar un bunker narco, sin contar las innumerables unidades productivas paridas del ingenio popular para evitar la desocupación en el interior profundo o tener un ingreso diario en las villas de la ciudad.

Estos dos procesos fueron creciendo, el primero con más política que pelea, el segundo con más pelea que política, más descentralizado y desordenado, pero de manera genuina y fiel.

que la militancia sea expresión de sectores sociales concretos

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El proceso conducido desde el estado en el año 2003, generó condiciones para que florezcan estas dos tendencias, pero con importantes bifurcaciones que debiéramos pensar para la etapa defensiva del momento actual y su futuro inmediato.

Es necesario dar un salto, no como antítesis, del engorde cuantitativo a la inserción cualitativa. Digamos entonces, que la militancia no sea sólo expresión de ella misma, sino de sectores sociales concretos y eso necesariamente implica discutir desde las consignas que utilizamos, hasta los métodos, donde la endogamia política o ideológica debe abrir paso a la unidad sobre los intereses comunes, la resolución de problemáticas puntuales, por mas “chicos” que creamos que sean, donde lo concreto y real prevalecerá sobre lo simbólico y discursivo.

La organización y la pelea son, al igual que la suma del poder público-político, un factor determinante y desencadenante para mejorar las condiciones materiales de los trabajadores, de las mujeres, de los jóvenes, del pequeño comerciante, del barrio, de la industria y de la Argentina en toda su dimensión profunda. Las alianzas sociales y su correlato de movilizaciones serán un factor estructural para el reagrupamiento de los sectores populares que siente las condiciones para un gran frente nacional “único” contra el liberalismo corporativo que expresa Macri, con base en el peronismo y ejes programáticos forzados desde la calle.

Existe otro factor importante para repensar, que son los tiempos y estos son disímiles en cada sector. Lo son los de los jóvenes a los de los más grandes, los de la clase política a los tiempos sindicales, los  tiempos de la vecindad a los de una agrupación universitaria, saber comprenderlos sin desesperación ni ansiedad, nos evitará frustraciones. Caminemos con equilibro, sin la soberbia de los que le bajan el precio a la construcción diaria que discute el agua potable o la adicción de los chicos por dejar afuera a la “real politik” ni la cobardía careta que descarta la lucha callejera porque “no genera consensos ni cae bien en las encuestas”, ni tampoco caer en un vanguardismo abstracto que nos hace bichos raros frente a nuestro pueblo.

tampoco caer en un vanguardismo abstracto que nos hace bichos raros frente a nuestro pueblo

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Nuestra juventud debe moverse, como algunos decían, como pez en el agua sobre lo cotidiano, con reflejos, con flexibilidad, con una voluntad patriótica inquebrantable, con la solidaridad gaucha que surge de las entrañas de nuestra cultura, con rebeldía y capacidad de transgresión, con la felicidad a cuestas, sin autoflagelos ni sobre exigencias que nos vuelvan militantes por inercia.

No queremos hacer agrupacionismo, queremos movilizar y organizar contra el ajuste y la entrega de la Argentina a la dictadura democrática de los grandes consorcios financieros.

Queremos que prevalezca la unidad por sobre la opinión, dijo un compañero, sólo así volveremos a construir la victoria. Podemos empezar tirando la primera piedra. Esa es la idea-fuerza de este escrito, volver al llano, hablar, escuchar y construir desde el sentido común, con un lenguaje simple, con humildad y amplitud, indispensable para corregir los errores que nos llevaron a esta situación.

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No pensamos como muchos compañeros enojados por el resultado electoral, que la culpa es del pueblo, “que no se dio cuenta”, que nosotros tenemos la posta y los que votaron a Macri son ignorantes, o el primo tonto de ese análisis que dice que los medios de comunicación son los mayores responsables del voto de un pueblo.

El partido no lo ganó Macri, lo perdimos nosotros. Por eso el piso es alto, el pueblo no votó para atrás, votó aquello que interpretaba que les iba a permitir mejorar en su vida, en su trabajo, en su barrio, en su ciudad, etc. ¿O pensamos que cuando Macri prometía extender a monotributistas la asignación por hijo, eso era votar para atrás? ¿O pensamos que cuando prometían aumentar las asignaciones familiares o eliminar la cuarta categoría de ganancias, era votar para atrás? ¿O la promesa de resolver la crisis que están pasando las economía regionales, o que hablar del problema de la droga y el narcotráfico, era una gorileada y significaba volver atrás? O peor aún: ¿pensamos que ese 51% que lo votó es el enemigo o el adversario, o que la mitad del país son pobres ignorantes? Hay que invertir la ecuación, si pensamos como iluminados o pedantes, gordo favor le haremos a nuestro enemigo que necesita una militancia aislada de los problemas y las reivindicaciones tanto viejas como nuevas, que tiene nuestra sociedad.

el piso es alto, el pueblo no votó para atrás, votó aquello que interpretaba que les iba a permitir mejorar en su vida, en su trabajo, en su barrio, en su ciudad

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El lugar de la Juventud Peronista no es pensar (no solamente) en cómo poner diputados, senadores, gobernadores e intendentes que respondan a “nuestro” espacio político en el marco de lo “posible” (ese padrino astuto del “fin de las ideologías”) sino, centralmente, organizar la esperanza de un pueblo en el marco de la construcción cotidiana del poder popular que le dé sustento y perspectivas reales al proyecto inconcluso de la emancipación nacional.

Frente al cinismo nihilista de los quebrados, doblados, y detractores que ante el primer fracaso suicidan los sueños por un reformismo de oficina o una militancia cómoda, tenemos que oponerle la intransigencia en el amor a la tierra que vivimos y a la comunidad a la que pertenecemos, mas allá de cualquier razón posmoderna que esté de moda. Hay tantos ejemplos heroicos de los anónimos en cualquier rincón, que si nos animamos a ver, el sol brilla más y la impotencia no es tanta.

En la etapa anterior sobredimensionamos la fuerza propia, fuimos ajenos a la dinámica social heterogénea y multicolor del barrio, la fabrica, el club, la escuela, corriendo tras actos políticos sin sentido práctico y sólo aptos para convencidos, a un ritmo que se volvió insostenible y guionado, porque en vez de ser “como peces en el agua”, de parecernos a lo que somos en esencia, quisimos que se nos parezcan, corte caricatura del militante fatal. De mínima podemos decir que perdimos inserción o que nunca la tuvimos, por ende, tenemos una ausencia de articulación y unidad entre los sectores que sustentaban, o sustentarán cualquier proceso que quiera ser verdaderamente popular. Entonces seremos tejedores, también.

En la etapa anterior sobredimensionamos la fuerza propia

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Por eso hay que insistir en construir nuevos marcos de unidad que puedan expresar las reivindicaciones de la juventud que trabaja, de la juventud excluida, de la juventud que estudia. Pero nunca más ser sólo una expresión juvenil de la clase política que administra el estado. Tenemos el desafío ante el presente pero también ante los pibes y pibas que hoy vienen a merendar a una unidad básica, participan de la escuelita de futbol, del taller de hip-hop y cumbia cruzada, o los que salen a vender el pan casero que cocinan las madres del barrio, de construir espacios de organización pero también de lucha donde ellos sean protagonistas y forjadores del destino de su tierra.

Ya pasó mucha agua bajo el puente, la pelota está rodando y en el aire; hagamos honor al nombre que elegimos llevar, asumamos el compromiso de nuestra generación con el tiempo, bueno o malo, que nos toca vivir. Si no construimos nuestra victoria, que es hoy: la derrota de la oligarquía en el 2019, la Argentina será un recuerdo que ni nuestros padres recordarán, y la felicidad del pueblo una utopía de tiempos imposibles. El desafío generacional es evitar la derrota estratégica del siglo XXI, evitar (hablamos en términos de su significación política) otro 24 de marzo, otra batalla de pavón. Si logramos eso, vamos a tener más tiempo que vida para discutir todo lo demás, pero desde un piso mínimo que no debemos perder.

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